TERCERA NOCHE

De excursión luego el día entero,

De París en la autumnal niebla;

Sorprendido, sí, no encantado,

Admiro a mi modo las cosas.

Por túneles de cal y de ladrillo

A codazos la gente avanza; y, húmeda,

La calle como espejo hecho pedazos

Yace entre fango y barro soleada;

Lucen en ella andrajos celestiales

Cual deformante espejo obscuro y tenue

De la humana expulsión del paraíso.

Ojos hambrientos a sus semejantes

Miran comida ansiando con envidia:

De la miseria el lujo es mal amigo,

Los adoquines mal dan de comer.

Un carro bien cargado cruje y ruje

la fusta como un fusil restalla,

En los tranvías cascabeles gimen,

Los autobuses tocan la trompeta[59];

Gañen y aúllan canes pisoteados,

Buhoneros y obreros sus retahilas

Estridentes con ronca voz entonan

Ya un niño en una esquina llorar se oye.

La lengua madre entre los pobres suena

Exactamente como entre los ricos,

Y tan bien se comprende a los franceses

Como a los hotentotes o zulúes.

¿Por qué, desconocido niño, lloras?,

¿Acaso daño la gran ciudad te hizo

Que tanto bien a otros ha causado?

¡Preguntador, pregunta!, la respuesta

Se ahoga en un bache do la vida púdrese

Y do nadie preguntas hacer debe.

Y ahora vuelve a saltar, se desgañita,

Llama, aúlla, golpea, refunfuña,

Llora, ríe, silba, moquitea, atruena,

Mientras tú sigues, tímido y perplejo,

Ya sea un hospital donde te encuentres

O del más hondo báratro en el fondo.

Confuso, ido, candente su cerebro

Toma él la fuga para en paz poder

Meditar en el meollo del asunto,

Y averiguar en qué creer debiera.

Saliendo acaba de su duro brete,

Pero, por estrépito atontado,

Se mete en un prolijo laberinto.

Serpentean calles y callejas crúzanse,

La lluvia en el arroyo a fluir comienza,

Pies fatigados pasos dan en falso.

De impermeables, paraguas y simones[60]

Ha Pedido la pista sin remedio,

Lleno de angustia de los pelos tírase

Y sin consuelo mira grises nubes.

Y entonces se ilumina rúa arriba

Y ante sus ojos se abre un bulevar;

Entre la ruin miseria de los árboles

Se alza una iglesia a la piqueta hurtada.

Cual en desierto donde los beduinos

Un fresco y verde oasis han hallado,

Así al viandante de cansado aspecto

Llámale entre las tiendas y cafés

Una iglesia de gótico linaje.

Y si él en ella entra no es a orar

Ni a dar veneración a algún fetiche,

Sólo a gozar de sagrado silencio,

Sólo a soltar los onerosos hierros,

Sólo a olvidar la pena y el dolor.

Un momento contempla silencioso

El aéreo ornamento de la piedra;

Fieras que la mirada en flores fijan[61];

Santos que envió el Todopoderoso

Y a sangre y fuego hirieron los potentes

Entre dragones y leopardos andan,

Porque la fe que a todo ha renunciado

Y que sólo de amor el fuego enciende

Nunca pregunta quién es el que sufre…

¡Así ha sido y así todavía es!

Tallos de torrecillas cielo arriba,

Donde hacen seña mudos angelitos

Y el cráneo de las bóvedas se curva…

En su interior se oyen cuchicheos

Por el entreabierto ventanal.

¿Oye bien?, ¡es un hombre el que así silba!

¡Y aquí como a quemado huele! Él corre

Desconcertado al pórtico del templo,

Ábrelo con cuidado y entra allí;

En la gran sala hay mística tiniebla:

Luz cromática en vitreas cuadrículas.

¿Qué estrépito de abismo reina aquí?

Y contra tanto ruido se oyen dentro

Gritos, estruendo, silbos y carreras,

Nada como esto es de la calle el tráfago.

¿Qué visiones? ¿Es que alguien está loco?

¡La iglesia hásenos vuelto un almacén!

