5

Malory encontró la casa de Zoe con relativa facilidad. Era como una pequeña caja colocada sobre una estrecha extensión de césped. Pero estaba pintada de un alegre color amarillo, con molduras de un blanco resplandeciente. Unos coloridos arriates rebosaban de flores a ambos lados de la puerta.

Incluso aunque Malory no hubiera comprobado la dirección ni reconocido el coche de Zoe, que estaba aparcado junto al bordillo, habría sabido que aquella era la casa correcta al ver al chaval que había en el patio lanzando una pelota al aire y corriendo para atraparla.

Tenía un aspecto casi tan misterioso como su madre: cabello oscuro y grandes ojos alargados en un rostro de duendecillo. Era de constitución delgada e iba vestido con unos vaqueros desgarrados y una camiseta de los Pittsburgh Pirates.

Cuando reparó en Malory se quedó inmóvil, con las piernas separadas y lanzando la pelota repetidamente hacia el guante de béisbol.

Había adoptado la postura precavida y algo arrogante del chico en cuya cabeza resuena el «no hables con desconocidos» pero que piensa que ya es lo bastante mayor e inteligente para poder enfrentarse a ellos.

—Tú debes de ser Simon. Yo soy Malory Price, una amiga de tu madre. —Mantuvo la sonrisa mientras él la medía con la vista…, y deseó saber más cosas sobre el béisbol, aparte de que implicaba que un cierto número de hombres lanzaran, golpearan y trataran de atrapar una pelota corriendo en torno a un campo.

—Está en casa. Voy a buscarla. —Su modo de hacerlo fue acercarse a la puerta y gritar—: ¡Mamá! ¡Aquí hay una señora que quiere verte!

Un momento más tarde Zoe abrió la puerta mosquitera y se quedó allí secándose las manos con un paño de cocina. De algún modo, pese a llevar unos pantalones cortos amplios y una camisa vieja, seguía pareciendo exótica.

—Oh, Malory. —Alzó una mano y toqueteó nerviosamente uno de los botones de su camisa—. No esperaba…

—¿Te pillo en un mal momento…?

—No, no, por supuesto que no. Simon, esta es la señorita Malory, una de las mujeres con las que voy a trabajar durante un tiempo.

—Vale. Hola. ¿Puedo irme ahora a casa de Scott? Ya he terminado de cortar el césped.

—Ha quedado de maravilla. ¿Quieres tomar algo antes?

Nah. —Al ver a su madre alzar una ceja, sonrió ampliamente, mostrando una mella en la dentadura y un encanto repentino y deslumbrante—. Es decir, no, gracias.

—Entonces puedes irte. Pásatelo bien.

—¡Sí!

Simon acababa de echar a correr cuando se detuvo: Zoe había pronunciado su nombre en un tono que Malory imaginó que las madres desarrollaban con los cambios hormonales propios de la gestación.

Él puso los ojos en blanco, pero dándole la espalda a su madre, seguro de que no lo veía. Luego le dedicó una sonrisa fugaz y despreocupada a Malory.

—Encantado de conocerla, y todo eso.

—Encantada de conocerte, y todo eso, Simon.

Él salió disparado, como un recluso que se escapara de la cárcel.

—Es fantástico.

Al oír el comentario de Malory, a Zoe se le iluminó el rostro, orgullosa y complacida.

—Sí que lo es, ¿verdad? A veces me acerco a hurtadillas a la ventana mientras él juega en el jardín y me quedó contemplándolo. Es todo mi mundo.

—Ya lo veo. Y ahora te preocupa que lo que hemos hecho pueda suponer algún daño para él.

—Preocuparme por Simon va incluido en la descripción del puesto de madre. Perdona, entra. Antes pasaba los sábados en la peluquería, así que he pensado que podía aprovechar que tengo este libre para dedicarme a mis cosas.

—Tienes una bonita casa. —Cruzó la puerta y miró a su alrededor—. Una casa muy bonita.

—Gracias.

