20

Tenía miedo. La ayudaba admitirlo, aceptarlo, saber que tenía más miedo del que había sentido en toda su vida y darse cuenta de que estaba resuelta a no rendirse.

La calidez se fue desvaneciendo conforme la luz era absorbida por aquella tonalidad azul. Los dedos de niebla reptaron por las vigas del techo, por las paredes sin enlucir, por el suelo polvoriento.

A través de la bruma, Malory podía ver el pálido vaho de su propia respiración. Se recordó que era real, aquello era real, un signo de vida. La prueba de su propia humanidad.

El desván era una estancia larga y espaciosa, con dos ventanas mugrientas en cada extremo de un techo inclinado en un ángulo cerrado. Pero lo reconoció. En su sueño, el desván tenía tragaluces y ventanas amplias. Sus cuadros estaban apilados contra las paredes, pintadas en un suave tono beis. El suelo estaba libre de polvo, moteado con un alegre arco iris de gotas de color y salpicaduras. El aire estaba impregnado de la calidez del verano y el olor de la trementina.

Ahora estaba frío y húmedo. En vez de cuadros, contra las paredes había amontonadas cajas de embalaje, sillas y lámparas viejas; lo que había almacenado allí eran los restos de otras vidas. Pero podía ver —¡oh, sí, muy claramente!— cómo podría haber sido.

Mientras se lo imaginaba, empezó a tomar forma. Cálido, inundado de luz, avivado con colores. Allí, sobre su mesa de trabajo, junto con sus pinceles y espátulas, estaba el pequeño jarrón blanco con las bocas de dragón rosas que ella había cortado de su propio jardín esa misma mañana. Recordaba haber salido después de que Flynn se marchara al periódico, recordaba haber recogido esas dulces y deliciosas flores para que la acompañaran mientras trabajaba. Mientras trabajaba en su estudio, donde la esperaba un lienzo en blanco. Pensó en eso soñadoramente. Sabía, ¡oh, sí!, sabía cómo llenarlo.

Se acercó al caballete, que estaba aguardándola, cogió su paleta y empezó a mezclar los pigmentos.

El sol se derramaba por las ventanas. Había muchas abiertas para cumplir una doble función: la práctica de mantener bien ventilada la estancia y por el simple placer de sentir la brisa. Una música apasionada salía del estéreo; lo que pretendía pintar requería pasión.

Ya podía verlo en su mente, sentir su poder acumulándose como antes de una tormenta.

Tomó un pincel y lo impregnó de color con movimientos circulares.

Su corazón se elevó. La magnitud de la dicha era casi insoportable. Ella podría estallar en mil pedazos si no la traspasaba al lienzo. La imagen estaba grabada en su cerebro como una escena tallada en cristal. Trazo tras trazo, el color se fundió con color y ella comenzó a darle vida.

—Sabes que este ha sido siempre mi mayor sueño —dijo para entablar conversación mientras trabajaba—. Desde que puedo recordar, he deseado pintar. Poseer el talento, la visión, la capacidad de ser una artista importante.

—Ahora posees todo eso.

Malory cambió de pincel y miró a Kane antes de volver el rostro hacia el cuadro.

—Sí, así es.

—Has sido muy sabia al tomar la decisión correcta al final. ¿Comerciante? —Se echó a reír, desdeñando la idea con un ademán de la mano—. ¿Qué poder hay en eso? ¿Dónde está la gloria en vender lo que han creado otros cuando tú misma puedes crear? Aquí puedes ser y tener todo lo que quieras.

—Sí, lo he entendido. Y tú me has mostrado cómo. —Le lanzó una mirada pícara—. ¿Qué más puedo desear?

—¿Quieres al hombre? —Kane se encogió de hombros con elegancia—. Aquí está atado a ti, como un esclavo del amor.

—¿Y si yo hubiese elegido otro sistema?

—Los hombres son criaturas caprichosas. ¿Cómo si no vas a estar segura de él? Ahora tú pintas tu mundo como pintas un cuadro. Tal como tú desees.

—¿Y fama? ¿Fortuna?

—Así es siempre con los mortales. Dicen que el amor es lo que más importa, más incluso que la vida. Pero lo que de verdad ansían es riqueza y gloria. Entonces tómalo todo.

—¿Y tú? ¿Qué tomarás tú?

—Yo ya lo he tomado.

Malory asintió y volvió a cambiar de pincel.

