ARCHIVO DEL OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
LAIN SEN.
En tan sólo un mes, recorrí las primeras trece mil plantas. Algunas IA que controlaban los sistemas auxiliares de descenso, me obedecieron al integrarse con otras de mayor rango en la nueva red de «IA liberadas». Gracias a ellas me ahorré casi tres semanas, un valioso margen que podría hacerme falta para superar los niveles de vegetación, ante los que me encontré el día treinta y dos de descenso.
Me detuve ante la compuerta, que, en realidad, era una esclusa que sobresalía del suelo un par de palmos y que en apariencia estaba en perfecto estado. Las IA que controlaban ese tipo de esclusas eran de bajo nivel y sólo informaban de una posible contaminación biológica y de la coordinación entre ellas[5].
Tecleé mi código y se abrió sin problema. El interior se activó y se iluminó plenamente. Estaba como nueva, cosa normal ya que rara vez se utilizaban. (Lo habitual era usar los canales de descenso o ascenso entre plantas, ahora rellenadas y bloqueadas por la central de seguridad). Tal vez aquella nunca hubiera llegado a usarse. El OB me indicó que tenía veinte metros de profundidad y treinta metros de base, con la esclusa en el centro. Penetré y me dejé caer. Las paredes se activaron y me frenaron a mitad de camino. Los campos electromagnéticos funcionaban correctamente. Pegué los brazos al cuerpo y reanudé el lento descenso. Me depositaron junto a la pared que contenía el panel de control de la esclusa. Tras consultarlo, comprobé que no había vida apreciable al otro lado y que el aire no era respirable. Mantuve el casco activado y ordené la apertura. Me asomé y vi que el suelo estaba a diez metros. Una caída asumible dada la gravedad en Lain Sen. Cuando me posé se levantó una pequeña nube de polvo. Sólo había tierra seca, inhóspita. Como mucho albergaba algunas bacterias primarias y poco más. Miré a mi alrededor y con asombro descubrí que la siguiente esclusa estaba a tan sólo veinte metros, algo muy irregular. De un simple vistazo supe que no funcionaba. El panel de acceso estaba apagado y agrietado. Recorrí velozmente los diez kilómetros que me separaban de la siguiente. Para mi asombro estaba abombada, como si algo desde dentro la presionara con una fuerza inimaginable. Obviamente estaba inservible. ¿Qué podía ser tan poderoso como para haberla deformado? No tenía tiempo para eso. Corrí hasta la siguiente y estaba igual y la siguiente aún peor, parecía a punto de estallar, incluso una gran parte del piso se mostraba combado. ¿Qué había reventado la esclusa interior y parecía a punto de hacerlo con la superior? No podía seguir buscando una practicable. Era una pérdida de tiempo inaceptable. No era capaz de intuir qué era lo que me iba a encontrar ahí abajo. Necesitaba todo el tiempo que pudiera ahorrar, porque no sabía cuánto me iba a llevar reprogramar la sala central para activar el cañón Jarkamte.
Llegué a la única opción posible, forzar la esclusa. El sistema de seguridad no se activaría, debía estar tan destruido como ella. Por precaución me alejé todo lo que pude, alrededor de tres kilómetros, me parapeté tras unos pequeños montículos que en su tiempo debían ser vegetación. Si me alejaba más, me impedirían la visión. Desenfundé el fusil láser y apunté con cuidado. Guiado por el casco intentaría un tiro de prueba en el centro de la compuerta, con el haz a media potencia.
Para mi sorpresa, al alcanzarla, la esclusa estalló en mil pedazos, por lo visto estaba en el límite de su resistencia. El disparo seguro que no había provocado eso. Casi de inmediato me llegó el ruido…
ARCHIVO DE LARA.
ASUNTO: HELEN, LA YÚREM.
APTO SÓLO PARA CAPITANES DE CAPITANES.
—Lara.
—¿Sí?
—Llevamos un rato hablando y de pronto me he dado cuenta que no utilizaba la voz sino el pensamiento. ¿Cómo es posible?
—Es lo normal, es una Yúrem. Está impreso en sus genes. Aunque todavía lo haces de forma lineal, como si habláramos de humano a humano.
—No puedo creerlo… es como si habláramos, como si me hablaras…
—En su mente.
—Sí… ¿Habrá más? Vamos, que… ¿Qué será lo siguiente? —preguntó extrañamente serena.
—Expresión en conceptos, imágenes, formas, códigos… y finalmente respuesta computerizada a mi mismo nivel o para ser más exactos a un nivel de Dama, como una IA de máximo rango pero con el añadido de los conceptos humanos denominados sentimientos.
