18 Los bancos centrales y los tipos de interés
La tarea del presidente de un banco central, dijo William McChesney Martin, es «retirar la ponchera justo cuando está empezando la fiesta». El legendario presidente de la Reserva Federal quería decir que corresponde a la persona encargada de la política monetaria de un país (sus tipos de interés) garantizar que la economía ni se recaliente ni se hunda en la depresión.
Cuando la economía avanza atronadora y las empresas están obteniendo beneficios récord, existe el peligro de que la inflación se salga de control, y la tarea poco envidiable de los bancos centrales es intentar que la fiesta tenga un final civilizado, por lo general mediante un aumento de los tipos de interés. Por otro lado, si todo va mal y la economía se hunde, su trabajo es impedir que sufra una resaca demasiado desagradable volviendo a reducir los tipos de interés. Si eso ya suena difícil, tenga en cuenta además que ni siquiera los bancos centrales pueden saber con precisión qué tan rápido se está expandiendo la economía en un momento dado.
Cómo funcionan los bancos centrales. El problema es que, por definición, la mayoría de las estadísticas en las que los bancos centrales fundan sus decisiones han perdido vigencia en el momento en que se publican. Por ejemplo, las cifras de la inflación (que en todo el mundo son las que se obtienen con más prontitud) se refieren al último mes. Más grave aún, dado que se requiere tiempo para que los efectos reales de ciertos cambios en la economía se manifiesten en las estadísticas (por ejemplo, pueden pasar semanas e incluso meses antes de que un aumento de los precios del petróleo o los metales se traduzca en un aumento de los precios para el consumidor), los bancos centrales tienen que conducir la economía mirando por el retrovisor más que por el parabrisas.
Los cuatro grandes
• La Reserva Federal (Estados Unidos). Su principal organismo decisorio es el Comité Federal del Mercado Abierto. Presidido por el presidente de la institución (Ben Bernanke, en el momento de escribir esto), este grupo de doce miembros, con representantes de las sucursales regionales de la Fed y personas nombradas por el gobierno, decide los tipos de interés de la economía más grande del mundo. Su anterior presidente, Alan Greenspan, era tan venerado que hacia el final de sus casi veinte años de mandato se le apodaba el «oráculo» y el «maestro».
• El Banco Central Europeo (Europa). El encargado de decidir los tipos de interés es un consejo de gobierno de veintiún miembros, aunque en realidad la decisión final corresponde al presidente del BCE (en la actualidad, Jean-Claude Trichet).
• El Banco de Japón. Fija los tipos de interés de la segunda economía más grande del mundo. Aunque ha sido independiente desde la segunda guerra mundial, algunos economistas sospechan que actúa más bajo la influencia de las fuerzas políticas que otros bancos centrales.
• El Banco de Inglaterra. Si bien es el segundo banco central más antiguo del mundo, fue uno de los últimos en independizarse de los políticos, después de que el ministro de Hacienda Gordon Brown decidiera liberarlo del control del gobierno en 1997. De fijar los tipos de interés se encarga el Comité de Política Monetaria (MPC, por sus siglas en inglés), de nueve miembros. Se le conoce como la «vieja dama de Threadneedle Street», en alusión a la calle de la City londinense en la que tiene su sede.
Prácticamente todos los países que tienen una moneda propia y un gobierno capaz de recaudar impuestos cuenta con un banco central, desde la Fed (que es como la mayoría de los estadounidenses conocen a su banco central) y el Banco de Inglaterra (que pese a su nombre es el que determina los tipos de interés para todo el Reino Unido) hasta el respetadísimo Banco Nacional Suizo y el innovador Banco de la Reserva de Nueva Zelanda. El Banco Central Europeo fija los tipos de interés para todos los países de la Unión Europea que utilizan el euro.
La mayoría de los bancos centrales actúan independientemente de la política, aunque sus ejecutivos más importantes por lo general son nombrados (o, en ultimísima instancia, vetados) por los políticos. Para garantizar que existe un control sobre estos cargos no elegidos, es normal que se les encomiende una responsabilidad, que puede ser específica, como en el caso del Reino Unido y la zona euro (una meta de inflación del 2 por 100 de acuerdo con el índice de precios al consumo, el IPC), o más bien vaga, como en Estados Unidos (afianzar el crecimiento y la prosperidad).
