11

Flynn se vio empujado contra la puerta, que se cerró de golpe mientras él tropezaba con sus propios pies. Cuando Malory se empleó a fondo en su garganta con labios y dientes, la sangre ya había dejado de circularle por la cabeza.

—Oh, espera, Mal.

—No quiero esperar. —Sus manos se volvieron tan laboriosas como su boca. ¿De verdad había llegado a pensar que no le gustaban los hombres? Desde luego, aquel en concreto le gustaba. Tanto que anhelaba devorarlo a mordiscos veloces y ávidos—. ¿Cómo se le ocurre a la gente decir siempre que debes esperar? Te deseo…

Le atrapó el lóbulo de la oreja entre los dientes y luego le susurró una petición imaginativa.

—Oh, Dios. —No estaba muy seguro de si aquello era una oración de gracias o una petición de auxilio; pero de lo que sí estaba seguro era de que su fuerza de voluntad tenía un límite muy concreto, y de que estaba acercándose a él a una velocidad vertiginosa—. Vale, vale, vamos a tranquilizarnos un minuto.

Malory restregó su cuerpo contra el de Flynn, y cuando sus ansiosos dedos comenzaron a bajar y bajar, él sintió cómo sus ojos se ponían en blanco poco a poco.

—Párate ya.

—Me paro.

Echó la cabeza atrás para lanzarle una sonrisa maliciosa.

—Sí… Ja, ja… Justo ahí…

Cogió a Malory por las muñecas y, no sin lamentarlo profundamente, le levantó las manos hasta la altura de los hombros. Estaba sin aliento y duro como una piedra.

—Aún estamos a tiempo de tomar una decisión. Podrías odiarme por la mañana, o yo a ti. —Notó la garganta muy seca cuando ella lo miró con ojos centelleantes y curvó los labios en una sonrisa felina—. Dios, estás guapísima cuando estás medio bebida. Ahora deberías irte a la cama.

—De acuerdo. —Se apretó contra él y ejecutó un sugerente contoneo de caderas—. Vamos.

La lujuria formaba un revoltijo de nudos resbaladizos en el estómago de Flynn.

—Voy a alejarme de la bella ebria.

—Uh, uh. —Se puso de puntillas para frotar sus labios contra los de él, y percibió cómo le daba un salto el corazón—. No lograrás atravesar esa puerta. Sé lo que estoy haciendo, y sé lo que quiero. ¿Eso te asusta?

—Bastante, sí. Preciosa, he venido para hablar contigo sobre algo que ahora mismo soy incapaz de recordar. ¿Por qué no preparo un poco de café y…?

—Supongo que tendré que hacerlo yo todo.

Y con un airoso ademán, se sacó el camisón por la cabeza y lo arrojó a un lado.

—Oh, Jesús bendito.

Su cuerpo era sonrosado y blanco, delicioso, con esos elegantes rizos dorados que descendían para juguetear con sus pechos. Sus ojos, profundamente azules y de repente llenos de consciencia, se clavaron en los de él mientras volvía a acercársele. Le rodeó el cuello con los brazos; su boca era una tentación ardiente y sedosa.

—No tengas miedo —le susurró—. Me ocuparé muy bien de ti.

—No lo dudo. —De algún modo, sus manos se habían perdido en la sexy mata de cabello rubio. Sintió que su propio cuerpo era un laberinto de ansias y necesidades, y que la razón no podía encontrar la salida—. Malory, no soy un héroe.

—¿Y quién quiere uno? —Con una carcajada, le mordisqueó la mandíbula—. Seamos malos, Flynn. Seamos muy, pero que muy malos.

—Si lo dices de esa manera… —Dio la vuelta para intercambiar sus posiciones, de forma que ella quedó atrapada entre su cuerpo y la puerta—. Espero con toda mi alma que recuerdes quién tuvo la idea de hacer esto, y que yo intenté…

—Cállate y tómame.

Flynn se dijo que, si iba a descender al infierno, haría todo lo que estuviera en sus manos para que el viaje valiese la pena. Agarrándola por las caderas, tiró de ella hacia arriba y captó el resplandor del triunfo en el rostro de Malory antes de que sus bocas se unieran.

Fue como sujetar una mecha encendida, un chisporroteo chispeante, una mujer peligrosa que conocía su propio poder. La piel de Malory ya quemaba, y cuando él empezó a acariciarla, los suaves sonidos que emergieron de su garganta no eran quejidos, sino súplicas. Ya desesperado, Flynn enterró la cara en su pelo y le presionó con la mano entre los muslos.