—¿Y podrás interpretarlos?
—Interpretarlos sí, comprenderlos o tratar de reproducirlos en otros casos, no.
—¿Cómo se ha obrado este rápido cambio en mí? Antes de conocer al Príncipe yo era igual que cualquier terrestre.
—No tengo datos disponibles.
—¿Puedes especular?
—Ayuda telepática a través del período de sueño.
—¿Ayuda? ¿Ayuda de quién?
—Ya conocéis la respuesta.
—Sí… creo que sí. ¿El Príncipe…
—No. Le debéis informar cuando consideréis que está preparado y receptivo.
—Pero ahora tú lo sabes…
—Sólo le informaré si me da una orden directa.
—Entiendo. Comunica con Brack, quiero saber cómo van y cómo se encuentran mis hijas.
ARCHIVO DEL OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
SITUACIÓN: LAIN SEN.
NIVELES DE VEGETACIÓN.
La compuerta prácticamente se había desintegrado junto con gran parte del suelo. El boque era enorme y el ruido se volvió ensordecedor. De la brecha brotó una cascada, una vorágine vegetal. Una interminable riada de vida en forma de líquenes azules surgió incontenible, derramándose por todas partes. Rápidamente fue invadiendo la planta. Parecía querer cubrirlo todo. Pronto llegó al techo y avanzó en todas direcciones, aunque la única que me importaba era la de mi posición. Cuando llegó el momento de plantearse la estrategia de retroceder, comprobé que su avance se ralentizaba. Acabó por detenerse por completo a unos treinta metros. Había sido una auténtica explosión de vida.
Usé el sistema de visión del casco para escanear los líquenes. Enseguida comprobé que no eran peligrosos. No se movían por propia voluntad y sus componentes no contenían ácidos o agentes corrosivos. Guardé el fusil y en su lugar cogí una espada láser de mi espalda. Empecé a cortar los acuosos líquenes practicando un túnel, comprobando con asombro que su capacidad de reproducción era muy rápida y que poco a poco el área despejada volvía a cerrarse a mi espalda. Eran tan blandos y gelatinosos que me llevó varias horas llegar hasta la abertura, descender, recorrer la nueva planta y encontrar la siguiente esclusa, obviamente también averiada. Antes de reventarla usando el fusil láser, en el modo de lanzamiento de bolas energéticas, desintegré los líquenes de alrededor para ganar tiempo a la frondosidad, tras lo cual penetré. La segunda esclusa estaba en perfecto estado, pero viendo lo rápido que se reproducían los malditos pronto el compartimiento estaría anegado y la presión de los líquenes acabaría reventándolo, contaminando también esta planta. En realidad, por ahora, no me importaba demasiado. Habría que reparar y estabilizar todos los niveles de vegetación… algún día.
ARCHIVO DE REGISTRO DE BRACK.
LAIN SEN.
NIVEL JARKAMTE.
Las gemelas me miraron de forma extraña, parecía que algo no iba bien. Cuando no estaba cerca hablaban entre ellas, en especial mientras me dedicaba a «perseguir» a las pequeñas Yúrems. Naomi sentía una gran atracción por todas las IA de bajo nivel de la planta y la mayor, Alice, por todas las demás, por lo que no se estaban quietas. Perdía demasiado tiempo, tal vez fuera eso lo que las preocupaba. El Príncipe siempre decía que se debía funcionar como un equipo, así que opté por hablar con las gemelas. En cuanto me acerqué, llevando a una Yúrem de cada mano, dejaron lo que estaban reparando y me miraron.
—¿Qué ocurre? —les pregunté a bocajarro.
—No estamos de acuerdo —respondió Milla.
—Tendréis que ampliar la respuesta.
—En la ruta que preparas para el cañón —continuó Anne.
—Avanzamos a buen ritmo.
—No nos lo parece, podríamos avanzar más rápido y eficientemente.
—No se me ocurre cómo. Espero que no estéis pensando en buscar más robots. Eso sería una pérdida de tiempo y de resultados impredecibles. Los que tenemos nos ha costado mucho encontrarlos y ha sido por puro azar.
—No es esa nuestra idea. Estamos trazando una ruta lineal, reparando todo aquello que está dañado cuando atravesamos la sección en cuestión —dijo Milla.
—Sí. Así es. Es el método lógico de proceder.
—Esta sección está muy dañada, nos llevará días el tenerla relativamente a punto —dijo Anne.
—Sí. Cuánta más línea de tiro tengamos, menos disparos tendremos que efectuar y más precisos serán.
