LAIN SEN.
APOSENTOS DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
ARCHIVO DE LA IA CÁSAM.
APTO SÓLO PARA CAPITANES DE ÉLITE.
Cuando el Príncipe entró, enmudecieron de golpe. Tras él lo hicieron la Yúrem Helen y sus hijas Alice y Naomi, que se pusieron a su lado, mirando al resto. El Príncipe fue escrutando con la mirada a todos los presentes. Primero miró a Anyel, luego a la Capitana Zuzan, al Capitán Elizaid, al Capitán Rerg, al Capitán de Ingenieros Taban… Así hasta que no quedó nadie. Brack permanecía desde el principio en una esquina, absolutamente inmóvil y en silencio.
—Curioso. Esperaba que los gritos de alegría por haber acabado con Tógar me hubieran ensordecido nada más entrar —dijo el Príncipe.
—Y nos alegramos, mi señor, y mucho —se apresuró a decir Elizaid.
—¿Y puedo saber por qué me miráis como si tuviera dos cabezas? —inquirió molesto.
—Mi Príncipe y amigo —dijo afectuoso Anyel—, incluso a mí, que os conozco desde siempre, se me hace muy difícil entender cómo es posible que hayáis sobrevivido a una caída orbital —continuó.
—Las tropas ya no tiene dudas de que sois…bueno ya sabéis…un…Dios —añadió Zuzan, incómoda.
El Príncipe respiró profundamente conteniendo su decepción, y miró a la Yúrem con resignación, Helen le sostuvo la mirada, dándole ánimos.
—Si fuera un Dios os puedo asegurar que chasquearía los dedos y haría desaparecer a Trash. ¡Pero no puedo hacerlo! Aunque os parezca difícil de creer, hay una explicación lógica para que haya sobrevivido —dijo el Príncipe.
Taban avanzó y se puso al frente del grupo.
—Sabéis que…bueno siempre…Siento contradecirle, mi Señor, pero no hay un Guardián que pueda sobrevivir a una caída así. No es posible, no señor —negó tajante.
El Príncipe frunció el ceño disgustado y le miró duramente a los ojos. Luego a los demás, como si esperara que alguien refutara a Taban.
—¡INCREÍBLE! Tanto tiempo juntos, tantas lecciones dadas…¡Y NO HABÉIS APRENDIDO NADA! No existe algo que sea imposible, ya deberíais saberlo a estas alturas —dijo, profundamente disgustado—. Os lo explicaré para demostraros lo equivocados que estáis, y lo haré con un ejemplo práctico ya que, por lo visto, va ser la única forma de que me entendáis —continuó.
—¿Vais a hacer otra caída orbital? ¿Otra caída a Pangea? —preguntó pasmado el Capitán Rerg.
—¡A usted le voy a tirar a Pangea! ¡Y sin el Traje! ¿Qué cree? ¿Que estoy loco? Dudo mucho que sobreviviera por segunda vez.
—¿Dudas? —preguntó Anyel pasmado, olvidando el protocolo al dirigirse a él en público.
—Sí, viejo amigo, sólo dudo pero lo más seguro es que muriera. Desenfunda tu pistola láser y actívala a máxima potencia.
—Como queráis, mi señor. Hecho —dijo, pulsando una tecla del OB.
El Príncipe levantó el brazo izquierdo, poniendo la mano extendida a la altura de su cara y separada algo más de un palmo.
—¿Ves mi mano? —ironizó.
—Claro, mi señor. ¿Por qué? —preguntó intranquilo, le conocía bien. Le iba a dar una buena lección delante de todos los demás.
—Quiero que apuntes con tu arma al centro de mi mano y dispares.
—¡Mi Príncipe! Os desintegraré la mano.
—¿Y? Si eso ocurriera, en un par de meses pangeanos volvería estar igual que ahora. El Traje se encargaría de la regeneración.
—Pero…
—¡Capitán! ¿Se está negando a obedecer una orden directa dada por mí? —le preguntó, con el rostro inescrutable.
—Prance… —dijo entre dientes.
—Dispara, amigo, confía en mí —dijo, tranquilizador.
Anyel, francamente nervioso y ante la atenta y desconcertada mirada del resto, efectuó un disparo que alcanzó la palma en su centro. La exclamación de sorpresa fue general. Era increíble, la mano permanecía intacta.
—¡Oh! ¡No puede ser! —exclamó el Príncipe—. Es un Dios, guapo, alegre y simpático —continuó con una voz aguda y ridícula y empezó a pegar saltitos como si fuera un idiota. Luego se paró en seco y les miró serio, duro.
—¿Cómo es posible? —preguntó Taban, incrédulo, que había activado parte de su casco, de forma que le cubriera sus ojos, para poder seguir todo el proceso de una manera más minuciosa.
—Bien, empecemos por hablar de esta «nueva proeza». Un segundo disparo en el mismo punto perforaría el Traje, quemándome la mano. El tercero desintegraría la carne y huesos y sería detenido por el Traje que cubre el dorso y el cuarto la acabaría atravesando de parte a parte. Todo mi Traje tiene ese nivel de resistencia…ahora. Para que tengáis un cálculo aproximado de su resistencia, os diré que aguanta sin perforarse, el contacto de una espada láser durante medio segundo.
La exclamación de asombro fue general.
—¡Eso es increíble! Con vuestra habilidad, os hace prácticamente invencible en un combate cuerpo a cuerpo —dijo asombrado Anyel.
