3

En eso que en broma llamamos el pasado, la Guía del autoestopista galáctico tenía mucho que decir sobre el tema de los universos paralelos. No obstante, muy pocos aspectos de la cuestión resultan comprensibles para quien esté por debajo del nivel de Dios Avanzado, y como ya está perfectamente demostrado que todos los dioses conocidos cobraron existencia unas tres millonésimas de segundo después del inicio del universo y no la semana anterior, como ellos mismos solían afirmar, ahora, tal como están las cosas, tienen mucho que explicar y, por consiguiente, de momento no están en condiciones de comentar asuntos de física profunda.

Una cosa alentadora que la Guía tiene que decir con respecto a los universos paralelos es que no hay ni la más remota posibilidad de comprenderlos. En consecuencia, puede decirse «¿Qué?» y «¿Eh?», incluso quedarse bizco y ponerse a hablar por los codos sin temor a quedar en ridículo.

Lo primero que hay que entender de los universos paralelos, dice la Guía, es que no son paralelos.

También es importante comprender que, estrictamente hablando, tampoco son universos, pero eso resulta más fácil si se trata de entenderlo un poco después, cuando se haya comprendido que todo lo que se ha entendido hasta ese momento no es cierto.

Y no son universos debido a que todo universo dado no es realmente una cosa en sí, sino una forma de enfocar lo que técnicamente se conoce como TCRG, o Toda Clase de Revoltijo General, que tampoco existe realmente, sino que es la suma total de todas las diversas formas de enfocarlo en caso de que tuviese una existencia real.

Y no son paralelos por la misma razón por la que el mar no es paralelo. No significa nada. Puede dividirse el Toda Clase de Revoltijo General en las partes que se quiera y, en general, se obtendrá algo que alguien llamará hogar.

Por favor, no tenga reparos en ponerse a hablar por los codos ahora mismo.

La Tierra que ahora nos ocupa, a causa de su particular orientación en el Toda Clase de Revoltijo General, fue alcanzada por un neutrino del que se salvaron las demás Tierras.

Ser alcanzado por un neutrino no significa gran cosa.

En realidad, resulta difícil pensar en nada más pequeño con lo que pueda justificarse la esperanza de ser alcanzado. Y no es que el ser alcanzado por neutrinos fuese un acontecimiento especialmente insólito en algo del tamaño de la Tierra. Todo lo contrario. No pasaría un insólito nanosegundo sin que la Tierra fuese alcanzada por varios billones de neutrinos de paso.

Todo depende del sentido que se dé a «alcanzado», claro está, puesto que como materia equivale prácticamente a nada. Las posibilidades de que un neutrino llegue a alcanzar algo en su recorrido por todo el bostezante vacío son aproximadamente semejantes a la de arrojar un cojinete de bolas al azar desde un 747 en pleno vuelo y acertar, pongamos, a un sandwich de huevo.

Sea como fuere, aquel neutrino alcanzó algo. Nada tremendamente importante en la escala de las cosas, podría decirse. Pero el problema de afirmar algo así es que hay que ponerse bizco y hablar escupiendo a la gente. Siempre que llega a ocurrir verdaderamente algo en alguna parte de algo tan complicado como el Universo, Kevin sabe en qué acabará todo, en donde «Kevin» es cualquier sujeto aleatorio que no sabe nada de nada.

Aquel neutrino chocó con un átomo.

El átomo formaba parte de una molécula. La molécula formaba parte de un ácido nucleico. El ácido nucleico formaba parte de un gen. El gen formaba parte de una receta genética para crecer…, y así sucesivamente. El resultado fue que a una planta le acabó creciendo una hoja de más. En Essex. O lo que, tras un montón de absurdas discusiones y problemas de carácter geológico, llegaría a ser Essex.

Esa planta era un trébol. Extendió su influencia o, mejor dicho, su semilla, alrededor de forma sumamente rápida y eficaz y se convirtió en el tipo de trébol predominante en el mundo. La exacta relación causal entre ese minúsculo azar biológico y otras cuantas variaciones menores que existen en esa parte del Toda Clase de Revoltijo General— como la de que Tricia McMillan no se marchara con Zaphod Beeblebrox, las ventas anormalmente bajas de helado con sabor a nuez tropical y el hecho de que la Tierra en que ocurría todo esto no fuese demolida por los vogones para construir en su lugar una nueva desviación hiperespacial—está actualmente clasificada con el número 4.763.984.132 en la lista de prioridades del programa de investigación de lo que antiguamente fue la Sección de Historia de la Universidad de Maximégalon, y ahora parece que ninguno de los que se congregan para la oración al borde de la piscina considera urgente el problema.