7

Negro y Azul

1

Todos se quedaron mirando a la mujer, a la espera de una explicación. Michael quería levantarse y salir corriendo, pero, si lo hacía, era posible que no volvieran a tener otra oportunidad de obtener información.

—Ha estado aquí antes —informó la mujer—. Os aseguro que mis cortafuegos son seguros. Ese hombre no se atrevería a contrariarme, teniendo en cuenta que salvé a… a uno de sus más preciados… tangentes de la decadencia.

Esas extrañas pausas estuvieron a punto de conseguir que Michael olvidara el peligro que corrían. Sabía que todos los tangentes acababan sufriendo la decadencia: un programa de inteligencia artificial tan complejo y tan similar a la vida misma, con un intelecto tan realista, no podía durar para siempre sin que su propia existencia entrase en contradicción con sus instintos. Las investigaciones demostraban que la decadencia afectaba, en un principio, a elementos básicos de la vida del tangente; estos desaparecían sin motivo aparente, y su memoria artificial perdía la capacidad de «rellenar los espacios en blanco». A continuación el tangente empezaba a sufrir extraños síntomas «físicos». Estos síntomas variaban dependiendo de cada individuo. Pero, en cuanto estos indicios se intensificaban, los jugadores tenían claro que los programadores los eliminarían. Los matarían.

La voz de Ronika hizo que Michael regresara al presente.

—… No habría sobrevivido tanto tiempo de no haber sido porque le limpié el código y, básicamente, hice renacer al preciado tangente de Kaine. No es algo fácil de conseguir sin borrar la memoria, por no hablar de que es totalmente ilegal. Kaine me lo debe. Se supone que pasó años desarrollando ese programa en concreto. Por aquel entonces yo no sabía lo que ahora sé sobre él, pero seguramente lo habría hecho de todas formas. Siempre conviene tener amigos, y enemigos, que estén en deuda contigo.

—Kaine no parece el tipo de persona al que importe traicionar a una vieja amiga —comentó Michael—. Además está reteniendo a gente dentro del Sueño. Es un hombre despiadado; no creo que debamos quedarnos para ver lo que trama.

Ronika miró con detenimiento a Michael.

—Entonces os invito a partir.

—De todas formas, si son amigos, ella no va a ayudarnos —intervino Bryson.

—¿«Amigos»? —repitió Ronika, pronunciando la palabra como si el concepto le resultara desconocido—. Me pagó una cantidad ridícula de dinero. No soy amiga de ningún jugador. Solo socia. Lo único que estoy diciendo es que lo que hice por él requería un talento muy particular, y yo lo tengo. Kaine no va a arriesgar la posibilidad de volver a recurrir a ese talento en un futuro.

Michael no se sintió más seguro, pero había llegado el momento de suplicar. Al parecer Sarah tuvo la misma idea.

—Mire —dijo—. Nosotros no tenemos tanto dinero. ¿Hay alguna forma de obtener su información?

Una fugaz sonrisa irónica afloró en el rostro de Ronika.

—Hay un montón de cosas más valiosas que el dinero. El hecho de que estéis sentados aquí dice mucho sobre vosotros. Lo único que quiero a cambio de las respuestas a vuestras preguntas es un sencillo favor.

Parecía demasiado bueno para ser cierto. Michael llevaba jugando el tiempo suficiente como para saber que había un millón de cosas terribles que podía ordenarles.

—¿Qué favor? —preguntó, dubitativo.

La sonrisa no se había borrado del rostro de la mujer.

—¡Oh!, todavía no puedo decirlo. Os lo diré cuando lo necesite.

Michael no tenía ni idea de cómo se las apañaba esa mujer para decir cosas tan inofensivas y hacer que sonaran tan amenazantes. Con todo se dio cuenta de que, al mismo tiempo, le gustaba.

—Trato hecho —soltó Bryson, sin molestarse en consultar antes con sus amigos.

Pero Michael no tuvo el valor de quejarse; en realidad, no tenían más alternativa que aceptar.

—¿Y vosotros dos? —preguntó Ronika, mirando a Sarah y luego a Michael.

Ambos asintieron con la cabeza.

—Pero debemos darnos prisa —advirtió Bryson—. El localizador está parpadeando y quiero largarme de aquí.

