11 El comunismo

Hace unos cuantos años la BBC pidió a sus oyentes que votaran por su filósofo preferido. A medida que la gente fue votando, empezaron a aparecer algunos favoritos obvios (Platón, Sócrates, Hume y Nietzsche, entre otros), pero cuando se inició el recuento pronto resultó evidente que había un claro ganador. El título del filósofo favorito de los británicos fue para Karl Marx.

No mucho después de eso, a finales de 2008, un librero alemán informó de que las ventas de la obra fundamental de Marx, Das Kapital, habían aumentado como no ocurría en décadas.

¿Cómo era posible que un exiliado alemán radical cuyas ideas y predicciones se habían revelado erradas una y otra vez, y que parecía haber quedado enterrado con la caída del Muro de Berlín, siguiera siendo tan popular? ¿Por qué, en particular, iba su obra a inspirar tantísima devoción en un país que no sólo había rechazado el socialismo sino que se había convertido en uno de los Estados del mundo más fieles a la idea de libre mercado?

Una teoría famosa. El argumento clave de Marx era que las sociedades se encuentran inmersas en un proceso de evolución que las conduce desde sistemas económicos poco sofisticados y justos hacia un destino final ideal. Habiendo empezado en los estados feudales y avanzado a través del mercantilismo hacia el moderno sistema capitalista, la sociedad humana pronto alcanzaría de forma natural un sistema más justo y utópico. Ese sistema, sostenía, era el comunismo.

En una sociedad comunista, la propiedad y los medios de producción (fábricas, herramientas, materias primas, etc.) serían propiedad no de individuos particulares o empresas privadas, sino de todos. Inicialmente, el Estado sería el dueño y el encargado de controlar las compañías e instituciones que dirigiría de forma vertical asegurándose de que no oprimieran a sus trabajadores. Llegado el momento, sin embargo, el Estado desaparecería. Cuando esto ocurriera, afirmaba Marx, la sociedad humana habría alcanzado su etapa definitiva, en la que se disolverían las barreras de clase que habían estratificado a las naciones durante miles de años.

KARL MARX (1818-1883)

Nacido en una familia de clase media de judíos conversos, Marx pasó la mayor parte de su vida ya fuera en la universidad o dedicado a escribir sus obras. Después de realizar estudios universitarios en Bonn y en Berlín, donde estudió derecho, historia y filosofía y publicó una tesis sobre el filósofo griego Epicuro, se interesó por la teoría política. En 1842 se convirtió en director de un periódico con inclinaciones revolucionarias, que repetidas veces sufrió la censura del gobierno. Después de que la publicación fuera cerrada, Marx se trasladó a París, donde conoció al industrial Friedrich Engels, con quien escribiría El manifiesto comunista en 1848. Tras ser expulsado de Francia y más tarde de Bélgica, se estableció en Londres, donde viviría hasta su muerte. Durante buena parte de su vida dependió para su sustento de la generosidad de sus amigos, en particular Engels. Cuando falleció en 1883, los volúmenes segundo y tercero de Das Kapital, su gran obra, no habían aparecido aún; ambos serían editados posteriormente por Engels a partir de sus notas. Marx está enterrado en el cementerio de Highgate, en Londres.

Lucha de clases. Antes de que Marx y Engels se ocuparan del tema en El manifiesto comunista en 1848, se habían propuesto muchas otras formas de comunismo. Por ejemplo, en 1516 el escritor y político inglés Tomás Moro describió una sociedad basada en la propiedad común de los bienes en su libro Utopía; y de hecho, hacia comienzos del siglo XIX, habían surgido varias comunidades comunistas en Europa y Estados Unidos.

El argumento de Marx, sin embargo, era que el comunismo sería adoptado de forma masiva a medida que los trabajadores del mundo entero se rebelaran contra sus gobiernos y los derrocaran para establecer una sociedad más equitativa. Se fundaba para ello en la constatación de que el sistema capitalista existente era claramente injusto: los ricos, es decir, aquellos que tenían más capital (más posesiones), se hacían más ricos a expensas del trabajador medio. Marx afirmaba que la historia de la humanidad era la historia de la lucha de clases, en la que el conflicto entre la aristocracia y la burguesía en ascenso (la clase media capitalista, que de forma creciente se había hecho con la propiedad de los medios de producción) daba paso a un nuevo conflicto entre la burguesía y el proletariado (la clase trabajadora a la que empleaba).

