PRIMERA NOCHE[24]

Rechinante tren nocturno hacia la llanura de Skane

Ojos ensoñecidos se esconden bajo el ala del sombrero

El pecho se agita pesadamente como bajo un ladrillo

Los músculos se destienden como velas húmedas

El oído acusa ruidos sordos como de tambor desafinado

El frenillo de la lengua ha enmudecido a fuerza de rezongar.

Las sensaciones entumécense como mosquitos bajo la nieve

Los recuerdos se disuelven en sueños atávicos

Ensoñece la voluntad mueren los pensamientos

El alma se descinta y se corcuse.

Pero espíritu libre, pobre exhausto

Cuyas alas tantísimo gastara

Volando al cielo, que resultó luego

Ser substancia incolora mas pesable

Nitrógeno y oxígeno mezclados

En inceleste y respirable mezcla.

Pobre espíritu que huye del programa

Y olvida lo novísimo en fuerza y en materia

Y del carril el polvo ahuyenta con resortes;

Como si nunca hubiera tenido más que alas

A la noche obscurísima se arroja

Cerniéndose sobre agua y sobre tierra.

Hacia el norte el camino sigue corto y abierto,

Pero el cuerpo se agita proa al sur.

Claro el cielo y a media luz la luna

Y él ve la bella, pingüe faz de Skane:

Ópimos campos entre trigo y trébol

Sobre una fértil piel de muelle arcilla

Arduo tejido que los zuecos huellan,

En blancas chozas duerme y ronca ahora

La gente que de día en vela está

y alerta como gallo en el tejado

Siempre dispuestos a ponerse en marcha.

He aquí de Smaland bosques y torrentes,

En vez de pan el cielo diole piedras;

Allí se agota y suda el campesino

En vana lucha contra hambre y miseria.

Y Ostrogotia, suculenta y pingüe

Donde también comer puede el espíritu,

Atisba allá al borde de Kolmarden

Al cielo alzando tormentoso ceño.

Más rápido ahora, que a asomar comienza

La cara tierra del hogar en donde

Él se cansó de riñas y peleas

Y en guerra con los suyos declaróse.

Entra a hurtadillas, tal judío errante,

De vuelta al sitio do su cuna estuvo

Y do después alzóse su patíbulo

Por no creer en el dios de la nación[25].

Se oye ahora el bullir del lago Mälare

Que a la mar corre de lavarse ansioso

Del fango de la civilización;

Y él ve ya casas como estrellas nítidas

Tal farolas nocturnas que el camino

Con media luz al caminante advierten.

Y ahora a sus pies ve calles y ve plazas[26]

Y áurea corona sobre el real castillo

Palacios ve y ve sitios y ve hoteles

Que desde ha mucho tiempo conocía

Y donde ha peleado y se ha aburrido,

Y ahora todos los quiere visitar

Mas falta tiempo y el deber apremia!

Un aleteo más al norte, en Nórrmalm

Reposo encontrará como en el arca

La paloma que halló seca la tierra;

Bajo sus pies se siente tierra, pero

Solo poéticamente, en realidad

Lo que siente es la horca que el cristiano

Usa aun para matar a sus profetas:

En ese signo (¡el de la horca!) vencemos

Siempre que otra manera de pensar

Sanción nos niega al fin de nuestras preces.

Pero, vamos al fin de la cuestión:

El su cruz puso en un famoso templo[27]

Que, de un gran santo nacional al que aún

Honramos entre tantos otros santos,

Llevó el nombre, y llevólo dignamente,

A contrapelo de la ilustración:

Lsa iglesia Adólf Frédrik se apellida.

Con libertad de espíritu se sume

en la morada del Señor que lleva

Quilnce años sin ver. Y desde entonces

Mucho ha viajado y con la piel herida

Vuelve a pisar el seno de su iglesia

Como un marino que a su puerto vuelve

Dejando atrás el mar fresco y abierto

Do la inquietud presto halla tumba cierta

Y nútrese de infinitud la vista,

Mas, en el puerto, aquí, topa con muros

Y hedores que son hez de la cultura.

Como alma en cuerpo o bien como ave en jaula

En consagrado ambiente está el espíritu,

Y la luna reluce contra el pulpito

El cual dorado como el sol reluce;

He aquí la biblia, antigua y enigmática

Que nadie comprender aún afirma,

Entre sus tapas nuevo y viejo júntanse;

Imita al cura el gran reloj adusto,

Áurea su voz y argénteo su silencio,

Que escupe arena una hora los domingos

Como cuando en la cuba abren piquera

Una vez para toda la semana;

Una antigüedad es, signo del tiempo

Que transcurrirá, empero, en modo igual

Siempre en torno a lo mismo, un año y otro

Desde el primer domingo de adviento.

Hela ahí aún, la santa mesa, donde

De niño él mismo se hizo confirmar

Con corazón inquieto y mendaz boca

Donde en una hora única y sagrada

Forzado vióse a su primer perjurio

Y su puesto ganó en la sociedad.

La iglesia abrióle su regazo cálido

Y el perjuro en su dulce seno hundióse

Cual digno hijo de adorada madre

Que con uñas y pico halaga al niño

familia en el atrio le aguardaba

Con él cantando el espantoso cántico

Del cordero en la cruz sacrificado,

Pero olvidando al tiempo el tour de forcé

Del cordero, tan bárbara su muerte

y a pesar de ello honrado y venerado;

Dieron a Dios con los demás mil gracias

Por aceptar su falso juramento

Y fervientes pidieron que cumplíeralo

Para que el diablo su alma no condene;

Más el Señor no dio a su prez audiencia

A juzgar por lo que hizo él con su vida[28].