Zoe también miró alrededor, contenta de haber terminado ya de sacar brillo al cuarto de estar. Los cojines estaban ahuecados sobre la funda del sofá, de un brillante y alegre color azul, y la vieja mesita de centro a la que había dado un aspecto antiguo estaba impoluta y exhibía tres botellas llenas de margaritas de finales de verano cortadas de sus propios parterres. La alfombra que su abuela había confeccionado cuando Zoe era una niña acababa de recibir la visita del aspirador.

—Esto es genial. —Malory se acercó a una pared para observar un grupo de imágenes del extranjero enmarcadas.

—No son más que postales que he reunido y enmarcado. Siempre les pido a las clientas que me envíen una postal cuando se van de viaje.

—Es una gran idea, y graciosa.

—Me gusta juntar cosas, ¿sabes? Encontrar objetos en liquidaciones o rastrillos, traerlos a casa y arreglarlos. De ese modo pasan a ser algo tuyo y, además, no cuestan mucho dinero. Ah, ¿te apetece beber algo?

—Pues sí, si no te interrumpo.

—No. Creo que no tenía un sábado libre desde… —se rozó el pelo con los dedos—, desde nunca —concluyó—. Es agradable estar en casa y tener compañía.

Malory tuvo la impresión de que Zoe iba a invitarla a sentarse mientras iba a la cocina. Para evitarlo, se alejó del sofá y, señalando con la cabeza hacia la entrada, preguntó:

—¿Has plantado tú misma las flores?

—Simon y yo. —Al no quedarle otra opción, guio a Malory a la cocina—. No tengo refrescos. Lo siento, pero no puedo comprarlos por Simon. Lo que sí hay es limonada.

—Estupendo.

Era evidente que había pillado a Zoe en medio de una limpieza a fondo de la cocina, pero aun así aquel espacio rezumaba el mismo encanto informal que el cuarto de estar.

—Me encanta esto. —Deslizó un dedo por la pintura verde menta de un armario—. Demuestra a las claras lo que alguien puede hacer con imaginación, gusto y tiempo.

—¡Guau! —Zoe sacó una jarra rechoncha de la nevera—. Eso es todo un cumplido viniendo de alguien como tú. Es decir, alguien que sabe de arte. Yo deseaba tener cosas bonitas, pero también un lugar por el que Simon pudiera corretear de pequeño. Y este lugar es del tamaño ideal para nosotros. No me importa el millón de dólares. —Dejó un par de vasos en la encimera y sacudió la cabeza—. ¡Buf!, eso suena absurdo. Por supuesto que me importa el millón de dólares. Lo que quiero decir es que no necesito tanto, solo lo suficiente para tener seguridad. Solo me he metido en este asunto porque se me antojó muy interesante, y porque los veinticinco mil dólares eran como un milagro.

—Y porque aquella velada en el Risco del Guerrero fue cautivadora y espectacular, ¿verdad? Como si fuéramos las estrellas de nuestra propia película.

—Sí. —Zoe soltó una carcajada mientras servía—. Me sentí atrapada por aquella historia, pero no se me ocurrió ni durante un minuto que pudiésemos correr algún riesgo.

—Yo tampoco lo creo. Y no voy a preocuparme por eso mientras no sepamos más. Pero yo no tengo un hijo en el que pensar. He venido para decirte que si deseas dar marcha atrás lo comprenderé.

—He estado cavilando sobre eso. Una de las ventajas de una limpieza a fondo es que puedes pensar a gusto. ¿Te parece que nos tomemos esto fuera? En la parte trasera hay unas cuantas sillas; es una especie de rincón agradable.

Salieron, y el rincón era realmente agradable: un patio diminuto, dos sillas Adirondack pintadas del mismo amarillo sol que la casa y un enorme y frondoso arce.

Cuando estuvieron sentadas, Zoe respiró hondo.

—Si Pitte y Rowena son una especie de lunáticos que nos han elegido por alguna razón, no hay vuelta atrás, pues no la aceptarán. Si de verdad están locos, lo más sensato es que hagamos lo posible por encontrar las llaves. Y si no lo están, entonces deberíamos mantener nuestra palabra.

—Creo que estamos en las mismas. Me estoy planteando volver allá arriba para hablar de nuevo con ellos y pensarlo mejor. Dentro de un día o dos. —Malory asintió—. Después de, espero, haber averiguado algo más. Sé que Dana estará concentrada en los libros, y Flynn ya ha empezado a indagar en Internet. Si descubre algo, me lo dirá esta noche en la cena.

