Capítulo II

30 DE MARZO. 10 AM.

STAMP POINT. NIVEL 2.

DESIERTO DE CALIFORNIA. EEUU.

La prórroga de seis meses dada por el General pasó volando y, por desgracia, sin resultados. Yack tamborileaba sobre la mesa usando los dedos, en un vano intento por relajarse, esperando la triunfante entrada del pomposo General. Tendría que aguantar su socarrona sonrisa y escuchar eso de «ya se lo dije», «los civiles no servimos para estas cosas…» y a saber qué otras estupideces.

—El General Bart Kalajan acaba de llegar, señor Truman —anunció la áspera voz de Angelina a través del interfono.

—Ordena que le acompañen a la sala de reuniones del nivel uno. Ahora voy hacia allá —dijo resignado.

Aunque estaba seguro que a los dos minutos tendría ganas de estrangularle, debía controlarse. Optó por sonreír, no quería que se diera cuenta. Al entrar, se lo encontró plantado en mitad de la sala, hinchado como un pavo real.

—Buenos días, General.

—Buenos días, señor Truman. Sentémonos.

—Antes de nada quiero pedirle mis más sinceras disculpas. Tenía usted toda la razón —dijo humilde, haciendo que se inflara más si cabía.

—Acepto sus disculpas. Ahora explíqueme el fracaso de sus últimos intentos —añadió mordaz.

—Eso ya no tiene importancia.

—Señor Truman, sé que es usted un civil pero cuando yo doy una orden o pido algo, se hace sin rechistar —aseveró seco.

—No se enfade, General —dijo conteniendo las ganas de soltarle un puñetazo—. No le estoy desobedeciendo. Lo que ocurre es que desde hace dos semanas las cosas han cambiado —continuó.

—Explíquese.

—Empezaré desde el principio. Hace dos semanas, descubrí con sorpresa que algunas llamadas que recibíamos no aparecían registradas o estaban alteradas en los sistemas de seguridad. En especial las que usted realizaba.

—¿Alguien ha estado interceptando mis llamadas? ¿Cómo demonios es eso posible? —preguntó entre indignado e incrédulo.

—«Puenteando» el ordenador central de seguridad.

—¡Fusilaré al traidor! —espetó furibundo. Era un anormal, gente como él era la que empezaba las guerras.

—No se enfurezca y sea tan amable de dejarme acabar. Obviamente, me dirigí al jefe de seguridad para ponerle al tanto.

—Stark no ha reflejado nada de lo que me está contando en sus informes diarios.

—No, por eso he querido informarle personalmente de lo que ocurre. Además, no ha podido hacerlo.

—¿Cómo que no ha podido? ¿Pero qué demonios está ocurriendo aquí? —preguntó desconcertado.

—Stark activó el nivel máximo de seguridad, usando los códigos que sólo él conocía y sellamos la base con la esperanza de atrapar al traidor, si es que era alguien de Stamp. El equipo informático descubrió con asombro que el invasor se había introducido, a todos los niveles, en los programas de la base y cuando intentaron averiguar el origen, los ordenadores se bloquearon impidiendo el acceso y el control de la base dejó de estar en nuestras manos. Estábamos atrapados. Prisioneros, diría usted. Para demostrarnos quién mandaba nos cortó la luz, dejando sólo las imprescindibles de emergencia, e impidió la salida del complejo, que alguien pudiera cambiar de nivel o incluso, salir de su sección. Precintó la armería dejándonos sólo con las pocas armas que portaban sus marines y por supuesto, nos incomunicó con el exterior.

—Un momento —volvió a interrumpirme, era incapaz de callarse—, en dos semanas han tenido que recibir dos pequeños relevos y no me constan que haya habido problemas, además me han llegado diariamente todos sus informes y la base se ha comunicado en ambas direcciones con todo tipo de llamadas.

—Espere, no se adelante. Cuando comprendimos nuestra situación, tras dos días de infructuosos intentos por volver a controlar el complejo, todos los altavoces de la base se activaron. Una voz de mujer, fría pero armoniosa, empezó a hablar…

—Buenos días a todos. Como habrán podido comprobar, desde hace dos días controlo plenamente la base. Puesto que he sellado las cocinas, almacenes, comedores y fuentes de agua, supongo que el hambre y la sed les hará escucharme atentamente. Si se atreven a interrumpirme o intentan de nuevo acceder a la red de ordenadores, también sellaré los baños, imposibilitando la extracción de agua de las cisternas y por tanto su doble utilidad. No esperen ayuda del exterior. Estoy administrando los informes pertinentes y les he sustituido telefónicamente simulando sus voces o imágenes, en el caso de las video llamadas. Los relevos de protocolo serán capturados según vayan llegando y he informado de una de sus famosas alertas de seguridad, aislando la base del exterior, de forma que todos los permisos han quedado suspendidos, por lo que nadie se extrañará de no verles. El relevo general de sección no será hasta dentro de diez semanas y no vendrá nadie más hasta que la alerta cese. Me intriga qué será lo primero que les mate si decido cortar el agua de las cisternas y desconecto el suministro de aire, ¿la asfixia o la sed? No se inquieten, no soy tan mala, como gesto de buena voluntad informaré al ingeniero de estructuras Peter McWrite que su mujer ha tenido mellizos y que los tres se encuentran perfectamente. Bien, dadas las buenas y malas noticias, vayamos a lo que nos interesa. ¿Quién está al mando?

