02 La oferta y la demanda

La ley de la oferta y la demanda ocupa un lugar central tanto en la economía como en las relaciones humanas. La forma en que estas dos fuerzas interactúan determina el precio de los bienes de consumo en las tiendas, los beneficios que obtienen las compañías y el hecho de que unas familias se hagan ricas mientras otras permanecen en la pobreza.

La ley de la oferta y la demanda explica por qué los supermercados cobran muchísimo más por los embutidos de calidad superior que por los normales; y por qué un fabricante de ordenadores cree que puede cobrar más a sus consumidores por un portátil al que sólo se le ha cambiado el color. Del mismo modo en que unas pocas reglas elementales son la base de la matemática y la física, la sencilla interacción entre oferta y demanda es algo que encontramos por doquier.

Podemos verla en las atestadas callejuelas de Otavalo, Ecuador, y en las amplias avenidas con las que limita Wall Street en Manhattan. A pesar de las diferencias superficiales (las polvorientas calles suramericanas repletas de campesinos, la capital financiera abarrotada por banqueros vestidos de traje), a ojos del economista interesado en los fundamentos ambos lugares son prácticamente idénticos. Si miramos con más atención, entenderemos por qué: los dos son mercados importantes. El de Otavalo es uno de los mercados callejeros más grande y famoso de Latinoamérica; Wall Street, por otro lado, es la sede de la Bolsa de Nueva York. Uno y otro son lugares a los que la gente va a comprar o vender cosas.

El mercado reúne a compradores y vendedores, ya sea en un conjunto de tenderetes físicos en los que se venden las mercancías exhibidas o en un mercado virtual como Wall Street, donde la mayoría de las transacciones se realizan a través de redes informáticas. Y el nexo entre la oferta y la demanda lo constituye el precio. Estas tres nociones aparentemente inocuas pueden decirnos una enorme cantidad de cosas acerca de la sociedad. Son los cimientos de la economía de mercado.

La demanda representa la cantidad de bienes o servicios que la gente está dispuesta a comprar a un vendedor a un precio determinado. Cuanto más alto es el precio, menor será el número de personas que están dispuestas a pagarlo, hasta el punto en que sencillamente la gente se niega a comprar del todo. De forma similar, la oferta indica la cantidad de bienes o servicios de la que un vendedor está dispuesto a desprenderse por determinado precio. Cuanto más bajo es el precio, menor será el número de bienes que esté dispuesto a vender, pues producirlos tiene un coste en términos de tiempo y dinero.

«Discutir si el valor está determinado por la demanda o la oferta es tan razonable como discutir si es la hoja superior o inferior de las tijeras la que corta un trozo de papel.»

Alfred Marshall, victoriano economista

¿El precio correcto? Los precios son la señal que nos dice si la oferta o la demanda de un producto particular están aumentando o disminuyendo. Tomemos, por ejemplo, el precio de la vivienda. En los primeros años del siglo XXI, el precio de la vivienda aumentó cada vez más deprisa en Estados Unidos a medida que más y más familias daban el gran paso de comprar casa propia, animadas por hipotecas baratas. Esta demanda animó a los constructores a construir más viviendas (en particular en Miami y ciertas partes de California). Finalmente, cuando esas viviendas se terminaron, la repentina superabundancia de la oferta provocó que los precios de la vivienda cayeran, y rápido.

El secreto a voces de la economía es que, en realidad, los precios rara vez se encuentran en un punto de equilibrio. El precio de las rosas sufre altibajos a lo largo de todo el año: a medida que el verano se convierte en invierno y los supermercados y los floristas tienen que obtenerlas de proveedores cada vez más lejanos, la oferta de rosas disminuye y los precios aumentan. De forma similar, en los días previos al catorce de febrero los precios experimentan un aumento brusco debido a la demanda de flores para el día de San Valentín.

Los economistas llaman a esto «estacionalidad» o «ruido». Algunos, sin embargo, intentan ir más allá de esto para determinar el precio de equilibrio. Volvamos a los precios de la vivienda: ningún economista ha conseguido todavía averiguar cuánto debería valer la casa media. La historia nos dice que debería valer varias veces el salario anual de un individuo (entre tres o cuatro veces por término medio), pero no hay forma de saberlo con certeza.