—¿Cena? ¿Vas a salir con Flynn?

—Eso parece. —Malory frunció el entrecejo con la vista fija en su limonada—. Cinco minutos después de que se fuera de mi apartamento empecé a preguntarme cómo había logrado convencerme.

—Es terroríficamente guapo.

—Cualquier tío resultaría guapo al lado de ese perro tan grande y feo.

—Y estuvo flirteando contigo. —Zoe le hizo un gesto con el vaso y los cubitos de hielo tintinearon—. Menudo triunfo.

—Pues vaya. Ligar no estaba entre mis planes para las próximas semanas, si he de centrarme en localizar la primera llave.

—Ligar con un hombre atractivo es un agradable beneficio adicional. —Zoe suspiró, se recostó en la silla y movió los dedos de los pies, cuyas uñas estaban pintadas de rosa amapola—. O al menos eso creo recordar de un pasado lejano y desdibujado.

—¿Estás de broma? —Sorprendida, Malory se giró hacia el sexy rostro de duendecillo de Zoe—. Los hombres deben de estar tirándote los tejos sin parar.

—La primera salida suele convertirse en la última en cuanto descubren que tengo un hijo. —Se encogió de hombros—. Y no me interesan las historias en plan «desnudémonos y tomémonos esto como algo intrascendente». Ya he pasado por ahí.

—Pues ahora mismo a mí no me interesan las historias en plan «desnudémonos y tomémonos esto como algo serio». He de resolver qué quiero hacer con el resto de mi vida. Mi situación actual no va a durar siempre, pero me da tiempo para decidir si de verdad deseo abrir mi propio negocio, y, si es así, cómo encararlo.

—Yo también he estado pensando en eso hoy. Tendré que volver a trabajar, pero la idea de empezar en un sitio nuevo, con gente nueva, fuera, en un centro comercial… —Hinchó las mejillas y soltó el aire con un resoplido—. Lo último que quiero es intentar montar una peluquería en casa. Cuando lo haces, nadie te toma en serio. Piensan que es tu hobby en vez de tu profesión. Además, el lugar en que vives deja de ser tu hogar, y no voy a arrebatarle eso a Simon, como me ocurrió a mí.

—¿Tu madre peinaba en vuestra casa?

—En nuestra caravana. —Zoe se encogió de hombros—. Hizo todo lo que pudo, teniendo en cuenta que vivíamos a un par de kilómetros de Ningunsitio, en el oeste de Virginia. Mi padre se largó cuando yo tenía doce años, y yo era la mayor de cuatro hermanos.

—Eso es terrible. Lo lamento.

—Terrible para todos, pero, como te he dicho, mi madre hizo todo lo que pudo. Yo solo espero hacerlo mejor.

—Yo diría que convertir una casa en un lugar bonito y un hogar para ti y tu hijo significa que lo estás haciendo muy, pero que muy bien.

A Zoe se le subieron los colores.

—Gracias. De todos modos, pienso que debería empezar a buscar, a ver si doy con algún local en alquiler que sirva para abrir un salón de peluquería.

—Si tienes suerte, mira a ver si encuentras también uno con una buena fachada para mí y mi tienda de obras de arte. —Riéndose, Malory dejó su vaso a un lado—. O quizá deberíamos unir los dos y abrir un negocio juntas. Arte y belleza, todo bajo el mismo techo. He de irme. —Se puso en pie—. Voy a acercarme a ver a Dana y luego me marcharé a casa a estrujarme el cerebro con esa estúpida pista. ¿Quieres que quedemos las tres para un día de la semana que viene? ¿Un consejo de familia?

—Por mí, bien, siempre que trabajemos según los horarios de Simon.

—Eso está hecho. Te llamaré.

No sabía si aquello era estrujarse el cerebro de verdad, pero al menos era una dirección que seguir.

Malory estudió la pista línea por línea, rastreando metáforas y significados ocultos, dobles sentidos y conexiones sueltas. Después volvió a mirarla como un todo.

