¿No recordáis el autobús vetusto
Que renqueando iba frágilmente?
Hacía antes su trayecto hasta la esclusa
Pero ahora duerme en aislada cochera.
A su conductor último aún le escuece
El tras, y vive aún, aunque muriéndose
Y viendo con terror que día a día
La nueva compañía tranviaria
Por la ciudad extiende sus raíles.
Pero yo a él de siempre le conozco
Y si nos vemos somos grandes coates.
El otoño pasado aquí nos vimos
Y le llevé conmigo a una taberna
Para darle algún líquido consuelo
Ya que su oficio se había ido al garete.
A un coñac le invité realmente bueno
Que antes que a él a muchos ya tumbara,
Pero el viejo husmeólo sonriente,
Y díjole: «¡Buen vaina estás tú hecho!».
De óptimo connoisseur quería dárselas
Y creía entender de vino en serio.
Entró un estibador muy fino y limpio
E invitar quiso al viejo a una copita.
Le ofreció un aguardiente muy finolis
Y cuando el viejo quiso agradecérselo
pidió el otro cerveza y estricnina.
Sonoramente el viejo saboreóla
Y con cara de ser muy entendido:
«¡Esto sí que es un vino!», dijo, serio.