—¿No sería más lógico que evitáramos los sectores más dañados y nos desviáramos por los que estén en condiciones casi óptimas? —preguntó Milla.
—Sí, pero eso supondría muchos más cálculos y bastante tengo con el calibrado del cañón con vuestras auras y la vigilancia de las pequeñas Yúrem.
—Nosotras te echaremos una mano, las vigilaremos por turnos. ¿Eso sería suficiente? —preguntó Anne.
—Siempre y cuando no hiciéramos demasiadas desviaciones.
—Habrá que confiar en la buena suerte —auguró Milla.
—Ese dato no es computable.
ARCHIVO DEL OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
SITUACIÓN: LAIN SEN.
NIVELES DE VEGETACIÓN.
Tras abrir la segunda esclusa, me dejé caer aterrizando con suavidad sobre un duro manto de tierra. El OB no registraba movimiento a nuestro alrededor pero indicaba altos niveles de nitrógeno en la atmósfera. No había ninguna esclusa a la vista. Contacté con Helen usando la IA de la esclusa por la que acababa de descender y solicité que me indicara una dirección a seguir para bajar a la siguiente lo más rápidamente posible.
La que más cercana estaba en apariencia operativa, se encontraba a cinco kilómetros. Empezaba a pensar que las esclusas no se encontraran en líneas regulares, aunque no hicieran falta por que estaban los sistemas auxiliares de ascenso y descenso, había sido un error. Esto iba a complicar un poco las cosas.
Cuando la alcancé, funcionó con normalidad y se unió a la nueva red de IA, de esa forma le sería más sencillo a Helen comunicarse con mi OB. Me dejé caer en la siguiente planta. El «suelo» consistía en una densa capa de fango anaranjado de más de un metro y medio de profundidad. El análisis del OB me indicó que en realidad era una masa de microplantas, agua y tierra.
Cuando empezaba a pensar que localizar la esclusa iba a ser complicado, vi una a cincuenta metros que sobresalía un par de metros del fango. Por lo visto ese nivel debía ser originariamente así o por lo menos muy parecido. No recuerdo un planeta que tuviera ese ecosistema, pero claro no había estado en todas las expediciones… El equipo biológico habría tenido sus buenas razones para traer ese ecosistema a Lain. No tuve más que subir a la repisa, junto a la esclusa, esperar un par de segundos para que el Traje repeliera todo el fango y penetrar. La selva era espesa, llena de pequeños animales que brincaban o volaban de un lado para otro. La escasa gravedad era muy apta para ese método de desplazamiento. El aire era denso, húmedo y respirable. Mareaba un poco ya que la concentración de oxígeno era superior a la normal. Los olores a vegetación, podredumbre y humedad se metían con fuerza en las fosas nasales. No vi animales grandes.
El agua me llegaba a la cintura. A cada paso extraños animales acuáticos e invisibles a simple vista, huían en todas direcciones reptando por el cenagal. De pronto el OB activó el sensor de movimiento. Desplegué la pantalla holográfica y vi que algo superior a los diez metros de largo se dirigía directo a mi encuentro. Cuando se encontraba a medio centenar de metros pude analizarlo en profundidad. Indudablemente era un depredador, su constitución, sus defensas, su mandíbula, sus ojos… Cogí el fusil que descansaba en mi espalda, sobre las flechas, entre las dos espadas láser de apoyo y esperé. Avanzó hasta quedarse a treinta metros y empezó a trazar círculos a mí alrededor. Me estaba estudiando, para él debía ser una extraña presa. Tras cinco minutos de espera opté por seguir, no podía perder más tiempo. Debió pensar que huía porque en cuanto me moví, avanzó velozmente. Casi me sorprende por lo rápido de su acción, me dio tiempo justo para realizar un disparo que le alcanzó de lleno en lo que parecía la cabeza. Fue como si el impacto le hubiera provocado un ataque de epilepsia. Empezó a saltar, chapotear, girar, rugir… No me quedé a contemplarlo, debía seguir.
Faltaban alrededor de tres kilómetros para llegar a la siguiente esclusa, constaté por el OB que tenía energía, lo que no significaba que funcionara. Cuando el sensor se volvió a activar, lo desplegué comprobando que me seguían más de cien de esos bichos. Aceleré el paso y llegué cuando casi los tenía encima. Mientras se cerraba la compuerta, pude ver las intimidadoras fauces de uno de ellos.
El aire contenía tanto nitrógeno que era letal para cualquier animal. La fría estepa estaba cubierta por matorrales achaparrados y azules pero de distintas tonalidades. Era un microcosmos azul. ¡Qué adaptable era la vida!
