ISLAM, S. A., Y LOS PARTIDOS DE INTERZONAS

Yo estaba trabajando en una empresa que se llamaba Islam, S. A., y que financiaba A. J., el famoso Mercader de Sexo que escandalizó a la buena sociedad internacional cuando se presentó en el baile del duque del Ventre disfrazado de pene andante y cubierto con un enorme condón que llevaba escrito el lema de A. J.: «¡No pasarán!»

—De bastante mal gusto, amigo mío —dijo el duque.

A lo que replicó A. J.:

—Levante el suyo con vaselina Interzonas —aludiendo al escándalo de la vaselina que todavía estaba incubándose por entonces. Las agudezas de A. J. se refieren frecuentemente a sucesos futuros. Es un maestro del corte de efecto retardado.

Salvador Hassan O’Leary, el rey de las secundinas, está metido también. Es decir, una de sus sociedades filiales ha hecho algunas contribuciones no especificadas, y una de sus personalidades subsidiarias ha sido agregada a la organización en funciones de asesoramiento sin compromiso ni colaboración algunos con la política, acciones u objetivos de Islam, S. A. Hay que mencionar también a Clem y Jody, los Hermanos Ergot, que diezmaron la República de Hassan con trigo envenenado, Ahmed Autopsias y Hal Hepatitis, el mayorista de frutas y verduras.

Los militantes que asisten a las reuniones (de las que los mandarines se abstienen con gran prudencia) forman una chusma de mulays y muftíes y mussines y caids y glauíes y jeques y sultanes y santones y representantes de todos los partidos árabes imaginables. A la entrada de cada reunión se registra cuidadosamente a los delegados, pero a pesar de ello, terminan invariablemente en un tumulto. Es frecuente rociar con gasolina a los oradores y prenderles fuego hasta que mueren, o que algún rústico jeque del desierto abra fuego contra sus oponentes con una ametralladora que había escondido en la barriga de su oveja mascota. Mártires nacionalistas con granadas metidas en el culo se mezclan entre los asistentes a la reunión y de repente hacen explosión y causan fuertes bajas… Y hubo una vez que el presidente Ra tiró al Primer Ministro británico al suelo y lo sodomizó por la fuerza, espectáculo televisado en directo para todo el mundo árabe. Los alaridos de felicidad se oían en Estocolmo. Una ordenanza de Interzonas prohíbe cualquier reunión de Islam, S. A., a menos de diez kilómetros de los límites de la ciudad.

A. J. (que en realidad es de una oscura extracción del Próximo Oriente) posó un tiempo de gentleman inglés. Su acento inglés se desvaneció con el Imperio Británico, y después de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en americano por ley del Congreso. A. J. es un agente como yo, pero nadie ha podido descubrir de quién o de qué. Se rumorea que representa a un trust de insectos gigantes de otra galaxia… Yo creo que está del lado factualista (como yo mismo); naturalmente, podría ser agente licuefaccionista (el programa licuefactor versa sobre la eventual fusión de todos en El Uno a través de un proceso de absorción protoplasmática). En este negocio no se puede estar seguro de nadie.

¿La tapadera de A. J. ? Playboy internacional y bromista inofensivo. A. J. fue el que puso las pirañas en la piscina de Lady Sutton-Smith, y durante una recepción del 4 de julio en la Embajada de Estados Unidos alegró el ponche con una mezcla de ayahuasca, hashish y yohimbina, precipitando una orgía. A consecuencia de ello, diez eminentes ciudadanos (norteamericanos, por supuesto) murieron de vergüenza. Morirse de vergüenza es una hazaña exclusiva de indios kwaiutl y norteamericanos (otros dicen simplemente «zut alors» o «son cosas de la vida» o «Alá, el Todopoderoso, me ha jodido»).

Y cuando la Asociación Anti-Flúor de Cincinnati se reunió para festejar su victoria con agua pura de la fuente, se les cayeron todos los dientes al instante.

—Yo os digo, hermanos y hermanas del movimiento Anti-Flúor, que en este día hemos dado un gran paso por la pureza, un paso que ya nunca se desandará… ¡Fuera, proclamo, esos cochinos fluoruros extranjeros! Dejaremos esta hermosa tierra limpia y dulce como el tenso flanco de una adolescente… Y ahora, vamos a cantar nuestro himno El viejo cubo de roble.

Aparece un manantial iluminado por luces fluorescentes que juegan sobre él a base de colores espantosos de máquina de discos. Los antifluoristas pasan en fila junto al pozo, y cantan mientras van tomando su bebida del cubo de roble…

El viejo cubo de roble, el dorado cubo de roble… El glubylubleogle…

A. J. había adulterado el agua y metido una raíz sudamericana que convierte las encías en puré. (Oigo hablar de esa planta a un viejo buscador de minas alemán que se está muriendo de uremia en Pasto, Colombia. Se cree que crece en la región de Putumayo. Nunca localizó ninguna. No la buscó demasiado… El mismo individuo habla de un bicho parecido a un saltamontes grande que se llama xiucutil:

—Es un afrodisíaco tan potente que si se te posa uno encima y no puedes encontrar una mujer inmediatamente, te mueres. He visto a los indios correr de un lado a otro para escapar al contacto de ese animal.

