El argumento económico

«Es tal la utilidad de este Principado que por un par de provincias semejantes pidiera el rey de los cristianos trocar sus dos Américas».

JOSÉ CADALSO,

Cartas Marruecas, 1793

«Per terra observa el català ab tristura sa industria, son comerç y agricultura».

LO VERTADER CATALÀ,

núm. 1, 15 de marzo de 1843

A mí no me generan excesivo entusiasmo ni los independentistas liberales ni los viscerales, aquellos del Espanya ens roba como único argumento. Pongo como por ejemplo el ínclito Ramon Carner, presidente del Centre Català de Negocis cuando dice: «La ideología desune; el bolsillo une» y remacha «y con la crisis más». Doble error. El argumento económico, en especial el centrado en el expolio multiforme que sufrimos los catalanes por una multitud de drenajes, ha sido el central en buena parte de la ingente cantidad de libros, estudios y debates que hasta ahora leen y mantienen los catalanes.

Un expolio fiscal constante desde hace décadas (siglos sostienen con cifras algunos) del 8 o 9% del PIB catalán justifica, sin duda, una huida inmediata del Estado extractor. Pero la debilidad del argumento se encuentra precisamente en la fuerza de las cifras. Si un 8% exige independencia, ¿qué haríamos si el Estado nos sacase un 6%? Si, en un momento de debilidad o miedo, el Reino nos diera un trato similar al que reciben los länder más ricos de Alemania, un 4%. ¿Qué actitud política adoptaríamos? Si el 8% es independencia, ¿el 4% significa federalismo?

En el fondo es, de nuevo, confiar la libertad catalana a un regateo constante al viejo estilo autonomista del que estamos locos por huir.

Porque es absurdo debatir lo que sale y entra si lo que pretendemos no es más dinero del Estado. Al contrario, que no nos den ni un duro como a los niños. Tendremos lo que recaudemos como los adultos. Dicho esto, es tan cierto, evidente y sangrante que la naturaleza del Reino es vampírica y estructuralmente contraria al Mediterráneo y a sus estructuras productivas en general, que nunca jamás prosperaremos en una España de programa borbónico. No hablaré mucho del tema porque existe una abundante y reciente bibliografía sobre los aspectos económicos de la opresión. El ya clásico de Germà Bel: España capital París o los libros de Pere Macias sobre las infraestructuras ruinosas, y multitud de informes académicos. De todos ellos, les recomiendo, por su concisión exacta y su tamaño razonable, un artículo del periodista Cristian Campos (no precisamente un izquierdista) que está colgado en la web de la revista Jot Down. Se titula «El yermo» y lleva la cuestión hacia su marco correcto, más amplio y general: la irresoluble naturaleza.

Del conflicto económico entre Cataluña y el Reino en los términos en los que este está concebido y constituido, dice Campos: «El debate sobre la independencia de Cataluña no enfrenta un hipotético nacionalismo esencialista catalán con el constitucionalismo español. Enfrenta la clase media española con la aristocracia cortesana madrileña, lo cual es muy diferente. Enfrenta dos culturas perfectamente delimitadas: la de los productores de rentas y la de los captadores de rentas». Volvemos así al ya canónico libro de Acemoglu y Robinson, Por qué fracasan las naciones, donde se describe a la perfección este sistema imperial donde las fuerzas de la Estrella de la Muerte viven de la extracción de rentas del territorio que sobrevuela.

Un sistema que también tiene un doble efecto sobre sus periferias: impide que las productivas acaben consiguiendo posiciones de fuerza y de libertad que comprometan la obediencia al sistema y, por otro lado, ata a las menos productivas a un clientelismo inane que las mantiene en posiciones de debilidad.