Cómo los tipos de interés determinan la economía. Las metas de los bancos centrales han cambiado con el paso del tiempo. Por ejemplo, cuando el monetarismo estuvo de moda en la década de 1980, algunos bancos centrales se propusieron mantener el crecimiento de la oferta de dinero en un nivel determinado. En la actualidad, la mayoría de los bancos centrales se ocupan de mantener controlada la inflación. De una u otra forma, la principal herramienta con la que cuenta un banco central para influir en la economía son los tipos de interés. Unos tipos de interés bajos por lo general significan un crecimiento económico rápido y, potencialmente, una mayor inflación como consecuencia de ello, pues ahorrar resulta menos lucrativo y prestar y gastar se presentan como opciones atractivas. La situación se invierte cuando los tipos son altos.
En general, la mayoría de los bancos centrales fijan un tipo base (el llamado tipo de interés oficial o, en el caso de la Fed, la tasa de interés de los fondos federales) a partir del cual los demás bancos privados determinan sus propios tipos de interés. Para fijar este tipo base, quienes toman las decisiones en los bancos centrales tienen que accionar varias «palancas». En primer lugar, anuncian que van a cambiar el tipo de interés oficial, y normalmente los bancos privados siguen su ejemplo y cambian en consonancia los tipos de sus hipotecas, préstamos y depósitos. En segundo lugar, usan operaciones en el mercado abierto, lo que significa que compran y venden bonos del Tesoro con el fin de influir en los tipos de interés a través de los mercados de bonos (véase el capítulo 27). En tercer lugar, aprovechan el hecho de que todos los bancos comerciales están obligados a depositar una porción de sus propios fondos en las cámaras acorazadas del banco central (lo que se conoce como reservas). Los bancos centrales pueden cambiar el tipo de interés que pagan por estos depósitos u ordenar a los bancos que los aumenten o reduzcan, lo que incide en cuánto dinero están dispuestos a prestar a sus clientes y, con ello, en el tipo de interés.
La gran mayoría de estas palancas son invisibles para los ciudadanos; lo importante es su reacción en cadena, que tiene como consecuencia el cambio de los costes del crédito en los bancos de todo el país. El funcionamiento concreto de las palancas sólo es relevante cuando alguna se rompe, como ocurriría si los mercados de dinero funcionaran mal (véase el capítulo 33). Aunque los bancos tienden a tomar una decisión relativa a los tipos de interés una vez al mes o cada dos meses, tienen cientos de empleados permanentes dedicados a vigilar las tasas reales de los créditos concedidos en el mercado para garantizar que la medicina prescrita de verdad esté funcionando. Durante la última crisis financiera los bancos centrales tuvieron que diseñar formas novedosas de inyectar dinero extra en la economía. Pero la inflación no es lo único que se ve afectado por los cambios en los tipos de interés. Unos tipos de interés elevados fortalecerían la moneda nacional a medida que inversores del mundo entero decidieran invertir en ella. El inconveniente es que una moneda fuerte hace que las exportaciones de un país sean más costosas para los consumidores extranjeros.
«En los bancos centrales, como en la diplomacia, la distinción, los trajes conservadores y la facultad de relacionarse con facilidad con los ricos cuentan enormemente y los resultados mucho menos.»
John Kenneth Galbraith
Respaldar el sistema financiero. La función de los bancos centrales no es sólo controlar los tipos de interés sino también garantizar que el sistema financiero goce de buena salud. En este sentido, actúa también como un prestamista de última instancia en épocas de turbulencia económica. Cuando todo marcha sobre ruedas este papel rara vez es necesario, pues por lo general a los bancos les resulta más fácil y barato obtener crédito de sus pares. En otro tipo de circunstancias, los préstamos de emergencia de los bancos centrales son un chaleco salvavidas esencial.
La crisis de 2008 ha forzado a los bancos centrales a aumentar su papel como prestamista de última instancia con el fin de rescatar a los bancos afectados. Rompiendo con una convención vigente durante décadas, la Fed empezó a prestar efectivo directamente a los fondos de cobertura (hedge funds) porque (con excepción del gobierno) obtener crédito se había vuelto casi imposible. Asimismo, la Fed empezó a comprar activos e inyectar dinero en la economía a través de un proceso denominado «expansión monetaria cuantitativa» (véase el capítulo 20).
Sin embargo, no existen almuerzos gratis: ni para los consumidores ni para los bancos. El precio de esta mayor generosidad será una regulación más rigurosa en el futuro. Los tipos de interés continuarán siendo una herramienta fundamental de los bancos centrales para implementar su política monetaria, pero su poder para vigilar y regular el sistema financiero también se verá acrecentado.
La idea en síntesis: la misión de los bancos centrales es mantener a las economías alejadas de los booms y las crisis