Ella entró en erupción. Con un grito ronco, le clavó las uñas en la espalda y alzó las caderas con un espasmo. Inmediatamente arrancó la camisa a Flynn, hundió los dientes en su hombro y tiró hacia abajo de sus pantalones.

—En la cama.

Aunque tenía una visión salvaje y erótica de tomarla contra la puerta, el placer terminaría demasiado pronto de hacerlo así. En vez de eso, la rodeó y se quitó los zapatos y los pantalones mientras chocaban contra una esquina de la pared.

A ella no le importaba dónde. Solo quería seguir sintiendo aquel latigazo de poder, que aquellas maravillosas punzadas palpitantes continuaran dominando su cuerpo. Estaba girando en el torbellino de un mundo loco, de exquisitas sensaciones, y cada toque y cada sabor las incrementaban. Quería notar cómo se estremecían los músculos de Flynn, notar el ardor que le brotaba por los poros; y saber, en lo más profundo de sí misma, que ella era la causante de aquello.

Cayeron sobre la cama como dos locos sin aliento y rodaron en una erótica maraña de miembros entrelazados sobre la colcha de bonitos tonos pastel.

Malory se rio cuando él le agarró las manos y tiró de ellas hasta dejarla con los brazos arriba.

—Vamos a rebajar un poco el ritmo —logró decir Flynn.

Ella se alzó arqueándose.

—¿Por qué?

—Porque voy a hacerte cosas, y eso requiere su tiempo.

Malory se pasó la lengua por el labio superior.

—¿Y por dónde te gustaría empezar?

A él se le tensó el estómago hasta casi dolerle. Bajó la cabeza para empezar por su boca. Carnosa y suave, caliente y húmeda. Se embriagó con ella hasta que los dos acabaron temblando. Después le deslizó la lengua por el hueco de la garganta, donde el pulso le martilleaba. Luego continuó el descenso, hasta que pudo saborear sus delicados y fragantes pechos. Y cuando atrapó uno de sus pezones entre los dientes y tiró de él, ella comenzó a gemir.

Malory se abandonó al placer, a la bendición divina de ser saboreada y explorada. Su cuerpo estaba abierto a él, a su boca hambrienta y sus manos curiosas. Cuando estas siguieron bajando, Malory se irguió de golpe, transportada por los aires, en la cresta de una violenta oleada de calor, y después se desplomó de nuevo y atrajo a Flynn para mirarlo.

Podía verlo a la luz que entraba desde el vestíbulo, y el corazón empezó a darle saltos ante la intensidad que se reflejaba en su rostro mientras le devolvía la mirada. Un torrente de amor y deleite la recorrió; allí tenía una respuesta, la respuesta a, al menos, una pregunta.

Él era para ella. Transportada, lo envolvió con su cuerpo con una especie de júbilo vertiginoso.

Sus bocas volvieron a unirse en un beso tan profundo y estremecedor que a Flynn le dio un vuelco el corazón dentro del pecho.

Ella olía a algo secreto, a seducción. Los jadeos breves y cautivadores que brotaban de su garganta se le clavaban como diminutos cuchillos de plata. Quería hundirse dentro de ella hasta que el mundo terminara. Y cuando las manos de Malory se desplazaron por su cuerpo, acompañadas de dulces murmullos de aprobación, él se preguntó si el mundo no habría acabado ya.

Ella le rozó el vientre con las uñas, y lo dejó tan nervioso como un semental.

—Te deseo, Flynn. Te deseo dentro de mí. Dime que me deseas.

—Sí. Te deseo —pegó la boca a la suya una vez más—, Malory. Desde el primer minuto.

Sus labios se curvaron debajo de los de él.

—Lo sé. —Arqueó el cuerpo—. Ahora.

Él se preparó; entonces un destello de sensatez se abrió paso a través de la locura.

—Oh, Dios. Preservativo. Cartera. Pantalones. ¿Dónde están mis pantalones?

—Hum…, no hay problema. —Se movió debajo de él, mordisqueándole un hombro mientras abría un cajón de la mesita de noche—. Preservativo. Cajón. Mesita de noche.

—¿Te he mencionado que me encantan las mujeres prácticas y preparadas?

