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Cruzaron los montes Apalaches del sudoeste de Virginia conduciendo en silencio. Los carriles de circulación que se dirigían al oeste seguían abarrotados de vehículos que huían, pero los que iban en dirección contraria no tenían prácticamente tráfico. Gideon conducía aferrando el volante con la mirada fija al frente mientras su mente trabajaba a toda velocidad. Se preguntó si debía llamar de nuevo a Glinn, ya que obviamente tenía los contactos adecuados, pero acabó descartando la idea. Garza le había dicho bien claro que no podía contar con su ayuda.

—Ahora que conocemos sus planes —comentó Fordyce— lo único que tenemos que hacer es ponernos en contacto con el GAEN para que protejan el USAMRIID y ya está.

Gideon siguió conduciendo en silencio mientras sopesaba aquellas palabras.

—No hace falta decir que esto no podemos resolverlo nosotros solos —añadió Fordyce.

Gideon siguió sin responder.

—Voy a llamar a Dart —dijo Fordyce cogiendo el móvil—. Supongo que estará de acuerdo.

—Espere un momento, ¿qué le hace pensar que Dart nos va a creer? —objetó Gideon.

—Tenemos el ordenador y tenemos el archivo. Si no son pruebas suficientes que baje Dios y lo vea. —Empezó a marcar.

—Pues yo creo que no —dijo Gideon, tajante.

Fordyce se detuvo.

—¿Cómo que no?

—Dart no nos creerá. Está convencido de que yo soy un terrorista y de que usted es un inepto al que ha habido que apartar de la misión. Eso sin contar con que ahora mismo es tan fugitivo como yo.

—Las pruebas están en el ordenador.

—En un archivo Word de Microsoft que nosotros podríamos haber creado o modificado a nuestro antojo.

—Pero ¿y la codificación DES?

—Nada. El archivo no estaba codificado, solo el ordenador. Piénselo, Stone: esta investigación está completamente escorada a favor de la teoría yihadista. Es demasiado tarde para que podamos darle la vuelta.

—No tenemos que darle la vuelta. Basta con que Dart despliegue unos cuantos hombres armados para que protejan la cámara de los cultivos. Es lo que cualquier investigador prudente haría.

Gideon negó con la cabeza.

—Dart no es estúpido, pero está maniatado por el procedimiento. No es de los que se saltan las normas. Si lo llama ahora nos arrestarán tan pronto como nos presentemos con este ordenador. Querrán analizarlo y asegurarse de que no es un ardid nuestro. Nos interrogarán a fondo y mientras tanto alguien robará la viruela. Cuando nos crean ya será demasiado tarde.

—Vale, pero yo conozco cómo funciona el FBI y le digo que, aunque solo sea para protegerse el culo, desplegarán tropas en el USAMRIID.

—Esto ya no está en manos del FBI, ni siquiera del GAEN. Esto es una investigación que se ha salido de madre y se ha convertido en una especie de monstruo sin control que ya no actúa de forma racional. Está empantanada siguiendo pistas falsas y obsesionada con teorías conspirativas. Piense lo que pasará si nos presentamos en el último minuto con esta historia de la viruela. Dart no podrá reaccionar a tiempo, y los malos se llevarán el virus. Si llama a Dart, ellos ganan y se acabó.

Fordyce dio un puñetazo en el salpicadero.

—¡Maldita sea! Entonces ¿qué propone?

—Muy simple: entramos en Fort Detrick, estoy seguro de que con su placa podremos abrirnos paso, y tendemos una emboscada a los malos cuando salgan con el virus. Los pillamos con las manos en la masa y los retenemos a punta de pistola hasta que llegue la caballería.

—¿Y por qué no lo hacemos antes de que roben el virus?

—Porque debemos pillarles in fraganti. Si los detenemos cuando lleguen es posible que todo acabe en un rifirrafe, que nos arresten a nosotros en lugar de a ellos y que queden en libertad para llevar a cabo sus planes. Necesitamos la prueba del delito.

Fordyce rió sin ganas.

—Pero ¿a usted qué le pasa? ¿Tiene complejo de héroe o qué? ¿Qué ocurrirá si se presentan armados hasta los dientes?

—No lo harán. Piénselo. Todo su plan gira en torno al sigilo. Lo que pretenden es burlar la seguridad y entrar sin hacer ruido.

—Yo digo que llamemos a Dart.

Gideon notó que perdía la paciencia.

—¡Conozco a Dart! Fue el director de Los Álamos durante mi primer año allí. No hay duda de que es inteligente, pero también es tozudo y rígido. Le aseguro que no le creerá y que no desplegará tropas en Fort Detrick, sino que nos detendrá y nos interrogará hasta que sea demasiado tarde. Y cuando esa gente se haya apoderado del virus todo habrá acabado, porque lo único que tendrán que hacer es tirar uno de esos cultivos por la ventana y todo el país se irá a hacer gárgaras. Todos estamos acojonados con esa bomba atómica, pero le daré una noticia: la condenada viruela es peor que la bomba, mucho peor.

Se hizo un tenso silencio. Gideon miró de soslayo al agente del FBI. Fordyce se había puesto colorado de furia, pero no decía nada. Parecía que se había convencido.

—No vamos a contárselo a Dart —insistió—. Vamos a hacerlo por nuestra cuenta. De lo contrario considéreme fuera de la misión.

—Está bien, lo haremos a su manera —repuso Fordyce con los labios fruncidos.

—¿Quiere saber cuál es mi plan? —preguntó Gideon al cabo de un momento de silencio.

Fordyce asintió a regañadientes.

—Convencemos al centinela de turno para que nos deje pasar. Usted se encarga del vestíbulo mientras yo bajo al nivel cuatro, que es donde guardan los cultivos de la viruela. Me pondré uno de esos trajes de bioseguridad, de modo que nadie me reconocerá. Cuando llegue Blaine usted me avisará, así podré tenderle una emboscada cuando salga del laboratorio con el virus y retenerlo a punta de pistola hasta que llame a la caballería. Todo ocurrirá en el nivel cuatro, de modo que aunque el virus escape podrá ser contenido.

—¿Y qué pasa si van armados?

—Lo dudo. Sería muy arriesgado. Se lo repito, este plan gira en torno al engaño y el subterfugio, no a la fuerza. De todas maneras si van armados contaré con el factor sorpresa. Y créame, estoy dispuesto a disparar a matar si es necesario —afirmó a pesar de que sabía que estaba hablando de acabar con el padre de Alida. Intentó apartar aquel pensamiento de su mente.

Fordyce lo meditó durante un momento.

—Sí, es posible que funcione —dijo finalmente—. Sí, creo que funcionará.