(Escrito en el año de 1869, cuando el autor, que era entonces estudiante de medicina, se entretenía posando para la estatua de Bellman, que Nyström estaba ejecutando. El autor aprovechó esta circunstancia para esbozar ciertos detalles de su obra En Roma).
En la calle Norrland sesenta,
Muy cerca del Jardín del Lúpulo,
Vive y esculpe un pobre diablo
Que sólo come arenque y pan.
Allí está su cutre morada,
En una casita de piedra,
Y sobre ella quiero una historia
Rimar de transcurridos años.
El otoño, huraño y húmedo,
Se ha instalado en nuestro norte.
Y las goteras de las nubes
Diluvian ya sobre la tierra;
Un joven parece ir derecho
En dirección a esa casita
Justo al dar el reloj las cuatro,
Que es cuando se encienden las luces.
Silencioso, cruza el jardín
Hasta llegar a una ventana
Donde está un minuto pensando
Y a través fijando los ojos
De las persianas de papel
Para ver bien toda la estancia.
¿Quizás amantes fantasías
Giran en torno a su cerebro?
¡No!, de Amor los esclavos nunca
Salen de caza tan temprano.
Él indaga ahora en la estancia:
Llena está de humo de tabaco,
Entrando en ella torpemente,
Y se quita el mojado abrigo,
Y entre arcilla y arena busca
Y halla al fin un cerrado arcón.
¡Qué revoltijo reina allí!
Muebles hay de factura extraña,
Aunque grande pobreza indica
Tan chamarilesca basura.
Uno se imagina en Babel
Al encontrarse en esta estancia;
Un sofá-cama, por ejemplo,
Recio, pero de asiento roto,
O una silla cuyas tres patas
Cojean contra la pared;
Desde la pared hacen guiños
Grandes reyes de luenga barba.
O un gran cubo de agua repleto
Sobre un libro de arte y belleza;
En el fondo, un negro sombrero
Junto a un bocadillo mordido.
En este caos se percibe
En un trípode algo de arcilla
Y ante él un hombre que moldea
Con tiernos ojos su tesoro.
Tiene la pelambre revuelta
Y sudorosa, activas manos,
Grandes ojos, como de búho
Por áspero flequillo ocultos.
Y cuando de moldear termina
Las manos seca en los calzones
Y tenaz busca en el bolsillo
Las huellas de un escaso lujo.
¡Cuánto se esfuerza!, finalmente,
Tras mucho esfuerzo y mucho trámite,
Mucho quejarse, halla dinero
Y a comprar cerveza se apresta.
Entre charla y viva alegría
Beben los dos del mismo vaso,
Entre ambos una canción suena:
Voz ruda y fuerte la de Nyström,
Pone a prueba su pulmón recio;
Con hondo sentimiento ataca
Una bella canción de aves,
Y ya no deja de cantar.
A poco a bailar se levanta
Hasta que los huesos duelen,
Y cuando, por fin, se está quieto
A su trípode se reintegra.
Con frecuencia salgo de viaje,
Y veo con creciente asombro
Cómo a través de nubes rotas
El sol desgarra las tinieblas:
Así, del fondo de la arcilla
Sale a la luz del día la imagen
y en sus motas se precipitan
Agrado, vida y realidad.
Así surge ahora el cantante
Con sus conocidas facciones
Que el arte del artista urdió,
Y allí espera tan solo el día
En que, surgiendo de la muerte,
En su claro, broncíneo hábito
Bajo cálido río de voces
Y entre los ponches y los brindis
A la sombra del parque fresco
Pueda a sus cánticos volver
Un rato al son de su laúd.
Y yo entonces cantaré a Nyström
Mejor de lo que ahora le canto
Y gritaré a todos los jóvenes
Que no pasen junto a él con prisa.
Cuando se lucha por el arte
No hay que darle a la manivela
De algún renqueante organillo.
Padeciste y pasaste hambre
Y llevaste vida de perros
Y bien pronto mordiste el polvo.
¡Corre a cobrar tu cheque a Roma!
A FR