—¿Qué tal si te ayudo con esto?

Se tomó su dulce tiempo, y Flynn tuvo que agarrarse con fuerza a la colcha revuelta para evitar salir volando hasta el techo. Aquella mujer tenía unas manos diabólicas. Él reprimió un gemido. Unas manos maravillosas y diabólicas.

Ella levantó la cabeza y la sacudió para echarse el pelo hacia atrás. Sonrió.

—Ahora —dijo.

Él actuó con rapidez, tumbándola de espaldas y aprisionándola con su cuerpo.

—Ahora —repitió, y la penetró profundamente.

Vio el efecto de la embestida en el rostro de Malory, y sintió sus ondas vibrando a través de él. Los dos se estremecieron, cada uno en un extremo.

Con los ojos clavados en los de él, ella comenzó a moverse; un movimiento ascendente y descendente, tan fluido que era como deslizarse sobre seda. El nombre de Malory resonaba en la cabeza de Flynn como una canción o una plegaria. Se aferró al eco de ese nombre, se aferró a las hebras deshilachadas de control que le quedaban mientras ella se deshacía debajo de él.

Malory se derritió. Oh, Dios, la más deliciosa de las sensaciones. Perderse a sí misma y volverse a encontrar. Se le nubló la mente y, con un último suspiro líquido, alcanzó la cima más alta.

Se aferró a Flynn con más fuerza, y él la siguió.

Flynn no quería pensar. Pensar en aquellas circunstancias no podía ser productivo. Sería mucho mejor para todos los implicados que mantuviese la mente en blanco y se limitase a disfrutar la magnífica sensación de estar encima de una mujer sexy y suave.

Si no pensaba, podría tenerla así lo bastante para poder hacer el amor con ella de nuevo. Luego habría otro momento de no pensar. ¿Quién sabía cuánto tiempo podría prolongarse esa pauta? Quizá indefinidamente.

Cuando ella se movió debajo de él en una especie de estiramiento perezoso, aquello le pareció una buenísima posibilidad.

—Quiero un poco de agua. —Malory le acarició la espalda—. ¿Tú tienes sed?

—No, si eso significa tener que moverse en los próximos cinco o diez años.

Ella le dio un pellizquito en el culo.

—Pues yo sí que tengo sed, así que te va a tocar moverte.

—De acuerdo. —Pero enterró el rostro en su melena rubia y la revolvió durante un largo rato—. Yo te la traeré.

—No hay problema. —Lo empujó con suavidad y se retorció para salir de debajo de él—. Iré yo.

Al dirigirse a la puerta, se detuvo un instante junto al armario y Flynn vislumbró algo ligero y sedoso que descendía ondeando sobre aquel magnífico cuerpo antes de que saliera de la habitación.

—Quizá esté soñando. A lo mejor esto no es más que un espejismo, una fantasía, y en realidad estoy en mi cama con Moe roncando en el suelo.

O a lo mejor no.

Se incorporó y se frotó la cara con las manos. Y, desgraciadamente, empezó a pensar. Había ido hasta allí porque se había sentido muy agitado y confuso en general tras la escena que se había desarrollado en su oficina por la mañana.

Y ahora estaba en la cama de Malory, desnudo, y acababan de tener una sesión de sexo, de sexo increíble. Cuando ella estaba borracha. Bueno, quizá no borracha, pero sí entonada.

Debería haberse marchado. Debería haber encontrado la fortaleza moral para alejarse de una mujer desnuda y deseosa cuando las inhibiciones de esa mujer desnuda y deseosa habían desaparecido gracias al alcohol.

Pero ¿es que acaso él era un santo?

Cuando Malory entró de nuevo sin nada más que una bata corta de color rojo, Flynn la miró con el entrecejo fruncido.

—Soy un ser humano. Soy un hombre.

—Sí. Creo que eso ha quedado demostrado sin ningún lugar a dudas.

Se sentó en el borde de la cama y le tendió el vaso de agua que llevaba en la mano.

—Estabas desnuda. —Cogió el vaso y bebió a grandes tragos—. Te has echado encima de mí.

Ella ladeó la cabeza.

—¿Adónde pretendes llegar?

—Si te arrepientes de esto…

—¿Y por qué habría de arrepentirme? —Tomó de nuevo el vaso y apuró la mísera cantidad de agua que él había dejado—. Me has dado lo que quería de ti. He estado bebiendo, Flynn, pero sabía lo que me hacía.