Había menciones a las diosas. Y se suponía que las llaves liberaban almas aprisionadas. Poniéndolo todo junto, le pareció que se obtenía una especie de referencia religiosa.

Con eso en mente, pasó el resto de la jornada yendo a todas las iglesias y los templos del valle.

Regresó a casa con las manos vacías, pero sintió que ese día había hecho algo positivo.

Se vistió para la cena con un atuendo sencillo: top sin mangas y pantalones cortos negros, completado con una chaqueta entallada de color fresa.

A las siete en punto se calzó unas sandalias de tacón alto, preparándose para esperar. Según su experiencia, ella era la única que solía preocuparse de ser puntual.

Así que fue una sorpresa, una agradable sorpresa, oír que llamaban a la puerta cuando aún estaba repasando el contenido de su bolso.

—Has llegado a la hora —le dijo a Flynn al abrir la puerta.

—En realidad estoy aquí desde hace diez minutos, pero no quería parecer ansioso. —Le tendió un pequeño ramo de capullos de rosa, casi del mismo color que su chaqueta—. Tienes un aspecto fantástico.

—Gracias. —Lo observó mientras olía las flores. Sí, era guapo. Con perro y sin perro—. Las pondré en agua. Un detalle muy bonito, por cierto.

—Eso he pensado. Moe quería que te trajera caramelos, pero yo he optado por las flores.

Malory se detuvo.

—No estará ahí fuera, ¿verdad?

—No, no; está en casa, de fiesta con un cuenco de pienso para perros y la maratón de Bugs Bunny que dan en Cartoon Network. Moe está loco por Bugs.

—Me lo creo. —Colocó el ramo en un jarro de cristal—. ¿Quieres beber algo antes de que nos vayamos?

—Depende. ¿Puedes recorrer a pie tres manzanas con esos tacones o prefieres que coja el coche?

—Yo puedo recorrer tres kilómetros con tacones. Soy una mujer profesional.

—No puedo discutirte eso. Y como no puedo, me gustaría hacer lo que llevo pensando desde que choqué contra ti.

Él se acercó. Eso es lo que Malory pensaría más tarde, cuando su cerebro volvió a funcionar con normalidad. Él tan solo se acercó y le deslizó las manos por los lados del cuerpo, los hombros, la garganta, hasta cogerle la cara.

Fue todo muy lento, todo muy suave. Y luego la boca de Flynn estaba sobre la de Malory, tomándose su delicioso tiempo. De algún modo, ella estaba pegada al aparador, aprisionada a la perfección entre el mueble y Flynn. De algún modo, lo agarró por las caderas, clavándole los dedos. Y de algún modo, se estaba sumergiendo en el beso sin emitir la más mínima protesta.

Él le hundió los dedos en el pelo y le mordisqueó más seriamente el labio inferior. Malory se quedó sin aire, y el tono del beso pasó de coqueto y cálido a tórrido y chispeante.

—Oh, espera. —Logró percibir el débil eco de una señal de alarma que sonaba en su cabeza, pero su cuerpo siguió pegado al de él.

—De acuerdo. Dentro de un minuto.

Flynn necesitaba otro minuto de ella, degustándola, sintiéndola. Había mucho más de lo que esperaba, y eso que había esperado mucho.

Había algo eróticamente intenso en el sabor de Malory, como si su boca fuera una rara exquisitez que solo le habían permitido probar, y había algo delicioso en su textura, en aquellas nubes de cabello dorado, en sus adorables curvas y huecos.

Rozó sus labios una última vez y se separó un poco.

Ella lo miró fijamente; aquellos ojos azules, que a él se le antojaban irresistibles, estaban muy abiertos y llenos de perplejidad.

—Quizá… —Malory esperaba que respirar hondo y despacio la ayudara a estabilizar la voz—, quizá sea mejor que nos marchemos ya.

—Claro. —Le ofreció una mano, y se sintió halagado cuando ella no solo la rechazó, sino que lo rodeó para ir a por su bolso—. He calculado que si te besaba ahora, no estaría pensando en eso durante toda la cena y así no perdería el hilo de la conversación. —Fue hacia la puerta y la abrió para ella—. El problema es que ahora que te he besado probablemente me pase toda la cena pensando en volver a besarte y pierda el hilo de la conversación. Así que si me notas abstraído ya sabrás dónde estoy y por qué.