Michael no necesitaba sopesar las opciones.

—Está bien —dijo Ronika, aparentemente satisfecha con el acuerdo al que habían llegado—. Hacedme las preguntas.

2

Michael había metido a sus amigos en aquel lío, así que él se encargó de la entrevista, a pesar de las ganas que tenía de salir corriendo. No podían haber llegado hasta tan lejos y marcharse con las manos vacías. Decidió ser rápido e ir al grano. Y aunque hubieran ido a preguntar específicamente sobre la senda, iba a averiguar tanto como pudiera.

—Kaine —empezó a decir—. ¿Ha escuchado algo relacionado con él, algo secreto, oculto en lo más profundo de la Red Virtual?

—Sí.

Michael intentó no parecer muy impaciente.

—¿Algún detalle?

Ronika permaneció impávida.

—Casi nada. Pero está claro que algo gordo va a ocurrir.

—Su tranquilidad estaba volviendo loco a Michael, que no lograba adivinar si sabía más de lo que estaba contando.

—Cutter ha dicho que es algo relacionado con una senda.

La mujer asintió.

—Sí. La Senda. Con mayúscula. No tengo ni idea de cómo se entera ese hombre de estas cosas.

—¿Qué es la Senda? —preguntó Sarah.

Ronika no dudó ni un instante, lo que dio a Michael la seguridad de que estaba diciendo la verdad.

—Es la única forma de llegar hasta el Desfiladero Consagrado, un lugar oculto en lo más hondo del Sueño, al igual que Kaine y la Senda. Desfiladero Consagrado también se escribe con mayúsculas. Allí es donde Kaine lo maquina todo. Resulta casi imposible llegar hasta allí. Y dicen que está protegido por varias capas de medidas de seguridad inviolables. Sin embargo, como ya creo que sabéis, siempre hay una forma de entrar. Siempre.

—«La Senda» —repitió Michael.

Ronika asintió.

—«La Senda».

Michael advirtió que Bryson sacudía una rodilla arriba y abajo, con nerviosismo.

—¿Está más cerca? —le preguntó Michael.

—Está casi en la puerta de esta habitación, tío. —Bryson miró al techo, muerto de preocupación—. Tenemos que irnos.

—Os irá bien —dijo Ronika. Aunque, por primera vez desde que habían llegado, Michael percibió una ligera vacilación en su voz—. Solo puedo deciros por dónde empezar. Nunca he estado en la Senda, y no tengo ningún interés en hacerlo.

Michael se inclinó hacia delante para acercarse a ella, muy emocionado por haber conseguido información valiosa.

—Está bien, ¿adónde vamos?

—¿Habéis jugado alguna vez a Demonios de la Destrucción?

Michael negó con la cabeza. Demonios de la Destrucción era un juego de guerra bastante tontorrón al que solo jugaban los viejos.

—Nunca he querido jugar.

—Porque ese juego es un asco —soltó Bryson—. No me extraña que todo empiece ahí; así nadie lo descubre. Hay que estar muy desesperado y aburrido para jugar a eso.

Ronika parecía algo más tensa. Estaba nerviosa, y ellos lo percibieron en su voz.

—Hay una trinchera en la zona central del campo de batalla, un punto débil en el código. Si lográis hackear el programa para entrar por ese punto, encontraréis el portal hacia la Senda. Eso es todo lo que sé. —La mujer se levantó—. Ahora que hemos acabado, por favor, no olvidéis vuestra deuda. Me la cobraré en algún momento.

—¿Qué ocurre? —le preguntó Michael, al tiempo que él también se levantaba.

La mujer entrecerró los ojos.

—Puede que me haya confiado demasiado a la hora de valorar nuestra seguridad.

Mientras ella hablaba, Michael oyó uno de los sonidos más espantosos de toda su vida.

3

Se trataba de algo sobrenatural, entre un chirrido agudo y un aullido. Un grito que parecía imposible de tan estridente, discordante y penetrante. Michael se tapó los oídos con las manos y cerró con fuerza los ojos. Solo quería que parase.

Durante lo que tuvo que ser un minuto entero, el ruido le retumbó en el cuerpo. Luego terminó.

