Efectos colaterales

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DE LA SENTENCIA DEL JUZGADO N.º 2 DE LO PENAL DE FLORENCIA

6 DE JUNIO DE 1998

ROMA, VIA FAURO, 14 DE MAYO DE 1993

El 14-5-93, hacia las 21.35, se registró en Via Ruggero Fauro de Roma, a unos 15 metros del cruce con Via Boccioni, una violentísima explosión que sacudió toda la zona. Quedaron gravemente dañados los edificios sitos a la derecha de la calle, mirando hacia la parte baja de ésta (Via Fauro baja hacia Via Boccioni).

Sufrieron graves daños, en particular, los edificios (de 6-7 plantas) de los números 60-62-64 de Via R. Fauro y el número 5 de Via Boccioni, del que cayeron postigos, voladizos (cornisas, balcones, etc.), se despegaron los revestimientos y se abrieron algunos tabiques divisorios.

Quedaron arrancados los postigos de los inmuebles en un radio de casi 100 metros; en un radio aún mayor se verificaron roturas de cristales. En el lado opuesto de la calle, cerca del epicentro de la explosión, quedó parcialmente derruido un largo tramo de la tapia del centro escolar C. Cattaneo. Además sufrieron graves daños la escuela primaria y el parvulario que forman parte de dicho complejo escolar.

Unos sesenta automóviles aparcados en la zona resultaron dañados, algunos gravemente; seis quedaron destruidos.

Al menos unas treinta personas precisaron atención sanitaria, aunque afortunadamente nadie sufrió daños físicos importantes. No obstante, muchas quedaron traumatizadas por el incidente y nunca se recuperaron.

En el momento de la explosión circulaban por Via R. Fauro dos automóviles: un Mercedes conducido por D. S. y en el que viajaban Maurizio Costanzo, conocido presentador televisivo, y Maria De Filippi, conviviente de este último; y un Lancia Thema en el que viajaban D. P. D. y R. A., guardaespaldas de Costanzo, que seguía al anterior a corta distancia.

En el mismo momento en que se produjo la detonación, el vehículo de Costanzo, procedente de la parte alta de Via Fauro, acababa de tomar Via Boccioni; el Lancia de la escolta estaba girando hacia Via Boccioni, o acababa de efectuar el giro. Ambos vehículos quedaron gravemente dañados; D. P., conductor del Lancia, sufrió heridas cortantes que sanaron en unos 20 días; R. A. presentó lesiones que le han dejado, como efecto residual, calambres en la cabeza; los demás quedaron milagrosamente ilesos. La explosión provocó la formación de un «cráter» en Via Faouro y en la acera contigua al número 41. El cráter tenía forma ovoidal, con un diámetro máximo de 2,90 metros, uno mínimo de 2,10 metros y una profundidad de 40,4 cm.

Sin duda la explosión fue provocada por una mezcla de explosivos de gran potencia colocada en el interior del automóvil Fiat Uno con matrícula ROMA…

Entre los restos se identificaron:

1. Nitroglicerina (Ng)

2. Etilenglicoledinitrato (Egdn)

3. Isómeros de Dinitrotolueno (DNT)

4. Amonio nitrato (An)

5. 2, 4, 6 Trinitrotolueno (TNT)

6. T4

7. Pentrita

Probablemente el explosivo estaba colocado en el portamaletas o sobre el asiento posterior del Fiat Uno.

En Via Fauro no hubo muertos ni heridos graves, pero fue únicamente gracias a una afortunada combinación de circunstancias que evitó la tragedia.

De hecho, de los que parecían, ya desde un principio, los objetivos del ataque (Costanzo y su escolta), sólo D. P. D. sufrió una herida de corte, que se curó en unos 20 días; los demás, a parte del shock, salieron prácticamente ilesos.

Pero toda la parte posterior del Lancia Thema fue alcanzada por una gran cantidad de metralla que la dañó gravemente: uno solo de aquellos proyectiles, de haber salido proyectado en otra dirección, podía haber sido letal para los ocupantes.

El vehículo de Costanzo, en cambio, aunque quedó dañado, no recibió el mismo impacto.

No obstante, las personas arriba indicadas no fueron las únicas que escaparon, por puro milagro, al encuentro con la muerte aquella noche. Los procedimientos de instrucción han revelado que, por diversos motivos, hasta momentos antes de la explosión, habían pasado alrededor del Fiat Uno una gran cantidad de personas que posteriormente se habían alejado.

Por otra parte, no podía ser de otro modo, ya que el coche bomba explotó en una zona densamente habitada, en una hora de descanso (la posterior a la cena), en las cercanías de un teatro (el Parioli, sito en la adyacente Via Borsi) y precisamente al final del show de Costanzo.