—¿Crees que no sé por qué me cuentas todo eso? —Salió con él a la brillante luz del atardecer—. Al decirme eso, plantas una semilla en mi cabeza para que esté pensando en tus besos durante toda la cena. O ese es tu plan.

—Joder, eres buena. Si eres lo bastante rápida como para desentrañar los ruines complots de los hombres con respecto al sexo, entonces el enigma de la llave debería ser un juego de niños para ti.

—Parece lo lógico, ¿verdad? Pero el caso es que tengo bastante más experiencia con los ruines complots de los hombres con respecto al sexo que con enigmas relativos a diosas y conjuros mitológicos.

—No sé por qué… —empezó a decir mientras la cogía de la mano y sonreía al ver la mirada de soslayo que ella le había lanzado—, pero eso que dices me resulta fascinante. Si te sirvo vino sin parar durante la cena, ¿me contarás esas experiencias? Quizá descubra algún complot que no se me haya ocurrido antes.

—Tú invítame a un martini y luego ya veremos.

Flynn había escogido uno de los restaurantes más bonitos del pueblo y había reservado una mesa en la terraza trasera, con vistas a las montañas.

Cuando Malory se encontró dando sorbos a su martini volvía a estar relajada.

—Me gustaría hablar de la llave, y si descubro que tu cabeza está en otro sitio te daré una patada por debajo de la mesa.

—Tomo nota. Solo me gustaría decir una cosa antes.

—Adelante.

Flynn se inclinó hacia ella y respiró hondo.

—Hueles de maravilla.

Malory se inclinó hacia él.

—Ya lo sé. Y ahora, ¿te gustaría saber qué he hecho hoy? —Esperó un segundo y luego le dio una leve patada en el tobillo.

—¿Qué? Sí. Perdona.

Malory alzó su vaso y bebió otro trago para ocultar su regocijo.

—En primer lugar, he ido a ver a Zoe.

Le repitió lo fundamental de la conversación que habían mantenido, e hizo una pausa cuando les sirvieron el primer plato.

—La casita amarilla. —Flynn asintió mientras la visualizaba—. Antes era de un marrón caca de perro. La verdad es que la ha arreglado muy bien. He visto al chaval en el jardín, ahora que lo pienso.

—Simon. Se parece mucho a ella. Casi da un poco de miedo.

—Ahora que lo mencionas, debería haber reparado en ese detalle cuando la conocí, si hubiese sido capaz de despegar los ojos de ti durante dos minutos.

A Malory le temblaron los labios; muy a su pesar, se sintió halagada.

—Eres muy bueno en eso: en cálculo y lanzamiento.

—Sí, es un don.

—Luego he ido a ver a Dana a la biblioteca. Estaba sumergida en un montón de libros y dándole vueltas a la cabeza.

—Dos aspectos en los que es una campeona.

—No ha podido localizar aún una versión de Las Hijas de Cristal, pero está trabajando en ello. Luego yo he tenido la idea siguiente: diosas igual a veneración. Todo lo que he estado leyendo sobre el tema indica que muchas de las iglesias se construyeron sobre lugares de culto paganos. Muchas de las celebraciones cristianas coinciden con las fiestas paganas del pasado, que se basaban en las estaciones, la agricultura y ese tipo de cosas. Así que he ido a la iglesia. En realidad, he ido a todas las iglesias y todos los templos de veinte kilómetros a la redonda.

—Una conexión muy interesante. Tienes una mente lúcida y perspicaz.

—Es una de mis herramientas principales. He vuelto una y otra vez sobre la pista. Mira dentro, mira fuera, diosas cantoras, y todo eso. Así que me he dedicado a observar. No esperaba entrar en un santuario y que la llave estuviera aguardándome sobre un banco. Pero pensaba que quizá viera su símbolo, ¿comprendes? Algo realizado en una vidriera o en una moldura. Y no ha habido suerte.

—Aun así, era una buena idea.

