(1869)
(En una fiesta que tuvo lugar en el Hotel du Nord después de la presentación de los alumnos del Real Teatro Dramático, en la que el autor, como candidato a actor que era entonces, hubo de hacer de apuntador de una obra titulada Chicas mayores, estrenada con tal motivo)
Audaz y extraño vengo entre vosotros
Y pido en esta fiesta la palabra,
Por ello antes de empezar mi arenga
Me excuso humildemente.
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Hacía primavera,
La nieve se fundía
Y bellas florecían las anémonas.
Tanto mi libro hartábame
Que de mí lo arrojé
Y las musas en llanto prorrumpieron.
Yo estaba harto de ciencia,
Sufrí en mi juventud
Entre difuntos temas y palabras.
«¡Prefiero ser actor
Y apuntador incluso
Que médico guardián de cementerios!».
Así gozaba yo,
Poniéndome el sombrero.
Me apresure a ir al teatro mas cercano
Me ofrecí principiante
Y todo empezó bien
Y en mi papel con ansia me sumí.
Por la noche soñé
Que a mis pies, abundantes,
Llovíanme laureles y laureles,
Y sonaban aplausos
Que a un muerto despertaran
Y que a mí a pleno sol me despertaron.
Alguien me dio un timbrazo,
Y alguien llamó a mi puerta
Sin consideración manifestarme;
¿Quién era?, un ordenanza
Que un recado traía
De ir como comparsa al escenario.
¿Hacer yo ese papel,
Yo, de musas intérprete,
Mudo fingiéndome entre los que hablan?
No entraba eso en mis planes.
Renuncié a mi carrera,
Pues ser comparsa no me apetecía.
Grandes eran mis iras.
Más, fuera lo que fuese,
Yo mil laureles conquistar ansiaba.
Más todo fueron mofas,
Por tonto me tomaron
Y en mí su ingenio practicar querían.
Así perdí el coraje
Tras perderme en mil rabias
Y caí vencido, Ícaro sin alas.
Oí entonces, de pronto,
Cierto lejano cántico
Que me infundió delicia rara y dulce.
Y gran consuelo dióme
Porque me brindó un apoyo
Que el purgatorio amenizarme supo,
Cantándome la fuerza
Que inicia su camino
Lenta, y en siglos sabe hacer milagros.
Cómo las gotas mínimas
Roer pueden la piedra
Y canales abrir en roca viva.
Y el cántico entendí,
Lo vi sencillo y bueno
Y con él aprendí a correr despacio.
¡Aquí no hay uno solo
Que no recuerde al punto
Ese son de la lira del maestro!
En mi alma sigue vivo
Y lo recuerdo siempre
Cuando de juventud me tienta el ímpetu.
Largo en exceso es esto
Y me siento incapaz
De dar cabida en mí a gratitud tanta,
Gracias, pues, y ahora adiós,
Dicho con mi alma entera
En honor del maestro venerado.