Declaraciones de la vieja Sose

(a falta de crónica)

Me duelen las articulaciones. Tendremos un invierno húmedo. Ha estallado una guerra asesina en todas partes, hasta en el país del Imperio del Sol, donde la gente es amarilla. Los ingleses envían dinero e incluso oro a todos los países. Stalin, el de la barba roja, fuma en pipa y piensa, piensa constantemente. Dice: «Tú sabes mucho, inglés, pero yo también sé». «¡Ah, querida Xiko Hanxe!», dijo anteayer Majnur, la dueña de los Kavoj, a Hanxe, la de los Pleshtaj, «a ver si se acaba esta guerra con el griego, que me muero por una anguila de Janina». «Aparta, perdida», le replicó Hanxe, «a mí se me mueren los niños por falta de pan y tú me vienes con anguilas de Janina». Y se pusieron a decirse insultos, como muerta de hambre, italiana, eso y aquello. En cuanto se abra el ayuntamiento, a Avdo Babaramo le van a poner una multa por disparar con el cañón sin permiso del gobierno. Dicen que, cuando lleguen las primeras nieves, ya se habrá acabado la guerra contra Grecia. La nuera de los Kailaj está otra vez preñada. Las de los Puse están las dos de nueve meses, como si se hubieran puesto de acuerdo. La vieja Hava ha caído en cama. «No pasaré de este invierno, no», dice. Quiere hacer testamento. Murió por fin la pobre Qazime. ¡Que Dios la tenga en su gloria!