—Otra idea todavía mejor es regresar al Risco del Guerrero y hablar con Pitte y Rowena de nuevo.

—Quizá. ¿Quieres saber lo que he averiguado yo?

—Por supuesto.

Esperó mientras les servían el segundo plato, y luego observó su filete y el pescado de Malory.

—¿Qué te parece un plato de mar y montaña?

—Me parece.

Cortaron por la mitad sus raciones y las intercambiaron.

—¿Sabes? Esto podría convertirse en algo serio —dijo Flynn—. Tú y yo. Mucha gente pone el grito en el cielo ante la idea de compartir la comida. Nunca lo he comprendido. —Probó la carne—. La comida es comida, ¿no? Se supone que has de comértela. ¿Qué más da si al principio estaba en el plato de otra persona?

—Es un elemento interesante para tomar en cuenta ante una relación potencial. Dime: ¿qué es lo que has averiguado?

—He hablado con mi abuela de lo de la historia. Hay algunos detalles de los que no me acordaba. En primer lugar, hubo división entre sus huestes cuando el dios rey convirtió a una mortal en reina. Estaba muy bien enredarse con los humanos, pero es que él la había llevado al otro lado de la Cortina del Poder… o Cortina de los Sueños (se llama de las dos formas) y la había tomado por esposa. Por esa razón, algunos de los dioses se separaron del joven monarca y su esposa mortal y establecieron su propio reino.

—Política.

—Es inevitable. Naturalmente, eso no sentó muy bien al rey. Hay otras historias, llenas de guerra e intriga heroica. Esto nos lleva a las hermanas, amadas por sus padres y los leales al rey y su mujer. Las tres tenían belleza, como cabría esperar, y poder: cada una un talento. Una era artista; otra, poeta; y la otra, guerrera. Consagrada cada una a las otras dos, crecieron en el reino y fueron educadas por una joven diosa maga y protegidas por el dios guerrero en el que más confiaba el rey. Bien la maestra o el guardián debían estar con ellas en cualquier ocasión para mantenerlas a salvo de las conspiraciones que las acechaban.

—En el cuadro había dos figuras, una mujer y un hombre, al fondo. Parecían estar abrazados.

Flynn hizo un ademán con el tenedor, y luego pinchó otro trozo de carne.

—Eso encaja con lo que viene ahora. Los consejeros del rey estaban haciendo campaña para casar a las hermanas con tres dioses de alto rango de las filas disidentes, para unir el reino de nuevo. Pero al autoproclamado monarca de la facción opositora no le gustaba la idea de renunciar a su trono. El poder lo había corrompido, y sus ansias de tener más, de dominar completamente aquel, digamos, submundo y el de los humanos lo consumían. Quería matar a las tres jóvenes, pero sabía que si hacía tal cosa todos, excepto sus más devotos seguidores, se volverían en su contra. De modo que concibió un complot, y las dos personas más cercanas a las hermanas lo ayudaron cuando se enamoraron.

—¿Traicionaron a las hijas del rey?

—No fue a propósito. —Sirvió más vino en los vasos—. Sino por una distracción; por estar mirándose el uno al otro en vez de vigilar a las que estaban a su cargo. Y como las hermanas eran jóvenes y apreciaban a sus guardianes, les facilitaban poder escabullirse de vez en cuando. Un día que estaban desprotegidas, se lanzó el hechizo.

—Robaron sus almas.

—Es más que eso. ¿Vas a comerte ese trozo de filete?

—Hum… —Malory miró hacia su plato—. No. ¿Lo quieres?

—Para Moe. Si regreso con las manos vacías, se pondrá de morros. —Le pidió al camarero que le envolviera las sobras y luego sonrió a Malory—. ¿Postre?

—No, solo café. Cuéntame el resto.

—Dos cafés, una creme brulée y dos cucharas. Es imposible resistirse a la creme brulée —le dijo a Malory mientras se inclinaba hacia delante para concluir el relato—. El rey malo es un tipo listo, además de mago. No echa más leña al fuego asesinando a inocentes y vuelve las decisiones y la conducta del rey bueno en contra de sí mismo: si una mortal puede convertirse en reina, si tres semimortales valen lo bastante para ostentar un alto rango, entonces los mortales deben demostrarlo. Solo seres humanos pueden romper el encantamiento. Hasta que eso ocurra, las hermanas dormirán… sin sufrir daño alguno. Si tres mujeres mortales, cada una de las cuales representaría a una hermana, encuentran las llaves, entonces podrá abrirse la urna, las hermanas recuperarán sus almas y los reinos se unirán.

