Invierno. Terror blanco. Estas palabras lo cubren todo. Como la escarcha. Era por la mañana temprano. Me desvelé y fui al salón. Unas cuantas nubes densas como esponjas empapadas en barro pesaban sobre la ciudad. El cielo estaba negro. Tan sólo a través de una brecha penetraba una luz antinatural que resbalaba sobre los aleros grises y se detenía sobre una edificación blanca. Era la única construcción blanca del barrio. No me había fijado nunca en ella. A aquella hora de la mañana, entre las casas de color ceniza, resultaba siniestra.

¿Qué casa es ésa? ¿De dónde ha salido? ¿Y por qué se llama terror blanco a lo que está sucediendo estos días? ¿Por qué no lo llaman terror verde o azul?

Había comenzado a sentir pavor del color blanco, las rosas blancas, que me recordaban los visillos de la sala grande, y el camisón blanco de la abuela llevaban escrita la palabra terror.