Donde estaban las tumbas de los muertos

Se ve ahora un estanque emparedado;

Una turbina agita allí sus álabes

Y bate su ímpetu una prensa hidráulica;

De alta presión con máquina en la punta

El vapor canta aquí su canción nueva

Y el electromagneto amor declara,

Y esto por el teléfono se esparce

Y con la luz de la electricidad

Sacra tiniebla se proclama en fuga.

¡Y hete aquí que la iglesia se nos vuelve

Museo, como lo oís, de artes y oficios!

Aquí a Arts et métiers sólo se venera,

El utilista aquí de gozo salta![62]

¡Mira, hete aquí purificado un templo,

Ni fetiches ni imágenes verás![63];

Todo del genio tiene en él el sello,

Aquí la utilidad su cima alcanza.

Mas, dispensa, ¿no es cierto lo que digo?

En pilares sutiles y rotundos,

En el punto del coro más egregio,

Y del altar en el solar vetusto

Tiene esta casa del señor estatua

Con severa y hermética expresión,

Por eléctrica luz iluminada.

¡Papin se llama aquí el sancta Sanctorum[64],

Y es a él a quien alzan las turbinas

Y las locomotoras sus loores!

¡Correas, pistones, péndulos, poleas

Unísonas y al mismo modo entonan:

Gloria, Papin, y hurra por tu marmita[65],

Es la tuya una época que avanza!

Mas apenas jactóse de ti el mundo

Cuando surge otro igual y obtiene aplausos.

Pronto caerás tú al fango derrocado

Como los santos de otros tiempos idos,

Pues ya Edison asciende la colina

Donde hasta ahora alzábase tu estatua.

Aún, empero, está tu nombre en alto

Pues de hierro fundido tienes cetro[66].

¡Hurra, Papin, y hurra a tu vapor,

Señor del mundo, pero nunca mío!

¿Acaso un solo enigma descifraste?,

¿Diste consuelo a un solo corazón?

¡Los hijos de los hombres aún lloran

Sangran aun ensangrentados pechos!

¿Acaso al hombre mejoraste tú

O más feliz le hiciste de lo que era?

¡El corazón no más que leño tocas

Ni de la libertad la puerta abriste!

¡Con vapor no se forjan las virtudes

Si gracias a él solo uno quizás medra!

¡Muy sutil y muy bello, no lo niego,

Y tampoco lo niega él mismo! ¡A mí

Pecaminoso, cierto, no parece

Que una iglesia de nuevo se aminore!

¡Sólo el provecho, nada más, rechazo,

El provecho de todos, mas dejémoslo…!

¡El reloj ya señala al mediodía,

Y la obscuridad llega inesperada!

De nuevo la sutil válvula suena

Con el silbo cortante del vapor,

Y en torno del becerro de oro llámanos

A bailar el vapor con voces de órgano;

En incienso el carbón de piedra humea,

¡Señoreantes señores, dulce aroma!,

Agua bendita da la rueda hidráulica,

Corren correas en infinita curva

Y cual culebras serpentean y estíranse,

Del agua el trueno sueño no permite;

Cual fuego que jamás ahíto parece

Arde la luz eléctrica azulblanca.

Fuego y agua juntándose espolean

Y zumban, gritan su estribillo fiero:

Canturrean y salmodian cual demonios:

¡Ave, vapor!, ¡ave, Papin!

¡Adiós, iglesia, tú, viejo residuo

De un tiempo que ha creído y ha sufrido!

Ahora lo nuevo ha roto las barreras,

Y por doquier se extiende, liso y vasto;

Y, empero, apresurado por su angustia,

Del tiempo el hijo avanza a la cabeza,

A donde el fuego un matorral devora;

¡Pues lo viejo, podrido como estaba,

Y avieso y todo, un dique era al menos!

***

Alma dudante, eterno inquisidor

Pensamiento hervidor, llameante nervio,

El diario trabajo no te acalla

Ni te apagan del sueño las cubiertas.

¿De nuevo, alma, saliste por la noche,

Alma sedienta, para buscar agua

Agua viva en la fuente de la duda?;

¿Adónde hoy dirigirás tus pasos?