—Exacto. Por eso va a permanecer en el más absoluto secreto. Nadie, a parte de los presentes, debe saberlo. Es una orden directa, Capitanes.
—Nadie comentará esta asombrosa noticia —dijo la Capitana Zuzan, con voz trémula.
—No quiero faltarle al respeto, pero seguís sin aclarar cómo habéis conseguido semejante resistencia. Además, ya he hecho un cálculo mental y tampoco habrías podido sobrevivir a la caída orbital —dijo Taban, mirándole a los ojos.
—Cierto. Una plancha de M7 protegió en parte mi reentrada planetaria.
—Ni aun así. ¿Qué es lo que todavía no nos ha contado? —replicó Taban, tenaz.
—Tu mente, Capitán de Ingenieros Taban, siempre me ha asombrado. Sí, es cierto, eso no habría sido suficiente.
—Retrocedamos al momento en que empezó la reentrada. Como bien sabes, Taban, tenía el Traje a plena potencia, ya que no había gastado casi energía en mi combate con Tógar y en la destrucción de los macro cruceros. Una plancha de M7 desprendida de uno de ellos, de unos veinte metros cuadrados, me protegió al inicio de la reentrada. Sólo fueron unos segundos, enseguida empecé a notar el calor. Pronto se hizo insoportable. Dejé de ver, la atmósfera a mi alrededor se incendió. El Traje adquirió una temperatura insoportable y el dolor por todas partes de mi cuerpo se volvió indescriptible, de un momento a otro se empezaría a desintegrar y yo con él. Cuando pensé que el dolor me iba a volver loco, dejé de sentirlo de golpe.
—¿Cómo es eso posible? —preguntó Taban.
—Hagamos memoria y retrocedamos al amargo día de la Gran Batalla Final y más concretamente al momento de mi…como decirlo…muerte. Tú tenías una teoría, ¿no es así Taban? —preguntó por sorpresa.
—Creo que el láser bifurcado que os alcanzó en el pecho, en el centro del Jarkon*, junto a vuestro grito de ira, provocó una compresión de energía, de vuestra energía, todos sabemos que todo es energía, abriendo un salto espacio temporal, tal vez algo parecido a un agujero negro en miniatura. Lo más probable es que fuerais engullido o absorbido por vuestro padre terrestre y…bueno…acabarais fecundando un óvulo de vuestra madre terrestre. Por supuesto destruyendo el material genético de ambos. Personalmente creo que es imposible que nunca más en la existencia de este universo, se puedan dar las condiciones para que volviera a ocurrir algo así.
—Tógar me dijo que en el lugar donde dispararon los lásers contra mí, no quedó rastro de energía, vamos, que los láseres no dañaron nada —le informé.
—La teoría del micro agujero negro va tomando fuerza, mi señor.
—De echo estoy convencido que estos tres mil millones de años seguí absorbiendo energía.
—Podría ser. También es lógico que en el segundo desarrollo genético no recordarais nada de vuestro pasado hasta la pubertad y que los recuerdos fueran llegando entrecortados, y progresivamente.
—Hasta los treinta pensaba que me estaba volviendo loco, luego tenía la certeza de que lo que recordaba era cierto, pero que era imposible demostrarlo y luego leí el libro de Mark y de golpe toda mi memoria se activó. Pero claro, no podía hacer nada, no disponía de un Jade y estaba rodeado de terrestres que no paraban de matarse y hacerse la puñeta los unos a los otros.
—Eso también cuadra…
—Cuando estaba a punto de morir se activó, lo que a Tógar todos estos millones de años le había estado martirizando, mi primer Jade que no apareció en el lugar donde desaparecí y que se activó cuando el segundo Jade no podía seguir manteniéndome con vida en la caída orbital.
—Un momento en Lain yo… —comenzó la Capitana Zuzan.
—Aún me quedaban alrededor de veinte segundos para sufrir daños cerebrales irreparables, tu rápida y providencial intervención evitó que se activara.
—¿Entonces en tu interior hay dos Jades? —preguntó anonadado Anyel.
—Sí, amigo algo en teoría ¡IM-PO-SI-BLE! —exclamó irónico.
—Si ya erais un guerrero formidable, ahora… —especuló el Capitán Elizaid.
—La energía cumulada por el segundo Jade durante estos milenios evitó que murierais en la reentrada y en el impacto. Claro que si llega a ser en tierra…
—Por suerte Pangea tiene tres cuartas partes de su superficie cubierta de agua. Ahora que ya os he demostrado que nada es imposible, os toca trabajar en una explicación lógica para que sobreviviera a la caída —dijo mirando a Taban sonriendo de oreja a oreja.
—Eso va a ser una tarea muy ardua. ¿Por qué le importa tanto que las tropas le consideren un Dios? ¿Eso nos les infundiría más valor? —inquirió.
—¡NO! Primero, no es verdad. Segundo, esa creencia lleva al fanatismo y ningún tipo de fanatismo es bueno. Si creen que lo soy, acabarán creyendo que todo lo que hacen es bueno, porque están bajo el mando de un Dios y podrían acabar cruzando la línea que separa el Bien del Mal. Tercero, si toda su lucha se basa en que soy un Dios y un día caigo en combate, perderán toda esperanza en vez de luchar con más ahínco. Deberéis convencerles de que soy un hombre, tal vez excepcional si queréis, pero hombre.
—¡Sí, mi Príncipe y Señor! —gritaron todos al unísono.
—Ayudad a Taban en lo que necesite para la falsa explicación. Ahora, cambiemos de tema. Comencemos a planificar cómo derrotar a Trash.