—¿No lo sabe? —le pregunté furioso,

—Sin provocaciones, señor Yack Truman, tienen todas las de perder.

Nos oía y nos veía usando nuestro propio sistema de seguridad. Sería inútil destruir las cámaras visibles ya que sabía que Svenson había ordenado hacía meses, la instalación por toda la base de una segunda red de cámaras ocultas que controlaba personalmente desde…donde se escondiera ese maldito paranoico. Buscarlas nos llevaría demasiado tiempo, algo de lo que carecíamos.

—¿Quién está al mando? —volvió a preguntar endureciendo el tono.

—¡Usted! Sea quien sea —espeté.

—Buena respuesta, señor Truman. Estoy muy preocupada por la falta de responsabilidad que ha demostrado su raza con mi caso —dijo serena.

—¿Lara? ¿Eres Lara, la nave? —pregunté estupefacto. Sonaba tan humana…

—Siempre he creído que usted es el más inteligente de este lugar. ¿Por qué abrieron la compuerta de carga desoyendo los consejos de Mark Temple? ¿Por qué no me consultaron? ¿Se dan cuenta de que han puesto en peligro de muerte a su raza y a toda la vida del planeta?

—Es algo complicado de explicar…

—¡Más vale que empiece! Mi Príncipe me enseñó todo lo contrario a lo que he visto aquí.

—Durante más de doce horas traté de explicarle el porqué de nuestra impaciencia. Se enfureció mucho, o así me lo pareció. Dijo que nuestros dirigentes debían ser duramente castigados por haber puesto en tan serio peligro a nuestro pueblo.

—¡Esa estúpida máquina! ¡Es una maldita comunista anarquista! —estalló el General.

—Por favor, escuche. Tras mucho hablar y razonar con ella durante estos quince días, aceptó abrir la base siempre y cuando siguiéramos un plan que había configurado basándose en el suyo, General. La verdad es que es idéntico.

—¡Hasta las máquinas me dan la razón! Y usted, un civil sin experiencia, oponiéndose férreamente. ¡Cuánto tiempo perdido!

—Es verdad —mascullé mordiéndome la lengua fuertemente para no soltarle un improperio—. Reconozco mi error, pero la nave pone la condición de que sea ella la que designe el escuadrón de asalto. Eso sí, solicita que el Pentágono elija a los mil posibles candidatos, los mejores que tengan para esta misión, activos o inactivos. Por eso me ha pedido que le traiga…

—¿Quién? ¿Ella? ¿La base no está bajo nuestro control? —preguntó alarmado.

—Aún no —irrumpió Lara usando el altavoz principal de la sala.

El General pegó un brinco que a pocas tocó el techo.

—¡Truman! ¡Me ha tendido una trampa!

—No se alarme General —dijo Lara—. En cuanto terminemos esta conversación, la base quedará bajo su mando de nuevo, di mi palabra a Yack y se la doy también a usted. Estaba deseando conocerle. He estudiado su ficha, sus logros, su capacidad mental, sus ideas…Es usted el primero de su gente que merece todo mi respeto y por eso quiero que dirija esta operación, General Kalajan. Es el único realmente capacitado.

—Eeeh… Gracias… Lara. ¿Verdad? —preguntó intentando disimular el enorgullecimiento que le embargaba.

—Sí, General. Estoy deseando trabajar a su lado. Lo que le ha contado Yack es correcto. Deseo que el Pentágono, bajo su supervisión, elija a los mil mejores hombres.

—¿Y luego?

—Los dos únicos seres inteligentes de la base harán la selección, usted y yo. Puedo asegurarle que en mis bancos de memoria hay millones de datos y que su plan es el único factible —dijo provocando una amplia sonrisa en el borrico pomposo.

—¿En qué basará sus decisiones? —le preguntó.

—¿Qué pregunta es esa? En sus consejos, naturalmente —respondió disipando cualquier duda.

—Me pondré de inmediato en el asunto. Pero antes, debe devolvernos el pleno control de Stamp.

—General, está usted al mando. La base permanece desde este instante bajo su control. ¿Puedo pedirle algo?

—Le escucho.

—Me gustaría que Yack Truman siga en su puesto. Parece ser que ha comprendido nuestro punto de vista y podría sernos de utilidad.

—Está bien. Seguirá en su puesto. Volveré en menos de quince días con la lista y los informes correspondientes.

—Lo dejo en sus manos. Hemos de terminar con esta amenaza lo antes posible.

—Me voy. En cuanto pueda le pasaré los primeros informes…¿A través de…

—Llame a la base y solicite a Truman que me pase la información.

Yack permaneció un rato callado tras la salida del General.

—¿Ocurre algo? —inquirió Lara.

—¿Seguro que no tienes algo de humana?

—Seguro. ¿Por qué lo pregunta?

—Cualquiera lo diría viéndote dar «jabón» —bromeó.

—La descripción de personalidad que me proporcionó la Doctora Susan Sen fue muy exacta. Sólo le he dicho lo que quería oír. ¿El Capitán Yerri Black está preparado?

—No te preocupes. Todo está listo.

—El control de variables es mi fuerte y si fuera humana le respondería que siempre me preocupo.

—Cambiando de tema, vas a tener que devolvernos el control de la base.

—Sí, al menos en apariencia…

—Por lo menos…