3

Un lugar oscuro

1

Michael apenas había cerrado la boca cuando la agente Weber se levantó, de forma tan repentina que el sillón salió rebotado hacia atrás.

Michael se sobresaltó, sorprendido por su reacción.

—¿Se suponía que debía decir que no?

La mujer, sin embargo, no estaba mirándolo. Estaba mirando en dirección a la puerta, con la mano a la altura de la oreja, como si estuviera escuchando a través de algún dispositivo colocado en ella.

—Algo va mal —anunció—. Te han seguido.

Michael se levantó, estremecido por la rapidez con la que aquella mujer había pasado de ser terrorífica a estar aterrorizada.

—¿Que me han seguido? ¿Quién? —preguntó.

—No te gustaría saberlo, Michael. Vamos.

La agente Weber no esperó que él respondiera. Sin mediar palabra, salió disparada hacia la puerta. Michael la siguió, y pronto llegaron al vestíbulo, rodeados por varios guardias armados. Esta vez sin esos ridículos pasamontañas negros.

—Llevadlo de vuelta a casa —ordenó la agente Weber, de nuevo con autoridad—. Y aseguraos de que nadie os vea hacerlo.

Aparecieron un hombre y una mujer, agarraron a Michael por el brazo y empezaron a llevárselo por el pasillo.

—¡Esperen! —gritó él, luchando por entender el repentino giro de los acontecimientos—. ¡Esperen! ¡No me ha dicho casi nada!

Con el taconeo de sus zapatos resonando sobre el suelo de baldosas, la agente Weber se acercó a él.

—Cuenta a tus amigos lo que acabo de decirte. A Bryson y a Sarah. A nadie más. A nadie. ¿Me entiendes? Si se lo dices a alguien más, incluso a tus padres, lo eliminaremos.

Esa última frase transformó todo cuanto sentía Michael en ira.

—¿Que los eliminarán?

—Necesito que los tres os impliquéis hasta el fondo —dijo Weber, ignorándolo—. Sugiero que empecéis por los lugares más oscuros, los de peor fama dentro de la Red Virtual. Preguntad por ahí, confirmad los rumores. Necesito que descubráis el escondite de Kaine, es la única forma de conocer toda la verdad sobre la Doctrina de la Mortalidad y cómo planea usarla. Haced lo que haga falta. Tenéis la habilidad necesaria. Os pondremos localizadores y os seguiremos en cuanto hayáis descubierto dónde se esconde. Ayudadnos a resolver este problema y tendréis la vida solucionada, tendréis lo que queráis. Tenemos a otros buscando. Sed los primeros y seréis recompensados.

Michael se dispuso a abrir la boca, aunque no sabía qué decir, pero ella ya se había vuelto de espaldas y estaba dirigiéndose de nuevo hacia el vestíbulo.

—Vamos —dijo uno de los guardias.

Tiraron de Michael en dirección contraria.

2

No regresaron al coche. Los guardias —que tampoco dijeron ni una sola palabra a Michael en todo el trayecto—, lo condujeron por los incontables pasillos hasta salir por un edificio ruinoso y abandonado junto a una estación de metro, donde lo dejaron. Las personas iban y venían, los rayos de sol asomaban a través de una grieta entre las nubes, y el envoltorio de un caramelo surcaba el aire, planeando impulsado por la brisa. El mundo había vuelto a ser exactamente como antes, mientras que la vida de Michael había cambiado para siempre.

Ir al colegio era en lo último que pensaba. Aturdido y asustado, el chico se encaminó hacia una cafetería y se compró la taza de café más grande que servían. Luego fue a la estación de tren y, desde allí, hacia casa. Lo primero que hizo fue citar a Bryson y Sarah para el día siguiente. Les dio información suficiente para que se interesasen; sabía que si les contaba demasiado no podrían dormir, e intuía que iban a necesitar todo el descanso del que pudieran disfrutar.

3

Michael cometió el error de ver el InfoBlog esa noche.

Estaba solo, enroscado en la silla; sus padres no estaban en casa, y seguía sin lograr recordar cuándo regresarían. Helga solía acostarse cuando el sol se ponía. La pantalla de red se proyectó desde su audiopad y quedó suspendida ante él, enseñándole todas las preocupantes noticias del día. Asesinatos, bancos en quiebra, desastres naturales. «Nada como las noticias que te levantan el ánimo antes de ir a dormir», pensó con tristeza. Por lo general, esas situaciones parecían muy lejanas; eran cosas que les ocurrían a los demás. Pero, por algún motivo, todo le parecía algo más próximo después de su conversación con la agente Weber.

