13

—No puedo creer que no te lo hayan enseñado. —Dana hurgó en su bolso hasta encontrar la llave de la casa de Flynn.

—Yo tampoco. Ni siquiera se me ha ocurrido —añadió Malory, mientras la irritación la impulsaba desde el coche hasta la puerta de Flynn—. He dado por supuesto que el cuadro de Jordan llegaría a través de una empresa de mensajería. Además, estaban los tres medio desnudos. Eso me ha distraído.

—No te culpes. —Zoe le dio una palmadita de ánimo en la espalda—. De todos modos, podrás verlo ahora.

—Están tramando algo —dijo Dana entre dientes—. Puedo sentirlo. Cuando esos tres se reúnen, siempre traman algo. —Giró la llave en la cerradura y empujó la puerta para abrirla. Esperó unos segundos—. No hay nadie en casa.

—Estaban levantándose cuando he venido, hace un par de horas. —Malory entró sin el menor reparo—. Y ahora que lo pienso, Flynn tenía toda la pinta de tener algo entre manos.

—Intentarán excluirnos. —Lista para echar pestes sobre los hombres en general, y muerta de ganas por hacerlo, Dana volvió a guardarse las llaves en el bolso—. Es el típico comportamiento de su especie. «Oh, nosotros sabemos más, no agobies tu linda cabeza, pequeña dama».

—Odio eso. —Encendida de rabia, Zoe soltó el aire con los dientes apretados—. Como el modo en que el mecánico del taller sonríe con suficiencia y te suelta que le explicará el problema del coche a tu marido.

Dana tomó aire por la nariz.

—Eso me da por el culo.

—Si queréis saber mi opinión, el culpable debe de ser ese Bradley Vane. —Zoe se puso en jarras apretando los puños—. Es la clase de tío que trata de dirigirlo todo y a todos. Lo calé desde el primer instante.

—No. Será Jordan. —De una patada, Dana apartó un zapato que había en su camino—. Es un incitador.

—Es responsabilidad de Flynn —discrepó Malory—. Es su casa, son sus amigos y… Oh, Dios mío.

La luz incidía sesgadamente en los dos cuadros, que estaban apoyados en la pared sin ningún cuidado, tal y como los había dejado Flynn. El corazón de Malory se contrajo de admiración y envidia al verlos.

Se aproximó muy despacio, como se aproximaría a un amante que la deslumbrara y excitara. Le dolía la garganta cuando se arrodilló en el suelo delante de ellos.

—Son preciosos —dijo Zoe detrás de ella.

—Son mucho más que eso. —Con delicadeza, Malory alzó el retrato de Arturo y lo giró hacia la luz—. No es solo cuestión de talento. El talento puede ser técnico, puede lograr una especie de perfección, de equilibrio proporcionado.

Pensó que ella se había acercado a eso cuando pintaba. Casi había dominado la perfección técnica, pero se había quedado a kilómetros de distancia de esa magia que convierte una imagen en arte.

—Es una genialidad cuando el talento puede sobrepasar la técnica y transformarse en emoción —continuó—. En un mensaje o en simple belleza. Cuando tienes eso, alumbras el mundo. ¿Podéis percibir cómo palpita su corazón? —preguntó mientras examinaba al joven Arturo—. Sus músculos se estremecen al ir a coger la empuñadura. Ese es el poder del artista. Yo daría cualquier cosa, cualquier cosa, por ser capaz de crear algo así.

La recorrió un escalofrío, como dos serpientes idénticas de calor y frío. Durante unos segundos sus dedos parecieron arder. Y durante esos segundos algo en su interior se abrió y se encendió, y pudo ver cómo podría hacerse. Cómo debería hacerse. Cómo ella podría verterse en el lienzo para engendrar arte.

Saberlo la colmó hasta los topes, la dejó sin aliento.

Después, en un instante, desapareció.

—¿Mal? ¿Malory? —Zoe se acuclilló a su lado y la cogió por los hombros—. ¿Qué ocurre?

—¿Qué? Nada. Me he mareado un minuto.

—Se te han puesto los ojos muy raros. Estaban dilatados y oscuros.

—Habrá sido la luz.

