A FRANS HEDBERG[19]

(1869)

(En una fiesta que tuvo lugar en el Hotel du Nord después de la presentación de los alumnos del Real Teatro Dramático, en la que el autor, como candidato a actor que era entonces, hubo de hacer de apuntador de una obra titulada Chicas mayores, estrenada con tal motivo)

Audaz y extraño vengo entre vosotros

Y pido en esta fiesta la palabra,

Por ello antes de empezar mi arenga

Me excuso humildemente.

----------

Hacía primavera,

La nieve se fundía

Y bellas florecían las anémonas.

Tanto mi libro hartábame

Que de mí lo arrojé

Y las musas en llanto prorrumpieron.

Yo estaba harto de ciencia,

Sufrí en mi juventud

Entre difuntos temas y palabras.

«¡Prefiero ser actor

Y apuntador incluso

Que médico guardián de cementerios!».

Así gozaba yo,

Poniéndome el sombrero.

Me apresure a ir al teatro mas cercano

Me ofrecí principiante

Y todo empezó bien

Y en mi papel con ansia me sumí.

Por la noche soñé

Que a mis pies, abundantes,

Llovíanme laureles y laureles,

Y sonaban aplausos

Que a un muerto despertaran

Y que a mí a pleno sol me despertaron.

Alguien me dio un timbrazo,

Y alguien llamó a mi puerta

Sin consideración manifestarme;

¿Quién era?, un ordenanza

Que un recado traía

De ir como comparsa al escenario.

¿Hacer yo ese papel,

Yo, de musas intérprete,

Mudo fingiéndome entre los que hablan?

No entraba eso en mis planes.

Renuncié a mi carrera,

Pues ser comparsa no me apetecía.

Grandes eran mis iras.

Más, fuera lo que fuese,

Yo mil laureles conquistar ansiaba.

Más todo fueron mofas,

Por tonto me tomaron

Y en mí su ingenio practicar querían.

Así perdí el coraje

Tras perderme en mil rabias

Y caí vencido, Ícaro sin alas.

Oí entonces, de pronto,

Cierto lejano cántico

Que me infundió delicia rara y dulce.

Y gran consuelo dióme

Porque me brindó un apoyo

Que el purgatorio amenizarme supo,

Cantándome la fuerza

Que inicia su camino

Lenta, y en siglos sabe hacer milagros.

Cómo las gotas mínimas

Roer pueden la piedra

Y canales abrir en roca viva.

Y el cántico entendí,

Lo vi sencillo y bueno

Y con él aprendí a correr despacio.

¡Aquí no hay uno solo

Que no recuerde al punto

Ese son de la lira del maestro!

En mi alma sigue vivo

Y lo recuerdo siempre

Cuando de juventud me tienta el ímpetu.

Largo en exceso es esto

Y me siento incapaz

De dar cabida en mí a gratitud tanta,

Gracias, pues, y ahora adiós,

Dicho con mi alma entera

En honor del maestro venerado.