«Debía de tener cuatro años cuando, una noche, poco antes de conciliar el sueño, me asusté, o mejor dicho, me horroricé al comprender que yo también tendría que morir algún día. Pero, a decir verdad, en ningún momento de mi vida ha sido la muerte lo que ha centrado mis preocupaciones, sino más bien una única cuestión: ¿no es la transitoriedad de la vida lo que aniquila su sentido? Y la respuesta que, a la postre, determinó mi decisión fue la siguiente: en cierta manera, sólo la muerte es lo que da sentido a la vida».
VIKTOR E. FRANKL