Michael abrió los ojos y, vacilante, bajó las manos. Sarah y Bryson estaban blancos como el papel, con cara de hallarse a punto de vomitar. Incluso Ronika había dejado de ser la viva imagen de la serenidad.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Bryson jadeante.

—Lo que ha identificado tu localizador no era a Kaine —respondió Ronika—. Kane ha enviado… otra cosa.

Empezó a oírse un rumor grave, que parecía proceder de todas partes al mismo tiempo; hizo temblar la habitación donde se encontraban, hasta dar paso a un largo lapso de silencio. Los cuatro se quedaron paralizados. A Michael le avergonzaba reconocerlo, pero estaba esperando que Ronika les dijera qué hacer.

El chirrido volvió a invadir la atmósfera, penetrante y brutal. Michael se dejó caer de nuevo en el sillón y se tapó los oídos con las manos. El ruido se acalló antes esta vez, y el chico se levantó como pudo, ya no estaba dispuesto a seguir confiando en su anfitriona.

—Vamos —dijo, señalando la puerta por la que había entrado Ronika—. Larguémonos de aq…

Un nuevo estallido del horrible grito interrumpió sus palabras, pero Bryson y Sarah captaron el mensaje. Empezaron a avanzar hacia la salida, si bien un ruido similar a la rotura de una rama hizo que Michael diera un traspiés. Se volvió justo a tiempo de contemplar cómo una mano fantasmal, el doble de grande que la de un humano, derribaba la pared y lanzaba enormes fragmentos de madera volando por los aires. Michael se agachó para esquivar los proyectiles antes de poder ver todo con más claridad. Los gigantescos dedos estaban iluminados por un destello de luz amarillenta procedente de su interior.

Michael se dejó caer de rodillas en la alfombra y se protegió la cabeza con los brazos. Oyó el chirrido de unas uñas o unas garras arañando la madera del otro lado de la pared y un par de jadeos monstruosos.

Ronika se puso en acción.

—¡Rápido, seguidme!

Michael no perdió ni un segundo. Ronika echó a correr hacia la puerta, pero algo retumbó una vez más del otro lado, y volvió a retumbar. La puerta tembló en el marco. La mujer cambió de dirección y, de pronto, cayó al suelo en un rincón de la habitación. Michael se acercó para ayudarla antes de darse cuenta de que estaba haciendo girar un panel secreto en la pared. La mujer entró a gatas por un espacio alargado, y el chico también se puso a cuatro patas para seguirla hasta la oscuridad. Bryson y Sarah se metieron como pudieron por el angosto hueco, para lo que empujaron a Michael, presionándolo contra Ronika.

—Cerrad —susurró ella—. Deprisa.

Bryson obedeció y tiró de la portezuela secreta para volver a dejarla como estaba.

Tenían el espacio justo para moverse hasta sentarse, con la espalda pegada a la pared, uno junto a otro. Michael rozaba el techo con el pelo. Antes de que ninguno de ellos tuviera la oportunidad de hablar, Ronika cerró los ojos con fuerza y una pantalla apareció en el aire, suspendida a la altura de su regazo, antes de pasar flotando hasta la pared que tenían delante. En la imagen se veía la habitación de la que acababan de huir.

Mientras Michael miraba, salió algo disparado por el agujero que la extraña mano había abierto en el muro. Una silueta oscura, como de lobo, con el contorno borroso, atravesó de un salto la madera astillada y aterrizó en el suelo embaldosado, con unos ojos amarillos y brillantes en la cabeza gris. Otras tres criaturas sombrías atravesaron la pared de un salto por detrás de la primera, y cada una de ellas se dirigió corriendo hacia un rincón de la habitación. Las cuatro paredes de la sala estaban en penumbra, y Michael observó, con creciente espanto, cómo las criaturas desaparecían entre las sombras de cada rincón, fundiéndose con la oscuridad, hasta que solo resultaron visibles los puntos de intensa luz amarilla.

Puesto que no contaban con un portal por el que elevarse de regreso al Despertar, Michael no tenía ni idea de qué hacer. ¿Qué eran esos seres? Jamás había visto nada parecido en el Sueño. ¿Y por qué se quedaban ahí, agazapados?

