EN EL ESTUDIO DE NYSTRÖM[18]

(Escrito en el año de 1869, cuando el autor, que era entonces estudiante de medicina, se entretenía posando para la estatua de Bellman, que Nyström estaba ejecutando. El autor aprovechó esta circunstancia para esbozar ciertos detalles de su obra En Roma).

En la calle Norrland sesenta,

Muy cerca del Jardín del Lúpulo,

Vive y esculpe un pobre diablo

Que sólo come arenque y pan.

Allí está su cutre morada,

En una casita de piedra,

Y sobre ella quiero una historia

Rimar de transcurridos años.

El otoño, huraño y húmedo,

Se ha instalado en nuestro norte.

Y las goteras de las nubes

Diluvian ya sobre la tierra;

Un joven parece ir derecho

En dirección a esa casita

Justo al dar el reloj las cuatro,

Que es cuando se encienden las luces.

Silencioso, cruza el jardín

Hasta llegar a una ventana

Donde está un minuto pensando

Y a través fijando los ojos

De las persianas de papel

Para ver bien toda la estancia.

¿Quizás amantes fantasías

Giran en torno a su cerebro?

¡No!, de Amor los esclavos nunca

Salen de caza tan temprano.

Él indaga ahora en la estancia:

Llena está de humo de tabaco,

Entrando en ella torpemente,

Y se quita el mojado abrigo,

Y entre arcilla y arena busca

Y halla al fin un cerrado arcón.

¡Qué revoltijo reina allí!

Muebles hay de factura extraña,

Aunque grande pobreza indica

Tan chamarilesca basura.

Uno se imagina en Babel

Al encontrarse en esta estancia;

Un sofá-cama, por ejemplo,

Recio, pero de asiento roto,

O una silla cuyas tres patas

Cojean contra la pared;

Desde la pared hacen guiños

Grandes reyes de luenga barba.

O un gran cubo de agua repleto

Sobre un libro de arte y belleza;

En el fondo, un negro sombrero

Junto a un bocadillo mordido.

En este caos se percibe

En un trípode algo de arcilla

Y ante él un hombre que moldea

Con tiernos ojos su tesoro.

Tiene la pelambre revuelta

Y sudorosa, activas manos,

Grandes ojos, como de búho

Por áspero flequillo ocultos.

Y cuando de moldear termina

Las manos seca en los calzones

Y tenaz busca en el bolsillo

Las huellas de un escaso lujo.

¡Cuánto se esfuerza!, finalmente,

Tras mucho esfuerzo y mucho trámite,

Mucho quejarse, halla dinero

Y a comprar cerveza se apresta.

Entre charla y viva alegría

Beben los dos del mismo vaso,

Entre ambos una canción suena:

Voz ruda y fuerte la de Nyström,

Pone a prueba su pulmón recio;

Con hondo sentimiento ataca

Una bella canción de aves,

Y ya no deja de cantar.

A poco a bailar se levanta

Hasta que los huesos duelen,

Y cuando, por fin, se está quieto

A su trípode se reintegra.

Con frecuencia salgo de viaje,

Y veo con creciente asombro

Cómo a través de nubes rotas

El sol desgarra las tinieblas:

Así, del fondo de la arcilla

Sale a la luz del día la imagen

y en sus motas se precipitan

Agrado, vida y realidad.

Así surge ahora el cantante

Con sus conocidas facciones

Que el arte del artista urdió,

Y allí espera tan solo el día

En que, surgiendo de la muerte,

En su claro, broncíneo hábito

Bajo cálido río de voces

Y entre los ponches y los brindis

A la sombra del parque fresco

Pueda a sus cánticos volver

Un rato al son de su laúd.

Y yo entonces cantaré a Nyström

Mejor de lo que ahora le canto

Y gritaré a todos los jóvenes

Que no pasen junto a él con prisa.

Cuando se lucha por el arte

No hay que darle a la manivela

De algún renqueante organillo.

Padeciste y pasaste hambre

Y llevaste vida de perros

Y bien pronto mordiste el polvo.

¡Corre a cobrar tu cheque a Roma!

A FR