Por desgracia, yo nunca pude conseguir un xiucutil…)

Noche de estreno en la Opera de Nueva York. A. J. protegido por un olor repelente suelta un enjambre de xiucutiles.

La señora Van der Blight, espantando a manotazos un xiucutil:

—¡Oh…! ¡Oh…! ¡Ooooooooh!

Gritos, cristales rotos, telas rasgadas. Intenso crescendo de gruñidos y chillidos y lamentos y gemidos y jadeos… Hedor a semen y coño y sudor y el olor rancio de los rectos penetrados… Brillantes, pieles, trajes de noche, orquídeas, smokings y paños menores salpican el suelo cubierto por una masa resollante de cuerpos desnudos, contorsionados, frenéticos.

Una vez, A. J. reservó mesa con un año de antelación en Chez Robert, donde un gourmet enorme y gélido cuida de la más exquisita comida del mundo. Tan venenosa y despectiva es su mirada, que más de un cliente ha caído fulminado y se ha revolcado por el suelo meándose por encima en un intento convulsivo de obtener gracia.

Así que llega A. J. con seis indios bolivianos que mascan coca entre plato y plato. Y cuando Robert se apoya con toda su majestad gastronómica sobre la mesa, A. J. mira por arriba y dice a grandes voces:

—¡Hombre, macho! Tráeme un poco de ketchup.

(Variante: A. J. saca un frasco de ketchup y riega con él la haute cuisine.)

Treinta gourmets paran de masticar al unísono. Podría oírse bajar un soufflé. Robert, por su parte, suelta un berrido de rabia como de elefante herido, corre a la cocina y se arma de un gran machete de carnicero… El sommelier lanza horribles rugidos, la cara se le pone de un extraño morado iridiscente… Rompe una botella de champán brut del 26… Pierre, el jefe de rango, agarra un cuchillo de trinchar. Los tres persiguen a A. J. por el restaurante entre gritos entrecortados de rabia inhumana… Mesas derribadas, vinos escogidos y viandas incomparables se estrellan contra el suelo. Gritos de «¡Hay que lincharlo!», surcan el aire. Un gourmet anciano, con ojos inyectados en sangre de mandril enloquecido, prepara una soga de ahorcado con un cordón de cortinaje de terciopelo rojo… Al verse acorralado y en peligro de inminente descuartizamiento como mínimo, A. J. juega su último triunfo. Echa la cabeza atrás y lanza una llamada de cerdos, y cerdos famélicos que había situado en las cercanías se precipitan en el restaurante, hozando en la haute cuisine. Robert cae como un gran árbol, derribado por un infarto, y los cerdos lo devoran en el suelo:

—Pobres cabrones, no entienden lo suficiente para apreciarlo —dice A. J.

Paul, el hermano de Robert, emerge de su retiro en un manicomio de la localidad y toma posesión del restaurante para servir algo que se llama «Cocina Trascendental»… La calidad de la comida va descendiendo imperceptiblemente hasta llegar a ser basura en sentido literal; los clientes están demasiado intimidados por la reputación de Chez Robert y no se atreven a protestar.

Ejemplo de menú:

La Sopa Clara de Meados de Camello con Lombrices de Tierra al vapor

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El Filete de Raya madurado al Sol, macerado en Eau de Cologne y guarnecido de Ortigas

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La Suprema de Boeuf a la Placenta en aceite de caja de cambios usado, servida con una salsa picante de yemas de huevo podrido y puré de chinches

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El Queso de Limburgo curado al azúcar de orina de diabético y bañado en Matarratas casero flameado

Así que los clientes van muriendo discretamente de botulismo… Un día A. J. vuelve rodeado de árabes refugiados del Oriente Medio. Toma un bocado y grita:

—¡Basura, maldita sea! ¡Cocinadme a ese listo en sus propias inmundicias!

Y así la leyenda de A. J., el simpático, el encantador, el excéntrico, creció y creció… Fundido a Venecia… Cánticos de gondoleros y gritos patéticos se elevan desde San Marcos y Harry’s.

Encantadora anécdota veneciana de viejos tiempos sobre este puente: parece ser que algunos navegantes venecianos hacen un viaje alrededor del mundo y todos se vuelven maricas y se follan al camarero del barco y cuando llegan de vuelta a Venecia es necesario que pasen por el puente mujeres con los pulmones al aire para despertar los deseos de tan poco claros ciudadanos. Un batallón de choque travestido ocupa San Marcos.

—Chicas, estamos en la Operación Todo al Aire. O. T. A. Si vuestras tetas no los detienen, destapad los coños y confundid a esos maricones.

—¡Oh, Gertie, era verdad! ¡Todo era verdad! Tienen una raja espantosa en vez de una cosa excitante.

—No puedo soportarlo.

—Es para dejarlo a uno de piedra.

Paul decía más de lo que sabía, es realmente un mal bicho, al hablar de los hombres que se acuestan con hombres y hacen cosas inconvenientes. Inconvenientes es la palabra. Quién quiere pasar por una pija camino de un coño, y cuando un individuo está salido con muchas ganas de tirarse a una zorra, aparece de inmediato un perverso desconocido y le hace cosas inconvenientes en el culo.