—Pues entonces, bien. Vale. Es solo que, después de lo que has dicho esta mañana…

—¿Que estoy enamorada de ti? —Dejó el vaso sobre el posavasos que tenía en la mesita de noche—. Estoy enamorada de ti.

Diversas emociones recorrieron a Flynn, demasiado veloces y ardientes para descifrarlas. Pero sobre todas ellas había una capa de miedo en estado puro.

—Malory… —el miedo empezó a subirle por la garganta cuando ella continuó observándolo con calma—, escucha, no deseo hacerte daño.

—Pues no me lo hagas. —Le apretó la mano de un modo consolador—. En realidad tú tienes más por lo que preocuparte que yo.

—¿En serio?

—Sí, así es. Yo te amo, lo que significa, por supuesto, que quiero que tú me ames también. No siempre consigo lo que quiero, pero suelo encontrar el modo de lograrlo. Casi siempre, de hecho. Así que, según mi punto de vista, tú acabarás enamorado de mí. Y como esa idea te aterroriza, tú tienes más por lo que preocuparte que yo. —Le pasó una mano por el pecho—. Estás en muy buena forma para ser alguien que trabaja detrás de un escritorio.

Él le agarró la mano antes de que pudiese ir hacia abajo.

—Centrémonos en esto. Toda esa historia del amor no está entre mis cartas.

—Tuviste una mala experiencia. —Se inclinó para darle un leve beso—. Es lógico que esas cosas dejen una señal. Pero eres un tipo afortunado: puedo ser muy paciente. Y amable —añadió, mientras se desplazaba para sentarse a horcajadas sobre él—. Y de lo más resuelta.

—Oh, vamos, Malory…

—¿Por qué no te relajas y disfrutas de las ventajas adicionales de ser cortejado?

Excitado, nervioso, agradecido, permitió que ella lo tumbara.

—Es muy difícil oponerse a eso.

—Además de una pérdida de tiempo. —Se desató la bata y dejó que se le deslizara por los hombros. Recorrió el torso de Flynn con las manos y después le cogió el rostro para besarlo hasta perder el sentido—. Voy a casarme contigo —murmuró. Y se echó a reír cuando él se sobresaltó, conmocionado—. No te inquietes. Te acostumbrarás a la idea.

Todavía riendo, ahogó con la boca su ininteligible respuesta.

Malory se sentía muy bien. Mientras cantaba en la ducha, pensó que no era solo por haber hecho el amor. Aunque difícilmente podía descartar eso. Siempre se sentía bien, segura, cuando tenía un propósito nítido y bien definido.

La búsqueda de la llave era un asunto muy nebuloso que resultaba tan confuso como energizante. Pero convencer a Flynn de que estaban hechos el uno para el otro era un objetivo tan claro como el agua, un objetivo al que podía hincarle el diente.

No tenía ni idea de por qué se había enamorado de él, y por esa razón sabía que era un sentimiento auténtico.

Desde luego, él no encajaba en su imagen del hombre de sus sueños. No preparaba platos de gourmet, ni hablaba con fluidez francés, ni italiano, ni le gustaba pasar el tiempo libre visitando museos. No usaba trajes a medida ni leía poesía. Bueno; al menos ella no pensaba que leyera poesía.

Siempre había planeado enamorarse de un hombre que contara con algunos de esos atributos. Y, por supuesto, según sus previsiones, el hombre adecuado la cortejaría, la hechizaría, la seduciría y luego le prometería amor eterno en el momento perfecto y de un modo romántico.

Antes de Flynn, había analizado y diseccionado todas sus relaciones, fijándose en todos sus defectos hasta descubrir que el entramado tenía al menos una docena de agujeros. Al final había dado igual, porque ninguna de aquellas uniones era la buena.

No tenía ningún deseo de preocuparse por los defectos de Flynn. Solo sabía que el corazón le había hecho «paf» cuando menos se lo esperaba. Y eso le gustaba.

Debía admitir que también le gustaba la idea de que él estuviese aterrorizado. Era fascinante, era todo un desafío convertirse en la parte activa, para variar: ser la agresora y tener a un hombre algo desequilibrado a base de sinceridad.

Cuando, alrededor de las tres de la madrugada, Flynn había logrado por fin salir de la cama a trompicones, Malory percibió su miedo y confusión, y también su anhelo de quedarse con ella.

