21

A la mañana siguiente entraron en el almacén del Ejército de Salvación cuando este acababa de abrir. Gideon hurgó entre los colgadores, empezó a sacar todo tipo de prendas y se las fue entregando a Fordyce, que cargó con ellas con evidente disgusto. Antes de regresar a su hotel pasaron también por una tienda de artículos de atrezo. Gideon extendió la ropa encima de la cama mientras su compañero lo miraba con expresión ceñuda.

—¿De verdad hace falta todo esto? —preguntó el agente.

—Quédese ahí de pie, ¿quiere?

Gideon cogió una camisa y la puso sobre un pantalón, meneó la cabeza y la cambió por otra. Cogió otro pantalón y siguió haciendo distintas combinaciones.

—Oiga, Crew, que esto no es un estreno de Broadway.

—No, la diferencia es que si nuestra pequeña comedia fracasa en lugar de tirarnos tomates nos pegarán un tiro. El problema es que usted parece haber nacido con pinta de agente del FBI.

Volvió a combinar distintas prendas, les añadió una peluca, una gorra y por fin logró el resultado que deseaba.

—Pruébese esto —le dijo.

—Maldito cabrón —masculló Fordyce por lo bajo mientras se desvestía y se ponía el conjunto.

Cuando le llegó el turno a la cabellera postiza, vaciló. Se trataba de una peluca de mujer hecha con cabello auténtico pero cortada por Gideon a su manera.

—Adelante, no sea tímido —le dijo.

Fordyce se la puso y se la ajustó como pudo.

—Ahora la gorra, pero con la visera hacia atrás.

Fordyce hizo lo que le decía, pero no quedó bien. Era demasiado mayor.

—Mejor al revés —le sugirió Gideon.

Al fin Fordyce se plantó ante él con el disfraz completo. Gideon lo examinó desde distintos ángulos con aire de aprobación.

—Lástima que se haya afeitado esta mañana.

—Debemos marcharnos.

—Todavía no. Primero quiero ver cómo camina.

Fordyce dio una vuelta por la habitación como un autómata.

—¡Por amor de Dios, hombre! ¡Tiene que ponerle un poco de convicción!

—No sé qué más puedo hacer. Siento que tengo aspecto de gilipollas.

—No es solo el aspecto. La actitud mental también cuenta. Tiene que actuar, sentir el papel.

—¿Ah, sí? ¿Y a quién se supone que interpreto?

—A uno de esos tipos chulos y arrogantes que pasan de todo y carecen de moral. Piénselo mientras camina.

—¿Y cómo se supone que camina un tipo sin moral?

—No lo sé. Tiene que sentirlo. Ponerle ganas. Contonéese, mire por encima del hombro, yo qué sé.

Fordyce masculló algo e hizo un segundo pase.

—Mierda —dijo Gideon—. ¿No sabe caminar sin llevar un palo metido en el culo?

Fordyce se volvió.

—Esto es una pérdida de tiempo. Si no nos presentamos ya en ese rancho no llegaremos a nuestra cita con el imán.

Gideon siguió a su compañero hasta el Suburban maldiciendo por lo bajo. Se preguntaba lo avispada que sería la gente del rancho. En su opinión Fordyce seguía moviéndose y hablando como un agente del FBI.

Quizá nadie se diera cuenta, aunque lo mejor era tener un plan B.