A. J. corre por San Marcos acuchillando palomas con un machete:

—¡Bastardos, hijos de puta! —grita…

Sale dando tumbos a bordo de su barcaza, un artefacto monstruoso, dorado y rosa y azul con velas de terciopelo morado. Lleva un absurdo uniforme de marino cubierto de pasamanería y cordones y medallas, sucio y harapiento, la chaqueta mal abrochada… A. J. se llega hasta una enorme urna griega de imitación coronada por una estatua de oro de un joven con el pene en erección. Retuerce los huevos de la estatua y brota un chorro de champán hasta su boca. Se limpia los labios y mira a su alrededor.

—¿Dónde están mis nubios, maldita sea? —brama.

Su secretario levanta la vista de un tebeo:

—Entrompándose… De putas…

—¡Mamones! ¡Estafadores! ¡Soplapollas! ¿Qué vale un hombre sin sus nubios?

—Búsquese una góndola, ¿quiere?

—¿Una góndola? —grita A. J.—. ¿Acabo de pagar este chupa-sangre y voy a tener que ir en góndola? Ice la mayor y estibe los remos, señor Hyslop… Iremos con el auxiliar.

Hyslop se encoge de hombros con resignación. Empieza a accionar un tablero de mandos con un dedo… Las velas caen, los remos vuelven al casco.

—Y suelte el perfume, este canal apesta demasiado.

—¿Gardenia? ¿Sándalo?

—No, no, ambrosía.

El señor Hyslop aprieta otro botón y la barcaza queda envuelta en una espesa nube de perfume. A. J. se pone al timón sobre un estrado más alto.

—¡Contacto! —La barcaza comienza a vibrar—. ¡Avanti! ¡Maldita sea!

A. J. grita y la barcaza despega por el canal a tremenda velocidad volcando góndolas llenas de turistas, librando por centímetros a los motoscafi, derivando de uno a otro lado del canal (la estela inunda las aceras y empapa a los transeúntes), haciendo pedazos una flotilla de góndolas amarradas, y termina por estrellarse contra un muelle y salir rebotada en mitad del canal… Una columna de agua de dos metros de altura brota de un agujero del casco.

—Accione las bombas, señor Hyslop. Hacemos agua.

La barcaza da una sacudida brusca y A. J. es despedido y cae al canal.

—¡Abandonen el barco, maldita sea! ¡Sálvese quien pueda!

Fundido a música de mambo.

Inauguración de la Escuela Amigo para jóvenes delincuentes de origen latino, dotada por A. J. Asisten profesores y periodistas. A. J. aparece tambaleante sobre el estrado, envuelto en banderas norteamericanas.

—En palabras inmortales del padre Flanagan, no existen chicos malos del todo… ¿Dónde coño está la estatua, maldita sea?

TÉCNICO. —¿La quiere ahora?

A. J. —¿Y qué cojones cree que estoy haciendo aquí? ¿Voy a tener que descubrir al hijo de puta ese in absentia?

TÉCNICO. —Bueno… bueno. Ya viene.

Llega un tractor Graham Hyme con la estatua; la deja delante del estrado. A. J. aprieta un botón. Unas turbinas que hay bajo el estrado se ponen en marcha con estruendo ensordecedor. El viento se lleva las telas de terciopelo rojo que cubrían la estatua. Se enredan en los miembros del profesorado de la primera fila… Nubes de polvo y residuos azotan a los espectadores. Las sirenas se apagan lentamente. El claustro se desembaraza de sus paños… Todos contemplan la estatua en medio de un silencio sepulcral.

PADRE GONZÁLEZ —¡Madre de Dios!

EL HOMBRE DEL TIME. —¡No puedo creerlo!

Daily News. —Una pura mariconada.

Coro de silbidos de los chicos.

Cuando el polvo se disipa, aparece una creación monumental de piedra de color rosa brillante. Un chico desnudo se inclina sobre un camarada desnudo con evidente intención de despertarle con una flauta. Una mano sujeta la flauta y la otra se alarga hacia un trozo de tela que envuelve el talle del que duerme. La tela está significativamente abultada. Ambos chicos llevan una flor detrás de la oreja, tienen idéntica expresión soñadora y brutal, depravada e inocente. La escultura se alza sobre una pirámide de piedra caliza en la que hay un mosaico de letras de porcelana (rosa y azul y oro) con la inscripción: «Con ello y por ello», el lema de la escuela.

A. J. se adelanta y rompe una botella de champán contra las nalgas turgentes del chico.

—Y no olvidéis, chicos, de ahí viene el champán.

Serenata de Manhattan. A. J. y su séquito entran en una sala de fiestas de Nueva York. A. J. lleva un babuino de culo morado con una cadena de oro. A. J. va vestido de lino a cuadros combinado con chaqueta de cachemir.

DIRECTOR. —Un momento, un momento. ¿Qué es eso?

A. J. —Es un caniche ilirio. El animal más selecto que se puede tener. Hará subir de categoría a su cuchitril.

DIRECTOR. —A mí me parece un babuino de culo morado y se va a quedar fuera.