—Ahora tendrás que perdonarme, necesito concentración.

Pintó bajo la cálida luz del sol mientas la música subía de volumen.

Flynn golpeó la puerta con el hombro y después agarró el pomo, dispuesto a arremeter por segunda vez. El pomo giró suavemente en su mano.

Zoe le dirigió una sonrisa nerviosa.

—Debo de haberlo aflojado para ti.

—Quedaos aquí.

—No malgastes saliva —le advirtió Dana, y fue tras él.

Ahora la luz parecía palpitar, de algún modo más densa y animada. Los gruñidos de Moe se transformaron en unos gemidos apagados.

Flynn vio a Malory en el extremo más alejado del desván. El alivio que sintió fue como un martillazo en el corazón.

—¡Malory! Gracias a Dios. —Siguió adelante y chocó contra un sólido muro de bruma—. Es una especie de barrera. —Frenético, empezó a empujar y golpearlo—. Está atrapada ahí dentro.

—Yo creo que somos nosotros quienes estamos atrapados aquí fuera. —Zoe apretó las manos contra la niebla—. Malory no nos oye.

—Hemos de conseguir que nos oiga. —Dana miró alrededor en busca de algo que estrellar contra la bruma—. Debe de estar en algún otro sitio dentro de su cabeza, como nosotros antes. Hemos de lograr que nos oiga para devolverla a la realidad.

Moe enloqueció dando saltos y tratando de rasgar y morder el muro de bruma. Sus ladridos retumbaban como disparos, pero Malory continuaba inmóvil de espaldas a ellos.

—Tiene que haber alguna manera. —Zoe se arrodilló y deslizó los dedos por la niebla—. Está helada. Mirad cómo Malory tiembla de frío. ¡Debemos sacarla de ahí!

—¡Malory! —Rabioso de impotencia, Flynn se puso a aporrear el muro hasta que le sangraron las manos—. No pienso dejar que esto ocurra. Tienes que oírme. Te quiero. Maldita sea, Malory, te quiero. Escúchame.

—¡Espera! —Dana lo agarró por el hombro—. Se ha movido. La he visto moverse. Continúa hablándole, Flynn. No pares de hablarle.

Haciendo un esfuerzo por calmarse, él pegó la frente al muro.

—Te quiero, Malory. Has de darnos una oportunidad, ver hasta dónde podemos llegar juntos tú y yo. Te necesito conmigo, así que o sales de ahí o me dejas entrar.

Malory frunció los labios ante la imagen que iba tomando forma en el lienzo.

—¿Has oído algo? —preguntó abstraída.

—No hay nada. —Kane sonrió mirando a los tres mortales que se hallaban al otro lado de la niebla—. Nada en absoluto. ¿Qué estás pintando?

—No, no, no. —Juguetona, agitó un dedo para detenerlo—. Soy muy maniática. No me gusta que nadie vea mi trabajo antes de que lo haya terminado. Es mi mundo —le recordó sin dejar de dar pinceladas—. Son mis reglas.

Kane se encogió de hombros con gran elegancia.

—Como tú digas.

—Oh, vamos, no te enfurruñes. Ya casi he acabado. —Ahora trabajaba deprisa, deseando ver la imagen de su cerebro vertida en el lienzo. Pensó que era su obra maestra. Nada de lo que hiciese después de eso sería más importante—. El arte no depende solo del cristal con que se mire —dijo—. Además, depende del artista, del tema, del propósito y de quienes lo ven.

El pulso le daba saltos y se le atrancaba, pero su mano siguió firme y segura. Durante un momento eterno, cerró su mente a todo lo que no fueran colores, texturas y formas.

Cuando se apartó, sus ojos brillaban de triunfo.

—Es lo mejor que he hecho nunca —afirmó—. Quizá lo mejor que haga jamás. Me pregunto qué opinarás tú. —Lo invitó a acercarse con un gesto—. Luz y sombra —añadió mientras Kane se aproximaba—. Mirando dentro y fuera. Desde mi interior hacia el exterior y sobre el lienzo. Lo que dice mi corazón. Voy a llamarlo La diosa cantora.

Había pintado su propio rostro. Su rostro y el de la primera Hija de Cristal. Se hallaba en medio de un bosque lleno de resplandeciente luz dorada, suavizada por sombras verdes, con un río que se deslizaba sobre las piedras como lágrimas.

