Arte especial es la caza del zorro,
Aun si, quizás, no bello,
Cazarlo con sabuesos, por el campo
Al pobre no le compensa,
Pues un equipamiento exige caro,
Y encima el zorro tiene la costumbre
De no ir por campo abierto
Y entre arbustos prefiere que le maten.
Pues bien, se coge una vieja carroña
—Bestia muerta de muerte natural—
Lo bastante podrida para un zorro,
Que, aun siendo zorro viejo,
De los sabores fuertes guarda el gusto,
A la carroña le echas estricnina,
Un veneno que en las boticas venden
Y como medicina también se usa.
Se esparce todo alrededor el cebo
—Pedacitos de carne y grasa untada—,
Un cebo que no mata, sólo atrae
Y se conchaba con carroñas.
Bien, pues: el zorro llega, come,
Aúlla horriblemente,
Salta en el aire, orina
Y perece entre hedores.
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Así ocurre si al zorro tiendes trampas,
Repulsivo es de ver y oír,
¿Pero, si no hay ninguna otra manera,
Qué podemos hacer?