Ronika se volvió para mirar a Michael y a sus amigos, y ellos esperaron a que hablara. La mujer había dicho que Kaine había enviado «otra cosa» al Negro y Azul, así que Michael esperaba que ella supiera de qué se trataba.

—¿Y bien? —le preguntó Bryson finalmente, con un susurro grave.

Ronika lo observó de forma penetrante; luego respondió la pregunta que las palabras del chico llevaban implícita.

—Son KillSims. Y estamos metidos en un buen lío.

4

Michael jamás había oído hablar de los KillSims antes de que Tanya usara el término en un momento que ahora le parecía a años luz. Sin embargo, aquellas palabras le erizaron el vello de los brazos.

—¿Qué son?

—Una creación de Kaine, según los últimos rumores. —Ronika observó la pantalla. Seguía sin haber movimiento en la habitación, solo sombras oscuras y ojos amarillos—. Son una versión de la antimateria para la Red Virtual. «Antiprogramación» sería el término más ajustado. Si logran morderte y se aferran a ti, literalmente, succionan tu vida virtual y la envían a un abismo digital que solo Dios sabe dónde está. Uno vuelve a elevarse hasta llegar a su ataúd en el Despertar y queda destrozado, tiene que empezar de cero. Incluso te provocan lesiones cerebrales en el mundo real, que es lo que tal vez les haya ocurrido a esas personas de las que habéis hablado antes.

Michael sintió un nuevo escalofrío. Se encogió de dolor cuando un rugido grave llegó desde el otro lado de la puerta secreta, pero no se percibió movimiento alguno en la pantalla. El ruido no parecía emitido por un animal corriente. Se trataba de un sonido similar a una grabación o a un audio digital. Michael se preparó para lo peor, preguntándose qué horrible estruendo les llegaría a continuación, pero no se oyó nada.

—¿Por qué no nos atacan? —preguntó Sarah entre susurros—. Tienen que saber que nos hemos metido aquí dentro.

—Pues yo no pienso quejarme —murmuró Bryson.

Ronika habló en voz tan baja que Michael tuvo que inclinarse hacia delante para oírla.

—Supongo que Kaine tenía intención de acorralarnos. Y ahora estamos más arrinconados de lo que él hubiera imaginado. A lo mejor está de camino hacia aquí, intentando traspasar los cortafuegos.

—¿Cómo nos enfrentamos a esos seres? —preguntó Bryson—. ¿Sabes algo sobre ellos?

Esta última palabra apenas había sido pronunciada cuando el aullido estridente volvió a desgarrar la atmósfera.

En cuanto se silenció, Ronika respondió.

—No tengo ni idea —dijo, con un tono desprovisto de toda esperanza.

Lo único que les quedaba era que Michael cogiera las riendas.

—Escucha, Ronika, está claro que han venido a por nosotros. Pero no podemos quedarnos aquí sentados todo el día; estamos esperando a que Kaine se presente, y acabará encontrándonos. Tú quédate aquí mientras nosotros intentamos llegar a la puerta.

—No —replicó ella—. No pienso dejaros hasta que estemos todos a salvo.

Ese instinto protector sorprendió a Michael.

—Está bien, pero sabes tan bien como yo que esto solo puede empeorar. Sobre todo si se presenta Kaine.

—¿Y cómo esperas combatir a esos seres cuando se echen sobre nosotros? —preguntó Bryson.

—No dejéis que os muerdan —respondió Sarah.

Ronika señaló la pantalla.

—Solo hay que llegar hasta la escalera que está al otro lado de la puerta. De alguna forma, Kaine me ha bloqueado el acceso a la conexión con mi destacamento de seguridad. Pero, en cuanto estemos al final de la escalera y hayamos llegado al centro del club, mis gorilas se presentarán en masa y podrán incluso con los KillSims.

—Está bien. Entonces, a la puerta —concluyó Michael—. Y subamos por la escalera. Ningún problema. —Aunque la verdad era que el terror lo atenazaba por dentro y le dificultaba la respiración.

—Debemos permanecer unidos —añadió Sarah—. Ser una piña.

Michael se puso a cuatro patas, listo para pasar gateando por la puerta secreta.