FLORENCIA, VIA DEI GEORGOFILI, 27 DE MAYO DE 1993

El 27-5-93, unos minutos después de la 1.00, se registró en Via dei Georgofili, de Florencia, en la confluencia con Via Lambertesca, una violentísima explosión que sacudió el centro histórico de la ciudad. Perdieron la vida cinco personas y muchas otras resultaron heridas.

Quedó completamente destruida la Torre dei Pulci, sede de la Accademia dei Georgofili, que sepultó bajo los escombros a los cuatro miembros de la familia Nencioni, encargada de la vigilancia de la Accademia (murieron Fabrizio Nencioni, su esposa Angela Fiume, y las hijas Nadia y Caterina Nencioni); se incendió el edificio sito en el n.º 3 de Via dei Georgofili, lo que provocó la muerte de Davide Capolicchio, que ocupaba un apartamento en la primera planta del edificio; también sufrieron graves daños los edificios situados en Via dei Georgofili y Via Lambertesca, con hundimiento de voladizos y de tabiques interiores, destrucción del mobiliario y de los elementos decorativos (en particular los de los números 1 y 3 de Via dei Georgofili y en los números 1, 2, 4 y 6 de Via Lambertesca); muchos otros edificios presentan daños menores (pérdida de revestimientos y rotura de cristales).

En síntesis, la explosión afectó a una superficie de unas 12 hectáreas, con forma circular y un diámetro de unos 400 metros.

Se registraron 35 heridos, algunos de ellos graves. Muchas personas han manifestado que sufrieron lesiones menos graves, aunque también significativas (que curaron en 20-30 días). Casi todas quedaron traumatizadas por el suceso y no han recuperado la tranquilidad de antes.

Por lo que respecta a los bienes históricos y artísticos, sufrió graves daños la iglesia de Santo Stefano y Santa Cecilia, situada a unos 30 metros del epicentro de la explosión, enfrente de la Piazza del Pesce. En este caso, la onda expansiva desencajó la «máquina arquitectónica» del edificio al levantar la cúpula, que se separó de las geometrías normales.

También sufrió gravísimos daños el complejo artístico-monumental de los Uffizi, separado del centro de la explosión únicamente por la Torre dei Pulci. Quedaron muy dañados los muros de estructura de la Galería, las conexiones verticales, las escaleras, las claraboyas, los techos y los tejados, aunque afortunadamente no quedó comprometida la estabilidad del edificio. Entre las escaleras, quedó especialmente dañado el Scalone del Buontalenti, que lleva a la planta baja.

Entre las obras pictóricas y escultóricas, quedaron completamente destruidas tres pinturas (dos de Bartolomeo Manfredi y una de Gherardo delle Notti, cuyo valor comercial se calculaba, en conjunto, en unos 15 millones de liras). Sufrieron daños otras 173 pinturas, algunas de ellas dañadas gravemente (en particular, la celebérrima Muerte de Adonis, de Sebastiano del Piombo); 42 bustos arqueológicos y 16 estatuas de grandes dimensiones (entre ellas el célebre Discóbolo, roto en varios trozos). En conjunto, sufrieron daños aproximadamente el 25 por ciento de las obras de la galería.

También quedaron destruidas o dañadas por efecto de la explosión algunas obras presentes en la Accademia dei Georgofili y otras situadas en el Museo della Scienza e della Tecnica.

Los daños económicos para la ciudad y el Estado fueron enormes. De hecho, se gastaron más de 30.000 millones en la reconstrucción de la Torre dei Pulci, la reparación de la iglesia de Santo Stefano y Santa Cecilia, y el complejo de los Uffizi, y en la restauración de las obras afectadas.

También se gastó una cantidad ingente de dinero en los (numerosos) ciudadanos que lo habían perdido todo y que habían sido evacuados de la zona.

Las investigaciones llevadas a cabo han permitido determinar, sin lugar a dudas, que la explosión fue causada por una mezcla de explosivos de gran potencia colocada en el interior del Fiat Fiorino matrícula FI

Precisamente, frente a la Torre dei Pulci, se descubrió un cráter típico, atribuible por su forma y sus dimensiones a la explosión.

Por otra parte, todos los edificios de los alrededores habían recibido una gran cantidad de metralla procedente del cráter; los efectos sobre las cosas y sobre las personas fueron los típicos de la onda expansiva de una detonación de explosivos de alta potencia y de sucesiva depresión (destrucción de las estructuras próximas al punto de la explosión, desarticulación de las estructuras circundantes; daños a larga distancia, tanto sobre las cosas como sobre las personas —en particular, sobre los órganos del oído—).