Pero seguía intranquila cuando abrió el bolso para sacar su lupa. Utilizando la luz natural, inició un examen lento y minucioso de ambas pinturas.

Había una sombra, solo la insinuación de una forma, que acechaba en lo más profundo de la vegetación del bosque. Y dos figuras —un hombre y una mujer—: Que observaban al chico, la espada, la roca, desde un plano más alejado. De una cadena que la mujer llevaba a la cintura colgaban tres llaves.

—¿Qué piensas? —preguntó Dana.

—Pienso que tenemos dos opciones. —Sopesándolas, Malory se echó hacia atrás y giró los hombros—. Podemos convencer a Brad y Jordan para que envíen los cuadros a expertos que puedan verificar si el artista es o no el mismo. Haciendo eso, nos arriesgamos a que todo esto se nos escape de las manos.

—¿Y cuál es la otra opción? —quiso saber Zoe.

—Podéis aceptar mi palabra. Todo lo que sé, todo lo que he estudiado y aprendido me indica que una misma persona pintó estas dos obras. Y que es la misma que hizo el cuadro que hay en el Risco del Guerrero.

—Si admitimos eso, ¿qué hacemos al respecto? —preguntó Dana.

—Averiguar qué es lo que nos dicen los cuadros. Y volver al Risco del Guerrero para preguntar a Rowena y Pitte cómo es posible que al menos dos de las pinturas se hayan realizado con siglos de diferencia.

—Eso nos lleva a una tercera posibilidad —apuntó Zoe con calma—: Aceptamos la magia de esta misión. Creemos.

—Siempre tengo tiempo para atender a tres hombres guapos.

A Rowena solo le faltó ronronear mientras conducía a Flynn, Brad y Jordan hasta la sala que se hallaba dominada por el retrato de las Hijas de Cristal.

Hizo una pausa y esperó hasta que toda la atención estuvo centrada en la pieza.

—Imagino que la pintura le interesa, señor Vane. He oído decir que su familia posee una extensa y ecléctica colección de arte.

Él contempló el cuadro sin pestañear, contempló la figura que llevaba una pequeña espada y un perrito. Los ojos de Zoe le devolvieron la mirada.

—Sí, así es.

—¿Y le han transmitido a usted ese interés?

—Sí. En realidad, creo que tengo un cuadro del mismo artista.

Ella se sentó; una sonrisa secreta jugueteó en sus labios mientras extendía la larga falda de su vestido blanco.

—¿En serio? ¡Qué pequeño es el mundo!

—Y aún se vuelve más pequeño —intervino Jordan—. Parece que yo tengo otro que también podría ser obra de este pintor.

—Fascinante. ¡Ah! —Hizo un gesto cuando una criada entró empujando un carrito—. ¿Café? He supuesto que sería mejor recibido que el té. A los hombres americanos no les va mucho el té, ¿verdad?

—¿No vas a preguntar por el tema del otro cuadro? —Flynn se sentó junto a ella.

—Estoy segura de que me lo diréis. ¿Nata? ¿Azúcar?

—Solo. Yo creo que es una pérdida de tiempo, pues estoy convencido de que ya lo sabes. ¿Quién es el pintor, Rowena?

Ella sirvió el café con mano firme, llenando las tazas hasta un centímetro del borde sin apartar los ojos de los de Flynn.

—¿Te ha pedido Malory que vengas aquí hoy?

—No. ¿Por qué?

—La misión es suya, al igual que las preguntas. Estas cosas tienen sus reglas. Si te hubiese pedido que la representaras, sería muy distinto. ¿Has traído a tu perro?

El rostro de Rowena se tiñó de nostalgia.

—No me importa que entre.

—Vestido blanco, perrazo negro. Quizá quieras volver a pensártelo. Rowena, Malory no nos ha pedido que viniésemos, pero ella y las otras saben que estamos ayudando a investigar. No hay ningún problema por su parte.

—Pero no les habéis contado que pensabais subir para hablar conmigo. Los hombres suelen cometer el error de suponer que las mujeres desean que las descarguen de sus responsabilidades y obligaciones. —Su rostro era abierto y amigable; en su voz había un dejo de hilaridad—. ¿Por qué será?

