Capitulo XI

OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.

—Solicito permiso de aproximación y aterrizaje. ¿Puedo saber qué es lo que ocurre? —pregunté con voz inocente.

—Ha habido una explosión en el Sebire y ha alcanzado al Óltag y al Imboc. No sabemos nada del Désnat —dijo la nerviosa voz de un Guardián.

—¡Qué desastre! Pero si acabo de salir del Sebire…

—Nos estamos preparando para rescatar a los supervivientes…

—Seguro que el Amo quiere interrógarme personalmente. ¿Cuál es el espaciopuerto más cercano a sus aposentos?

—Es el espaciopuerto de los micro cruceros y cazas de castigo, pero no creo que…

—¿De verdad cree que debería hacerle esperar cuando me llame…

—Ahora se los proporciono a su IA, se apresuró a decir.

Los datos llegaron en unos pocos segundos. La IA guió con exactitud la nave hasta el espaciopuerto y el anclaje asignado. No sufrimos ninguna nueva comprobación, debía reinar un caos brutal.

Me dirigí hacia el primer pasillo de salida con el que me topé. Por todas partes veía correr a pilotos y tropas hacia sus naves a la espera de órdenes. Los Guardianes hablaban entre sí muy preocupados. No sabían qué estaba ocurriendo. Las conversaciones versaban entre rumores y medio fantasías.

—… y que el macro crucero Imboc atacó…

—… les ha atacado una flota pirata…

—¿A qué esperamos para atacarles…

—¿Qué ha dicho el Amo?

—… no se puede establecer comunicación…

—… el ataque es cosa de los terrestres…

Avancé por los pasillos alejándome del espaciopuerto, llegando a un sector de repuestos en el que casi no transitaba ningún Guardián, al contrario que la riada de pequeños robots que transportaban piezas de un lado para otro sin descanso. Me acerqué a la terminal de una IA de control.

—¡Muéstrame un plano de este sector! —le ordené, sin opción a réplica.

Tras estudiarlo y memorizarlo observé con disgusto que no aparecían los aposentos de Tógar.

—¿Qué pasillo se dirige lo más directo hacia los aposentos del Amo?

—¿Por qué? —preguntó la IA

—Porque tengo que revisar la seguridad, estúpida máquina.

—¿Por qué no consulta su OB?

—Porque precisamente se trata de eso, comprobar que vuestros datos son fiables, ¡maldito montón de chatarra oxidada!

—Entiendo —dijo, marcándolo en rojo.

Por el pasillo casi no me crucé con ningún Guardián, con los pocos que lo hice les lancé una hosca mirada para que no me dirigieran la palabra. Cuando llegué al final del sector me acerqué a otra IA..

—Muéstrame el plano de esta sección —le ordené seco.

Lo estudié con tranquilidad, por la distribución sólo había dos rutas a seguir.

—¿Cuál de estos dos pasillos no va hacia el sector donde están ubicados los aposentos del Amo?

—La c-j-f-24.

—Bien —dije, alejándome por el otro pasillo.

Lo seguí hasta el final del sector, atravesando un patio de entrenamientos, ahora desierto, aparte del cuerpo de guardia. Nadie se fijó en mi presencia, todos miraban a las pantallas informativas esperando noticias. Tras recorrer media docena de pasillos y consultar otras tantas IA, llegué a un elevador electromagnético. Me asomé al hueco y vi que se podía ascender y descender. ¿Cuál era la dirección correcta? Cuando me iba a introducir aparecieron cuatro Guardianes del Mal emergiendo de la negrura y se me quedaron mirando extrañados.

—¿El Amo sigue en sus aposentos? —les pregunté con seriedad.

—Sí, no creo que quiera que nadie… —dijo mirando hacia arriba brevemente.

—Entonces no le molestaré —dije interrumpiéndole, e ignorándoles, entré en el elevador y, crucé los brazos sobre el pecho y descendí, desapareciendo de su vista.