UNO DEL SÉQUITO. —¿No lo conoce? Es A. J., el último de los grandes derrochadores.

DIRECTOR. —Que se lleve a su jodido babuino y se vaya a derrochar a otro sitio.

A. J. se para ante otro club y echa una ojeada:

—Maricones elegantes y zorras viejas, ¡coño!, éste es el mejor sitio. ¡Avanti, ragazzi!

Clava una estaca de oro en el suelo y ata al mandril. Empieza a hablar con acento elegante y los del séquito le siguen el rollo.

—¡Fantástico!

—¡Increíble!

—¡Qué maravilla!

A. J. se pone una larga boquilla en la boca. Está hecha de un material obscenamente flexible. Se curva y ondula como si fuera un reptil asqueroso y vivo.

A. J. —Allí estaba yo boca abajo a diez mil metros.

Unos cuantos maricones de los más cercanos levantan la cabeza como animales que ventean el peligro. A. J. se endereza de un salto con un rugido inarticulado.

—¡Mamón de mierda, culo morado! —grita—. ¡Yo te enseñaré a cagarte en el suelo!

Saca un látigo del paraguas y cruza el culo del mandril. El babuino aúlla y arranca la estaca. Salta sobre la mesa más próxima y se agarra a una vieja que muere instantáneamente de un ataque al corazón.

A. J. —Perdone, señora. La disciplina, ya sabe.

Azota frenéticamente al babuino de un extremo a otro del bar. El babuino aúlla, ruge, se caga de miedo, se abraza a los clientes, se sube a la barra, se baja, se columpia de cortinajes y lámparas…

A. J. —Si no aprendes a cagar en donde debes, no podrás cagar ni aquí ni en ningún otro sitio.

UNO DEL SÉQUITO. —Debería darte vergüenza: hacer enfadar a A. J. después de todo lo que ha hecho por ti.

A. J. —¡Ingratos! ¡Todos son unos ingratos! Palabra de maricona vieja.

Naturalmente nadie se cree su historia. A. J. pretende ser un «independiente», es decir, «ocúpese de sus propios asuntos». Ya no quedan independientes… La Zona está rebosante de encantos, pero no hay ningún neutral. Un neutral al nivel de A. J. es algo inimaginable, naturalmente.

Hassan es un conocido Licuefaccionista y se sospecha que es un Emisor secreto.

—Bobadas, chicos —dice con una sonrisa que desarma—. Soy un viejo cáncer en plena floración y tengo que proliferar.

Pone un acento tejano a lo Dutton Agujero Seco, el prospector pirata de Dallas, y lleva botas vaqueras y sombrero gigante a todas horas, dentro y fuera de casa… Los ojos son invisibles detrás de unas gafas negras; la cara tensa e inexpresiva como la cera, un traje bien cortado hecho totalmente de billetes de banco de alto valor todavía verdes. (Los billetes de banco son moneda verdadera, pero antes de poder ser negociados tienen que madurar… Los billetes llegan a valer hasta un millón de pavos cada uno.)

—Crían sin parar encima de mí —dice con timidez—… Es como, bueno, no sé cómo decirlo. Es como si yo fuera un escorpión hembra y llevara todos los billetes de cría calentándose sobre mi cuerpo y sintiéndolos crecer… Dios mío, espero que no les estaré aburriendo con todo esto…

Salvador, Sally para los amigos, lleva siempre consigo unos «amigos» a los que paga por hora. Se curó en el negocio de los abortones en la Segunda Guerra Mundial. (Curarse quiere decir hacerse rico. Expresión usada por los petroleros téjanos.) El Ministerio de Alimentación y Drogas tiene su foto en ficheros, un hombre de cara grande, con aspecto de embalsamado, como si le hubieran inyectado parafina debajo de la piel, una piel tersa, brillante y sin poros. Tiene un ojo de color gris mate, redondo como una canica, con estrías y manchas opacas. El otro es negro y brillante, un ojo de insecto de sueños.

Normalmente no se le ven los ojos, detrás de sus gafas negras. Tiene un aspecto siniestro y enigmático (sus gestos y ademanes no son todavía comprensibles) como la policía secreta de un estado larval.

En los momentos de excitación, Salvador tiende a hablar en un inglés imperfecto. En esos momentos, su acento sugiere una extracción italiana. Sabe leer y hablar etrusco.

Toda una serie de expertos contables dedica su vida a investigar el expediente internacional de Sal… Sus actividades se extienden por todo el mundo en una red inextricable y cambiante de filiales, sociedades ficticias y nombres supuestos. Ha tenido veintitrés pasaportes y ha sido deportado cuarenta y nueve veces; tiene procesos de deportaciones pendientes en Cuba, Pakistán, Hong Kong y Yokohama.

Salvador Hassan O’Leary, alias el Niño de la Zapatería, alias Marv el Equivocado, alias Leary Secundinas, alias Pete el Prematuro, alias Juan Placenta, alias Ahmed Vaselina, alias El Chinche, alias El Culito, etc., etc., quince buenas páginas de expediente, tuvo su primer encuentro con la ley en Nueva York cuando viajaba con un individuo al que la policía de Brooklyn conocía por Wilson El Llorón, que se sacaba la pasta para sus barbitúricos exprimiendo a los fetichistas en las zapaterías. Hassan fue acusado de algo como chantaje de tercer grado y tentativa de disfrazarse de agente de policía. Había aprendido la regla de oro de todo chantajista: S. C. (Soltar la Chatarra), que corresponde al M. V. V. (Mantener la Velocidad de Vuelo) de los pilotos… Como dice El Somatén:

—Si ves que hay un lío, suelta la chatarra aunque tengas que tragártela.

