Junto a arenosa orilla, en hosca gruta
La hija del rey estaba prisionera.
Tristemente miraba lueñe orilla
La canción escuchando de las olas.
Aherrojada y a obscuras esperaba,
Anhelante, la luz;
Sus sueños por los aires vuelan, mientras
Su cuerpo al duro suelo está sujeto.
En alado corcel su salvador
Bajó, por fin, del azulenco cielo;
Rompe los hierros que a la presa oprimen
De libertad la dádiva otorgándole.
Agradecida, ella, a su campeón
Su libre mano y su libertad rinde;
Por vínculo de amor sus hierros trueca
Su legítima esposa deviniendo.
Él se la lleva de Pegaso a lomos
Y aire arriba los dos hacia el sol suben,
Pero ella mira, abajo, el mar seguro,
Donde las olas lucen como espadas.
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Da Heródoto en su historia esta leyenda
Sin añadir ninguna reflexión;
Nada se le ocurrió añadir, sin duda,
Y ella no ansiaba dudas o cuidados.