Antes de llegar a la siguiente salida, me detuve descruzándolos. Esperé un par de minutos y los coloqué a los lados de mi cuerpo, volviendo ascender. Sobrepasé la entrada por la que me había introducido y ascendí pasando por varias hasta que llegué a una donde se encontraban apostados dos docenas de Guardianes del Mal. Me detuve y salí con tranquilidad.

—El Amo me espera —dije mirando al que era el Jefe de Escuadrón y, por lo tanto, el que estaba al mando.

—El Amo no me ha informado de su visita —me respondió serio, haciendo que todos acercaran sus manos a las armas, enfundadas aún en sus Trajes pero que no se mantendrían mucho tiempo en ellos.

—¿Puedo saber por qué os iba a informar a vos de lo que está ocurriendo ahí fuera? ¿Acaso pertenecéis al equipo de espionaje? ¿O pretendéis sonsacarme información que ni siquiera el Amo aún posee? —apunté suspicaz, inquietándolos.

—¿Es verdad que nos están atacando? —preguntó uno de sus hombres, preocupado. Las noticias que les debían de haber llegado, eran tan confusas que el Jefe de Escuadrón, ni le amonestó por interrumpirme.

—Me temo que es peor… —respondí aún más serio.

—Uno de esos perros nos ha traicionado, ¿verdad? —preguntó entredientes el Jefe de Escuadrón.

—Veo que es usted muy intuitivo…Cuando salga, tras informar al Amo, solicitaré que le trasladen a mi Escuadrón de información. Veré si es verdad que está usted aquí desaprovechado —dije dándole coba.

—Gracias, pero sin una autorización del A…

—No se puede imaginar la de tonterías que he oído por el camino, ataque pirata, asteroide, terrestres con naves…¡Estupideces! Cuando el Amo oiga mi informe, van a rodar gran cantidad de cabezas, puedo asegurárselo —dije en un tono agrio y amenazador, que hizo que se encogieran.

—Entiendo…

—Ahora no perdamos más el tiempo. No quiero que el Amo se enfurezca por mi retraso. Su llamada ha sido muy clara, quiere un informe personal de inmediato.

—¿Os ha llamado el Amo personalmente? —preguntó el Jefe de Escuadrón, sorprendido.

—Sí. ¿Qué tiene de raro? No se fía de nadie y los informes siempre se los doy personalmente a través de la pantalla principal de sus aposentos. Aunque reconozco que estoy algo nervioso, esta es la primera vez que quiere que le dé un informe en persona. ¿Alguna recomendación de última hora? —les pregunté, desconcertándolos ante mi sinceridad.

—No le mire a los ojos, a no ser que se lo permita… —dijo el Jefe de Escuadrón, impresionado.

—No lo olvidaré. Espere aquí y no deje que nadie más entre hasta que yo haya terminado. Lo que le voy a contar al Amo lo va a cambiar todo —dije ignorándole, siguiendo hacia sus aposentos.

Llegué ante la imponente puerta de los aposentos de Tógar. No había Guardianes en el exterior. ¿Nadie le protegía? ¿Me había descubierto? ¿Una trampa? Mi instinto me decía que no, pero si me equivocaba y en el interior me esperaba con un nutrido grupo de Guardianes…

Me acerqué con prudencia y la puerta se abrió a mi paso. La primera hacia arriba, la segunda lateral y la tercera en dos, diagonalmente. Cogí la espada láser de mi costado y la activé mientras entraba. Los sensores de mi OB me indicaban la presencia de un solo Guardián, la sala anexa estaba vacía. No había nada más con vida. Sus aposentos estaban llenos de grandes pantallas que mostraban el exterior y la catástrofe ocurrida con los cruceros. Oí cómo las puertas se cerraban. Un Guardián enorme me daba la espalda al fondo. Miraba las pantallas, en apariencia absorto. Sin aviso, las pantallas se fusionaron formado una que cubría todas las paredes y que mostraba el exterior tal y como se vería a simple vista. Peligrosamente cerca se veía un crucero o más bien lo que quedaba de él. Ardía por muchos sitios, y pequeñas explosiones surgían en puntos insospechados, sin duda, los módulos de acumulación de energía para las distintas máquinas. Los Guardianes de Mal que estuvieran dentro, morirían en breve, si no conseguían una nave de salvamento.