—No hemos venido para debatir la dinámica hombre-mujer —empezó Jordan.

—¿Qué más hay, en realidad? El hombre por el hombre, la mujer por la mujer, desde luego —continuó Rowena con un elegante ademán de manos—. Pero todo se sustenta en las personas, en lo que son las unas para las otras. ¿Qué harían por y para la otra? Si Malory tiene dudas e inquietudes sobre los cuadros, debe plantearlas. Tú no encontrarás la llave por ella, Flynn. No es tu tarea.

—Anoche soñé que estaba en esta casa. Solo que no fue un sueño. Fue algo más.

Vio que los ojos de Rowena cambiaban, se oscurecían por la impresión. O por algo más, algo más grande.

—Un sueño de ese tipo no es raro en estas circunstancias.

—Solo he estado en el vestíbulo y en dos salas de esta mansión. Al menos hasta anoche. Puedo decirte cuántas habitaciones hay en el primer piso, y que hay una escalera en el ala este que lleva al segundo piso y cuyo poste de arranque está tallado en forma de dragón. No pude verlo bien en la oscuridad, pero lo toqué.

—Espera, por favor.

Se levantó deprisa y salió apresuradamente de la estancia.

—El negocio que tienes aquí es muy extraño, Flynn. —Jordan revolvió las bonitas galletas que había dispuestas en una bandeja—. Hay algo familiar en esa mujer. La he visto antes en algún lugar.

—¿Dónde? —preguntó Brad.

—No lo sé. Ya me acordaré. Es guapísima. Una cara como esa no se olvida. ¿Y por qué la ha alterado que tú hayas tenido un sueño? Porque se ha alterado, aunque a su manera elegante.

—Tiene miedo. —Brad se acercó al cuadro—. Ha pasado de maliciosa a asustada en menos que canta un gallo. Ella conoce la respuesta al enigma de las pinturas, y se lo estaba pasando de maravilla jugando con nosotros hasta que Flynn le ha contado la aventura de su sueño.

—Y ni siquiera he llegado a la mejor parte. —Flynn se puso en pie para explorar la habitación antes de que regresase Rowena—. Aquí pasa algo.

—¿Ahora caes en la cuenta, chaval?

Flynn le dedicó una mirada a Brad mientras abría un mueble bar lacado.

—No lo digo en el sentido obvio. Rowena es una mujer con autodominio y control —dijo mientras señalaba con el pulgar hacia la puerta—. Serena. Con confianza y seguridad en sí misma. La mujer que acaba de salir volando de aquí no era ninguna de esas cosas. Chicos, aquí dentro hay algunas bebidas de primera clase.

—¿Le apetece una copa, señor Hennessy?

Aunque se estremeció un poco, Flynn se giró hacia la entrada y respondió con serenidad a Pitte.

—No, gracias. Es un poco temprano para mí. —Cerró el mueble bar—. ¿Qué tal?

Rowena puso una mano sobre el brazo de Pitte antes de que él pudiese contestar.

—Termina —le ordenó a Flynn—. Termina de contar el sueño.

—Hablemos quid pro quo. —Inclinando la cabeza, Flynn se encaminó de nuevo al sofá y se sentó—. Vosotros queréis oír el resto del sueño y nosotros queremos saber quién pintó los cuadros. Yo os muestro mis cartas y vosotros me mostráis las vuestras.

—¿Pretende regatear con nosotros?

Flynn se quedó sorprendido ante el timbre atónito y escandalizado de la voz de Pitte.

—Sí.

—No está permitido. —De nuevo, Rowena tocó el brazo de Pitte. Pero por la mirada sulfurosa e impaciente que él le dirigió, Flynn supo que ella no podría contenerlo mucho tiempo más—. No podemos darte respuestas solo porque nos hagas preguntas. Hay límites, hay pautas que seguir. Es importante que sepamos qué te ocurría.

—Dadme algo a cambio.

Pitte exclamó algo de forma brusca, y, aunque el idioma era un misterio para él, Flynn reconocía un juramento en cuanto lo oía. Después hubo un brillante fogonazo y una corriente eléctrica por el aire. Cautelosamente, Flynn bajó la vista hasta su regazo, donde en ese momento descansaban fajos precintados de billetes de cien dólares.

