Así que ahora había empezado a preguntar, pero no le molestaba. Preguntaba de forma distinta que los demás. Realmente quería saber algo de él, y no insistió cuando él no respondió.
Cuando él callaba, ella le sonreía, como si de todos modos hubiera entendido.
Quizá realmente lo había hecho.
Cuando ella le había besado, él había sentido calor, y un dolor punzante en el bajo vientre que aún perduraba.
Por la noche, ella fue Peter Pan.
Estuvo maravillosa. Era completamente distinta de él, era lo contrario de él.
Era la vida.
Aunque él se hallaba sentado en la primera fila, ella estaba muy lejos. Cerró los ojos y escuchó su luminosa voz, que le llevó a un país que no conocía. Un país en el que le gustaría vivir.
Después de la representación, le preguntó si podía imaginarse viviendo con él en ese país.
Jaana no respondió. Estaba irritada, porque había tenido que buscarle. Él la estaba esperando delante del teatro.
—Empezaba a pensar que simplemente te habías ido —dijo.
Él se disculpó y preguntó una vez más si ella podía imaginarse viviendo con él en ese país.
Su rostro se relajó. Se echó a reír.
—Es un cuento —dijo.
—No obstante, cuando lo representas, tienes que poder ver ese país —dijo él.
—Cuando lo represento, me lo imagino.
—¿Cómo es?
—Si he actuado bien, también tú deberías poder imaginarlo.
Él calló.
—Si quieres, nos pondremos a buscarlo —dijo ella, y se colgó de él.
Él retrocedió y la miró, inquisitivo.
—¿Qué te parece si nos vamos a nadar? —preguntó ella.