—Bryson, tú eres el que está más cerca, así que tendrás que ser el primero.

—¡Y qué más!

Michael sabía que Bryson estaba de guasa, aunque tenía razón. Él no debía ser el primero. Michael se abrió paso para adelantar a Sarah y a Bryson, y llegar hasta la salida.

—No, yo os he metido en este lío —declaró—. Yo iré primero.

—Pero, si mueres, me sentiré mal —bromeó Bryson, gimoteando.

A Michael le gustó que su amigo intentara conservar el sentido del humor.

—Pues tendrás que vivir con esa carga.

5

En cuanto estuvieron colocados en fila por detrás de Michael, él empujó, poco a poco, el angosto panel de madera para abrirlo. Algo similar al fulgor de una vela inundó la habitación en penumbra, lo que hizo que todo se tornase etéreo y cálido. Transmitía sensación de paz, pero Michael sabía la verdad: la violencia se ocultaba detrás de cada sombra.

Se quedó observando con detenimiento la pared que tenían delante. No lograba distinguir ninguna silueta en concreto; aparte de aquellos ojos amarillos, solo se veían sombras y más sombras. Intentó enfocar la vista para saber cuántas criaturas había, pero ocurrió algo extraño: los ojos amarillos desaparecían cuando Michael los miraba directamente. Volvía la cabeza y los veía de nuevo con el rabillo del ojo. Hasta ese momento, nada se había movido. Tal vez estuvieran esperando a que Kaine les diera más órdenes.

Michael mantuvo la vista apartada y, poco a poco, fue avanzando, saliendo del compartimento secreto, pegado a la pared, en dirección a la puerta. Tras la alfombra bajo el mobiliario, llegó el suelo de baldosas, y le dolían las rodillas de avanzar a gatas. El rugido digital empezó de nuevo, y el chico vio un destello amarillo en el agujero abierto por las criaturas en la pared, a tan solo unos seis metros de distancia. Entonces se detuvo.

Bryson chocó contra él.

—¡Sigue moviéndote! —le susurró, tan fuerte que podría haberlo dicho en voz alta.

Michael miró a su amigo de reojo.

—Podrían atacar si nos movemos demasiado deprisa.

—Y, si no, podrían matarnos.

Durante un par de segundos reinó el silencio en la habitación; luego volvió a oírse el rugido. El ruido de grabación reverberó en el cuerpo de Michael. Resultaba imposible adivinar su procedencia. El chico inspiró con fuerza y volvió a avanzar.

Cuando tenía la puerta a tan solo tres metros, se puso en cuclillas de un salto, preparado para salir corriendo hasta su objetivo. Percibió movimiento con el rabillo del ojo derecho. Se volvió, y fue como si la oscuridad se hubiera diluido y hubiera caído al suelo. A continuación se materializó y adoptó la forma de lobo que Michael había visto antes, con esos ojos amarillos como alfileres de fuego. El chico plantó cara a la refulgente mirada y fue como si los ojos desaparecieran; entonces, un grito estremecedor estalló desde el interior de la criatura. Michael apenas había tenido tiempo de llevarse las manos a los oídos cuando el ruido se acalló y se vio sustituido por un extraño rumor, como el último zumbido agónico de un anticuado ordenador.

Entonces confirmó lo que había supuesto. Esos seres solo querían vigilarlos, asegurarse de que no se marchaban. Kaine estaba a punto de llegar.

Y Michael no pensaba estar allí cuando apareciera.

6

Michael desvió la mirada, y los ojos de la criatura volvieron a resultar visibles. A continuación el chico fue levantándose lentamente, apoyándose en la pared que tenía detrás. De forma instintiva, adelantó las manos para calmar a la bestia, aunque sabía que eso no significaba nada para el antiprograma.

—Abriré la puerta —anunció a los demás, susurrando—. Vosotros salid corriendo hacia ella. —Lo dijo sin pensar que el plan lo convertía en el último en abandonar la sala. Con mayor probabilidad, sería la primera víctima del ataque.

—Hagámoslo —respondió Bryson.

Michael asintió en silencio.

—Ahora.