En cuanto al tipo de explosivo utilizado, se empleó una mezcla de explosivos compuesta de Pentrita, Trinitrotolueno, T-4, Nitroglicerina, Nitroglicol y Dinitrotolueno.

En lo referente a la cantidad de explosivo empleada, los asesores han determinado con suficiente aproximación el peso de carga, calculado en unos 250 kg.

En el caso de la Via dei Georgofili, la enorme potencia ofensiva de la operación se refleja, además de en la muerte de cinco personas, en el hecho de que el artefacto fue colocado en una zona densamente poblada, donde el balance final podía haber sido sin duda mucho más grave.

De hecho, también fueron numerosos los heridos.

La explosión afectó a una zona de unas 12 hectáreas, el «casco antiguo» de Florencia; un edificio entero se derrumbó (la Torre dei Pulci), otro se incendió (el n.º 3 de Via dei Georgofili), muchos pisos situados en la zona tuvieron que ser evacuados y sometidos a intensas labores de recuperación; quedaron gravemente dañados algunos edificios monumentales y obras de arte de incalculable valor; y se destruyeron muebles y elementos decorativos de numerosos inmuebles.

2

Uno-dos. Los mafiosos habían cumplido su palabra. Un hombre, un monumento. Algún efecto colateral, pero aquello no preocupaba a nadie.

Angelino y Stalin lo celebraron con champán en el Café de Paris: un lugar que a Stalin le parecía algo degradado, pero que se adaptaba de maravilla a la imagen algo démodée de la Ciudad Eterna que tanto gustaba al mafioso.

Costanzo había escapado, y aquella también era una buena noticia. ¡Larga vida a Costanzo! Ya tenían demasiados mártires. En este caso, el error en la fase de ejecución se revelaba providencial en el marco de una estrategia global. A los jefes se les contó que se había tratado de una demostración de fuerza: «'U ficimu scantari[22]. ¡Así deja de tocarnos los cojones con la cultura de la antimafia!».

Angelino Lo Mastro encendió un cigarrillo y dijo que Scialoja estaba loco por ponerse en contacto con ellos.

—Al pobre Giulio Gioioso lo tiene vigilado veinticuatro horas al día…

—¿Y tú?

—Yo ya no hablo con ese mierda. ¡Y los compadres de la isla piensan igual que yo!

Stalin llamó al camarero y pidió un Dry Martini.

—Yo también me he movido, Angelo.

Stalin le dijo que había enviado mensajes, había firmado amenazas con una vieja rúbrica, Falange Armada, muy útil para diversos fines. Que había «preparado el terreno». Que así era como funcionaban las cosas: con la acumulación de muchas pequeñas señales aparentemente insignificantes que después encuentran en el «gesto» su sentido último.

—¿Y cuál sería ese gesto?

Por mucho que se esforzara en seguir su razonamiento; por muy inteligente que fuera —y Angelino era un joven inteligente—, no entendía del todo la argumentación de su amigo. Stalin sintió un arrebato de orgullo: «Aquí se está hablando de alta escuela. ¡Estamos hablando del Viejo!».

—El gesto más conveniente. ¡Ya lo verás!

Angelino lo dejó con sus pensamientos y se despidió con un apretón de manos y una propina exagerada. Típico. En el fondo de su alma de mafioso había algo de irredimible que resistiría a cualquier cambio.

Stalin ordenó la enésima copa y miró a su alrededor. La evolución de los acontecimientos le había puesto de buen humor. Y le había estimulado cierto apetito sexual. Con Patrizia, ni hablar. Ella había empezado a informarle de nuevo regularmente, y aquello ya era un resultado. La presa resistía, por lo menos. Pero cuando se veían siempre era como si ella estuviera en otra parte. Escueta, a veces incluso hosca. Era sólo cuestión de tiempo. Todo aquel asunto no era más que una carrera contra el tiempo. El ganador lo decidiría todo. Incluida la suerte de Patrizia.

Un par de mesas más allá observó a una muchacha con un vestido rojo. Uñas pintadas. Un aire de puta rematada. Quién sabe si con una oferta adecuada… Pero en aquel mismo momento ella se levantó, y con un tono remilgado y una voz sorprendentemente infantil dijo:

—Perdóname un momento, papá, voy al baño.

Stalin se sintió de pronto viejo y fuera de lugar.

Pero ¿qué estaba sucediendo?

¿Ya no era capaz de distinguir a una profesional de una buena chica?