No sé si están casados.
No sé si viven en casas o en departamentos.
No sé si tienen hijos o sobrinos o nietos o sobrinos-nietos o abuelos… o abuelos-sobrinos-nietos de los padres de sus tíos.
No sé si tienen coche (ni siquiera sé si saben manejar).
No sé qué piensan de Adán y Eva.
No sé qué hacen cuando huelen pan caliente.
No sé si les gusta el mar tranquilo o los días de tormenta.
No sé de qué trabajan (ni siquiera sé si trabajan).
No sé si tienen chimenea para quemar unos leños en el invierno (¡oh!, ni siquiera sé dónde viven).
No sé si usan trajes oscuros.
No sé si Horowitz y el segundo movimiento del concierto para clarinete de Mozart y el trompetista de jazz Louis Brazo fuerte y la gente que canta al aire libre les gustan tanto como a mí.
No sé si usan lentes. Tampoco sé si los usarían sólo para leer o también para manejar (ya aclaré que no sé si tienen coche).
No sé si les gustan las ensaladas y los alcauciles-alcachofas.
No sé si reciben correspondencia de África (¿Por qué habrían de recibirla? ¿Y por qué no?).
No sé si lavan la ropa en su casa o la mandan a lavar afuera.
No sé qué tal juegan al tenis (ni siquiera sé si practican algún deporte o solamente no juegan al tenis).
No sé si son más buenos que el pan o más buenos que el agua o tan buenos como mucha gente que conocí y que era más buena que el agua y el pan.
No sé si de niños hacían bromas a la gente que pasaba debajo de los balcones.
No sé si conocen a gente que conozco.
No sé si no conocen a gente que no conozco.
No sé si la gente que ellos no conocen y la que yo no conozco nos conocen o se conocen entre sí (y en dicho caso, no sé qué habría que hacer con eso).
No sé de qué color son los ojos de los amigos de sus amigos (ni siquiera sé quiénes son sus amigos).
No sé si les gusta una fruta llamada mango, y esa otra llamada guanábana.
No sé si no les hubiera gustado ser astronautas.
No sé por qué sé de ellos.