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El Pequeño se ha nombrado Inventor y prepara actividades culturales para su hermano, aunque lo hace, sobre todo, porque no puede parar de imaginar.

Ha perfeccionado lo que él define como «música osovegetal», que es la que surge de golpear con raíces secas determinados huesos. Practica con su propio cuerpo, especialmente con las rodillas, las caderas, el torso y las clavículas, pero lo que en verdad le haría feliz sería poder girar los brazos y la cabeza y hacer sonar con rabia su columna. Su extrema delgadez lo asemeja a un barrio contrahecho, todo lleno de esquinas, y ello permite una gran variedad de sonidos agudos, acristalados, que combina como una melodía con golpes de cartílago y palmadas graves en el estómago y el pecho. El resultado es una serie de conciertos donde destaca una base rítmica repetitiva, pero que cuentan con pequeños destellos armónicos en los que puede apreciarse, obviando la esquelética procedencia, cierta musicalidad. Sinfonías aparte, el Pequeño disfruta especialmente con sus elaboradas introducciones, en las que con gran ceremonia adopta la postura adecuada para tocarse y explica el contenido de las obras, de títulos tan genuinos como «Canción de rótula y costillas», «Dedos con hambre» o «Por la noche un cráneo».

Organiza también visitas a la Cueva del Pozo, que alberga distintas exposiciones temporales de pintura. Dedica mucho tiempo a dibujar con sus dedos en las paredes, por lo general piezas abstractas decoradas con piedras, raíces y hojas podridas. Lamentablemente solo puede dibujar dos o tres cuadros en el espacio de que dispone, y eso lo obliga, con tremenda tristeza, a borrar los viejos episodios para dejar paso a los nuevos. Si hubiera podido conservar cada uno de ellos y disponerlos cronológicamente, un observador atento habría percibido la concienzuda narración de la vida dentro del pozo, como un viacrucis pagano. Lobos oliendo hombres, La llegada del mar, Primer gusano o El pájaro de la buena muerte fueron obras elogiadas y estuvieron a punto de formar parte de la colección permanente de la Cueva.

Si tiene energías suficientes, su creatividad abarca también otro tipo de ocupaciones que requieren de mayores esfuerzos: teatro gestual, danzas populares, esculturas humanas y contorsionismo, actividades en las que el Grande participa ocasionalmente. Pero la escasez de los últimos tiempos ha reducido el número de festivales, muy celebrados cuando tienen lugar.

Al término del programa diario, su hermano aplaude durante varios minutos, silbando y aullando como un público agradecido. Después, si ve con ánimo al Pequeño, le pide un bis, demanda que este recibe haciendo reverencias, y los dos ríen con los cambios involuntarios del espectáculo, siempre irrepetible.

Unas horas después, hambrientos y agotados, apenas pueden recordar lo que han hecho, visto u oído.