Corrió hacia la puerta y llegó al pomo justo cuando advirtió que el KillSim echaba la cabeza hacia atrás. Algo le indicó que Kaine estaba mirando a través de esos ojos amarillos y que le impresionaba ver que Michael y sus amigos no se habían quedado esperando, paralizados por el miedo. El chico cerró los dedos sobre el frío metal del picaporte y lo hizo girar; abrió la puerta de golpe justo a tiempo de que Bryson la cruzara a todo correr. Terribles gritos ensordecedores invadieron la atmósfera, y Michael percibió de soslayo el movimiento de una imagen borrosa cuando Sarah atravesó la puerta corriendo y luego lo hizo Ronika.

Michael iba pisándole los talones. Echó una mano hacia atrás, agarró el picaporte y tiró de la puerta que tenía a sus espaldas. Le faltaban entre doce y quince centímetros para poder cerrarla del todo cuando algo se la arrancó de las manos y la desencajó de las bisagras.

Michael echó a correr justo cuando Bryson ya había subido la mitad de los peldaños.

—¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! —gritó Michael.

Entonces algo lo atacó por el hombro derecho. Algo pesado y contundente. Lo tiró al suelo, y el golpe lo dejó sin aliento. Luchando por respirar, se volvió boca arriba y empezó a soltar patadas y puñetazos al enorme ser que lo aprisionaba contra el suelo. Dos luces amarillas lo miraban desde arriba, pero el resto era oscuridad y sombra, algo que alternaba entre la forma sólida y la vaporosa. Michael oyó pasos en la escalera, oyó que Sarah gritaba su nombre. Otras sombras oscuras saltaron por encima de la que estaba atacando a Michael, emitiendo horrendos ladridos. Inmediatamente después, se oyeron gritos humanos. Era una emboscada.

El KillSim empezó a golpear a Michael con cuatro gigantescos puños, como si hubiera mutado de la forma canina a la humana. Durante un breve instante, el chico visualizó su cuerpo real en el ataúd, dando bandazos mientras los diversos componentes de los dispensadores de aire, los geles líquidos y los neurocables le hacían sentir hasta el último golpe de la criatura. Era culpa suya, por haber escogido el ataúd de simulación más realista del mercado.

La adrenalina le quemaba por dentro. Reunió todas sus fuerzas para lanzar una patada doble que impactó contra la entrepierna del KillSim. La bestia salió volando y fue a dar contra la pared del angosto espacio que había entre la puerta y la escalera.

Mientras la criatura se colocaba en cuclillas para un nuevo ataque, Michael iba arrastrándose de espaldas. Alcanzó la pared del otro lado y se levantó apoyándose en ella. El KillSim dio un salto y sus ojos amarillos refulgieron al abalanzarse sobre Michael. Él se tiró hacia la izquierda para esquivarla, volvió a arrastrarse en dirección a la escalera y oyó como el cuerpo de aquel ser impactaba contra el suelo a sus espaldas. Michael se levantó de nuevo, a toda prisa, se volvió y vio que la bestia parecía aturdida, que intentaba enderezarse, poco a poco, apoyándose sobre sus temblorosas y fantasmales patas.

La locura rodeaba a Michael. Los otros KillSims habían atacado a sus amigos y a Ronika, y todos ellos estaban luchando por escapar. Vio que Sarah se zafaba del monstruo que la aprisionaba, pateándolo en la cara de forma que este cayó rodando por la escalera. Bryson, que prácticamente había llegado a la puerta del final de la escalera, iba lanzando puñetazos y arañazos. Ronika era la que se hallaba en peor situación; se encontraba a tan solo unos metros de Michael. El KillSim que la retenía le había inmovilizado ambas piernas contra el suelo. La criatura tenía la boca abierta sobre la cara de Ronika, con las fauces abiertas hasta lo imposible, como si pensara tragarse su cabeza entera de un mordisco.

Michael se adelantó para ayudarla, pero, justo en el momento en que iba a hacerlo, una criatura tiró de él desde atrás. Lo lanzó hacia la derecha y le hizo un tajo enorme en el hombro izquierdo. Michael dio con la cabeza contra la pared y se desplomó en el suelo, aturdido. Apenas había tenido tiempo de recuperarse, cuando el KillSim aterrizó sobre él y lo golpeó por la espalda, para acabar reteniéndolo por los brazos, pegados al suelo. Aunque Michael seguía sin poder ver con claridad la verdadera forma de la criatura, una cabeza sombría, semejante a la de un lobo, se le pegó a la cara y la criatura emitió su rugido mecánico.