O sea que no le cogieron con chapa de marica clavada en la solapa. Hassan declaró contra Wilson al que le cayó prisión indefinida (la sentencia más larga según la ley de Nueva York para delitos menores. En teoría es por tiempo indefinido, pero supone tres años en Riker Island). Los cargos contra Hassan se dejaron de lado.

—Si no hubiera dado con un policía decente, me hubieran caído cinco años —dijo Hassan.

Y Hassan dio con un policía decente cada vez que le pescaron. En su expediente hay tres páginas de apodos que aluden a su proclividad a cooperar con la ley, a «colaborar» como dice la pasma. Otros lo llaman de distinta manera. Ab el Amante de la Bofia, Marv el Chivato, Hebe el Cantante, Alí el Bufaire, Sal el Soplos, El Hispano Llorón, La Soprano de Lujo, La Opera del Bronx, El Monago de los Polis, El Contestador Automático, El Charlatán Sirio, El Mamón Berreante, La Mariquita Musical, El Culo Chungo, La Loca Chivata, Leary el Estupa, El Duendecillo Cantarín… Gert Lengua suelta…

Puso una vez un sex-shop en Yokohama, vendió droga en Beirut, hizo de pincho en Panamá. Durante la Segunda Guerra Mundial pasó a cosas mayores, se hizo con una Central Lechera en Holanda y cortó la mantequilla con grasa de máquinas usada, controló el mercado de vaselina en el norte de África, y acabó por dar el gran golpe con los abortones. Prosperó y proliferó, inundando el mundo de medicinas adulteradas y mercancías falsificadas de todas clases. Repelente contra tiburones falsos, antibióticos cortados, paracaídas de desecho, contravenenos pasados, vacunas y sueros caducados, botes salvavidas agujereados.

Clem y Jody, dos viejos cómicos de vodevil van de agentes rusos, cuya única función es presentar a Estados Unidos de forma impopular. Cuando arrestaron a Clem en Indonesia por sodomía, dijo al juez instructor:

—No es como si fuera marica. Al fin y al cabo no son más que chinos.

Aparecieron por Nigeria con sombreros vaqueros negros y tirantes rojos:

—Entonces le pegué un tiro a un negro viejo y cayó de lado con una pata levantada y dando pataditas.

—Sí… ¿nunca quemaste a ningún negro?

Se pasean constantemente por los barrios de chabolas fumándose unos habanos enormes:

—Aquí habría que meter unas cuantas excavadoras, Jody. Limpiar toda esta basura.

Les siguen muchedumbres morbosas con la esperanza de presenciar algún ultraje norteamericano superlativo.

—Treinta años en el mundo del espectáculo y nunca me había encontrado con un número como éste. Tengo que desahuciar a los de todas las chabolas, pegarme un buen chute de caballo, mearme en la Piedra Negra, llamar a la Oración con mi disfraz de cerdo, suprimir la Ayuda Americana, y que me den por el culo, todo a la vez… ¡Ni que fuera un pulpo! —se lamenta Clem.

Están tramando apoderarse de la Piedra Negra con un helicóptero y sustituirla por una pocilga con cerdos amaestrados que lancen el grito del Bronx en cuanto aparezca un peregrino:

—Hay que tratar de enseñar a esos cabrones gruñones para que canten Tres hurras por el Rojo, Blanco y Azul, pero no hay manera…

—En Panamá nos ponemos en contacto con Alí Wong Chapultepec para lo del trigo. Nos dice que es mierda de primera, que un capitán finlandés se murió en la casa de putas del pueblo y dejó el cargamento a la madame. «Era como una madre para mí», dijo, y fueron sus últimas palabras. De modo que se lo compramos a la vieja zorra con toda nuestra buena fe. Le dimos trescientos gramos de caballo.

—Heroína de la buena, además. Aleppo de la buena.

—Sólo tenía un poco de lactosa para conservarle la fuerza.

—A caballo regalado no se le mira el culo.

—¿No es cierto que cuando llegaron a Hassan dieron un banquete al Caid y sirvieron cuscús hecho con aquel trigo?

—¡Claro que sí! Y los tipos aquellos estaban tan pasados de marihuana que en mitad del banquete se pusieron todos a dar saltos… Yo sólo había tomado pan y leche… úlcera, ya sabe.

—Más o menos.

—Entonces todos corren arriba y abajo gritando que se queman y la mayoría se mueren a la mañana siguiente.

—Y el resto al otro día.

—¿Qué se puede esperar de gente que se pudre con esos vicios orientales?

—Muy curioso, todos aquellos tipos poniéndose de color negro y cayéndoseles las piernas.

—El temible resultado de la adicción a la marihuana.

—A mí me pasó exactamente lo mismo.

