EL DESPERTAR

Los años errabundos terminaron

Cuando exhaustos el cuerpo y el espíritu

A una anhelan regresar a casa

En busca de recuerdos y lugares

Que hermosos al nostálgico espejean

En sus embriagueces y sus sueños,

Y ver si del rey astro la luz vencen

En lugar de por ella ser vencidos

Cuando, abiertas cortinas y apagadas

Las velas, el sonámbulo despierta.

Recordando de Roma las colinas,

De Suiza hoteles y de Prusia aduanas,

Y además socialismo y septenato[113]

Y el concordato y la eviterna paz [114];

Harto de vinos agrios y ensaladas

Y de sardinas falsas y salchichas,

Y de Hofbräu, aceites, macarrones[115]

Y bacalao danés o, peor, noruego,

De tamboriles y de castañuelas,

De cafetuchos y de cancioncillas,

De bulevares y asfaltada tierra[116],

Paisajes en calor y polvo envueltos,

Resecos ríos de enfangado cauce,

Prados rojizos cual de coco esteras[117],

Y todo ello en la mente conjuntado

Tiñéndola de enfermo azul cadáver.

Y ahora cuando de ánades la tropa

Muestra el camino que a la patria lleva,

Cuando el haya está en flor y el peregrino

Cansado de vivir al norte mira.

***

Y así, erguirse le vemos en la cima

Donde otrora sus sueños acunara

Y ver desde ella arroyos y gaviotas

Barcos e iglesias, burgos y tejados.

Todo es igual y al tiempo muy distinto;

Más bello ningún sueño se confirma

Por la imaginación tinto de halagos:

La realidad de lejos le contempla.

El primaveral sol en palaciegos

Muros y espiras góticas reluce;

Los acerinos hilos del teléfono[118]

De la urbe el perfil tapizan suaves;

Las verdes vías de las explanadas,

Del tren los puentes de soportes negros[119],

Ascensores, calzadas, puertos, circos,

Panoramas, museos, tantas cosas

Mayestáticas, grandes y tan nuevas

Que en leyenda trastuecan la verdad.

Por su ciudad natal altivo, extático,

Desciende él de su atalaya, quiere

Mirar detrás de las fachadas, ver

Lo que hay al otro lado en realidad.

Se pasea a lo largo de las casas

Y espera de alguien ser reconocido

Poniendo a prueba su memoria cuando

Furtivos ojos a su paso fíjanle,

Más sólo ve nueva y extraña gente

Lentos yendo hacia el banco o la capilla;

El paso arrastra, baja la cabeza,

Los ojos mate, lívida la piel.

Pasar ve ante él la hormigueante masa,

Otrora amigos, mas con prisa ahora

Al hereje la espalda vuelven, pálida

La mejilla, entrecanos los cabellos.

¡Pobre hombre, curado ahora, demasiado

A intrigas y a trampas se acercó,

Perdió sus clientes, su negocio hundióse,

Perdió de esposa e hijos la batalla!

Rendido, al café antiguo se apresura[120],

La de otros tiempos cotidiana cita.

Una mano apretar espera al menos

De las muchas que otrora le tendieran

Entre ratos de veras y de bromas,

Aquí viejas batallas se libraron,

De boca en boca andaba el vaso lleno

Tras la victoria, entre los vencedores,

Y aquí olvidaban todos las derrotas

Entre hondos dimes e íntimos diretes,

¡La última copa todo lo sellaba!

El reloj en desierta sala suena,

Al torvo cielo negras cimas suben

Sus crestas de altos tilos enfundadas;

Aguas tranquilas duermen protegidas

Por musgosos montículos de piedras;

Sobre el fino abedul otoñal lluvia

Llora por los estíos que han pasado

Tan raudos cual si nunca hubiesen sido.

El reloj en desierta sala suena,

Nadie viene y el tiempo se prolonga,

Incierta mente su tormento alivia,

La soledad la sala exigua hace.