«Dejémoslo sufrir un ratito», decidió.

Se divirtió llamando a la floristería del pueblo para encargar que llevaran una docena de rosas rojas a la oficina de Flynn. Casi salió bailando de su apartamento para dirigirse a la cita con James.

—Bueno, esta mañana derrochamos luz y frescura —la saludó Tod cuando ella entró grácilmente en La Galería.

—No solo eso. —Le cogió la cara entre las manos y le dio un sonoro beso—. ¿James está aquí?

—Arriba, esperándote. Cielo, tienes un aspecto fabuloso. Tan bueno como para comerte.

—Me siento tan buena como para que me coman.

Le dio una palmadita en la mejilla y luego subió las escaleras. Llamó a la puerta del despacho y entró.

—Hola, James.

—Malory —se levantó de su sillón tras la mesa con las dos manos extendidas—, muchísimas gracias por venir.

—De nada. —Se sentó en la silla que él le indicaba—. ¿Cómo van las cosas?

Con una expresión angustiada, James también se sentó.

—Estoy seguro de que habrás oído algo sobre las dificultades que tuvo Pamela con la señora Karterfield. Fue un terrible malentendido que temo que pueda costarle a La Galería una valiosa clienta.

Malory se obligó a mostrarse apesadumbrada mientras su mente daba saltos de regocijo.

—Sí, lamento mucho que las cosas… —«no digas: “Se hayan ido a la porra”, Mal», se ordenó a sí misma, y prosiguió de inmediato—: …, que hayan sido un poco complicadas en esta transición.

—Sí, complicadas. Pamela siente un gran entusiasmo por La Galería, pero me temo que aún está aprendiendo. Ahora veo que le di demasiada autonomía demasiado pronto.

Para no golpear el aire con los puños, Malory entrelazó sosegadamente las manos sobre el regazo.

—Pamela tenía una visión muy definida y precisa.

—Sí, sí. —James jugueteó con su pluma de oro y se toqueteó la corbata—. Creo que sus esfuerzos podrían emplearse en un área más periférica que la de la relación personal con los clientes. Sé que hubo cierta tirantez entre vosotras dos.

«Calma», se recordó ella.

—Yo también tenía una visión muy definida y precisa que, por desgracia, chocaba con la de Pamela. De modo que sí, digamos que había una considerable tirantez entre nosotras.

—Bueno —James se aclaró la garganta—, quizá dejé que Pamela me influyese con su opinión. Pensé, sinceramente, que podría ser beneficioso para ti explorar tus talentos, experimentar. Sin embargo, veo que no tuve en cuenta tu afecto y lealtad a La Galería, ni cuánto podría dolerte que te forzaran a abandonar el nido.

—Confieso que me dolió mucho.

Pero matizó esa afirmación con la más dulce de las sonrisas.

—He estado reflexionando sobre todo esto en los últimos días. Me gustaría mucho que volvieras, Malory, para reanudar tus labores de dirección. Y con un incremento salarial del diez por ciento.

—Eso es algo que no me esperaba. —Hubo de imaginar que tenía el trasero pegado al asiento para no levantarse de un salto y bailar la danza de la victoria—. Me siento halagada, pero… ¿puedo ser sincera?

—Por supuesto.

—La tirantez de la que hemos hablado seguirá estando ahí. Debo admitir que en los últimos meses no fui feliz aquí. Tu decisión de… expulsarme del nido me causó dolor y miedo, pero una vez fuera tuve la oportunidad de mirar hacia atrás y reparar en que el nido se había convertido en un lugar…, digamos que un poco concurrido.

—Entiendo. —Alzó las manos y las unió debajo de la barbilla—. Te prometo que Pamela no interferirá en tus órdenes ni en las normas que han regido desde hace mucho aquí. La tuya será la última palabra, a excepción de la mía, por supuesto, en cuestión de adquisiciones, exposiciones, elección de artistas y todo lo demás. Igual que antes.

Era exactamente lo que ella había deseado. Más todavía —se dio cuenta de ello al calcular el aumento salarial—. Volvería a hacer lo que mejor hacía, con una considerable gratificación económica, y contaría con la satisfacción personal, aunque poco atractiva, de fastidiar a Pamela.

Habría ganado, y sin disparar ni un tiro.

—Gracias, James. No puedo explicarte cuánto significa para mí que quieras que regrese, que confíes en mí.