—Así que tratamos directamente con el viejo sultán, que es un latah muy conocido. Después todo fue como la seda, podríamos decir.

—Y lo increíble es que algunos elementos descontentos nos persiguieron hasta nuestro barco.

—Un poco bajos de forma por la falta de piernas, desde luego.

—Y el problema de la cabeza.

(El cornezuelo es un hongo venenoso que crece en el trigo podrido. En la Europa medieval, la población quedaba periódicamente diezmada por brotes de ergotismo, la enfermedad producida por el cornezuelo, llamada Fuego de San Antón, que con mucha frecuencia produce gangrena y hace que las piernas se pongan negras y se desprendan.)

Descargan una partida de paracaídas de desecho para el Ejército del Aire ecuatoriano. Maniobras: los chicos caen a plomo colgados de paracaídas que flamean como condones rotos, sangre joven salpica las barrigas gordas de los generales… Estruendosa onda sónica mientras Clem y Jody desaparecen tras los Andes en un jet preparado para la huida…

Los objetivos precisos de Islam, S. A., son oscuros. No hace falta decir que cada uno de los implicados tiene un enfoque distinto, y que todos ellos pretenden engañar a los otros en algún momento.

A. J. hace agitación en favor de la destrucción de Israel: —Con todo este estado de ánimo en contra de Occidente, uno tiene que procurar dedicarse a las jóvenes delicias árabes… La situación es poco menos que intolerable… Israel constituye pura y simplemente un estorbo —coartada típica de A. J.

Clem y Jody insinúan que están interesados en la destrucción de los campos petrolíferos de Oriente Medio, para así hacer subir el valor de sus intereses en Venezuela.

Clem escribe una canción con la música de Crawdad (Big Bill Broomzy).

¿Qué harás cuando se acabe el petróleo?

Sentarme y ver cómo se mueren los árabes.

Salvador lanza una espesa cortina de finanzas internacionales para encubrir, al menos de cara a la clase de tropa, sus actividades licuefaccionistas… Pero después de unos cuantos toques de ayahuasca muestra su juego a los amigos.

—Islam ya no es más que pura agua de borrajas —dice bailando la jiga del licuefaccionista… Y luego, incapaz de contenerse, suelta su horrible falsete:

Está temblando en el borde

un empujón y al agujero

eh, Maw, prepara mi velo.

—Total, que los fulanos aquellos contrataron a un judío de Brooklyn que anda por ahí de reencarnación de Mahoma… La verdad es que el doctor Benway lo extrajo de un Santón de La Meca mediante cesárea…

—Si Ahmed no sale… entraremos nosotros por él.

Los árabes aceptan crédulamente y sin preguntas este camelo tan descarado.

—Estos árabes son buena gente… buenos e ignorantes —dice Clem.

Así que el farsante aquel suelta sus suras por la radio todos los días:

—Bien, amigos radioyentes, aquí está Ahmed, su profeta amigo… Hoy quiero hablarles de la importancia de ser finos y besar con frescura en todo momento… y para estar bien seguros, nada como las pastillas de clorofila de Jody, amigos.

Y ahora unas palabras sobre los partidos de Interzonas… Resulta evidente desde el principio que el Partido Licuefaccionista está compuesto enteramente, con excepción de un hombre, de panolis, aunque no se puede saber quién engaña a quién hasta la absorción final… Los Licuefaccionistas son muy dados a toda clase de perversiones, en especial a las prácticas sadomasoquistas.

Por lo general, los Licuefaccionistas saben de qué va el asunto. Los Emisores, por el contrario, son conocidos por su ignorancia de la naturaleza y el estado terminal de la emisión, por sus modales bárbaros y petulantes, y por su miedo cerval a cualquier hecho. Si no hubiera sido por la intervención de los Factualistas, los Emisores hubieran metido a Einstein en un manicomio y hubieran destruido su teoría. Puede decirse que sólo unos pocos Emisores saben lo que hacen y ésos, los más importantes, son los seres más peligrosos y malignos del mundo… Al principio, las técnicas de emisión eran rudimentarias. Fundido a Congreso Nacional de Electrónica en Chicago.

Los congresistas están poniéndose el abrigo… El orador habla con voz plana, de dependienta:

—Para terminar, quiero decir unas palabras de advertencia… El desarrollo lógico de la investigación encefalográfica es el biocontrol, es decir, control de movimiento físico, procesos mentales, reacciones emocionales e imprecisiones sensoriales aparentes, con señales bioeléctricas inyectadas en el sistema nervioso del individuo.

—Más fuerte… y más gracioso… —Los congresistas van saliendo entre nubes de polvo.

—Poco después del nacimiento, un cirujano podría colocar las conexiones en el cerebro. Implantaría un receptor de radio en miniatura y el sujeto sería controlado desde los transmisores del Estado.