—¡Ah, bonito truco!

—Tenéis que estar de guasa. —Jordan ya había dado un salto y se agachó para coger uno de aquellos fajos. Lo agitó y luego se dio con él golpecitos en la palma de la mano mientras miraba a Pitte—. Desde luego que ya es hora de obtener algunas respuestas.

—¿Les hace falta más? —bramó Pitte, y Rowena se giró hacia él con una especie de deslumbrante furia femenina.

Las palabras que se lanzaron el uno al otro eran ininteligibles. Flynn pensó que sería gaélico. Quizá galés. Pero lo fundamental estaba bastante claro. Su genio sacudió la habitación.

—Vale, tomémonos un respiro. —Con tres zancadas resueltas, Brad se adelantó y se situó en medio de la pareja—. Esto no va a ninguna parte. —Su voz era reposada y controlada, y motivó que Pitte y Rowena le gruñeran. Aun así, él permaneció donde estaba y se giró hacia Flynn—. Nuestro anfitrión acaba de sacar… ¿Cuánto?

—Parecen unos cinco mil dólares.

—Cinco de los grandes salidos de la nada…, y, muchacho, tengo algunos accionistas a los que les gustaría hablar contigo. Por lo visto nuestro anfitrión cree que quieres dinero en efectivo a cambio. ¿Eso es verdad?

—Por duro que resulte rechazar cinco mil dólares mágicos, no. —Podía admitir que le dolía, pero Flynn depositó los fajos en la mesa—. Estoy preocupado por tres mujeres que no le han hecho daño a nadie, y estoy un poco preocupado por mí mismo. Quiero saber qué está ocurriendo.

—Cuéntanos el resto y nosotros te contaremos lo que nos sea posible. Cuéntanoslo voluntariamente —añadió Rowena acercándose a él—. Preferiría no tener que hacerte hablar.

Irritado, Flynn se inclinó hacia delante.

—¿Hacerme hablar?

Cuando respondió, la voz de Rowena fue de un frío invernal, frente al ardor de la de Flynn.

—Querido, yo podría hacer que parparas como un pato, pero, como imagino que diría tu valiente y sensato amigo, eso no nos llevaría a ninguna parte. ¿Acaso crees que nosotros deseamos algún mal para vosotros o vuestras mujeres? En absoluto. No le deseamos mal a nadie. Eso puedo garantizártelo. —Rowena se giró y ladeó la cabeza—. Pitte, has insultado a nuestro invitado con esa exhibición de mal gusto. Pídele disculpas.

—¿Que me disculpe?

—Sí.

Ella se sentó de nuevo y se sacudió la falda. Esperó. Pitte enseñó los dientes. Se dio golpecitos nerviosos en los muslos.

—Las mujeres son una maldición para los hombres.

—¿Verdad que sí? —coincidió Jordan.

—Lamento haberle ofendido. —Después hizo un giro de muñeca. El dinero se esfumó—. ¿Mejor?

—No hay un modo razonable de contestar a esa pregunta, de modo que haré otra en su lugar —repuso Flynn—. ¿Quiénes diablos sois?

—No estamos aquí para responder a sus interrogaciones. —Pitte fue hacia la jarra de plata y se sirvió café en una taza de Dresde—. Incluso un periodista…, y ya te advertí que sería un estorbo —añadió en un aparte, dirigiéndose a Rowena—, debería tener en cuenta ciertas normas de conducta cuando está de visita en casa de otra persona.

—¿Y qué tal si digo yo quiénes sois…? —empezó Flynn, pero se interrumpió al oír un alegre ladrido que resonó contra las paredes segundos antes de que llegase Moe—. ¡Oh, mierda!

—¡Aquí está! —Rowena abrió los brazos para darle la bienvenida, y Moe ya estaba instalado entre ellos cuando aparecieron las tres amigas.

—Lamento irrumpir aquí de esta manera —Malory barrió la habitación con la mirada y se detuvo en Flynn—, pero es que resulta que ciertas personas piensan que deberían arrebatar el control a las mujeres.

—Eso no es exactamente así.

—¿Ah, no? ¿Y cómo es exactamente?