Sus hermanas estaban detrás de ella sentadas en el suelo, con las manos entrelazadas.

Venora, porque ahora sabía que la joven se llamaba Venora, sujetaba su arpa con el rostro alzado hacia el cielo, y casi podía oírse la canción que entonaba.

—¿Pensabas que me conformaría con una fría ilusión cuando puedo tener lo auténtico? ¿Pensabas que canjearía mi vida, y sus almas, por un sueño? Subestimas a los mortales, Kane.

Cuando él se giró hacia ella encendido de ira, Malory rezó para no haberse sobreestimado a sí misma, ni a Rowena.

—La primera llave es mía.

Mientras decía eso, alargó la mano hacia el cuadro y la introdujo dentro de él. Un sorprendente estallido de calor le subió por el brazo cuando sus dedos se cerraron sobre la llave que había pintado a los pies de la diosa.

La llave destellaba en un rayo de luz que cortaba las sombras como una espada de oro. Sintió su forma, su materia, y luego, con un grito victorioso, la sacó.

—Esta es mi elección. Y tú puedes irte al infierno.

La niebla vibró cuando él la maldijo. Y cuando levantó una mano para atacarla, Flynn y Moe irrumpieron a través del muro. Con un bombardeo de ladridos secos y entrecortados, el animal saltó.

Kane se desdibujó como una sombra en la oscuridad y desapareció.

Cuando Flynn cogió a Malory en brazos, la luz del sol empezó a brillar por las pequeñas ventanas y en los aleros la lluvia goteó musicalmente. La habitación no era más que un desván lleno de polvo y trastos viejos.

La obra que Malory había creado con amor, sabiduría y valor se había esfumado.

—Te tengo. —Flynn hundió el rostro en su cabello mientras Moe brincaba en torno a los dos—. Ya estás bien. Te tengo.

—Lo sé, lo sé. —Malory comenzó a llorar en silencio, mirando la llave que tenía entre los dedos apretados—. La he pintado. —La alzó para mostrársela a Zoe y Dana—. Tengo la llave.

Como Malory insistió, Flynn la llevó directamente al Risco del Guerrero; Dana y Zoe los seguían. La había envuelto en una manta que llevaba en el maletero del coche, que por desgracia olía a Moe, y mantuvo la calefacción al máximo. Aun así, ella no dejaba de temblar.

—Necesitas un baño caliente o algo así. Té o sopa. —Estiró una mano, que aún no estaba firme del todo, y se la pasó por el pelo—. No sé. Coñac.

—Tomaré todo lo que haga falta —prometió ella— en cuanto la llave esté en el lugar que le corresponde. No podré relajarme hasta que pueda soltarla. —La sujetaba en un puño bien cerrado contra el pecho—. No sé cómo es posible que esté en mi mano.

—Yo tampoco. Quizá si me lo explicases podríamos entenderlo los dos.

—Kane intentaba confundirme, de modo que nos ha separado para que me sintiese perdida, sola y asustada. Pero debe de tener ciertos límites. No ha logrado mantenernos a las tres, y a ti, dentro de sus espejismos. No a todos a la vez. Estamos conectados, y somos más fuertes de lo que él suponía. Al menos eso es lo que yo creo.

—A mí me cuadra. Hay que reconocerle que su réplica de Rhoda era casi perfecta.

—Yo lo había puesto furioso, bastante furioso, me parece. Sabía que la llave estaba en la casa. —Se arrebujó más en la manta, pero no generó ni el más leve calor—. No te lo estoy contando en el mejor estilo periodístico.

—No te preocupes por eso. Ya lo corregiré más tarde. ¿Cómo lo has sabido?

—El desván es el sitio en que hice una elección cuando él me mostró todas las cosas que yo deseaba. Me he dado cuenta de que era la misma casa de mi sueño al subir las escaleras con Dana y Zoe. Y el estudio, el estudio de pintura estaba en el último piso, en el desván. Tenía que ser donde yo había vivido mi momento decisivo…, como en los cuadros. Al principio he pensado que tendríamos que husmear entre todo lo que hubiese allí, y que encontraríamos algo que encajara con la pista. Pero era más que eso, y menos.

Cerró los ojos y suspiró.

—Estás agotada. Descansa hasta que lleguemos. Podemos hablar después.