El polvo se va depositando en el aire inmóvil del gran salón vacío. Olor a vapor y a hierro caliente; a lo lejos canta un radiador… El orador pone sus notas en orden y sopla para quitarles el polvo…

El aparato de biocontrol es el prototipo del control telepático unilateral. Se podría lograr que el sujeto se mostrase sensible al transmisor por medio de drogas o de otros sistemas sin instalar aparato alguno. En el estadio final, los Emisores utilizarán exclusivamente la transmisión telepática… ¿Han visto alguna vez un código maya? Pienso que sería así: los sacerdotes (más o menos el uno por ciento de la población), usarían Emisores telepáticos unidireccionales para dar instrucciones a los trabajadores sobre qué y cuándo deben sentir… Un Emisor telepático tiene que emitir todo el tiempo. No puede recibir nunca porque si recibe es que algún otro tiene sensaciones propias y puede interrumpir su funcionamiento. El Emisor tiene que emitir todo el tiempo, pero no puede recargarse sin contacto y antes o después se queda sin sensaciones que emitir. No se puede sentir a solas. Tan a solas como el Emisor, porque ya saben que no puede haber más que un único Emisor en un espacio-tiempo. Finalmente, la pantalla se queda en blanco… El Emisor se ha convertido en un ciempiés gigante… Y entonces los trabajadores entran en foco y queman al ciempiés y eligen un nuevo Emisor por consenso de la voluntad general… Los mayas estaban limitados por el aislamiento… Así pues, el Emisor podría controlar el planeta… Como ven, el control no puede ser nunca un medio ni llegar a un fin práctico… No puede ser nunca sino un medio de llegar a un control superior como la droga.

Los Divisionistas ocupan una posición intermedia y de hecho se los podría calificar de moderados… Se les llama Divisionistas porque se dividen, en sentido literal. Se cortan trocitos minúsculos de su propia carne de los que crecen copias exactas de sí mismos en embriones gelatinosos. Parece probable que, eventualmente, y a menos que se ponga término al proceso de división, acabará por no haber en todo el planeta más que copias de un sexo: es decir, una sola persona en el mundo con millones de cuerpos distintos… ¿Son esos cuerpos realmente independientes? ¿Pueden desarrollar con el tiempo características distintas? Lo dudo. Las copias tienen que recargarse periódicamente en la Célula Madre. Para los Divisionistas que viven atemorizados por una posible revolución de sus copias, éste es un artículo de fe… Algunos Divisionistas creen que se puede interrumpir el proceso poco antes del eventual monopolio de una copia. Dicen:

—Pondré sólo unas cuantas copias más aquí y allá para no sentirme solo cuando viajo… Y tenemos que controlar estrictamente la división de los indeseables.

Cualquier copia que no sea la propia puede eventualmente ser un «indeseable». Naturalmente, si alguien empieza a inundar una zona de «copias idénticas», todo el mundo sabe lo que pasa. Los otros ciudadanos tienen que declarar la «Schluppit» (exterminio al por mayor de toda copia identificable). Para evitar el exterminio de sus copias, los ciudadanos las tiñen, deforman y modifican con postizos en la cara y cuerpo. Sólo los individuos más dejados y sin principios se atreven a fabricar esas C. I. («Copias Idénticas»).

Un caid albino retrasado mental, producto de una larga línea de genes recesivos (boquita minúscula sin dientes rodeada de pelos negros, cuerpo de cangrejo gigante, garras en vez de brazos, ojos proyectados sobre antenas), acumuló veinte mil C. I. S.

—Hasta donde alcanza la vista no hay sino copias —dice reptando por una terraza y hablando con extraños chirridos de insecto—. No tengo necesidad de vagabundear como un gilipollas desconocido creando copias en mi letrina y sacándolas disfrazadas de fontaneros o de repartidores… Mis copias no ven su asombrosa belleza estropeada por cirugías estéticas, tintes bárbaros, ni productos blanqueadores. Se yerguen desnudas al sol para que todos las vean en plena adoración incandescente de cuerpo, rostro y alma. Las he hecho a mi imagen y semejanza, y las he animado para que aumenten y se multipliquen en progresión geométrica, porque ellas heredarán la Tierra.

Trajeron a un hechicero profesional para hacer que los cultivos de copias del jeque Arácnido quedasen estériles para siempre… El hechicero estaba a punto de lanzar un bombardeo de antiorgones cuando el doctor Benway le dijo:

—No malgaste energías. La ataxia de Frederick se encargará de limpiar este nido de copias. Estudié neurología en Viena, con el profesor Dedoenculo… que se conocía hasta el último nervio del cuerpo. Viejo magnífico… Tuvo un final lamentable… Se le escaparon los hemorroides externos yendo en el Hispano-Suiza del duque del Ventre y se le engancharon en la rueda trasera. Se destripó completamente y sólo quedó la cáscara vacía sentada sobre la tapicería de piel de jirafa… Hasta los ojos y el cerebro salieron con un espantoso sonido de succión. El duque del Ventre dice que llevará ese terrible sonido dentro hasta el mausoleo.

Como no hay ningún medio seguro para reconocer a una copia disfrazada (aunque todo Divisionista tiene algún método que considera infalible), los Divisionistas son histéricamente paranoicos. Si alguien se atreve a expresar una opinión liberal, habrá invariablemente otro que gruña:

—¿Y usted quién se cree que es? Seguro que es la copia blanqueada de algún negro apestoso.