—Solo estamos siguiendo vuestro ejemplo. Estabais muy ocupadas precipitándoos en sociedades empresariales y comprando casas.

—En los últimos días he estado precipitándome en muchas cosas. Quizá podríamos discutir el hecho de que me haya precipitado en meterte en mi cama.

Escocido por el aguijón de la vergüenza y la irritación, Flynn se puso en pie.

—Sí, claro que podríamos; pero a lo mejor sería más conveniente encontrar un momento y un lugar más apropiados.

—¿Te atreves a hablar de lo que es apropiado cuando tú y tu pandilla de la testosterona habéis intentado haceros cargo de mis responsabilidades y mi tarea? Solo porque esté enamorada de ti, solo porque me haya acostado contigo, no significa que vaya a quedarme sentada mientras tú diriges mi vida.

—¿Quién está dirigiendo la vida de quién? —Frustrado, Flynn extendió los brazos—. Eres tú quien ha planificado la mía. Estoy metido en esto, Malory, tanto sí quiero como si no. Y estoy aquí para averiguar qué implica eso. Y si lleva a donde yo creo que lleva, debes dejarlo. Todas vosotras —miró con fiereza a Dana y Zoe— debéis dejarlo.

—¿Quién te ha nombrado jefe? —preguntó Dana—. Cuando yo tenía diez años no podías decirme qué debía hacer, y desde luego no vas a lograrlo a estas alturas.

—Oh, estáis a la que salta —exclamó—. Habéis hecho que esto parezca un juego. —Lanzó esa acusación a Rowena—. Casi una especie de búsqueda romántica. Pero no les habéis contado qué están arriesgando.

—¿De qué estás hablando? —Malory le clavó un dedo en el hombro.

—Los sueños —sin hacer ningún caso a Malory, Flynn siguió dirigiéndose a Rowena— son advertencias, ¿verdad?

—No has acabado de contarnos el tuyo. Quizá deberíamos sentarnos todos y tú podrías empezar desde el principio.

—¿Has tenido un sueño? ¿Como el mío? —Malory volvió a clavarle un dedo—. ¿Por qué no me lo habías dicho?

—Cierra la boca un momento. —Flynn ya había perdido la paciencia y la empujó hacia el sofá—. Quédate callada —le ordenó—. No quiero oír nada hasta que haya terminado.

Comenzó por el principio, cuando deambulaba por la casa con la sensación de estar vigilado y ser perseguido. Relató la experiencia del parapeto, el pánico y el dolor, y finalizó con el momento en que se había despertado en su cama empapado de agua de lluvia.

—Ese…, ese ser quería mi alma, quería que yo supiera que ese podía ser el precio por estar implicado en esta historia.

—Eso no estaba contemplado. —Pitte apretó con fuerza una de las manos de Rowena y le habló como si no hubiese nadie más en la habitación—: Las cosas no pueden ser así. Ellas no han de sufrir ningún daño. Esa fue la primera y la más sagrada de las promesas.

—No podemos saberlo. Como no se nos permite atravesar la Cortina, no podemos saber cuál es la situación actual allí. Si él ha roto el juramento, debe de creer que puede eludir las consecuencias. Debe de creer que… ellas son las elegidas —dijo Rowena en un susurro—, que puede hacerse, que ellas pueden triunfar. Él ha abierto la Cortina para detenerlas, y la ha traspasado.

—Si fracasan…

—No pueden fracasar. —Se dio la vuelta con una gran determinación en el rostro—. Os protegeremos.

—¿En serio? —Temblorosa, Malory entrelazó las manos sobre el regazo y se retorció los dedos hasta que el dolor le despejó el cerebro—. ¿Del mismo modo en que protegisteis a las Hijas de Cristal? La maestra y el guerrero. Sois vosotros, de alguna manera. —Se levantó y se acercó al cuadro—. Estáis aquí —dijo señalando a la pareja del fondo—. Y aquí, en esta habitación. En este lugar. Y pensáis que lo que se esconde ahí, entre las sombras de los árboles, también está aquí. No se le ve la cara.

—Tiene más de una. —Rowena habló en un tono práctico que sonó absolutamente escalofriante.

—Tú pintaste este cuadro, y los otros dos que tenemos.