—Hola Prance. Te estaba esperando —dijo escueto, sin volverse.

—Así que era una trampa. ¿Cuántos de tus perros tienes fuera? —pregunté entre dientes avanzando amenazante.

—Ninguno. He ordenado a las tropas encargadas de mi protección que vayan a la sala de salvamento, a ayudar en el rescate de los supervivientes. Pílmor ha sido el más costoso de convencer.

—Ahora, sí que no te entiendo —dije, deteniéndome a mitad de camino.

Tógar se giró y pude ver su rostro, su mirada. Nunca había visto una tan triste. A pesar de que obviamente era inmortal, aunque su rostro fuera joven, parecía viejo, muy viejo.

—Desde que en la Gran Batalla Final no encontré tu Jade y comprobé que los miles de láser que te disparamos no habían dañado la zona, supe que, a pesar de haberlo visto con mis propios ojos, no habías muerto y que, más tarde o más temprano, este día llegaría.

—Entonces, seguro que Trash está ahí fuera, esperando, ¿verdad?

—No, Prance. Él cree que estás muerto. Le entregué el Jade de ese perro rubio que ordené que decapitaran delante de ti.

—Su nombre era Yárrem.

—Eso ya no importa.

—Bien, ríndete y respetaré tu vida y la de tus Guardianes.

—Aparte de que aún tengo este crucero intacto, no puedo hacer eso.

—Aunque no lo creas, no quiero acabar con tu vida.

—Lo sé. Yo tampoco quiero matarte, replicó sorprendiéndome.

—Entonces estamos de acuerdo. Ríndete.

—No. De esta habitación sólo saldrá uno de los dos con vida.

—¿Tanto temes a Trash que vas a morir por él?

—No es a él a quien temo.

—¿A quién entonces?

—El momento de hablar ya ha terminado. Luchemos, viejo compañero.

—Nunca me llegaste a derrotar en la Gran Dama.

—Ha pasado mucho desde eso… Por desgracia —dijo cogiendo la espada anclada en su cintura, a la vez que la activaba.

Avanzó hacia mí con decisión y sin conectar el escudo circular del OB. Agarró con las dos manos la espada y me descargó un rápido y fuerte golpe de arriba a bajo que detuve a duras penas con mi espada. Como contraataque le embestí con el hombro libre en medio del pecho, haciéndole retroceder.

Volvió a atacarme de la misma forma y volví a contenerle. Eran ataques sin sentido. Una simple finta y acabaría con él. ¿Era eso lo que quería? Volví a golpearle con fuerza y volvió a ceder terreno.

—No me obligues a matarte, Tógar. Ríndete.

—Lo harás. Es la única forma —dijo, volviendo a avanzar.

Esta vez atacó más en serio, haciendo fintas a derecha e izquierda, que tampoco resultaron difíciles de parar. Luego empezó a moverse más rápidamente haciéndome retraerme. Me estaba probando y no me equivoqué. Siguió atacando, avanzando, retrocediendo, fintando y golpeando. Cada vez era más rápido, llegó un momento en que no tuve más remedio que contraatacar. Sabía que no pararía mi ataque. Un movimiento trasversal de mi espada lo abrió de arriba abajo. Calló de espaldas como un fardo. Rápidamente me arrodillé junto a él y con sumo cuidado coloqué mi mano bajo su nuca, levantándole un poco la cabeza para que no se ahogara con la sangre y pudiera respirar. No creí que me doliera tanto matarle.

—Tógar…

—Ha…sido mi…decisión… Déjame…hacer…algo por ti…mi última…única buena acción.

—¿Qué vas a hacer?

—Rat… En cuanto…salga…Prance…autodestruye el crucero. Sin…pre…alerta.

—¡Tógar! Estás condenando a tus hombres.

