¿Quiénes sois vosotros, que no conocéis ni los pájaros, ni la paja, ni los árboles? ¿De dónde habéis venido?
Hemos venido de aquella ciudad, de allí. Conocemos las piedras. Son como las personas: ásperas, suaves, rojizas, porosas, jóvenes, viejas, pulidas, arrugadas, con venas, cortantes, astutas, bonachonas, que te sujetan cuando resbalas; desleales, que se ríen de tu desgracia; fieles, aguantan durante siglos sobre los cimientos, cumpliendo su deber, bobas, ceñudas; pretenciosas, que sueñan con ser lápidas conmemorativas; sencillas, que te sirven sin pago a cambio, tendidas en el empedrado en hileras interminables como el pueblo, sin nombre, sin nombre, por los siglos de los siglos.
¿Estáis hablando en serio o deliráis?
Ahora están ensangrentadas por la guerra, como las personas.
¿Vero qué ciudad es ésa? ¿Qué ciudad es ésa?
Tenemos prisa por llegar allí.