—¿Y si fracasan?

—En la versión más popular, según mi abuela, el rey malo establece un tiempo límite: tres mil años, un milenio por hija. Si no se hallan las llaves ni se abre la urna en ese plazo, él gobernará solo el mundo de los dioses y el de los humanos.

—Nunca he entendido por qué alguien querría gobernar el mundo. Me parece que sería un dolor de cabeza espantoso. —Frunció la boca al ver que colocaban una fuente de creme brulée entre los dos. Flynn tenía razón: no iba a poder resistirse—. ¿Qué sucedió con los amantes?

—De eso también hay un par de versiones. —Hundió la cuchara en uno de los extremos de la bandeja, mientras Malory metía la suya en el opuesto—. Esta es la que prefiere mi abuela: el rey, muy afligido, condena a los amantes a muerte, pero su esposa interviene y le ruega que tenga compasión. Entonces cambian la ejecución por un castigo. La pareja es expulsada al otro lado de la Cortina de los Sueños, y se les prohíbe regresar hasta que hayan encontrado a las tres mujeres que puedan abrir la urna que contiene las almas. De modo que deambulan por la tierra como dioses con aspecto de mortales, en busca del trío que libere no solo las almas de las hermanas, sino también las suyas.

—¿Rowena y Pitte creen que ellos son la maga y el guerrero?

A Flynn le agradó que su conclusión encajara con la de él.

—Eso diría yo. Tienes en las manos a un par de bichos raros, Malory. Es un bonito cuento de hadas, romántico y pintoresco. Pero cuando hay personas que se proyectan a sí mismas y a otras en sus protagonistas, se roza la psicopatía.

—Te olvidas del dinero.

—No, en absoluto. El dinero me preocupa. Setenta y cinco mil dólares significan que esto no es para ellos un entretenimiento, un juego de rol. Van en serio. Una de dos, o creen de verdad en el mito o están preparando el terreno para una estafa.

Malory movió la cuchara llena de creme brulée.

—Con esos veinticinco mil dólares ahora tengo aproximadamente veinticinco mil doscientos cinco dólares, contando con los veinte que he encontrado en el bolsillo de una chaqueta esta mañana. Mis padres son perfectos representantes de la clase media; no son ricos ni influyentes. No tengo ningún amigo ni amante rico o influyente. No poseo nada por lo que valga la pena estafarme.

—Quizá vayan tras alguna otra cosa, algo en lo que no has pensado. Pero volvamos un minuto a los amantes: ¿tienes alguno?

Malory dio un sorbo a su café mientras examinaba a Flynn con la mirada. El sol se había puesto mientras cenaban. En ese momento, la luz de las velas parpadeaba entre ellos.

—Ahora mismo no.

—Qué coincidencia, yo tampoco.

—Voy en pos de una llave, Flynn, no de un amante.

—Estás dando por supuesto que la llave existe.

—Sí. Si no fuera así, no me molestaría en buscarla. Además, les di mi palabra.

—Te ayudaré a encontrarla.

Malory bajó la taza.

—¿Por qué?

—Por muchas razones. Primera, soy curioso por naturaleza, y, aunque no sé cómo terminará, esta historia resulta muy interesante. —Deslizó un dedo por el dorso de la mano de Malory, que notó cómo un escalofrío le recorría el brazo—. Segunda, mi hermana está involucrada. Tercera, estaré cerca de ti. Si es como imagino, no serás capaz de resistirte a mí más de lo que te has resistido a la créme brulée.

—¿Eso es confianza en ti mismo o vanidad?

—Es el destino, preciosa. Oye, ¿por qué no vamos a mi casa y…? Bueno, caramba, no estaba pensando en besarte de nuevo hasta que me has mirado de esa forma tan altanera. Y ahora he perdido el rumbo de mis pensamientos.