Estaba a punto de quitar las noticias cuando empezaron a dar una que lo hizo cambiar de opinión. Una presentadora entrada en años hablaba sobre el último rumor que se propagaba por la Red Virtual como la pólvora: el ciberterrorista conocido con el nombre de Kaine.

Con un movimiento rápido del dedo, Michael subió el volumen y se acercó a la pantalla, muy concentrado, como si los siguientes minutos fueran los más importantes de su vida.

—… la causa de numerosos suicidios, según los testigos y mensajes enviados por las víctimas antes de su muerte —anunció la mujer—. Se sabe que Kaine se ha infiltrado en casi todos los juegos y redes sociales más populares de la Red Virtual, por no hablar de los numerosos casos de acoso a individuos. Desde la desaparición del legendario Gunner Skale, no se ha hablado tanto de un individuo en particular relacionado con la Red Virtual. Nadie puede adivinar cuál es el objetivo de Kaine. La SRV ha prometido, a través de un comunicado oficial, que está haciendo todo lo posible, con sus importantes recursos, para localizar al hombre y prohibirle el acceso de forma permanente.

La locutora siguió hablando, y Michael se quedó mirando y escuchando, entre fascinado y aterrorizado. Secuestros virtuales que terminaban en torturas y reclusión virtuales, por lo que las víctimas no podían volver a elevarse de regreso al Despertar. Juegos o redes bloqueados por completo, sin dejar más rastro que una línea de código que decía «Kaine estuvo aquí». Jugadores en coma encontrados en el interior de sus neurocajas.

Michael ya había escuchado demasiado sobre las atrocidades perpetradas por Kaine. ¿Cuál podía ser el objetivo de ese tipo? ¿Estaría haciéndolo solo para darse a conocer?

Kaine.

La Doctrina de la Mortalidad.

Las personas atrapadas en el Sueño. Personas que aparecían en coma. Otros que se suicidaban para escapar de ese tipo.

Michael suspiró. «Todos pensamientos muy positivos».

Con ese ánimo, se arrastró hasta la cama y se quedó dormido. Por algún motivo, soñó con sus padres y con unas vacaciones en la playa que habían hecho juntos hacía mucho, mucho tiempo.

4

Michael se sintió agradecido de que el día siguiente fuera sábado. Helga preparó unos sencillos gofres y los untó con todo lo que engorda: mantequilla, nata y sirope. Añadió un par de fresas para rebajar un poco la sensación de culpa. Ninguno de ellos habló, y Michael se preguntó si ella habría visto el mismo InfoBlog que él. Menuda situación tan agradable. Al menos iba a reunirse con sus amigos más tarde.

Un par de horas después del desayuno, el cuerpo real de Michael yacía, cómodo y caliente, en el interior del ataúd, mientras su liberado cuerpo de la Red Virtual estaba sentado en un banco apartado de Central Park, en Nueva York, otro de sus puntos de encuentro favoritos. Solo había algo mejor que la comida virtual, estar rodeado de naturaleza. Una visión de la que no disfrutaba muy a menudo en la jungla de cemento cubierta por una capa de contaminación que llamaba hogar.

Cuando llegó, Bryson y Sarah estaban esperándolo con impaciencia.

—Más te vale que sea algo bueno —le advirtió Bryson—. Como para hacérselo encima.

—¿Por qué te has puesto tan misterioso? —añadió Sarah.

Michael ya no estaba tan asustado, estaba más bien emocionado por contar todo cuanto le había ocurrido desde que le habían echado el guante en el callejón. Un tanto preocupado por que alguien pudiera escucharlos, empezó su relato entre susurros, aunque no tardó en acelerarse para llegar a los detalles, hablando tan deprisa que apenas resultaba coherente.

Sarah y Bryson se quedaron mirándolo con cara de confusión.

—Hummm… Creo que tendrías que volver a empezar —dijo Bryson.

Sarah asintió en silencio.

—Desde el principio. Y habla como una persona normal.

—Vale, bueno. —Michael inhaló una buena bocanada de aire fresco, aunque falso, y volvió a empezar—. Pues eso, yo iba caminando a coger el tren, ayer, para ir al colegio, cuando se me planta un coche delante y casi me arrolla. Luego salen esos pirados con pasamontañas negros de un salto y me meten a la fuerza en el asiento trasero.