—No. Estoy bien. Ha sido tan extraño, Flynn, cuando he subido hasta allí y lo he comprendido todo… Era mi espacio…, en la realidad y en mi sueño. Y el modo en que Kane ha vuelto a conformarlo, intentando introducirme en él. He dejado que creyera que lo había logrado. Yo pensaba en la pista y de pronto he visto el cuadro en mi cabeza. Sabía cómo pintarlo, con todas sus pinceladas. El tercero que completaba el conjunto. La llave no estaba en el mundo que Kane había creado para mí —dijo mientras se giraba hacia Flynn—; pero sí estaría en lo que yo creara si tenía el coraje de hacerlo. Si podía ver su belleza y convertirla en una realidad. Él me ha proporcionado el poder para incluir la llave en la fantasía.

«Para forjarla con amor», pensó.

—Seguro que eso le ha dado por el culo.

Malory se echó a reír.

—Sí, y es un placer adicional. Te he oído.

—¿Qué?

—Te he oído llamarme. A todos vosotros, pero especialmente a ti. No podía contestar. Lo lamento mucho, porque sé que estabais asustados por mí; pero no podía permitir que Kane supiera que os oía.

Flynn cubrió la mano de Malory con la suya.

—No podía llegar a ti. No sabía lo que era el miedo hasta ese momento, cuando no podía llegar a ti.

—Al principio yo temía que no fuese más que uno de sus trucos. Temía venirme abajo si me giraba y os veía. Pobres manos. —Levantó la de Flynn y, con delicadeza, posó sus labios sobre los nudillos despellejados—. Mi héroe. Mis héroes —se corrigió, mirando en el asiento trasero a Moe.

No le soltó la mano mientras traspasaban las puertas de hierro del Risco del Guerrero.

Rowena salió con las manos cruzadas sobre un jersey rojo fuego. Malory pudo ver el brillo de las lágrimas en sus ojos mientras bajaba las escaleras del pórtico para recibirlos.

—¿Estás sana y salva?

Tocó la mejilla de Malory, y el frío del que no había podido desprenderse se transformó en una gloriosa calidez.

—Sí, estoy bien. He…

—No, todavía no. Tus manos. —Puso sus palmas debajo de las de Flynn y las alzó—. Esto te dejará cicatriz —dijo—. Aquí, debajo del tercer nudillo de la mano izquierda, un símbolo: Flynn, heraldo y guerrero. —Luego fue a abrir la portezuela trasera del coche para que Moe pudiese salir a saludarla con coletazos y lametones—. ¡Ah, aquí está el fiero y valiente Moe! —Lo abrazó y luego se sentó sobre los talones, escuchándolo con atención mientras él ladraba y gruñía—. Sí, menuda aventura has vivido. —Se incorporó y, descansando una mano sobre la cabeza del perro, sonrió a Dana y a Zoe—. Todos vosotros la habéis vivido. Por favor, pasad.

Moe no necesitó que se lo pidiesen dos veces. Subió los peldaños brincando y cruzó el umbral, donde estaba Pitte. Este arqueó elegantemente una ceja mientras el perro patinaba por el suelo del vestíbulo, y luego se giró hacia Rowena.

Ella se limitó a soltar una carcajada y rodeó a Flynn con un brazo.

—Tengo un regalo para el leal y valeroso Moe, si me lo permites.

—Por supuesto. Mira, agradecemos vuestra hospitalidad, pero Malory está rendida, así que…

—Estoy bien. En serio.

—No os retendremos mucho tiempo. —Pitte los invitó con un gesto a entrar en la que Malory consideraba la sala del cuadro—. Estamos en deuda contigo, una deuda imposible de saldar. Lo que has hecho hoy, ocurra lo que ocurra mañana, jamás será olvidado.

Alzó el rostro de Malory con un largo dedo y posó sus labios sobre los de ella. Zoe dio un empujoncito a Dana.

—Creo que en esta historia del «todas para una» nos están estafando.

Pitte levantó la mirada, y su sonrisa repentina estaba llena de vida y encanto.

—Mi mujer es una criatura celosa.

—En absoluto —protestó Rowena. Luego cogió de una mesa un collar magníficamente trenzado—. Estos símbolos hablan de valor y un corazón fiel. Los colores también son simbólicos: rojo por el valor, azul por la amistad y negro por la protección.

Se acuclilló para quitarle a Moe su collar descolorido y pelado y sustituirlo por el nuevo. Durante todo el proceso, el perro aguantó el tipo con lo que a Flynn se le antojó la inquebrantable dignidad de un soldado al recibir una condecoración.