—Magnífico, magnífico. —Le dedicó una amplia sonrisa—. Puedes empezar ahora mismo, hoy, si te va bien. Será como si las dos últimas semanas no hubiesen existido jamás.

Como si no hubiesen existido jamás.

El estómago le dio un violento tirón. Luego, de repente, fue como si la Malory sensata se apartase a un lado para ver, conmocionada, cómo la Malory temeraria ocupaba su lugar.

—Pero no puedo regresar. Siempre te estaré agradecida por todo lo que me has enseñado, por todas las oportunidades que me diste… La última fue la de sacarme por la puerta de un empujón para que abandonase mi zona de comodidad. Voy a abrir mi propio negocio. —«¡Oh, Dios mío, voy a abrir mi propio negocio!», pensó—. No será algo tan distinguido como La Galería, sino más pequeño, más… —estuvo a punto de decir «asequible», pero se corrigió a tiempo—, algo más sencillo. Me centraré sobre todo en artistas locales y artesanos.

—Malory, debes ser consciente de cuánto tiempo y energía consumen este tipo de negocios, y aún más, del riesgo económico que implican.

No había ninguna duda: James era presa del pánico.

—Lo sé, y resulta que ahora no me inquieta tanto como antes correr riesgos. En realidad, la idea de arriesgarme me entusiasma. Pero gracias, muchísimas gracias por todo lo que has hecho por mí. Ahora tengo que irme.

Se puso en pie deprisa, temiendo cambiar de opinión. Allí estaba su red de seguridad extendida debajo de ella, lista para recogerla. Y ella iba a rebasarla, a adentrarse en un terreno donde el suelo quedaba muy lejos y era muy duro.

—Malory, desearía que te tomaras un tiempo para sopesar mi oferta.

—¿Sabes qué ocurre cuando miras siempre antes de saltar? —Le tocó una mano antes de precipitarse hacia la puerta—. Que casi nunca das el salto.

Malory no perdió el tiempo. Buscó la dirección que les había dado Zoe y aparcó detrás del coche de Dana en una calle de doble sentido.

«Buena situación», concluyó la Malory práctica, de nuevo al mando.

La casa era un encanto. «Acogedora», pensó. Y ellas tres, trabajando allí juntas, seguro que le infundirían nuevo vigor. Pintarían el porche y plantarían una vid trepadora. Probablemente Zoe ya tendría un aluvión de ideas al respecto.

El sendero de acceso necesitaba una reparación o que lo sustituyeran. Anotó esos detalles en la tablilla sujetapapeles que había llevado consigo. ¿Maceteros en las ventanas? Sí, con plantas de temporada.

¿Y no sería más llamativa la entrada si reemplazaban por una vidriera el cristal transparente de la ventana que había sobre la puerta principal? Algo diseñado específicamente para ellas. Tenía algunos contactos en esa área.

Sin dejar de tomar notas, abrió la puerta.

El vestíbulo podía convertirse en un escaparate para los tres negocios. Sí, había formas de hacerlo situando los expositores de manera ingeniosa, manteniendo un tono amistoso e informal mientras anunciaban sus productos y servicios.

La luz era buena. Los suelos, un tesoro una vez que los hubiesen reparado. Las paredes…, bueno, el problema se resolvería con pintura.

Deambuló por la planta baja, encantada con las habitaciones. Parecían volcarse unas en otras. Justo como había dicho Zoe.

Era una manera excelente de fundir los negocios.

Después de llenar varias páginas con apuntes, volvió atrás; en ese mismo instante, Dana y Zoe bajaban por las escaleras.

—Con el tiempo me gustaría acondicionar el baño principal para incluir una ducha sueca y una zona de aromaterapia —estaba diciendo Zoe—, pero de momento… Malory, hola.

—Hola. —Bajó el sujetapapeles—. Yo también estoy en esto.

—¡Lo sabía! —Con un grito, Zoe bajó los últimos peldaños volando y agarró a Malory con fuerza—. Lo sabía. ¿Has visto la casa? ¿Ya la has inspeccionado? ¿No es fantástica? ¿No es perfecta?

—Sí, sí y sí. No he estado arriba, pero aquí abajo… Me encanta —dijo.

Dana seguía en las escaleras, con los labios fruncidos en una mueca especulativa.

—¿Por qué has cambiado de opinión?