Ya dos escalas has echado a un lado

Aunque de atajo iban a servirte

De arte y de religión por los imperios

—Exiguos campos y tremendos fosos—

A abismo abierto las tinieblas llaman

Donde tantos tú mismo caer has visto;

¡Zambúllete en sapiencia, allí hay respuesta;

En los libros aún quedan ideas!

De nuevo siento yo el aroma vuestro

Viejos amigos de dolor y goce

Desde que, pusilánime, os dejé

Harto estaba de vuestra obscura charla,

y heme de nuevo aquí con mis preguntas

De nuevo a comenzar por el principio,

Dejar exangües quiero vuestros pozos,

Abrir del todo quiero vuestras bocas

Apagar quiero ya esa sed ardiente;

Grande es la fe, mas mucho más la ciencia.

Aquí, en tinieblas vuestras filas veo

Que una tras otra síguense en columnas,

En cuero bien dorado unos ceñidos

Y otros envueltos en desnuda tela;

Amigos y enemigos danse el brazo

Neutralidad armadas late en todos

Arrogantes la orden esperando,

Y por lo poco que cada uno de ellos

Sabe deseosos de luchar se sienten.

¡Avanza tú primero, guardia negra

Teología, tú, de Dios amiga!

¡Nunca hasta ahora respuestas evitaste

Y con diez mandamientos respondiste

A todos! Habla y di cuanto te plazca

¿Qué sabes tú de la tierra, del cielo,

Qué sabes de la muerte, de la vida?

¡Hale, sostén del cielo, da respuesta!

Y un padre de la Iglesia se aparece

Con un libróte en grueso cordobán[67]

Y del mismo color que son los naipes:

De Jesús habla, pero más del diablo;

Ahora viene otro y un tercero luego

Y cuando todos al mismo tiempo hablan

Surge en el campamento un gran jolgorio

Y cántanse doquier célebres salmos;

Los exégetas hacen sus exégesis,

Y a catequizar van los catequistas

Y la Biblia a noventa lenguas viértese

Riñen la Septuaginta y la Vulgata

Y Calvino y Lutero andan a palos

Y San Gregorio essentia qvinta muestra[68]

Y lee los decretales en voz alta[69]

Y Arndt con sus morales nos vigila[70]

Y de renuncias Santo Tomás habla

Que de pasteles rancios sabor tienen

Y Torquemada los mejores frutos

De la fe alza con garfios y parrillas.

Y al fin se oye colosal tiberio

Donde el incrédulo recibe azotes

Y con rayos y fuego y amenazas

Y abracadraba se responde a todo.

Eso yo lo sabía muy bien antes

Y por la forma va en cualquier examen

Que precedido esté de un buen repaso

Para que buen comienzo buen fin haya.

Vuestro turno es, filósofos, ahora

puesto que de las cosas vais al fondo

Y ni a obispos ni a curas tenéis miedo

De ardientes dardos recibiendo lluvia

Del teológico odio que os acecha,

¡De la verdad en busca y sin cazarla!

De la verdad en pos vais mal vestidos

Escuálidos, cansados de la vida

Con desgastado honor y hueca tripa

Vuestro bélico dios verdad derrama.

¡Dejad las bibliotecas, proclamad

Tan lejos como vuestra voz alcance

Lo que pensáis de las más altas cosas

Lo que sabéis y los demás no saben!

Aristóteles sea primero al ruedo

Por la vida real apuntalado

Y tú, Platón, que ideas contemplaste

De las que otros ni rastro sospechaban,

Que ambos habléis aquí pediros oso,

Decidme, ¿de do vengo y a do voy?

Negra respuesta raudo me da uno

Y el otro con la suya en blanco es pródigo;

Y cuando ambas respuestas contemplamos

Perplejos entre gris y gris nos vemos.

Sabio de antiguos sabios, oh, tú, Sócrates,

Que ya desde el principio comprendiste

Que al toro se le coge por los cuernos;

Mas aunque bien dijiste: a fin de cuentas

Lo único que sé es que no sé nada,

La vida sigue y yo sigo con ella

Y lo único que el siglo creer puede

Es que lo duradero es lo sensual

Y lo demás es todo inalcanzable,

Y ahí va la peonza, gira que te gira,

Por mucho que la rosca sea diversa.

