26 La energía y el petróleo

Todas las mercancías son valiosas para la economía mundial. Sin acero u hormigón las industrias de la construcción de todo el mundo se paralizarían; las redes eléctricas que nos proporcionan energía dependen del alambre de cobre. Sin embargo, ningún otro producto ha sido tan importante (y ocasionalmente tan problemático) a lo largo del último siglo como el crudo.

En los últimos cincuenta años, los precios del petróleo han experimentado aumentos pronunciados en tres ocasiones, lo que siempre ha elevado de forma significativa el coste de la vida a lo largo y ancho del mundo desarrollado. Mientras que los primeros dos aumentos se debieron en gran medida a razones políticas, el tercero se debió principalmente a fuerzas económicas, pero cada escalada de los precios ha obligado a los políticos a plantear preguntas inquisitivas acerca de la compleja relación de la humanidad con sus fuentes de energía.

Esta relación, por supuesto, no es nueva. Desde tiempos prehistóricos los pueblos han utilizado los recursos naturales para mejorar su existencia. En un principio, la madera y la turba fueron esenciales para la supervivencia. Luego, en la Revolución Industrial, el carbón se usó para alimentar las máquinas de vapor. En el siglo XX, otros combustibles fósiles (llamados así porque provienen de los restos fosilizados y animales muertos repartidos por la corteza terrestre) como el petróleo y el gas natural se convirtieron en fuentes de energía fundamentales. Tan arraigado está el uso de productos derivados del petróleo en la sociedad moderna que es fácil olvidar que sin ellos no habría coches o transporte aéreo y la gran mayoría de las centrales eléctricas no podrían funcionar. Pero, además, el petróleo no es sólo una fuente de energía; el 16 por 100 del que usamos se destina a la fabricación de plásticos, diversos productos farmacéuticos, disolventes, fertilizantes y pesticidas.

No una mercancía cualquiera

Al igual que otras mercancías, como el maíz o el oro, el petróleo (y el gas natural, con el que está estrechamente vinculado y que se comporta de una forma similar) es un activo con el que puede comerciarse en un mercado de futuros (véase el capítulo 30), y su precio sube o baja de acuerdo al aumento o descenso de la oferta y la demanda. Sin embargo, los productos energéticos son diferentes de otras mercancías por dos razones importantes.

En primer lugar, la energía es tan importante para el funcionamiento de un Estado que los políticos tienden a considerar la seguridad energética como un asunto de seguridad nacional, y cuando los políticos se involucran en algo, suele suceder que los supuestos normales acerca de la oferta, la demanda y los precios dejen de ser válidos.

En segundo lugar, sólo en los últimos años los precios de la energía han empezado a reflejar los costes a largo plazo de la contaminación para la sociedad. La quema de combustibles fósiles emite un cóctel de gases que, según considera la mayoría de los científicos, está directamente relacionado con el calentamiento global. Estas repercusiones indirectas de una actividad son lo que los economistas denominan «externalidades», los perjuicios o daños causados a terceros inocentes por la acción de un individuo o una empresa que no tiene que pagar o responder por ello (véase el capítulo 45).

La OPEP y las dos primeras crisis del petróleo. Aunque algunos países desarrollados como Estados Unidos, el Reino Unido y Noruega cuentan con unas reservas de crudo importantes, una porción muchísimo mayor del petróleo mundial se encuentra en Oriente Medio y otras áreas caracterizadas por la inestabilidad política. Con una quinta parte de las reservas de petróleo conocidas, Arabia Saudí ocupa un primerísimo lugar entre los productores de petróleo. En respuesta a varias cuestiones políticas, los países con grandes reservas de crudo se unieron en la década de 1960 para formar la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que se diseñó como un cártel, esto es, un convenio para controlar los precios. Entre 1973 y 1975, los miembros de la OPEP recortaron buena parte de su producción y la reducción de la oferta hizo que el precio del petróleo se duplicara.

Como consecuencia, la inflación en Estados Unidos saltó a cifras de dos dígitos y el crecimiento económico se estancó, lo que sumió al país, y a varias otras naciones occidentales, en la estanflación (véase el capítulo 19). Durante ese mismo período, el desempleo en Estados Unidos pasó del 4,9 por 100 al 8,5 por 100.