—No lo sé. Al menos no lo sé de un modo lógico o razonable. Cuando James me ha ofrecido recuperar mi empleo, con un aumento, he pensado: «Gracias a Dios, todo volverá a la normalidad ahora». —Soltó aire y, estrechando el sujetapapeles contra el pecho, giró en un círculo—. Luego, no sé, me he oído a mí misma diciéndole que no podía regresar, que iba a abrir mi propio negocio. Supongo que me he dado cuenta de que no deseo que todo vuelva a la normalidad. Quiero hacer esto, y quiero hacerlo con vosotras dos. Eso es todo lo que sé.

—Hemos de estar absolutamente seguras. Zoe, cuéntale lo que me has dicho sobre la casa.

—Bueno, el propietario está deseando alquilarla, pero está buscando un comprador. El hecho es que, en términos financieros, tiene mucho más sentido comprarla.

—¿Comprarla? —El abismo sobre el que estaba saltando se tornó más amplio—. ¿Cuánto?

Zoe dijo una cantidad, y al ver que Malory palidecía se apresuró a añadir:

—Pero es solo el precio de salida. Además, he estado haciendo números y, si comparas los pagos de una hipoteca a treinta años al tipo de interés actual con el alquiler mensual propuesto, no es para tanto. Y es un patrimonio, una inversión. Y luego están las deducciones tributarias.

—Malory, no dejes que empiece con las deducciones tributarias —le aconsejó Dana—. Comenzará a salirte el cerebro por las orejas. Solo cree lo que te digo: Zoe tiene el tema dominado.

—Necesitamos un abogado para formar una sociedad legal —continuó Zoe—. Después hacemos un fondo común con nuestro dinero. Con eso tendremos suficiente para la entrada, sobre todo una vez que hayamos negociado una rebaja en el precio inicial. Y aún nos quedará bastante para mantenernos. Pediremos un crédito para acondicionar la propiedad y para los costes de la puesta en marcha. Podemos hacerlo.

—Te creo. Y supongo que por eso me duele el estómago. —Malory se lo apretó con una mano; después miró a Dana—. ¿Compramos?

—Que Dios nos ayude. Compramos —confirmó.

—Imagino que deberíamos darnos la mano o algo así —apuntó Zoe mientras alargaba la suya.

—Esperad. Antes de eso, tendría que contaros algo. —Malory carraspeó—. Anoche me acosté con Flynn. Hicimos el amor… tres veces.

—¿Tres? —Dana se sentó en la escalera de golpe—. Ah, vaya. ¿Flynn?

—¿Eso es un problema para ti?

—Soy su hermana, no su madre. —Pero se frotó las sienes—. ¿Anoche no estabas borracha?

—No. La borracha eras tú. Yo solo estaba un poco entonada. Y debo añadir que al notar que yo estaba entonada Flynn intentó, con bastante empeño, comportarse como un caballero y marcharse.

—Eso es muy tierno —afirmó Zoe.

—Incluso después de que yo me desnudase y saltase sobre él.

—Eso es… ¡Guau!

Con una carcajada, Malory le dio una palmadita a Zoe en el hombro. Pero Dana siguió callada.

—No me desnudé y salté sobre él solo porque estaba entonada y…, bueno…, cachonda. Estoy enamorada de él. No conozco los porqués de eso, al igual que ignoro por qué quiero comprar esta casa con vosotras dos. Es algo que surge de lo más profundo de mi ser. Es así. Estoy enamorada de Flynn y voy a casarme con él.

—¡Malory! Eso es maravilloso. —Dejándose llevar por su lado romántico, Zoe le echó los brazos al cuello—. Estoy muy contenta por ti.

—No saques todavía el ramo de azahar, aún tengo que convencerlo de que no puede vivir sin mí. —Dio unos pasos adelante—. Estoy enamorada de él, Dana.

—Sí, ya me he enterado.

—Sé que eso podría complicar nuestra amistad, y cualquier relación empresarial que planeáramos emprender.

—¿Y si es así?

—Entonces lo lamentaré. Habré de echarme atrás en lo de nuestra amistad, y también en los planes comerciales. Pero voy a conservar a Flynn, tanto si a él le gusta como si no.

Dana torció los labios mientras se ponía en pie.

—Me huele a mí que Flynn está perdido. Bueno, ¿qué? ¿Nos damos la mano para cerrar el trato y salimos a buscar un abogado o qué?