—Eso es. ¡Qué guapo estás! —Rowena lo besó en la nariz y luego se puso en pie—. ¿Me lo traerás de vez en cuando para que lo vea? —le preguntó a Flynn.

—Claro que sí.

—Kane te subestimó. Os subestimó a todos vosotros: corazón, espíritu y columna vertebral.

—Es improbable que vuelva a hacerlo —señaló Pitte, pero Rowena sacudió la cabeza.

—Este es un momento de felicidad. Tú eres la primera —le dijo a Malory.

—Lo sé. Quería entregaros esto inmediatamente. —Alargó la mano con la llave, pero se detuvo de pronto—. Espera. ¿Quieres decir que soy la primera? ¿La primera persona que ha encontrado una llave?

Sin decir nada, Rowena se volvió hacia Pitte. Él se dirigió a un arcón que había debajo de la ventana y levantó la tapa. La luz azul que surgió de allí provocó que a Malory se le retorciese el estómago. Pero luego advirtió que era distinta de la bruma; aquella era más brillante y profunda.

Después Pitte sacó una caja de cristal, de la que emanaba aquella luz, y a Malory se le formó un nudo en la garganta.

—La Urna de las Almas.

—Tú eres la primera —repitió Pitte depositándola sobre un pedestal de mármol—. La primera mortal que gira la primera llave.

Se situó al lado de la urna. Malory pensó que volvía a ser el soldado, el guerrero en guardia. Rowena se colocó al otro lado, de modo que ambos flanquearon la caja y las luces azuladas que serpenteaban en su interior.

—Esto es algo que debes hacer tú —dijo Rowena en tono sosegado—. Siempre ha sido algo que debías hacer tú.

Malory apretó con más fuerza la llave dentro de su puño. Su pecho estaba tan henchido que le dolía, y hasta parecía incapaz de contener los latidos desbocados de su corazón. Trató de respirar hondo para calmarse, pero apenas pudo tomar aire. Conforme se acercaba, tuvo la impresión de que aquellas luces colmaban su visión, y luego la estancia. Y después el mundo.

Sus dedos querían temblar, pero ella los controló. No haría aquello con mano vacilante.

Introdujo la llave en la primera de las tres cerraduras insertadas en el cristal. Vio cómo la luz se extendía por el metal y por sus dedos, brillante como la esperanza. Y entonces giró la llave.

Hubo un sonido…, Malory creyó que hubo un sonido; pero no fue más que un suspiro amortiguado. Mientras se apagaba, la llave se disolvió entre sus dedos.

La primera cerradura se desvaneció, y quedaron dos.

—Ha desaparecido, así sin más.

—Otro símbolo para nosotros —dijo Rowena mientras posaba con delicadeza una mano sobre la urna—. Para ellas. Quedan dos.

—¿Tenemos…? —Dana pensó que dentro de aquellas paredes de cristal estaban llorando. Casi podía oírlas, y eso le partió el corazón—. ¿Tenemos que decidir ahora cuál de nosotras es la siguiente?

—No, hoy no. Debéis dar un descanso a vuestra mente y vuestro corazón. —Se giró hacia Pitte—. En el salón hay champán. ¿Acompañas a nuestros invitados? Me gustaría tener unas palabras a solas con Malory antes de unirnos a vosotros. —Tomó ella misma la urna de cristal y la depositó con cuidado en el arcón. Cuando se quedó sola con Malory, se dio la vuelta—. Pitte ha dicho que teníamos una deuda contigo que jamás podríamos saldar. Y es verdad.

—Yo me comprometí a buscar la llave, y me pagasteis por eso —la corrigió Malory. Miró hacia el arcón, imaginó la caja que descansaba en su interior—. Ahora me parece mal haber aceptado el dinero.

—El dinero no es nada para nosotros, te lo aseguro. Algunas lo aceptaron y no hicieron nada. Otras lo intentaron y fracasaron. Además, tú has hecho algo valiente e interesante con el dinero. —Se acercó para coger las manos de Malory entre las suyas—. Pero cuando he hablado de una deuda no me refería a dólares ni a céntimos. Si no fuese por mí, no existiría la Urna de las Almas, ni llaves ni cerraduras. Hoy no habrías tenido que enfrentarte a lo que te has enfrentado.

—Tú las quieres. —Señaló hacia el arcón.

