Quiero dar las gracias:
A todos aquellos que apreciáis la multidisciplina. A los que sabéis la diferencia entre el talento y la pasión y a quienes fusionáis ambos términos para realizar cosas geniales. Leonardo estaría orgulloso de vosotros.
A toda la audiencia que hace posible que, un programa de televisión sea un referente cultural y de entretenimiento durante tantos años, y a todos aquellos que, redes sociales mediante, me hacen partícipes de sus inquietudes y pasiones.
A Pablo Álvarez, mi editor, por enamorarse de un producto y no de una cara. No sabes lo que significó, significa y significará para mí. Muchos deberían aprender de ti.
A todo el equipo de Suma de Letras (Santillana Ediciones Generales) por tratarme como un escritor consagrado y demostrar pasión en cada charla, en cada email. En definitiva, por ser un gran equipo.
A Eric Frattini, porque el primer empujón fue el tuyo. Sin condiciones.
A Alessandro Colomo, Alice Salvagnin, Antonio Leti, Rosaria Luciano, Irene Leti, María Teresa Gómez Horta y Paloma Gómez Borrero. Este libro respira algo de «sus Italias».
A Luis Racionero, Charles Nicholl, Carlo Pedretti, Carlo Starnazzi, Kenneth Clark, Mario Taddei, Martin Kemp, Giorgio Vasari, Fritjof Capra, Michael J. Gelb, Ross King y a todos aquellos que me hicieron conocer un poco más a Leonardo.
A José Luis Espejo, por abrir un nuevo camino de investigación. ¿Quién sabe? Igual el tiempo te da la razón.
A Ana Santos Aramburo, directora de la Biblioteca Nacional de España, y a todo su equipo. También saben de pasión.
A Luis Larrodera, Marina G. Torrús y Rafa Guardiola. Vosotros sabéis.
A José Manuel Querol, mi antiguo profesor de literatura y amigo personal, que me hizo ver que en el instituto tenía déficit de atención y que solo me movía por pasión. Estamos de acuerdo.
A Gonzalo Abadía, posiblemente el mayor proveedor bibliotecario de Leonardo da Vinci en este planeta y parte del extranjero.
A Iker Jiménez, por los emails trasnochadores, quien ha sabido guiarme y entenderme paso a paso y me ha enseñado que la realidad supera a la ficción. La intuición y la sincronía nunca fallan.
A mis padres, que me regalaron una humilde edición de El conde de Montecristo recién estrenada mi adolescencia. Hay mucho de Edmundo en esta novela.
A Almudena. Por entender, por esperar, por admirar, por sonreír, por abrazar, por besar. Por amar.