Él llama al camarero, hablarle quiere;

Comienza a preguntarle, pero el otro

No aguanta mucho tiempo tanta lata:

Lo único que sabe es bien sencillo:

¡Ya no hay tertulia, todos se han marchado!,

¡Ya nadie viene aquí a pasar el tiempo!

¡Su más antiguo amigo ya no vive:

Murió el año pasado! Él más no sabe.

Bueno, a otro al lecho le atan los achaques,

Y así el fin de sus cuitas ahora espera.

¿El viejo N.?, ¡la gota le consume

Y jamás por aquí ya se presenta!

Uno, que se casó, ya nunca sale,

Y otro se ha hecho abstemio a rajatabla,

Otro en la cárcel yace aherrojado

Y otro ahora vaga por lejanas tierras.

¿Y los demás? ¡Pues desaparecieron!

¿Y «él mismo?». Y cuando el nombre le hubo dado

(Es evidente que a su oído había

Llegado el nombre solo, sin retrato)

El camarero respondió con voz

Pomposa cual si el aludido fuese

Criado suyo o pecador famoso:

«¡Ése?, Dios sabe, muerto de seguro».

Él el vaso apuró de un solo trago

Brindando por ajena y propia muerte,

Turbia la vista, obstruida la garganta,

En su lívida carne hundido el ojo.

Sale a la calle, vuelve a deambular,

Sube escaleras, un amigo busca,

Llama al timbre, a la puerta, prueba el cierre:

Pero tiempo ha que huyeron los amigos.

Vuelve a ciegas por tierras conocidas,

Recuerdos surgen, todos muy traspuestos;

En donde obscuras fuerzas le han llevado

Pensoso para ante familiar puerta.

Entre palacios una vieja choza

Aguarda obscura en solitaria rúa

Como un giboso entre gigantes trata

De ocultarse y pasar inadvertido.

Fue allí donde su nido ajuaró un día

Para tener su propio hogar, fue allí

Donde él como en casa propia entraba

De paz en busca la tormenta huyendo.

Por el cristal miró el piso de abajo

Entre cortinas sucias de humo tintas

Y entre botellas y verduras rancias,

Porque allí hay ahora un almacén,

Tratando de recrear en su memoria

Su antiguo hogar en color rosa obscuro,

Mas solo ve un tugurio humoso y hosco

y solo oye chillar vinosas voces.

¡Todo desierto, todo abandonado!

¿Dónde están los testigos, los parientes

Que un bello atardecer, en esta sala

Con la mano y los ojos se juntaron

Para de su progenie el bien desearse[121],

O cuando de la boda en el banquete

Chispeaban el vino y el ingenio

Y de felicidad se discurseaba?[122]

¡Muertos!, ¡dos!, ¡malheridos los demás![123]

Idos, lejos, a tierra de heresiarcas,

Y el cura el que más tiempo resistió[124].

¿No es cierto que la cosa gracia tiene?

Todos lejos están, todos se han ido,

Y la casa vendida fue en subasta[125],

Cuando hay tormenta, ¿qué?, la barca se hunde

Y con ella se pierde el cargamento.

El pasaje salvóse, y algo es algo,

Y el seguro pagó la nave hundida,

El casco cala, el forro está mohoso,

¡Total, ni se ganó ni se perdió!

¿No se perdió?, ¡tal dicen los contables,

De modo que es así como habrá sido!

Y ahora, pues, ¿qué más?, ¡todo ha pasado!

Y la felicidad es desdeñosa.

Pues mientras tiene su caverna el zorro

—Y es hermosa caverna, entre paréntesis—

Tus suelas desgastadas calles pisan

Y la cabeza en una piedra posas[126];

Sal a buscar, en la calle adoquines

Hay, y también, si te apetece, hoteles,

El ave hace su nido entre las ramas,

Y en su propio pellejo duerme el lobo[127].