—Como a hermanas. Unas encantadoras hermanas pequeñas. Bueno… —se puso delante del cuadro—, tengo la esperanza de volver a verlas así. Puedo hacerte un regalo, Malory. Tengo ese derecho. Has rechazado lo que te ofrecía Kane.

»Puede serlo. —Se giró hacia ella—. Yo puedo convertirlo en realidad. Lo que sentías, lo que había dentro de ti. Puedo darte el poder que tenías en su espejismo.

Turbada, Malory se agarró al brazo de una silla. Después se sentó poco a poco.

—Puedes darme el don de pintar.

—Comprendo esa necesidad, tanto como la alegría y el dolor de sentir esa belleza en las entrañas, deseando salir. —Se echó a reír—. O peleando por sacarla, lo cual es casi igual de fantástico. Puedes tenerlo. Ese es mi regalo para ti.

Durante un momento esa idea hormigueó dentro de Malory, embriagadora como el vino, seductora como el amor. Y vio a Rowena mirándola, tranquila, serena, con una dulce sonrisa en los labios.

—Me darías el tuyo. —Acababa de entenderlo—. Eso es lo que quieres decir. Me darías tu talento, tu habilidad, tu visión.

—Serían tuyos.

—No, nunca serían míos. Y siempre lo sabría. Yo…, yo las he pintado porque podía verlas. Al igual que pude verlas en mi primer sueño. Como si yo estuviese allí mismo, dentro del cuadro. Y he pintado la llave. La he forjado, he sido capaz porque amaba lo bastante para renunciar. He escogido la luz en vez de la sombra. ¿No es eso?

—Sí.

—Después de haber hecho esa elección, y sabiendo que era lo correcto, no puedo tomar lo que es tuyo; pero muchas gracias —dijo levantándose—. Es bonito saber que puedo ser feliz haciendo lo que hago. Voy a abrir una tienda preciosa y a tener éxito con mi negocio. Voy a vivir una vida estupenda.

—No lo dudo. Entonces ¿te llevarías esto? —preguntó Rowena, y sonrió cuando Malory soltó un grito ahogado.

—¡La diosa cantora! —Se abalanzó sobre el lienzo enmarcado que había sobre una mesa—. El cuadro que he hecho cuando Kane…

—Lo has pintado tú. —Rowena se le acercó y le puso una mano en el hombro—. Fueran las que fueran sus trampas, la visión es tuya, y es tu corazón el que ha hallado la respuesta; pero si tener este cuadro, verlo, te resulta doloroso, puedo sacarlo de aquí.

—No, no es doloroso. Es un regalo magnífico. Rowena, esto era una ilusión, y tú lo has transformado en real. Es sólido. Existe. —Preparándose para lo que pudiese oír, retrocedió y clavó sus ojos en los de Rowena—. ¿Puedes…? ¿Has hecho lo mismo con las emociones?

—¿Tu pregunta es si tus sentimientos por Flynn son reales?

—No. Sé que lo son. —Se apretó el corazón con una mano—. Esto no es una ilusión. Pero los suyos por mí… Si eso es una especie de recompensa…, no es justo para él, y no puedo aceptarlo.

—Renunciarías a él.

—No. —Su expresión se tornó combativa—. Dios, no. Lo que haría sería lidiar con eso, y con él, hasta que se enamorase de mí. Si puedo encontrar una llave mística, seguro que puedo lograr que Michael Flynn Hennessy descubra que soy lo mejor que podrá pasarle jamás. Porque lo soy —añadió—, desde luego que lo soy.

—Me gusta mucho tu forma de ser, Malory —dijo Rowena sonriendo—. Y te prometo una cosa: cuando Flynn entre aquí otra vez, lo que sienta o no sienta será un reflejo de lo que hay en su corazón. El resto es cosa tuya. Espera, te lo enviaré.

—Rowena, ¿cuándo empezará el segundo asalto?

—Pronto —contestó alzando la voz mientras salía de la estancia—, muy pronto.

Mientras examinaba el retrato, Malory se preguntó quién sería la siguiente. ¿Qué riesgos correría la segunda? ¿Qué ganaría o perdería en la búsqueda?

Levantando su cuadro, pensó que ella había perdido un amor, un amor apenas saboreado. Y ahora, con Flynn, tenía que arriesgar otro, el amor más vital de su existencia.