Michael no podía moverse. Tenía los músculos como de gelatina y la cabeza le daba vueltas en su intento de concentrarse en el código, mientras se preguntaba si podría descargar alguna arma o habilidad de otro juego. Sin embargo, le resultaba imposible pensar. El KillSim abría sus fauces cada vez más, y el chico vio que no tenía dientes ni lengua; nada, salvo una oscuridad total que se cernía sobre él. Era como si un agujero negro hubiera surgido de la nada, listo para tragarse a Michael y lanzarlo al cosmos. A sus espaldas oyó gritar a Ronika, oyó a Bryson y a Sarah soltando gruñidos mientras luchaban, oyó los golpes de los cuerpos, que impactaban contra el suelo y las paredes. Michael intentó liberar los brazos, volver a patear, pero su cuerpo no respondía a las órdenes de su cerebro. La boca de la criatura se abrió todavía más y la tenía cada vez más cerca, ocupando todo su campo visual.

Sonó un fuerte estruendo por detrás de ellos, como un cristal que se hacía añicos. Otro golpe siguió al primero, con un sonido nítido que se oyó a pesar de los fuertes gritos de Ronika. Lo único que Michael veía en ese momento era una oscuridad total.

Entonces Bryson gritó con voz ahogada:

—¡Los ojos! ¡Húndele los malditos ojos!

El dolor de cabeza de Michael se transformó en otra cosa. Algo más similar a un doloroso zumbido, como si se le hubiera metido un enjambre de abejas entre los oídos. Ya no sabía si tenía los ojos abiertos, no notaba las garras de la criatura sujetándolo por brazos y piernas. Su cuerpo ya no parecía ejercer presión contra el duro suelo. Estaba flotando. Flotando en el vacío oscuro, donde lo único que existía en el gran abismo del KillSim era ese intenso dolor. El zumbido aumentó de volumen hasta que Michael ya no oía casi nada más. Ronika chilló por última vez, como si lo hiciera desde una gran distancia. Sarah estaba gritando algo, pero llegó a oídos de Michael como un galimatías.

Estaba divagando. Por algún motivo, le vino a la cabeza el cartel publicitario de Sangre profunda que se veía desde su piso; se imaginó a sus padres, y le dio la impresión de que hacía siglos que se habían marchado a ese estúpido viaje. Recordó su infancia: el béisbol, los helados, los parques.

Michael se dio cuenta de que estaba del todo desorientado. Sumido en la oscuridad, cerró los ojos con fuerza y se concentró; se esforzó cuanto pudo para centrar la conciencia en un solo punto. Bryson le había dicho qué hacer, era algo relacionado con los ojos. Sarah se encontraba cerca, tal vez estuviera intentando ayudarlo.

Se les ocurriría algo.

Él tenía que resistir.

Esa cosa iba a matarlo.

Michael reunió toda su energía, lanzó un grito y, de un tirón, sacó los brazos de debajo de las garras de la criatura que lo tenía inmovilizado. Se zafó de la bestia y se abalanzó sobre ella, a ciegas, buscando a tientas la cabeza del KillSim, buscando con los dedos hasta que encontró el lugar donde antes brillaban esas luces amarillas. Notó que la criatura intentaba atraparlo de nuevo, pero se dio la vuelta para evitarlo. Tocó con las manos dos órbitas cálidas, casi ardientes. Las sujetó con fuerza y cerró los puños alrededor de lo que parecían los ojos del KillSim.

En un último esfuerzo, el chico apretujó los globos oculares de la bestia con toda la fuerza que pudo. Eran duros y tersos como el cristal, pero se espachurraban como el gel. Cuando pudo ver con más claridad, observó como los ojos supuraban entre sus dedos. La criatura emitió un chillido angustiado y arremetió contra Michael, luchando por liberarse.

Entonces le explotaron los ojos.

