CAPÍTULO 25

Vesa avanzó tanteando el hielo.

El agua estaba tan fría que ya no sentía su gelidez.

No podía respirar.

Quería respirar, sabía que podía, que tenía que poder, pero no lo lograba.

No le llegaba aire; sintió que el miedo se tendía sobre sus pensamientos y le paralizaba.

Tanteó el hielo en busca de la superficie, en la que su vida volvería a empezar desde el principio.

Se acordó de que había estado tendido en el fondo.

Había dormido. Sólo al despertar había comprendido que no podía respirar.

Tanteó el hielo y sintió que buscaba en vano. Tendría que volver a dormir para poder seguir viviendo. Pero, ¿cómo iba a dormirse si no podía respirar?

Creyó ver el cielo a través del hielo, y árboles blancos que rodeaban el lago.

Vio la pálida luna, que ya nada significaba.

Tanteó el hielo y comprendió que todo era muy distinto a como él había creído.

¿Cómo había podido equivocarse tanto?

Cuando el miedo le penetró por completo, se dejó hundir. Eso estaba mejor.

Cuanto más se hundía, tanto más calor sentía, y el fuego de su garganta cedió.

Respiró.

Estaba tendido en el suelo.

Sentía mucho calor.

Estaba liberado, esta vez para siempre.

Vio ese color que no conocía.

Poco antes de dormirse, despertó.