—Pues yo no tengo ninguna dificultad para ver adónde va ese rumbo.

—Vale, no era el que pensaba tomar, pero ahora estoy deseando seguirlo. Lo que iba a decir es que podíamos ir a continuar investigando. Puedo enseñarte lo que tengo, que es básicamente nada. No logro obtener datos sobre tus benefactores, al menos bajo los nombres que usaron para comprar el Risco ni con cualquier variación de esos nombres.

—Dejaré la investigación para ti y para Dana. —Se encogió de hombros—. Yo he de rastrear otras pistas.

—¿Como cuáles?

—La lógica. Las diosas. Hay un par de tiendas de new age en la zona, y quiero verificarlo. Y después está el cuadro. Voy a averiguar quién lo ha pintado, ver qué más ha hecho el autor y dónde podría estar el resto de sus obras. Quiénes las tienen, cómo las adquirieron. Necesito ir de nuevo al Risco del Guerrero, hablar de nuevo con Rowena y Pitte y examinar otra vez el cuadro; examinarlo con atención.

—Iré contigo. Ahí hay una historia, Malory. Podría tratarse de un tremendo timo, lo que supondría un notición, y mi obligación es informar al respecto.

Malory se puso tensa.

—No tienes ninguna prueba de que Pitte y Rowena no sean legales… Quizá estén chiflados, sí, pero no son unos sinvergüenzas.

—Tranquila. —Alzó una mano en son de paz—. No voy a escribir nada hasta que no tenga todos los hechos, y no puedo tenerlos hasta que no conozca a los actores. Necesito una forma de acceder a esa casa, y la forma eres tú. A cambio, te beneficiarás de mi aguda destreza investigadora y de mi obstinada resolución de reportero. Iré contigo, o hablaré con Dana para que me lleve hasta allí.

Malory dio golpecitos en la mesa con un dedo mientras consideraba sus opciones.

—Quizá no quieran hablar contigo. Incluso puede que no les guste que te meta en este asunto, aunque sea en un segundo plano.

—Déjame eso a mí. Entrar en lugares en los que no soy bien recibido es parte de mi trabajo.

—¿Es así como te colaste ayer en mi apartamento?

—¡Ay! ¿Por qué no vamos mañana por la mañana? Puedo recogerte a las diez.

—De acuerdo.

¿Qué mal había en que la acompañara?

—No hace falta que me dejes en la puerta de casa —dijo Malory cuando se acercaban a su edificio.

—Por supuesto que sí. Soy un hombre chapado a la antigua.

—No, no lo eres —repuso entre dientes mientras abría el bolso para sacar las llaves—. No voy a preguntarte si quieres pasar.

—Vale.

Lo miró de refilón mientras se encaminaban a su puerta.

—Lo dices como si fueras un tipo afable y acomodadizo, y no eres ninguna de las dos cosas. Es una estrategia.

Flynn sonrió ampliamente.

—¿De verdad?

—Sí. Eres tozudo, avasallador y más que arrogante. Sales bien librado porque exhibes una sonrisa enorme y encantadora y adoptas la actitud de «no haría daño ni a una mosca». Pero no son más que los instrumentos que te ayudan a conseguir lo que quieres.

—Dios, puedes verme por dentro. —La observó mientras enrollaba uno de sus rizos rubios alrededor del dedo—. Ahora tendré que asesinarte o casarme contigo.

—Y el fallo está en que el hecho de que seas atractivo de tan disparatado no te vuelve menos fastidioso.

Al oír esas palabras, Flynn le cogió el rostro entre las manos y pegó sus labios a los de ella lleno de entusiasmo. Malory notó una corriente de calor en el estómago que pareció estallarle en la cabeza.

—Y esto tampoco —dijo a duras penas. Metió la llave en la cerradura y empujó la puerta para entrar. Después la cerró de golpe. Medio segundo más tarde la abrió de par en par—. Gracias por la cena.

Flynn se balanceó sobre los talones cuando la puerta se cerró delante de sus narices por segunda vez. Cuando salió, iba silbando y pensando que Malory Price era el tipo de mujer que hacía de la vida de un hombre algo realmente interesante.