Era un bosque muy tupido y frondoso, las copas de los árboles casi tocaban el techo, deteniéndose a escasos centímetros del sistema refractario de radiación solar. Sus raíces cubrían todo el suelo como una tupida malla. Había tantos que en algunos sitios los troncos se superponían impidiendo el paso. Podría cortarlos usando una espada láser pero si se desencadenaba un fuego…
Me retrasaría rodear las zonas de espesura, pero no tenía opción. Cuando llevaba recorrido algo más de un kilómetro apareció ante mis asombrados ojos un valle que tenía más de trescientos metros de profundidad. Se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Las potentes raíces de los frondosos árboles, habían reventado el piso y lo habían ido extendiendo por el siguiente, invadiéndolo hasta quebrarlo y así sucesivamente. ¿Cuántos pisos ocupaba este valle? ¿Veinte? ¿Treinta?
Cuando observé con más detenimiento «el estropicio» vi que sobre él volaban o más bien semiflotaban, unos extraños animales de forma esférica que usaban para desplazarse unas pequeñas alas que agitaban suavemente (doce pares me pareció contar). Eran muy similares a balones hinchados a punto de estallar, que para descender soltaban aire, deshinchándose un poco. No tenían más que absorberlo de nuevo para ascender. Cuando descendían, muchos desaparecían entre las copas de los árboles. Tenían su mismo color, por eso no los había visto al comienzo, se mimetizaban de tal manera que eran prácticamente invisibles.
Tras salir del asombro, empecé a descender agarrándome a las gruesas raíces. Enseguida la caída se volvió vertical. Era una situación peligrosa e inestable. Si una raíz cedía durante mi descenso…
No había recorrido un quinto del camino cuando varios «globos» se me acercaron, al principio con prudencia, luego con descaro y después con insaciable curiosidad. Llegó un momento en el que estaba totalmente rodeado, no podía ver por donde iba. Comprobé que eran un poco pegajosos, por eso tenían un ligero brillo por toda su superficie. Para mi sorpresa, noté que me sujetaban por todas partes y que mis pies ya no tocaban las raíces y de golpe, con un progresivo tirón, lograron que soltara las manos. Seguía sin ver nada pero si caía aunque sólo fuera a un metro de distancia de la pared, no frenaría hasta chocar con las copas de los árboles del fondo. Activé los sensores del casco mirando al panel interior de control. El sistema de detección de calor estaba bloqueado porque había tal cantidad de esos globos por todas partes que su propio calor impedía cualquier rastreo efectivo. Usé los ultrasonidos. No podía creerlo, estábamos a más de cien metros del acantilado. No me estaban atacando, sino ayudando a bajar. Descendíamos lentamente. En quince minutos me depositaron suavemente sobre la rama de un árbol. Luego se alejaron sin más. Tal vez me confundieron con uno de los suyos que estuviera herido… Recordé con tristeza cómo le habría gustado esto al Jefe médico Thorfhun. Bajé del árbol sin dificultad y una vez entre las raíces encontré lo que buscaba, una grieta en el duro metal provocado por una gruesa raíz. Me colé por ella y llegué hasta la siguiente planta, deslizándome por la maraña de raíces y árboles jóvenes. Esta planta ya empezaba a ser invadida.
Los días habían dejado de significar algo. La vida era algo increíble. Todos los niveles eran distintos. La vegetación había evolucionado, cambiado, adaptado, luchado, aniquilado y sobrevivido de una u otra forma. El paso por tan variadas formas de vida se convirtió casi en rutina. La mayor parte de la vida aunque pareciera animal, en realidad era vegetal evolucionada.
La animal era mucho más escasa. Los había que se desplazaban a voluntad para atacar a otras especies o defender sus territorios. Las roturas que fusionaban diferentes pisos se erigían en valiosos objetivos, en torno a los cuales se desarrollaban cruentas batallas. Las estrategias eran muy variadas, iban desde el uso de zarcillos para atraparte y devorarte, hasta la aparente pasividad de las que volaban de un lado para otro hasta posarse en el tronco de un árbol o vegetal gigante para succionarle la savia o lo que tuviera.
La escasez de animales tenía su explicación. No habíamos introducido más que unos pocos en algunos niveles y modificados genéticamente para que no pudieran progresar. Estaba claro que no fueron lo suficientemente modificados como para aguantar tanto tiempo sin supervisión… La vida siempre encontraba un camino para evolucionar y por tanto sobrevivir. Iban pasando los meses y la sucesión de los pisos de vegetación parecía que no iba a acabarse nunca. Estaba realmente cansado. Llevaba cuatro semanas sin dormir. Me encerré en un compartimiento entre esclusas y decidí descansar ocho horas flotando en la ingravidez.
