Dedico Las primeras crónicas, con amor y afecto, a la memoria de Mick Jeffrey, un cristiano tranquilo poseedor de una amabilidad y una paciencia infinitas. Aquéllos que tuvieron el privilegio de conocerlo fueron, indudablemente, afortunados. ¡Buenas noches y que Dios te bendiga, Mick!
Doy las gracias a John Jarrold, mi editor; a la revisora Jean Maund, y a los lectores del manuscrito Val Gemmell, Stella Graham, Edith Graham, Tom Taylor y Vikki Lee France. También he de expresar mi agradecimiento a Stan Nicholls y Chris Baker, por revivir a Druss.