—Pintar es una de mis pasiones —confirmó—. Una de las constantes. Pitte —se giró hacia él—, saben mucho.

—Yo no sé nada de nada —declaró Dana.

—Ven aquí, a la zona escéptica de la sala —la invitó Jordan.

—Lo que importa ahora es lo que sabe Malory. —Rowena alzó una mano—. Y que lo que tengo será empleado para manteneros a salvo.

—Eso no basta. —Flynn sacudió la cabeza—. Malory renuncia. Todos renunciamos. Si queréis que os devolvamos el dinero…

—Perdona —lo cortó Malory—, pero yo puedo hablar por mí misma. Esto no es una cuestión de reembolso, ¿verdad? —le preguntó a Rowena—. No hay vuelta atrás, nada de decir: «Huy, los riesgos son mayores de lo que creía. Fin del juego».

—Llegamos a un acuerdo.

—Sin que se expusiera toda la verdad —intervino Brad—. Sea cual sea el contrato que hayan firmado estas mujeres, no tendrá validez legal.

—La cuestión no es legal —replicó Malory impaciente—, sino moral. Aún más, se trata del destino. Por lo que soy y por lo que sé, formo parte de esto. Y si encuentro la primera llave, una de ellas será la siguiente. —Miró a Dana y Zoe—. Una de ellas correrá un riesgo durante la próxima fase de la luna.

—Sí.

—Vosotros sabéis dónde están las llaves —estalló Flynn—. Dádselas y ya está. Acabad con esto.

—¿Acaso creen que si eso fuera posible continuaríamos en esta prisión? —Con un gesto que reflejaba a la vez disgusto y amargura, Pitte estiró los brazos—. Año tras año, siglo tras siglo, milenio tras milenio, atrapados en un mundo que no es el nuestro. ¿Creen que viviríamos entre ustedes por propia voluntad? ¿Que hemos puesto en sus manos nuestro destino, el destino de las que están a nuestro cargo, porque lo deseamos? Estamos atados a este mundo, atados a esta única tarea. Y ahora ustedes también.

—No podéis ir a casa. —Después de la atronadora voz de Pitte, la voz serena de Zoe sonó como un martillazo—. Nosotros somos vuestro hogar. No teníais ningún derecho a engañarnos para que fuésemos parte de esta historia sin contarnos antes todos los peligros que suponía.

—No lo sabíamos. —Rowena tendió las manos.

—Para ser un par de dioses, hay muchas cosas que no sabéis y que no podéis hacer.

Los ojos de Pitte echaban chispas cuando se volvió hacia Flynn.

—Quizá le gustase ver una demostración de lo que podemos hacer, señor Hennessy.

—Adelante.

—Señores… —El profundo suspiro de Rowena fue como un torrente de agua fría diseñado para rebajar la temperatura ascendente de la estancia—. Los hombres, sean cuales sean sus orígenes, son lamentablemente previsibles en algunas cosas. En cualquier caso, no es vuestro orgullo o masculinidad lo que corre un riesgo aquí. Flynn, en todos los mundos hay leyes entretejidas con su estructura.

—Pues derriba la estructura. Quebranta la ley.

—Si estuviese a mi alcance entregaros las llaves en este momento, eso no resolvería nada.

—No funcionarían —afirmó Malory, y Rowena le dedicó un gesto de aprobación.

—Tú lo entiendes.

—Creo que sí. Si este hechizo… ¿Es un hechizo?

—Es la forma más sencilla de llamarlo —contestó Rowena.

—Si se rompe, ha de ser a través de nosotras. Mujeres, mujeres mortales. Utilizando nuestro cerebro, ingenio y energía, y los recursos de nuestro mundo. En caso contrario, ninguna llave abrirá la caja. Porque… nosotras somos las auténticas llaves. La respuesta está en nosotras.

—Estás muy cerca de donde necesitas estar. —Una avalancha de emociones recorría el rostro de Rowena. Se levantó y puso las manos sobre los brazos de Malory—. Más cerca de lo que nadie ha estado nunca.

—Pero no lo bastante cerca. Todavía no. Y ya ha pasado la mitad de mi tiempo. Necesito haceros algunas preguntas. En privado.