Bryson lo interrumpió.

—Un momento, Michael, ¿has comido algo raro hoy?

Su amigo entornó los ojos.

—No, tú solo escucha. —No le extrañaba que tuvieran sus dudas, pero estaba empezando a frustrarle mucho no lograr contar toda la historia.

Tomó una nueva bocanada de aire y prosiguió, y cuando llegó a la parte en que la agente Weber descubrió que lo habían seguido y ordenó a sus guardias que se lo llevaran a toda prisa, Michael vio que sus amigos estaban tomándolo muy en serio. Terminó recordando las noticias tan horribles que había escuchado en el InfoBlog, la mayoría de las cuales ya conocían por sí mismos.

Permanecieron sentados en silencio, como mínimo, un minuto, mirando furtivamente hacia los árboles y arbustos que los rodeaban por si alguien hubiera estado espiándolos.

Bryson fue el primero en hablar.

—¡Vaya! ¿Por qué querrán pedir a tres adolescentes que les resuelvan los problemas?

—He estado dándole vueltas a eso —repuso Michael—. La agente Weber dijo que también habría otros investigando. A lo mejor están buscando a los mejores jugadores y codificadores que haya para darles la oportunidad de descubrir el escondite que Kaine se ha creado, sea cual sea. Creedme, no es coña.

—Pero ¿cómo vamos nosotros a hacer algo que la gente de la SRV no puede hacer? —preguntó Sarah—. En eso consiste todo su trabajo, y, sinceramente, me asusta que quieran endorsárselo a unos críos.

Bryson se burló.

—Los abueletes saben que a las nuevas generaciones siempre se les da mejor todo esto que a ellos mismos. Me refiero a que nosotros siempre estamos por aquí. Lo conocemos mejor que nadie. Podemos hacerlo porque no es nuestro trabajo. Es nuestro hobby.

—Y está relacionado con algo más que programación —añadió Michael, contento de que Bryson estuviera dando validez a sus palabras—. Necesitan usuarios, no solo creadores. ¿Y quién mejor que nosotros?

—Entonces ¿estás seguro? —preguntó Sarah—. ¿O solo quieres tener una excusa para jugar?

—¿Tú no? —preguntó Michael.

—Sí, claro. —Ella se encogió de hombros y sonrió.

—¿Y de qué iba eso de que tendríamos la vida solucionada si lo encontrábamos? —preguntó Bryson—. Espero que esa mujer se refiriera a los tres y no solo a ti.

—Estoy seguro de que sí —respondió Michael, pese a que no lo sabía con certeza—. Seremos ricos, trabajaremos para la SRV y esas cosas. Pero no podemos decir nada a nadie sobre esto. —Por algún motivo, no tuvo el valor de mencionar las amenazas, en absoluto veladas, que la agente Weber también había incluido. Aunque tampoco tenía la certeza de que fueran dirigidas a sus amigos.

—Reconozco que suena divertido, podría ser un reto interesante —dijo Sarah.

Michael estuvo de acuerdo. Un juego que dejaba de serlo era algo más importante que un juego. En ese instante se emocionó tanto que estuvo a punto de levantarse, dispuesto a entrar en acción.

Bryson debió de percibir la expresión de su cara.

—Para el carro, colega. Tenemos que estar seguros de esto.

—Lo sé —respondió Michael—. Yo lo estoy. —Y lo decía muy en serio.

Entonces ocurrió algo. Una sensación extraña se apoderó de pronto, del entorno, lo que aterrorizó a Michael. Todo cuanto los rodeaba en el parque empezó a moverse con mucha lentitud, hasta casi arrastrarse, como una mosca atrapada en melaza.

Sarah levantaba una mano para ponerse un mechón de cabello detrás de la oreja. La boca de Bryson estaba ampliándose para dibujar una sonrisa, esa maliciosa, su forma de decir a todos que estaba de acuerdo y que se había comprometido. Las ramas de los árboles que tenía encima se mecían pausadamente. Un pájaro pasó volando, y Michael pudo ver cómo sus alas subían y luego bajaban. El aire se tornó más denso, cargado de una humedad sofocante.

Entonces todo desapareció con un destello de luz y fue reemplazado por estrellas que no paraban de girar y la risa de un loco.