¿Me sirve de algo que Bacon acepte,

Descartes dude o Locke profundice?

¿Cuánto tardó de Kant la razón pura?

¿Cuándo nos negará libertad y aire?[71]

¿Y Fichte, luego, con su amado ego,

Y Hegel, luego, con su eterno negó[72],

Y la absoluta identidad de Schelling[73]

Y toda la excelencia conocida.

Si sólo dos idénticos pensasen

De una esperanza hablar sería posible

Más mientras todos la verdad se arroguen

A voces, mejor fuera echarse a un lado.

Con llanto filosófico uno piensa,

Listo a recomenzar por el comienzo

Y más sombrío cuanto más se adentra,

Y los libros no curan nuestras llagas.

Rousseau, contigo de naturaleza[74]

Voy a llorar en el caldeado seno,

Y si Darwin entre las bestias altas

Me incluye, de consuelo ello me sirva.

He aquí Voltaire: enséñame el sarcasmo

Cuando se seque el chorro de las lagrimas,

Y Schopenhauer: si el pensar me abruma

Inyéctame de Buda la morfina[75].

Mas la mañana albea ya en el parque

y suave el viento matinal susurra

Entre los fríos álamos y tilos;

Y ya la nieve afuera en la helada

Tierra cruje azulalba y rosirroja

Y en el este la estrella matutina

Apágase al gris cander del sol.

¡Cuánto por este parque ir me gustaba

Tras la eterna querella de los libros!;

De los ojos el viento el polvo hurtábame

Y a mi pensar más libre ímpetu urgía,

Flores entre el velludo de la hierba,

Tilos en flor, abejas susurrantes,

Hogareños gorriones en las frondas,

Niños jugando entre gozosos gritos,

Todo esto al aire interpretar me hacía

De la vida el sentido y libre anhelo,

Mientras de libros las hileras secas

De súbito la mente osificando

Y el corazón petrificando entero

Nunca en mi espíritu inyectaron gozo;

A veces un sopor en mí escanciaban

Cual can al cazador huellas mostrándome

Pero sin alcanzar jamás la presa:

Cual fuego fatuo en noche obscura ardiendo;

En pantanos hundiendo al caminante

O al cielo demasiado alto indicando;

Te enseñan el camino, más no llévante,

Los ojos tápante, «¡adelante!» urgiendo,

¡Y a saltar enseñándote a pies juntos

Donde más fácil fuera ir de puntillas!

¡Vaya! ¿Qué queda aún por añadir?

¡Ay, historia, conozco tus intrigas!

¡A amar nos enseñaste a simples brutos

Que no sabían mas que armar jaleo!

¡La ley!, ¿cuándo la ley te preocupó?

¡Con frecuencia agobiaste al desdichado

Y al ganador tus bendiciones diste

Y a comer con los hartos te sentaste!

¡Adiós, libros, y tú, árbol de la ciencia,

Nos diste para mal y para bien!

¿Habrá, por tanto, que talarte, dime,

Pues siempre entre mentiras te hemos visto?

¡No, no, que un día habrá juicio final

Que a los malos separe de los buenos!

Cuando tú, libro, huero quedes, aunque

Lujoso seas y escudo real ostentes;

Y cuando tipos que en subasta suben

Queden para envoltorio de repollos;

Cuando el ser raro de muy poco sirva

Ante la majestad de la verdad;

Y la palabra no más virtud cobre

Por sólo estar impresa en pergamino.

Los últimos al fin serán primeros

Y quizás muchos que en la hoguera vimos

Resultarán entonces los más nobles.

Vuestro turno quizás llegue algún día:

Como ahora de mal gusto se encuentra

En día de exposición mostrarse en público,

Periódicos en piel encuadernados

Habrá entonces y anónimas grandezas

No llorarán ya al verse en la basura;

Gozo veremos y general júbilo

Y todos de su ascenso esperanzados.

Mas de la hora y del día de ese Edén

Nadie está cierto en nuestra triste Tierra,

Y dos palabras son fe y esperanza

Con las que mucha gente se ha engañado.

Y el profeta que mal profetizó,

Triste, de repetir su error se cuida;

Y para obviar innecesarias broncas,

Como el califa Omar, piensa en silencio[76].