—Eh, que somos todas para una —le recordó Dana. Malory le dirigió una súplica silenciosa—. De acuerdo, de acuerdo. Esperaremos fuera.

—Yo me quedaré contigo.

Flynn le puso una mano en el hombro, pero ella se zafó.

—He dicho en privado. No quiero que estés aquí.

Él la miró helado e inexpresivo.

—Bien. Entonces me apartaré de tu camino.

Con evidente pena, Rowena dio un empujoncito a Moe para que se marchara con su dueño. Luego frunció el entrecejo al oír el violento portazo con que Flynn abandonaba la casa.

—Tu hombre tiene un corazón sensible, y más fácil de herir que el tuyo.

—¿Es mi hombre? —Antes de que Rowena pudiese hablar, Malory sacudió la cabeza—. Lo primero es lo primero. ¿Por qué fui conducida al otro lado de la Cortina?

—Él quería mostrarte su poder.

—¿Quién es él?

Rowena vaciló; luego, cuando Pitte asintió con la cabeza, respondió:

—Es Kane, un brujo. La figura oscura.

—Es el que se oculta entre las sombras, el que yo vi en mi sueño. El ladrón de almas.

—Se mostró ante ti para asustarte. No tendría necesidad de asustarte si tú no pudieses lograr el éxito.

—¿Por qué le hizo daño a Flynn?

—Porque tú lo amas.

—¿Lo amo? —La voz de Malory se tornó ronca por la emoción—. ¿O me han hecho creerlo? ¿Y si no es más que una trampa?

—¡Ah! —Rowena soltó el aire con delicadeza—. Quizá no estés tan cerca como yo creía. ¿No conoces tu propio corazón, Malory?

—Conozco a Flynn desde hace dos semanas y ya siento que mi vida no estará bien jamás sí él no forma parte de ella. Pero ¿eso es real? Al cabo de mis cuatro semanas, ¿aún sentiré lo mismo? —Se apretó el corazón—. ¿O me arrebatarán ese sentimiento? ¿Es peor que te arranquen el alma a que te arranquen el corazón?

—Yo creo que no, pues se alimentan entre sí. Y no puedo darte la respuesta, porque ya la tienes, solo has de decidir mirarla.

—Dime una cosa: ¿estará Flynn a salvo si me separo de él? Si le cierro mi corazón, ¿estará a salvo?

—¿Renunciaría a él para protegerlo? —preguntó Pitte.

—Sí.

Meditabundo, Pitte se acercó al mueble bar lacado y sacó una botella de coñac.

—¿Y le explicaría el porqué?

—No. Él nunca…

—Ah, así que lo engañaría. —Con una leve sonrisa, Pitte llenó una copa de coñac—. Y justificaría esa mentira diciendo que lo hace por su propio bien. Las mujeres, sean del mundo que sean, son previsibles —concluyó mientras dedicaba un gesto burlón a Rowena.

—El amor —lo corrigió ella— es una fuerza constante en cualquier universo. Tus decisiones, tus elecciones —le dijo a Malory—, deben ser tuyas. Pero tu hombre no te agradecerá ningún sacrificio que realices por protegerlo. —Le devolvió a Pitte un gesto burlón—. Nunca lo agradecen. Ahora vete. —Tocó la mejilla de Malory—. Descansa un poco la mente, hasta que puedas pensar con claridad al respecto. Y tienes mi palabra, haremos todo lo que esté en nuestras manos para cuidaros, a ti, a tu hombre y a tus amigos.

—No las conozco —Malory señaló el retrato—, pero conozco a las personas que me esperan fuera. Debéis saber que si me viese en la obligación de escoger, escogería a quienes conozco.

Pitte aguardó hasta que estuvieron solos para llevarle una copa de coñac a Rowena.

—Te he amado a través del tiempo y de distintos mundos.

—Y yo a ti, corazón mío.

—Pero nunca te he entendido. Podrías haber contestado a su pregunta sobre el amor y haber tranquilizado su corazón.

—Será mucho más sabia, y más feliz, si ella misma encuentra la respuesta. ¿Cuánto podemos hacer por ellos?

Pitte se inclinó y le besó la frente.

—Todo lo posible.