Fuera es tarde y hiela invierno,
Triste, obscura está la calle.
No tira la estufa y tiembla,
Suena la puerta estruendosa
Si nos ase la corriente.
Termina la simple cena,
La chica quita los platos;
Luces encendamos para
Transformar la noche en día
Y en gozo tornar la noche.
Voy a bajar las cortinas,
Que no nos vea el vecino;
Vino escancio en la garrafa
Y con bello y estival
Rostro siéntate al piano.
Canta el bosque y el estío,
Pero canta más el mar
Siempre a la tormenta presto,
Airado amigo, mas fiel,
Negro fondo y ola azul.
Y ahora, con tus frescas notas,
Y del piano la armonía,
Crecerán mis pelargonios
Nacidos en zonas cálidas
Y bosque se harán tupido.
Regatas el guardafuegos
Refleja, azules montañas
Y albas velas, el bordado
Escabel contra la alfombra
Pálidas flores refleja.
Nos devuelve en perspectiva
Nuestro nido el gran espejo,
Aunque es una ilusión óptica.
El vino no es mal pintor
Y a la realidad da vida.
Lejana mesa reposa
Bajo una hilera de libros,
Mortecina luz sonríe
Soñolienta entre las plumas
Junto a tintosas cuartillas.
Luego miro hacia tu cuarto:
Muebles verdes en cretona;
Veo tu cuaderno de cuentas
En tu cesto de costura
Con tus notas teatrales.
Mas por la puerta entreabierta
Tu cabecita contemplo;
Tus ojos, como una espada,
Me hincan filo, mas no punta,
Y en el espejo sonríenme.
Contemplo tu frente clara,
La lámpara palidece,
Chispea el broche en tu pecho:
Un relámpago entre dos
Miradas que en una mueren.
¡Calla, que a la puerta llaman!
Ay, de sobra sé quién es:
El cartero, última ronda.
¡Calla como muerta, amiga,
No abriré el buzón, no temas!
¡Déjalas que allí reposen:
Frías cartas y frías pruebas.
¡Entre tú y yo la paz reine,
Y ambas, si inquietud suscitan,
Sigan ahí dentro guardadas!
¡Canta, amante bendecida,
Ya ningún timbre nos turba!
¡Canta más, que corra el vino,
La alegría pronto pasa,
Toda la noche ahora es nuestra!