«La teoría del comunismo puede resumirse en una sola frase: la abolición de toda propiedad privada.»

Karl Marx

En el núcleo de las tesis de Marx se encuentra la teoría del valor-trabajo. Esta idea, expuesta en Das Kapital (1867), afirma que una mercancía vale la cantidad de tiempo que se tarda en producirla. Así, por ejemplo, si para cortar y coser una chaqueta se tarda el doble de tiempo que en hacer un par de pantalones, entonces la chaqueta deberá valer el doble que éstos. No obstante, Marx argumentaba que el problema de los trabajadores era que no recibían los beneficios de su trabajo, una parte desproporcionada de los cuales iba a parar a los bolsillos de sus patrones: la posesión de los medios de producción permitía a los empresarios explotar a sus empleados. Aunque existen muchas dudas acerca de cuán bien se sostiene la teoría del valor-trabajo, el argumento básico general no ha perdido validez, a saber, que hay una gran diferencia de riqueza y oportunidades entre quienes poseen la tierra y el capital y quienes no.

Cualquiera que lea hoy El manifiesto comunista quizá se sorprenda al comprobar que el mundo que describe ya existía hace más de siglo y medio, pues parece un mundo muy moderno, uno de globalización, recortes de personal, corporaciones internacionales gigantes, etc. Marx pintó un futuro en el que la competencia entre los capitalistas se volvería tan feroz que, al final, la mayoría de ellos irían a la quiebra o serían absorbidos por otros, tras lo cual sólo quedaría en pie un pequeño grupo de monopolios que controlaría casi la totalidad del sistema de producción, lo que a su vez les daría un poder casi ilimitado para explotar a los trabajadores. Asimismo, predijo que en vista de que el capitalismo era inherentemente caótico, tendería con el tiempo a sufrir ciclos de auge y crisis cada vez más largos, lo que causaría una serie de depresiones económicas importantes y grandes aumentos del desempleo. Llegado el momento, esta situación, sumada a las penalidades cotidianas de un trabajo monótono y repetitivo, resultaría insoportable para el proletariado y estallaría la revolución.

El comunismo en el mundo moderno. En el siglo XX, hubo un momento en que cerca de la mitad de la población mundial vivía bajo gobiernos que aseguraban inspirarse en las ideas políticas de Marx. Sin embargo, al término de esa centuria sólo un par de dictaduras recalcitrantes continuaban siendo naciones puramente comunistas. ¿Por qué la teoría no superó la prueba del tiempo?

Por un lado, porque Marx estaba equivocado acerca de la evolución final del capitalismo, que no ha degenerado en un sistema monopolístico, al menos no todavía, gracias, en parte, a la regulación de los gobiernos y, en parte, a la mano invisible (véase el capítulo 1). El mundo tampoco se ha visto desbordado por el desempleo; y aunque los auges y las crisis cíclicos han continuado (véase el capítulo 31), la responsabilidad corresponde tanto a los controles gubernamentales como a las fuerzas desbocadas del capitalismo.

Por otro lado, muy pocos (acaso ninguno) de los países que abrazaron el comunismo tras una revolución socialista se ajustaban estrictamente a los criterios de Marx: en su mayoría eran naciones agrícolas, pobres y subdesarrolladas, como Rusia y China.

No obstante, los experimentos marxistas del siglo XX también subrayaron los fallos inherentes de la teoría. El más importante de todos es que el control centralizado de la economía se reveló algo inmensamente difícil de llevar a cabo, si no imposible. Cuando el telón de acero cayó en la década de 1990 y las antiguas repúblicas soviéticas se abrieron a la mirada de Occidente, resultó visible que, pese a toda la rimbombancia de los años de la guerra fría, eran países terriblemente subdesarrollados.

Mientras que las fuerzas de la oferta y la demanda creaban economías dinámicas que generaban riqueza a un ritmo veloz, los sistemas centralizados de la Unión Soviética y China se anquilosaron y ahogaron la innovación. Sin competencia entre compañías (el motor fundamental de los mercados libres), la economía sencillamente funcionó al ralentí, empujada por los burócratas. Hubo sólo un área en la que los soviéticos realmente sobresalieron: la innovación militar y aeronáutica. Resulta significativo que éste fuera el único campo en el que había una competencia directa: en este caso con Occidente durante la guerra fría.

La idea en síntesis: El comunismo es una sociedad igualitaria, dirigida completamente por el Estado