Imposible volverme a dormir.
Estamos las tres en la cama de la abuela de Adrien. La que chirría horriblemente. Era la nuestra.
Hacíamos el amor moviéndonos lo menos posible.
Toda la casa se enteraba cuando movías una pierna o un brazo. Recuerdo las indirectas de Christine cuando bajamos la primera mañana. Nos poníamos colorados detrás de nuestras tazas de café y nos dábamos la mano por debajo de la mesa.
Desde ese día recordamos la lección. Nos empleábamos con la mayor discreción del mundo.
Sé que va a volver a esta cama con otra, y que también con ella, cogerá este grueso colchón y lo tirará al suelo cuando ya no aguanten más.