7

Fue como si dos huevos hubieran implosionado entre las manos de Michael. En cuanto ocurrió, sintió una descarga eléctrica en las palmas, que le ascendió por los brazos y llegó hasta su pecho. Gritó por el dolor que le recorrió el cuerpo y empujó hasta que logró quitarse al KillSim de encima y este cayó al suelo. De golpe volvió a ver la luz, y las náuseas le propinaron un puñetazo en la boca del estómago.

La habitación parecía de otro color, más apagado que antes, y la cabeza le dolía de una forma que jamás había experimentado. Seguía teniendo pensamientos confusos y la mente embotada. El KillSim estaba hecho un ovillo a sus pies, su silueta volvía a ser perceptible. Parecía haber encogido; ahí tirado en el suelo, no era más que un perro negro sin ojos.

—Si lo hubiéramos sabido desde el principio… —se lamentó Bryson.

Michael apartó la vista de la criatura y la dirigió hacia su amigo. El repentino movimiento le provocó un latigazo doloroso en la mollera.

Bryson y Sarah se encontraban arrodillados junto a Ronika, con otro KillSim muerto a solo unos centímetros de distancia. Dos criaturas más habían caído muertas; una al pie de la escalera y otra a mitad de camino. Los dos amigos de Michael todavía respiraban con dificultad y, tras un vistazo rápido, el chico descubrió que tenían las manos en carne viva. Revisó las suyas, y estaban igual. Solo con mirarlas sintió una punzada de dolor.

Ronika. ¿Por qué no se movía?

Michael dio un paso adelante y estaba a punto de preguntar a los demás qué había ocurrido, cuando una luz azul salió proyectada de la frente de Ronika, y frenó en seco. Un crujido inundó la atmósfera, y mientras Michael permanecía inmóvil contempló cómo el cuerpo de la mujer se transformaba por completo.

Unas luces azules le brillaban sobre la frente, y fueron cobrando intensidad y frecuencia hasta que el chico ya no pudo verle la piel. A continuación las luces empezaron a crecer y a extenderse, pasándole al pelo y descendiéndole hasta las cejas, penetrándole por los ojos, la nariz y las mejillas. Unas mariposas verde azuladas —con chispas en vez de alas— ocuparon el lugar de sus rasgos a medida que las luces parpadeantes se propagaban. Las alas se agitaban y emitían un sonido semejante a pequeñas descargas de corriente eléctrica.

Como afectada por una terrible enfermedad de la piel, toda la cabeza de Ronika sufrió la transformación y no tardó en convertirse en una bola redonda de aviones verde azulados de luz fulgurante que aleteaban y que sustituían la piel. De forma gradual, la esfera fue descendiendo hasta el cuello y se extendió por los hombros y el pecho, e iba dejando una estela de esas extrañas mariposas. Michael se quedó ahí de pie, impotente, sin saber qué hacer.

Al final habló Sarah, y su voz sonó extraña al oírse a la par que la electricidad crepitante emitida por el cuerpo en evanescencia de Ronika.

—Debemos de haber llegado demasiado tarde. Esa cosa le ha succionado la vida digital. Tal como ella nos advirtió que ocurriría.

—Podrías haber sido tú si llega a pasar un minuto más —añadió Bryson, y lanzó a Michael una mirada como diciéndole que jamás superarían el haber estado tan al límite.

Michael no respondió y volvió a centrar la atención en Ronika. La mitad de su cuerpo había sido devorado, y las mariposas que le habían cubierto la cabeza empezaban a alzar el vuelo. Permanecieron suspendidas en el aire a varios centímetros de la mujer, para refulgir con un potente destello y luego desaparecer por completo, sin dejar rastro. El rostro de Ronika no tardó en desvanecerse para siempre.

A pesar de lo hipnótico de la visión, y a pesar de lo mucho que a Michael le dolía la cabeza, se dio cuenta, de pronto, de que no podían perder ni un segundo más. Miró a sus amigos y, sin mediar palabra, se pusieron de pie y echaron a correr escaleras arriba, subiendo los peldaños de dos en dos.

Abandonaron el club antes de que nadie pudiera hacerles ninguna pregunta, encontraron un portal y se elevaron de nuevo hasta el Despertar. Cuando Michael salió del ataúd, tenía la cabeza como si un montón de escorpiones hubieran anidado en su interior.