En mi mente era noche
En mi ático caído
Y mis miembros de frío tiritando.
Hielo cubría el cristal
Quitándome la luz
Y yo en mi mente en negras dudas surto.
Mi sino maldecía
Porque el oro faltábame
Con que gozar del júbilo mundano
Y a las gentes odiaba
Cuyo grato destino
Era una casa en la alta sociedad.
Y me quejaba así:
«¿Por qué he de estar solo
Como eremita entre la gente humana?
No hay aquí un solo hombre
Que mi amigo se llame.
Entre los muchos que aquí van y vienen».
«Ojalá llegue el día
En que se llenen mi alma
Y mi sino, y el hielo al fin se funda
Que ahora desde hace años
Mis lágrimas congela
Y de mi corazón huyan los duelos.
«Sí, pronto llegará,
Bien claro ahora lo siento,
Y así será. Y ¡oh, que gozo!, el último.
Mi cuerpo envolverán
Y me darán… un clavo[146]
Para que de mi ataúd salir no pueda.
Quizá entonces desciendan
Sobre mi ataúd lágrimas
Como cuando el buen vino se desborda[147].
¡No!, eso será duro,
Mejor váyase el cura,
Mis acreedores rugen y no lloran».
Y así yo me quejaba
Y así cayó la noche
Y entero me sumí en profundo sueño
Sobre mi mesa había
una lámpara débil,
Pero a mí cual estrella iluminaba.
Y su llama, enseguida
Relucía muy clara
Mi estancia como en fuego iluminando,
Estaba calidísimo
Mi pecho malherido
Y mi corazón libre de sus duelos.
Pero ante mí se erguía
Infundiéndome ánimo
Una mujer de lo alto llegada,
La mirada tan dulce
Que de ella recibí
Que sin cuento mis lágrimas fluyeron.
Acarició mi rostro
Y fue como una brisa
Sureña de esas que la nieve funden,
Y en mi pecho surgió
Una urgente esperanza
Como surgió a Hagar en el desierto.
Y ella entonces me dijo
Estas dulces palabras:
«Pobre joven, tu duelo aliviar quiero
Bienes y oro no tienes
Pero sabes que el barro[148]
No sanará tu corazón doliente.
De mí lograrás sólo
Lo que tú más ansias
Que el más rico del mundo más riquezas:
Esta flor que aquí ves
Y que en tus manos pongo
Y que jamás de verdecer desiste[149].
Velada está de nieve
Bellísima es empero
Y opimos, dulces frutos te dará;
Romperá tus cadenas
A tu corazón ímpetu
Dará y en arte vivo hará tu amor».
Cuando acabó de hablar
Abrió grandes sus alas
Y desapareció ventana afuera.
Y allí quedó la flor[150].
Y en mi seno la guardo
Pues de la musa del cantar es dádiva[151].
Härved Ulf[152]