POR LA LIBERTAD DEL PENSAMIENTO[13]

(6 de noviembre de 1882)

I

Lava el soldado su trompeta blanca

Y el cocinero está muy ocupado.

Casca langostas y hace masa de ellas,

Mecha perdices hasta que están mórbidas.

El menú es obra del gran chambelán

Y es nuevo para el fasto de este día.

La guardia real montada está de blanco

Porque una fiesta hoy va a celebrarse

Y es por la libertad del pensamiento.

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La banda de la guardia un salmo entona

De madrugada desde el campanario,

Los banqueros hoy cierran sus locales,

Los buhoneros no trabajan hoy,

La escuela hoy no imparte sus lecciones

Y hoy jornal no se cobra en los talleres

Porque el gobernador así ha mandado:

Que hoy ha de hacerse fiesta todo el día,

Y es por la libertad del pensamiento.

II

En la iglesia de Riddarholm hay hoy gala,

Y rebosa de militares

Y de cantantes de ópera y damas diversas

Y policías secretas y dignatarios,

Y el arzobispo con su bello sermón

Y los actores y su bella coral

Y tenientes de azul y blanco,

Todos saben que hoy se perpetra una fiesta

Por la libertad del pensamiento.

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Finalmente es al muerto a quien se ofrece

Una bandera recién hecha.

Bien se vio el signo, y todos pensaron: ¡Pero

Será preciso calibrar su importancia!,

¡Valor, valor, oh, tú, hueste impertérrita!,

¡Pocos, pocos piensan unánimes

Si no hay disparos y estacazos, en fiestas

Por la libertad del pensamiento!

III

En el coro, el reportero

Contempla el busto del mártir;

¡Sus pensamientos son libres,

Pero muy bajo los piensa!

Su pluma, exhausta, describe

Uniformes y tocados.

Él su vista alza a la bóveda

Pues la iglesia a sudor huele.

Sus sufridos ojos pósanse

En negro trofeo anónimo:

Banderas descoloridas

Ve a través de telarañas.

Allí, entre telas obscuras,

Luce rojísima sangre

Cual si las viejas heridas

Siguiesen sangrando aún.

Él busca programa abajo

Y llega al número siete:

«¡Bandera de seda rojo

Obscuro!». ¡He aquí su sitio!

«En ella», leyó, «imperial

Abanderado envolvióse

Y por amor a su fe

Murió víctima de infieles».

Sus pensamientos son libres,

¡Pero qué bajo los piensa!

Y es que aquí no hay más que un héroe,

Una fe, un dogma, un busto.

IV

En la calle del herrero

Y entre sombríos chalés

Está, muy sola y obscura

La iglesia de los católicos.

Hoy no se celebra misa

Y la puerta está cerrada,

Hoy no se canta Te Deum

Ni hay cánticos de victoria.

Ahí dentro, en la capillita,

El sacristán está solo

Limpiando altares, diríase

Que a algún visitante espera.

Oye sonar los cristales

De marcial música y salvas

Y piensa: «Los tontos suecos

Que siempre serán los mismos;

Dos siglos y medio hace

A su pobre rey mataron.

Bien que nos vino a nosotros

Y vertimos pocas lágrimas.

Ese rey la fe cambió

Por el ragú de Lutero.

Al sectario ahora celebran…

Ah, ça! Mais c’est mauvais goût».

V

Anuncia gentilmente el gentilhombre:

«¡La cena está servida!»

Ni un invitado, todos anfitriones,

Y a todos les da igual.

Con el caviar sirven licor de enebro:

Da buen humor y economiza fuerzas.

Y es que esta cena es en verdad sublime.

Un gran salmón: saumon à la Leipzig,

O sea: de langosta y ostras lleno.

¡Y à la daube, vraiment magnifique!

Y mayonesas y castañas y hongos,

Y del Rin vivos vinos, y de Francia.

La cena, aquí, en Palacio, es suntuosa,

Feliz puede sentirse el invitado,

Pues ya no corre riesgo

De no contar entre los elegidos.

¡Dime, gloriosa grey uniformada!,

¿Do alcanzaste la gloria

De ser llamado a esta selecta hueste

Donde tu estómago echan a perder

Los reales cocineros?

Menos mal que hoy aquí no te preguntan

Si eres quinto de cuota o de alpargata,

Aunque no todos sean de uno u otro.

Mas, silencio, crepita la trompeta

De níquel; y resuenan lueñes corchos,

Tenedores se hincan, servilletas

De damasco se ensañan en bigotes.

Un gran boeuf à la Lutzen queda solo

Pues el champán en plata deja el hielo.

A brindis nos convocan los clarines:

¡Por la libre conciencia y el rey Gustavo Adolfo!

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Grande el discurso y se acabó el banquete,

Cada uno va a por su gabán.

Tanto gran personaje tiene prisa,

Quieren ir al «Rey Carlos» a echar un cigarrillo.

VI

En el «Rey Carlos» un hombre de negro

Radicales periódicos hojea.

Va de paisano: mas en su talante

Se ve que ha desfilado marcialmente.

Se encuentra solo junto a los periódicos

Oyendo en torno voces y ebriedades:

Gustavo Adolfo y Magdeburgo y Lützen

Son los temas. ¡Grandioso y resonante!

Un grueso capitán de nuestra estirpe,

Recién llegado al nido de la historia,

Fanfarronea a izquierda y a derecha

Sobre una herejía nueva que difama

La sacrosanta vida del rey héroe.

Palabrería y achicoria mezcla

Quemando fe y licor benedictino:

«Escuchen, caballeros», echa un trago

Y a la luz saca prueba irrefutable

De que Gustavo Adolfo —del estómago

Una tos le revienta la memoria—

Al historiador ebrio ha hundido en fango,

Porque a través del humo ve —entre hipidos—

Dos hirientes ojeadas y una sola

Risita, pero colosal de veras.

Ve entonces que no hablaba a oídos sordos.

Un civil hay ante este viejo milite

Que ir no había podido al real banquete,

Todos sabían que no fue invitado

Por no creer en nuestro nuevo Dios.

Su regimiento hubo de abandonar

Por desobedecer el reglamento

Al escribir una crítica histórica

Y meterse en cositas de política.

Y hele ahí, solo, entre heridas y risitas,

Aguándoles la fiesta a los leales,

Y habría chocado a todos lo indecible

De haber ido a la fiesta de palacio,

Donde, como hombre infiel a la fe recta,

Un rejón recibió en el real brindis.

¿Qué haría un hombre así en aquel banquete?,

¡Todo un campeón de la conciencia libre!

VII

La fe católica era el problema

Contra el que el héroe combatir quiso,

Mas, para no cogerse los dedos,

A los tiempos hubo de adaptarse.

Así pues, juntó a treinta mil hombres,

Todos llenos de fe recta y limpia,

Y casi todos en celo ardiendo

Por la buena causa y el honor.

Se lanzó, a disparos y a golpes,

Y a los católicos dio gran tunda.

Éstos su causa bien defendieron,

Pero acabaron perdiendo todo.

Y él por su fe la vida perdió,

Pero a cambio ganó honor muy alto

Y la gente aún visita su tumba

Esperando ver surgir su espectro.

Yo sé de alguien que por otra fe

Perdió el honor mas guardó la vida,

Y la gente aún no descansa

Hasta dejar su vida en guiñapos.

¿Qué es por el arte morir con gracia

Y en catafalco lucir corona?

Más duro es vivir entre estacazos

Y arrastrar la vida sin honor.