Lo mismo volvió a ocurrir a comienzos de la década de 1980, con consecuencias mucho más terribles, pues en esa ocasión la Reserva Federal, con Paul Volcker a la cabeza, intentó combatir el aumento de la inflación subiendo los tipos de interés, una medida que hizo que el empleo superara el 10 por 100. Al final la crisis se resolvió, gracias tanto a la negociación política con los saudíes como al descubrimiento de la realidad económica por parte de la OPEP: menos compradores de petróleo significaban menos ganancias para los miembros del cártel, algunos de los cuales empezaron a producir más barriles de los que se había acordado para intentar aumentar sus ingresos.

¿Una tercera crisis del petróleo? Entre los primeros años del siglo XXI y 2008, el precio del petróleo se multiplicó por siete. En términos reales (en otras palabras, tras descontar la inflación) superaron con creces el máximo alcanzado en la década de 1970. Sin embargo, mientras que las anteriores crisis habían sido específicamente políticas, generadas por las acciones de la OPEP, ésta tuvo un carácter más especulativo.

Los inversores, como los gestores de fondos de cobertura (hedge funds) sospechaban que el precio del petróleo continuaría subiendo todavía muchísimo más y compraron millones de barriles. Parte de su razonamiento era que China y otros países que están experimentando un crecimiento acelerado aumentarían de forma significativa su demanda de petróleo en los años venideros; otra justificación era que el crudo es un recurso finito que posiblemente se agote en algún momento en el futuro. De hecho, son muchos los que opinan que la producción de petróleo ha superado su punto máximo, y que en los próximos años dejará de ser posible producir tanto petróleo como hasta ahora. Si esta teoría se revela cierta, los países tendrán que hallar nuevas fuentes de energía o aceptar un declive inevitable de su nivel de vida.

El hecho de que, tras la invasión de Irak y el derrocamiento de Sadam Husein en 2003, los ataques de los grupos terroristas contra las torres de perforación y las refinerías se volvieran cada vez más frecuentes en Oriente Medio, Nigeria y otros lugares, dio un motivo de preocupación adicional acerca del suministro a los futuros compradores. Entre tanto, en el otro lado de la ecuación formada por la oferta y la demanda, el veloz ascenso de China y otras naciones con tasas de crecimiento elevadas hizo que la demanda de energía alcanzara niveles inéditos. El efecto combinado de todo ello fue empujar el precio del petróleo hasta poco menos de ciento cincuenta dólares por barril en la primera mitad de 2008.

«Tenemos un serio problema: Estados Unidos tiene una adicción al petróleo, que a menudo importa de partes del mundo que son inestables.»

Presidente George W. Bush

Una vez más, el aumento del precio del petróleo hizo crecer la inflación en todo el mundo, pero la crisis financiera que había en ese momento causó una importante recesión económica que para finales de año había hecho caer con rapidez los precios por debajo de los cuarenta dólares el barril.

Ahora bien, aunque el mundo desarrollado continúa consumiendo niveles récord de petróleo (en términos de número de barriles), la cantidad de crudo que se necesita para generar un dólar adicional de crecimiento económico se ha reducido desde la década de 1970. Según el Departamento de Energía estadounidense, el consumo de energía por dólar de producto interior bruto ha descendido a una media anual del 1,7 por 100 a lo largo de los últimos veinticinco años.

Energías alternativas. Las crisis energéticas de la década de 1970 estimularon a las compañías y los gobiernos a buscar nuevas formas de mejorar su eficiencia energética y reducir su dependencia del petróleo. Los productores de coches diseñaron motores capaces de hacer más kilómetros con menos carburante, en particular en Japón y Europa, donde los altos impuestos sobre los carburantes convertían la eficiencia en una meta atractiva. Un número creciente de países optó por la energía nuclear. Asimismo se emprendió la búsqueda de otras fuentes de energía que no dependieran directamente de los combustibles fósiles. La mayoría de los países occidentales, por ejemplo, han desarrollado proyectos para la generación de energía solar, eólica o geotérmica, que aunque de alcance reducido por el momento, no han dejado de crecer. Tras la reciente crisis energética, la búsqueda de tecnologías alternativas se ha intensificado, y los mayores fabricantes de automóviles construyen hoy modelos híbridos y coches completamente eléctricos que pueden recargarse conectándolos al suministro eléctrico.

Aunque muchas de estas tecnologías todavía están en una fase incipiente, su adopción demuestra cómo incluso en un mercado inelástico los seres humanos se adaptan de forma lenta pero segura y cambian su comportamiento cuando el equilibrio entre oferta y demanda se altera.

La idea en síntesis: innovar para hacer frente a la escasez de petróleo