¡Oh, iglesia, que vas aún moviendo el rabo

Por doquier y exigiendo juramento

De que a tu Balder no derrueque nadie[29]

Sino que en acerino peto envuélvanlo

Y crezca y crezca el muérdago sin tregua

Entre las hojas de los grandes árboles.

El arbustito que verdea en la nieve

Y en secreto y oculto medra y vive

Recordará algún día la consigna

Y en el instante en que lo pienses menos

Al señor del averno ha de arrojarte

Y al héroe matará que tú te hiciste.

A la luz de la luna el altar veo[30]

De Cristo resurrecto al cielo elévase

En marmóreo cuerpo mas sin alas;

Y quienes azufrarle en el infierno

Quisieron ahora míranle allá abajo

Boquiabiertos, pues mentirosos hízoles.

Y junto a él los discípulos sencillos

Que pensaron que un reino iba a otorgarles,

Un reino de verdad, con cruces y armas,

Do de ebanista y pescador mancebos

Se sentarían en augustos tronos.

Y conste que yo aquí sigo la historia

Fielmente y lo que digo es verdad pura

Pues por las santas órdenes sabérnoslo:

Pedro, el más alto, ejemplo es de ellos óptimo,

Pues sabía fallar mas no caer

Y un buen sillón en Roma supo hacerse

Y en su imperio la tierra transformar,

Tanto que aún hoy su trono está ocupado

Y sabrá el diablo cuándo vaciaráse,

Mientras en Roma sí que no lo saben.

Yo por mi parte tengo por seguro

Que un gran oportunista era san Pedro

Pues cuando finalmente abrió la boca

Y salir pudo de su gran apuro

Cambió su no por sí como si nada

Y sin saber dónde le daba el aire;

De una cosa no hay duda, aunque me duela,

Y es que negó al Señor cobardemente.

¡Oh cordero de Dios con hondas llagas

Caíste por necio y por tus ovejitas!,

Mas en resurrección te levantaste,

Y eso lo creo aunque no de esta forma

Y tanto menos en marmóreo cuerpo,

Pero cierto es que loco uno volviérase

Si de esa historia el hilo seguir quiere.

Caíste por tu fe, no, por tus dudas

Pues como en la manzana si está verde

Una mínima larva roe y roe

Hasta dejar el tallo escueto y huero

Así la duda roe de la fe el fruto

Cuando canece y a humedad apesta.

Dudaste del Antiguo Testamento,

Del sábado y los mandamientos sacros,

El fundamento mismo dudar te hizo,

Y el irreconciliable Jehová,

Y dudaste de signos y milagros

Y del demonio y sus maquinaciones,

Ni creiste, la vida en torno viendo,

Como el Creador, que todo bueno fuese

Pues aquí todo ruin te parecía

Y que en un valle de dolor estábamos;

¡Ay, si vivido en nuestro tiempo hubieses,

Cuando el hombre sin fin su vida llora,

Entonces sí que habrías aceptado

De pesimista el honorable apodo!

¡Qué ve mi vista, al negro tan usada[31],

En el extremo borde porticado!

¡El monumento es de un viejo amigo!

¡Bien te conozco, viejo y fiel Descartes!

Dime tú, gran escéptico, ¿aquí qué haces?

Pues antes será blanco el cuervo como

Cristo allá arriba y por él mismo electo

Que tú, de la filosofía nubio…

Mas dime, ¿soy injusto con la Iglesia?,

¿Tiene ella misma acaso también dudas.

¡Quiza! A juzgar por este monumento

Y por este letrero en áureas letras,

De la iglesia tremendo personaje

Fuiste y su béte noire al mismo tiempo.

Este epitafio tuyo es una joya,

Da mucho que pensar al que lo lea.

He aquí la tierra negra como tumba

Y cubierta de sectas en harapos

Y llega un ángel como el carbón negro

Y los harapos por doquier desgarra;

Santa tiniebla que engañaba al rústico

Y que ahora huye de luz luciente en torno

Pues el negro ángel con la antorcha en alto

La tierra negra en plena luz enciende.

Bien me recuerda esto en su conjunto

De la creación el fiat lux histórico

Y de no ser porque en la iglesia estaba

Creído hubiese que era Prometeo

En lucha abierta con el grande Júpiter.

¡Tú, ángel negro, que luz en mano vienes!,

¿Quién te dio entrada, a no ser que, ebrio,

Un sacristán dormido junto al pórtico

Santiguarse olvidó al ver al nefando?

¿Qué tal te sientes entre tantos fieles

Cuyo verrdor nunca jamás madura?

Mas, callo, de la torre el reloj oigo,

¡Cuán raudo de la noche pasó el tiempo!

Adiós, sigue, ángel, el de siempre siendo:

Digno pendant del blanco Jesucristo![32]

Una última mirada al viejo banco[33]

El banco familiar que en mi niñez

Cuando aun en la cadena fraternal

No faltaba eslabón, cuando mis padres…

Cuando en tormenta el órgano tronaba

y el sol al este del altar caía,

Cuando ardían las luces navideñas

Y espanto y gozo derramaban lágrimas…

Más calla que del gallo se oye el canto

Y en sol albeante las ventanas lucen.

¡Lástima es que mi corazón siga

En el vagón del tren, mi fuerte espíritu

Sentimental se vuelve y es vencido

Solo porque del gallo ha oído el canto!

Adiós, mi iglesia; no he encontrado aquí

Solución al enigma de la vida,

Mas bello fue un instante aquí llorar

Mientras sólo el destino me era dulce…

***

Pero el tren rechinando al andén llega

Y en mi vagón yo ya me he despertado.

Torpón y soñoliento un padre baja

Con hijos y mujer y mucha prisa;

Luego se vuelve a ver si algo se deja

Y airado llama a un coche de caballos.