ARCHIVO DEL OB DE LA YÚREM NAOMI.
SITUACIÓN: LAIN SEN.
CONVERSACIÓN CON LA IA KHIMI.
—Hola.
—La información proporcionada por al IA Brack me hace deducir que usted es la Yúrem Naomi.
—«Ti».
—¿Puedo ayudarla en algo? —preguntó solícita.
—¿«Po» qué me hablas tan «teria»?
—Es la forma predeterminada para dirigirme a una Yúrem.
—¡Ah! ¿Tú qué haces? «Po» que me he «encontado» con «otas» muy «divetidas».
—Controlo los niveles de energía de este sector.
—¿Alimentas a «otas» como tú?
—Sí… Eso hago, entre otras cosas.
—Entonces eres una mamá. «Po» que eso es lo que hacen las mamás.
—Ese es un nuevo concepto que no había entrado en mis parámetros de lógica. Es… interesante.
ARCHIVO DEL OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
SITUACIÓN: LAIN SEN.
SALIDA DE LOS NIVELES DE VEGETACIÓN.
Abrí la última esclusa saliendo a un pasillo. Tan sólo me quedaba un mes de plazo, me había llevado mucho más de lo previsto atravesar esas plantas pero si tenía la suerte de conseguir que los canales de descenso se activaran, llegaría enseguida. Cuando me disponía a reanudar la marcha, me llamó Helen.
—¿Qué ocurre? —pregunté sorprendido.
—Tenemos un problema, un serio problema.
—¿De qué se trata?
—Brack acaba de informarme de que la línea de fuego no va a ser efectiva.
—¿Quieres explicarte? —pregunté alarmado.
—La línea, aunque sea funcional, está muy dañada por lo que se verá obligado a estabilizar y calibrar el cañón tras cada disparo.
—Y no tendrá tiempo a calibrarlo con las gemelas.
—Exacto. Como ha dicho; «sólo tiene dos brazos».
—Aunque tuviera más no llegaría a los controles, unos están junto a las gemelas y otros en la plataforma.
—Necesitamos ayuda. Por desgracia mis hijas son demasiado pequeñas. Ni llegan a los paneles.
—Están descartadas. Para que la ayuda fuera útil deberían ser cinco o seis y además portar el Traje.
—Por lo menos. Ese es también el cálculo de Brack y Lara.
—Ve a Pangea y trae a Mark Temple, Susan Sen, Yerri Black, Stark Gibson, Yack Truman y a… Naif. Ninguno tiene descendientes. El Traje les aceptará y no necesitarán experiencia. Brack les irá suministrando los datos a corregir.
—Pero eso significará que se quedará usted solo. No podré guiarle y las IA que se incorporen a la red no estarán conectadas a… mí.
—Sí, perderemos la comunicación directa, pero sabrás en todo momento dónde estoy, eres una Yúrem, ¿recuerdas?
—Las noticias que Lara ha captado de Pangea, me indican que aún están encarcelados en una prisión militar de máxima seguridad a la espera de juicio. Afortunadamente, tal y como van las cosas, se prevé favorable.
—Informa a los terrestres de lo que ocurre y sácales.
—¿Y si no me lo permiten? Este juicio es más político que otra cosa, ya sabe, para demostrar que mandan y que tienen el control.
—Estás tripulando el arma más poderosa del planeta. ¿Crees que se atreverán a negarse?
—Sí, creo que sí.
—Pues les haces una demostración de poder.
—¿De poder?
—Si no entran en razón elige uno de sus monumentos más emblemáticos, como su estatua de la libertad y ordena a Lara que la destruya. Avísa al Presidente de que la próxima vez lo harás con la Casa Blanca y con él dentro.
—En cuanto ataque la estatua huirá y se esconderá.
—¿De los sensores de Lara? Lo dudo. Además sabe que no tienen refugio, por muy antiatómico que sea que pueda protegerle de nuestro armamento. Les quiero aquí cuanto antes.
—Usted es el Príncipe, obedeceré sus órdenes.
—Una cosa más, «La Celda», que la pasen todos.
—Ya lo había pensado. ¿Y si alguno no la pasa?
—Mátalo. No tenemos capacidad ni podemos el correr el riesgo de vigilar prisioneros.
—¿Y si alguno no quiere ser Guardián?
—Necesito a cinco, es el mínimo. Si fallan más tendrás que buscar un sustituto. Para eso…
—… soy una Yúrem. Gracias —añadió irónica.