—Te he traído un poco de este chispeante champán —dijo Flynn, que entraba con dos copas altas y rebosantes—. Te estás perdiendo la fiesta. Pitte ha llegado incluso a reírse. Ha sido algo memorable.

—Necesitaba un par de minutos.

Dejó el cuadro y cogió la copa que él le tendía.

—¿Qué es eso? ¿Una de las obras de Rowena? —Le pasó un brazo por el hombro amigablemente y Malory sintió cómo el cuerpo de Flynn se tensaba al comprender lo que estaba viendo—. ¿Es tuyo? ¿Esto es lo que has hecho? El cuadro que has pintado en el desván, con la llave, está aquí. —Rozó la llave de oro, ahora solo pintada, a los pies de la diosa—. Es increíble.

—Todavía más si fueras quien ha metido la mano en el cuadro para sacar una llave mágica.

—No. Quiero decir, sí, desde luego. Pero me refería a la pieza. Es una preciosidad, Malory. Joder, es formidable. Has renunciado a esto. —Habló suavemente, después se giró hacia ella—. La increíble eres tú.

—Puedo quedarme con él. Rowena ha entrechocado los talones o fruncido la nariz, o lo que sea que haga, y lo ha materializado para regalármelo. Significa mucho para mí tenerlo, Flynn…

Necesitaba beber algo, poner un poco de distancia entre ellos. Independientemente de lo que le hubiese dicho a Rowena, era consciente de que estaba a punto de hacer algo mucho más desgarrador que renunciar al talento con la pintura y los pinceles.

—Este ha sido un mes extraño, para todos nosotros.

—Y que lo digas —coincidió él.

—La mayor parte de lo que ha sucedido está más allá de cualquier cosa que pudiéramos haber imaginado, que pudiéramos haber creído hace unas semanas. Y lo que ha ocurrido me ha cambiado. De un modo positivo —añadió volviéndose hacia él—, me gusta pensar que de un modo positivo.

—Si vas a decirme que has girado la llave en esa cerradura y ahora ya no me quieres, lo siento mucho por ti. Porque estás ligada.

—No, yo… ¿Ligada? —repitió—. ¿A qué te refieres con eso?

—Ligada a mí, a mi espantoso sofá y al pesado de mi perro. No vas a poder zafarte de todo eso, Malory.

—No uses ese tono conmigo. —Dejó la copa de champán—. Y no creas ni durante un minuto que puedes plantarte aquí y decirme que estoy ligada a ti, porque eres tú quien está ligado a mí.

Flynn dejó su copa al lado de la de Malory.

—¿Es cierto eso?

—Es absolutamente cierto. He burlado a un diabólico dios celta. Tú eres un juego de niños para mí.

—¿Quieres pelear?

—Quizá.

Se agarraron el uno al otro. Con la boca de Flynn en la suya, Malory dejó escapar un suspiro ahogado. Y se aferró a la vida. Se echó hacia atrás, pero siguió rodeándole el cuello con los brazos.

—Soy exactamente perfecta para ti, Flynn.

—Pues entonces resulta muy práctico que yo esté enamorado de ti. Tú eres mi llave, Mal. La única llave para todas las cerraduras.

—¿Sabes qué me apetece ahora mismo? Me apetece un baño caliente, una sopa y una siesta en un sofá espantoso.

—Hoy es tu día de suerte. Puedo ofrecerte todo eso.

La cogió de la mano y salieron de la sala.

Más tarde, Rowena recostó la cabeza sobre el hombro de Pitte mientras veían alejarse los coches por el camino.

—Es un buen día —le dijo—. Sé que no ha acabado todo; pero hoy es un buen día.

—Nos queda algo de tiempo antes de empezar con la siguiente.

—Unos cuantos días, y luego cuatro semanas. Kane las estará vigilando con más atención esta vez.

—Nosotros también.

—La belleza ha prevalecido. Ahora se pondrán a prueba la sabiduría y el valor. En realidad hay muy poco que nosotros podamos hacer para ayudar; pero estos mortales son fuertes y listos.

—Unas criaturas curiosas —apostilló Pitte.

—Sí. —Rowena le sonrió—. Curiosas e incesantemente fascinantes.

Regresaron al interior de la casa y la puerta se cerró tras ellos. Al final del sendero, las verjas de hierro se movieron en silencio hasta quedar cerradas. Los guerreros que las flanqueaban permanecerían alerta a lo largo de la siguiente fase de la luna.