Hemos aparcado delante de una gasolinera. Aprovecho su ausencia para consultar mi móvil.

Ningún mensaje.

Claro.

Seré tonta.

Seré tonta…

Enciendo la radio, la apago.

Él vuelve.

—¿Quieres entrar tú también? ¿Quieres algo?

Yo asiento.

Me confundo de botón, mi vaso se llena de un líquido asqueroso que tiro inmediatamente.

En la tienda compro un paquete de pañales para Marion y un cepillo de dientes para mí.

Se niega a arrancar hasta que no baje el respaldo de mi asiento.

Vuelvo a abrir los ojos cuando él apaga el motor.

—No te muevas. Quédate aquí con las niñas mientras todavía hace calor en el coche. Voy a enchufar los radiadores eléctricos en vuestra habitación. Ahora vuelvo a buscaros.

He vuelto a suplicar a mi móvil.

A las cuatro de la mañana…

Seré tonta.