Si estás muy triste, sáltate los sesos,

Que a muchos ni siquiera eso les vale

Y todo, más o menos, es lo mismo,

Mejor caer, más nunca de rodillas.

Otra mirada al interior echó,

A través del cristal, al rincón donde

De trabajar le ardía la cabeza

Y veía encenderse las farolas[128],

Y allí seguía sentado noche adentro

Hasta que las farolas se apagaban.

Mas la farola sigue allí, en la acera,

Y siguen el cristal y el cuarto mismo,

Y el papel de pared, aunque allí sigue,

Está muy viejo y hasta cuelga lacio.

Sus estantes de libros reconoce,

Los cuadros y el reloj del escritorio,

Pues la memoria todo le devuelve:

He ahí su mesa, contra la ventana,

Y allí se ve sentado a alguien que escribe

Con mano temblorosa y ágil pluma

Que contra el papel, rauda, rascar se oye,

Y él se esfuerza por ver lo que está escrito

Mas lo único que ve son blancas hojas

Cual sábanas de lino al sol colgadas,

pues la tinta no deja huella alguna

Y la pluma parece que bromea:

Mas, no, escribe, o escribiendo cree estar,

Mírale ahora levantar la mano

Como para pensar, dándose tiempo,

Cuerpos vivientes de aéreas palabras,

Y moja entonces su acuciante pluma,

Mira, hacia aquí se vuelve ahora su rostro:

Ojos de muerto, grandes como tazas,

Miran como de ojáncano ojo único[129].

Asiente al oír el conocido nombre

Y señala, en excusa, su trabajo;

Del fondo de su cuello hipa y dice:

«¡Mira, ahora empiezo a escribir en blanco!».

***

Y él, solo, entonces, va por densa calle,

Vaga sin meta y empujones sufre

Creyendo oír cómo la gente charla

Ideas extrañas en foráneas lenguas

Y a guardias ve con cascos puntiagudos:

Esquinas guardan como si el Rin fuese[130],

Miradas turbias bajo espesas greñas

Buscan sombra en las frondas de la plaza.

Palacios ve, cual de Renania burgos,

Casas fantásticas, cual de Berlín,

Torres de férreo encaje cestos, puntas,

Enrejadas ventanas contra limas,

Todo seguro, sólido y espléndido,

Y en el fondo, al final se ve un cuartel.

La madre patria es ahora poderosa,

Con sangre y hierro se ha regenerado[131].

Muchas pagodas nuevas ahora ve[132]

Y bonzos jóvenes muy chics y dandis

Pavoneándose en torno a pétreos ídolos

Practican magia negra y brujería;

Caza y juicios de brujas resucitan,

Proscriben y enmazmorran por doquier[133].

Cabe aún esperar que el sol extinga

Brasas ardientes y la estufa cierre.

El fangoso volcán ha reventado

Y de su fauce la ceniza llueve,

La ciudad sumergida se renueva[134],

Y entre los persas se deviene sátrapa,

Pues cierto es que de nuevo vence el bárbaro

Y la báltica Grecia va a su tumba

Donde se alzó contra orientales hordas

Nórdica vigilancia en el mar ártico[135].

Eso entre largas luchas terminó

Y entre facciones y procesos, vence

Por fin la división y al fin y al cabo

Es Filipo quien triunfa de Demóstenes[136].

Cayó Troya, nosotros, los troyanos,

Y a nuestros Dybböl y Als bien hemos visto

Luteranos llamados ser y suecos,

Y eso es, al fin, lo que de veras somos[137].

***

Saudoso, el peregrino se despierta

Y a su añoranza, al fin, remedio halla.

Lo que no existe mal añorar puede;

De las sandalias se sacude el polvo.

Como el sabio que el arca salvar quiso

Del líquido bloqueo del diluvio

Montaña arriba a un páramo subiéndola,

Escapa él de la ciudad que se hunde[138].