Las bajas por peleas en bares son tremendas. De hecho, el miedo a las copias de negros (que pueden ser rubias y con ojos azules) ha despoblado regiones enteras. Los Divisionistas son todos homosexuales latentes o declarados. Carrozas pérfidas que dicen a los jóvenes:

—Si os vais con mujeres, vuestras copias no crecerán.

Y los ciudadanos están siempre echando mal de ojo a las copias de los demás. Gritos de: «¡Echa mal de ojo a mi cultivo, Biddy Blair!», seguidos de efectos sonoros de mutilación, recorren constantemente el barrio… Los Divisionistas son muy dados a las prácticas de magia negra en general, y tienen innumerables fórmulas de eficacia variable para destruir la Célula Madre, también llamada Papá Protoplasma, torturando o matando a una copia cautiva… Las autoridades han terminado por desistir de todo intento de controlar los delitos de asesinatos y producción ilegal de copias entre los Divisionistas. Pero montan redadas preelectorales y destruyen grandes cultivos de copias en las regiones montañosas de Interzonas, donde se ocultan los productores clandestinos de copias.

El acto sexual con una copia está estrictamente prohibido, y es casi universalmente practicado. Hay bares de mariquitas en los que individuos desvergonzados copulan abiertamente con sus copias. Los detectives del local meten la cabeza en las habitaciones de los hoteles diciendo:

—¿Tiene usted alguna copia aquí?

Los bares expuestos a ser inundados por los amantes de copias de clase baja ponen letreros con comillas: «No se sirva a S. » Se puede decir que el Divisionista medio vive en una crisis permanente de miedo y rabia, incapaz de lograr tanto la presuntuosa complacencia de los Emisores como la tranquila depravación de los Licuefaccionistas… No obstante, en la práctica, los partidos no están separados sino entremezclados en todas las combinaciones posibles.

Los Factualistas son anti-Licuefaccionistas, anti-Divisionistas y sobre todo anti-Emisores.

Boletín del Factualista Coordinado sobre la cuestión de las copias:

«Debemos rechazar la fácil solución de inundar el planeta de “copias deseables”. Es altamente dudoso que existan copias auténticamente deseables, tales criaturas constituyen un intento de esquivar proceso y cambio. Incluso las copias más inteligentes y perfectas desde un punto de vista genético constituirían con toda probabilidad una amenaza intolerable para la vida del planeta…»

B. P. —Boletín Provisional; Licuefacción:

«No debemos rechazar o negar nuestro núcleo protoplasmático, esforzándonos por mantener en todo momento la máxima flexibilidad sin caer en la ciénaga de la licuefacción…»

Boletín Provisional e Incompleto:

«No nos oponemos en absoluto a la investigación telepática. De hecho, la telepatía, entendida y usada adecuadamente, puede constituir la última defensa contra cualquier forma de tiranía o coerción organizada por parte de grupos de presión o de adictos individuales al control. Nos oponemos, lo mismo que nos oponemos a la guerra atómica, al uso de esos conocimientos para controlar, coartar, reducir, explotar o aniquilar la individualidad de otra criatura viva. La telepatía no es en su naturaleza misma un proceso unidireccional. Las pretensiones de establecer un sistema de emisión telepática unidireccional deben entenderse como un mal absoluto…»

B. D. —Boletín Definitivo:

«El Emisor vendrá definido por lo negativo. Un área de bajas presiones, un vacío que absorbe. Será portentosamente anónimo, incoloro, sin rostro. Nacerá, probablemente, con discos de piel blanda en lugar de ojos. Siempre sabe adonde va; como los virus, no necesita ojos.»

—¿No podría existir más de un Emisor?

—¡Oh, sí! Al principio, muchos. Pero no por mucho tiempo. Algunos individuos sensibles creerán que pueden emitir cosas eficientes, sin darse cuenta de que el mal es precisamente el emitir. Los científicos dirán:

»—Emitir es como la energía atómica… si es manejada adecuadamente…

»En ese momento, un técnico anal se prepara un bicarbonato de sosa y aprieta el botón que deja la Tierra reducida a polvo cósmico.

»—Brruump… Este pedo se va a oír hasta en Júpiter.

»Los artistas confundirán emisión y creación. Irán por ahí chillando lo de “un nuevo medio” hasta que deje de darles pasta… Los filósofos hablarán y hablarán del rollo de los fines y de los medios, sin saber que emitir no puede ser nunca más que un medio para emitir más, como la Droga. Trate usted de utilizar la droga como medio para otra cosa… Algunos individuos con hábitos de control tipo “Coca-Cola y Aspirina” hablarán del perverso encanto de la emisión. Pero ninguno hablará mucho tiempo de nada. Al Emisor no le gusta la charla.»

El Emisor no es un ser humano… Es el Virus Humano (todos los virus son células deterioradas que llevan una existencia parásita… Tienen una afinidad especial con la Célula Madre; así, las células hepáticas deterioradas buscan el dulce hogar de la hepatitis, etcétera. De tal manera que cada especie tiene su Virus Maestro: Imagen Deteriorada de esa especie.)

La imagen rota del Hombre avanza minuto a minuto, célula a célula… Pobreza, odio, guerra, delincuencia policíaca, burocracia, locura, síntomas todos del Virus Humano.

Ahora puede ser aislado y tratado el Virus Humano.