5

El cuerpo de Michael había sido sometido a toda clase de movimientos imaginables dentro de la Red Virtual, y el ataúd, como siempre, conseguía que las sensaciones fueran lo más reales posible. Montañas rusas, aviones cayendo en picado, cohetes lanzados a otros universos a máxima velocidad y más caídas de las que podría contar. Sin embargo, en ese instante, fuera lo que fuera lo que estaba ocurriéndole, le dio la sensación de que el cuerpo iba a fragmentársele en cientos de pedazos. Se le revolvió el estómago y le estallaron en el cerebro una decena de dolores distintos. Y las estrellas no paraban de girar, y no sabía si tenía los ojos abiertos o cerrados. Quedó desorientado, y de pronto se preguntó si el ataúd podría soportar tanta presión.

De forma repentina, aquella locura se detuvo. Michael sintió un apretón y le dieron arcadas, pero no llegó a vomitar. Volvió a respirar con normalidad y miró a su alrededor. Todo estaba paralizado y a oscuras, salvo por unas pequeñas luces que parpadeaban a lo lejos.

Había dos cuerpos junto a él. Apenas los veía —eran poco menos que sombras—, pero sabía que se trataba de Bryson y Sarah. Tenían que ser ellos.

Las luces empezaron a arremolinarse, luego se fusionaron, y se movían con más rapidez a medida que iban transcurriendo los segundos, formando, justo delante de ellos, una bola que iba haciéndose cada vez más grande y brillante, hasta que Michael prácticamente no pudo mirarla. Giraba como un cuerpo celeste, palpitando por la intensidad de su luz.

Michael y sus amigos —flotando, paralizados, en silencio— esperaron. Michael intentó hablar, pero no pudo. Intentó moverse, pero estaba inmovilizado. El miedo atenazó hasta la última célula de su cuerpo. Entonces una voz habló desde la cegadora bola de luz, haciéndola latir con cada palabra. Y fue terrorífico.

—Me llamo Kaine —dijo la voz—. Y lo veo todo.

6

Fuera lo que fuese lo que había paralizado a Michael, seguía sin liberarlo.

La escalofriante voz siguió hablando.

—¿De verdad creéis que no sé que la SRV está intentando detenerme? ¿Creéis que voy a permitir que ocurra algo en la Red Virtual que no beneficie mis intereses? Ahora este es mi reino y, al final, solo los más audaces y más hábiles tendrán el honor de servirme. La SRV y los jugadores como vosotros seréis considerados de una insignificancia absoluta.

Michael se revolvió para intentar zafarse de la fuerza que lo retenía.

—No tenéis ni idea del poder que poseo —continuó la voz de Kaine—. Estoy avisando a todos los que intentan detenerme. No os lo advertiré dos veces. —La voz hizo una pausa—. Contemplad lo que os espera si no hacéis caso a mis advertencias.

La bola giratoria desapareció y fue sustituida por un rectángulo gigantesco semejante a una de esas pantallas en las que se proyectaban películas hacía décadas. Las imágenes aparecían como destellos en la pantalla a medida que esta iba ensanchándose y alargándose, hasta casi abarcar todo el campo visual de Michael.

Era como si hubiera sido introducido en la mente de un lunático: una ciudad de escombros, privada de color, con personas acuclilladas en los bordillos.

Varios hombres con la mandíbula caída en una sala llena de humo, como esperando a morir calcinados en vida, mientras las llamas se colaban por las rendijas de una puerta.

Una anciana en una mecedora, levantando una pistola con lentitud.

Dos adolescentes riendo, empujando a niños pequeños por un precipicio y mirando cómo caían.

Un hospital lleno de pacientes enclenques y de aspecto enfermizo, tras una puerta cerrada por fuera con una cadena, a cal y canto. Varias personas de rostro ojeroso rociando las paredes del edificio con gasolina y uno de ellos sacando un encendedor.

Las terroríficas escenas se sucedían, se proyectaban como destellos, una tras otra, tornándose cada vez más indescriptibles. A Michael le temblaba el cuerpo por el esfuerzo de zafarse. Aquello era peor que cualquier pesadilla de la que hubiera intentado despertar en toda su vida.

La voz de Kaine volvió a hablar, procedente de todas partes al mismo tiempo.

—Sabéis tan poco de lo que en realidad está ocurriendo… Sois unos niños en todos los sentidos de la palabra. Mentalmente, os espera todo esto y mucho más si seguís adelante.

Entonces terminó. Todo desapareció, y Michael volvió a encontrarse en el interior del ataúd. Pero le dolía la garganta, y se dio cuenta de que debía de haber estado gritando durante bastante tiempo.