La oferta y la demanda en acción

En Ecuador, María vende en su puesto en el mercado mantas artesanales de estilo andino, coloridas y de excelente calidad. Ella sabe que no tiene sentido vender cada manta por debajo de diez dólares, pues a ese precio no podría permitirse tejerlas y alquilar el tenderete. En un principio, fija el precio en cincuenta dólares, un nivel que le permite hacer ochenta mantas, pero este precio resulta ser demasiado costoso para los compradores potenciales y María no vende ninguna manta, por lo que empieza a bajar su precio para liquidar sus existencias. De forma lenta pero segura, va surgiendo una demanda para las mantas. Cada vez que María reduce los precios, más consumidores llegan. A cuarenta dólares consigue vender veinte mantas; a treinta dólares, cuarenta. Para cuando ha reducido el precio a veinte dólares, advierte que éste es demasiado bajo. A medida que sus existencias se agotan, descubre que no puede producir las mantas con suficiente rapidez para mantener el ritmo de la demanda. María comprende que con un precio de treinta dólares, la cantidad de mantas que es capaz de hacer coincide con el número de personas que las quieren. Así nuestra vendedora ha trazado el gráfico económico más importante de todos: una curva de oferta y demanda.

La línea negra continua indica la demanda que existe para las mantas de María; la línea gris punteada, la oferta. Cuando el precio de las mantas es cero, hay una demanda de cien de ellas, pero no hay oferta (dado que fabricarlas cuesta mucho más que eso). Cuando el precio es veinte dólares, hay una demanda potencial de sesenta, pero María sólo está en condiciones de hacer veinte. El precio de equilibrio para las mantas es, según el gráfico, treinta dólares. En ese punto, como muestra el gráfico, oferta y demanda coinciden.

Es posible aprender algunas lecciones básicas acerca de las personas a partir del precio de ciertos bienes. Hace pocos años el fabricante de ordenadores Apple lanzó su nuevo portátil Macbook en dos colores, blanco y negro, el segundo de los cuales era una versión especial, más costosa. A pesar de ser idénticos en todos los demás aspectos a la versión blanca (velocidad, capacidad del disco duro, etc.), la versión negra costaba doscientos dólares más. Y a pesar de ello sus ventas fueron magníficas. Esto no habría pasado si no hubiera existido demanda suficiente, por lo que resulta claro que había suficientes personas encantadas de pagar un recargo con tal de diferenciarse de sus vecinos con ordenadores blancos comunes y corrientes.

Elasticidad fantástica. En ocasiones la oferta y la demanda requieren un tiempo en responder a los cambios en los precios. Si una compañía telefónica aumenta sus tarifas, los consumidores tienden con bastante rapidez a reducir el número de llamadas o intentan cambiarse a una compañía diferente: Su demanda es elástica con respecto al precio: cambia cuando cambian los precios. En otros casos, los consumidores reaccionan con lentitud: su demanda es inelástica. Por ejemplo, cuando el precio del petróleo aumentó de forma pronunciada a comienzos del nuevo milenio, los consumidores se vieron enfrentados a unos precios elevados de los carburantes sin que existiera alternativa, y no todos podían comprar un coche eléctrico o híbrido nuevo para reducir costes. Gradualmente, algunos optaron por usar el transporte público. Tales cambios se conocen como sustitución: el bien costoso se reemplaza por un sustituto de menor precio. Por supuesto, lo que vale para la demanda vale también para la oferta, que también puede ser elástica o inelástica. Muchas empresas han desarrollado una gran capacidad de adaptación (o elasticidad con respecto al precio) cuando la demanda de sus productos cae, a lo que responden despidiendo trabajadores o reduciendo sus inversiones. Otras son menos elásticas. Por ejemplo, un productor caribeño de plátanos puede encontrar extremadamente difícil recortar los gastos de su empresa para hacer frente a la competencia de productores latinoamericanos más grandes.

«Enseñe a un loro los términos “oferta” y “demanda” y habrá creado un economista.»

Thomas Carlyle

Trátese de la artesana ecuatoriana, el banquero de Wall Street o cualquier otra persona, el principal motor de sus decisiones económicas siempre será la interacción entre los precios y los compradores y vendedores que los determinan; en otras palabras, la oferta y la demanda.

La idea en síntesis: el precio de un bien es perfecto cuando su oferta y demanda son iguales