—No…lo…sientas…por ellos…sirven al…Mal.

—Podrías ordenar que se rindieran y…

—No…puedes…correr…ese riesgo…Prance… sé que…no tienes…tropas…suficientes…Ahora… pregúntame…eso por…lo que…has venido…en realidad.

—El Maestro, ¿cómo lo derrotasteis?

—Esa respuesta…ya…la conoces… Te…la…dio…él…mismo…amigoooo…

Murió mirándome con alegría, con alivio de que todo terminara. ¿Cómo es posible que estuviera tan atormentado? No pude obtener los archivos de su OB así que ordené que desintegrara su cuerpo y recuperé su Jade, guardándolo en una de las toberas de mi Traje.

Salí rápidamente, saludando al Jefe de Escuadrón e informándole que el Amo le llamaría en breve y que esperara sus órdenes. Me dirigí rápidamente al espaciopuerto que seguía siendo un caos. Me monté en un transporte interior y desconecté la IA que lo controlaba. Me dirigí a la salida peo antes de alcanzarla recibí una comunicación.

—Caza ciento ocho de la escuadrilla Xítar. No tiene permiso para salir. Vuelva a su lugar de anclaje —dijo una voz.

Ignorando las órdenes, salí del espaciopuerto.

—¡Caza ciento ocho de la escuadrilla Xítar! ¡Vuelva de inmediato! Me alejé a máxima potencia.

—¡Caza ciento ocho! ¡Vamos a abrir fuego! ¡Vuelva! Me alejé más y empecé a zigzaguear. No esperaron más. Abrieron fuego con sus potentes baterías láser. La primera andanada destruyó mis escudos y la segunda dañó muchos impulsores y sistemas, pero no dejó el caza inoperante.

Cuando pensaba que me había escapado, aparecieron como surgidos de la nada media docena de cazas.

—¡Ríndase! ¡Deténgase o le haremos pedazos! —espetó uno de los pilotos.

Como respuesta no me desvié un milímetro de mi objetivo, Pangea. Al instante, ante mi silencio, empezaron a disparar. Hacerles frente sin escudos y con tantos daños era impensable, así que me dediqué a esquivar sus mortales ráfagas como pude.

Cuando ya llegaba a la atmósfera de Pangea, fui alcanzado por las ráfagas de dos cazas. La alarma interior se disparó. El módulo principal de energía estaba dañado, la nave estaba a punto de estallar. Ordené a la IA que me expulsara. Al poco estalló semidesintegrándose. Ahora me encontraba a merced de los pilotos del Mal. Cogí el fusil láser en un vano intento de alcanzar a alguno de ellos, aunque fuera inútil, porque no conseguiría atravesar sus escudos. Vi cómo se alejaban y se agrupaban, luego enfilaron en mi dirección. Activé el escudo del OB y me preparé. Mi sorpresa fue enorme porque cuando ya me tenían a tiro dieron bruscamente la vuelta y se dirigieron hacia los macro cruceros averiados. Uno de ellos estalló dañando aún más al otro. Los cañones de Lain debían seguir alcanzándoles, a pesar de la distancia. Unos segundos después estalló el Osko, provocando el caos total. Tógar había cumplido…Iba a usar el OB para que alguien viniera a rescatarme cuando vi algo que se me acercaba por el rabillo del ojo. El casco lo identificó de inmediato, se trataba de una plancha de M7 de más de veinte metros cuadrados, que por su baja calidad era de una zona interior, probablemente del Sebire y venía directa hacia mí. Me preparé para el impacto.

PANGEA.

SAN SEBASTIÁN. ESPAÑA.

PLAYA DE LA CONCHA.

OB DEL CAPITÁN ANYEL.

Mis tropas instalaban «La Celda» en los Guardianes del Mal que habían sobrevivido tras rendirse. Sólo habíamos sufrido un tres por ciento de bajas. Como siempre, Prance tenía razón y sus locos planes eran los más eficaces.

De pronto el casco se activó parcialmente cubriéndome los ojos, apareciendo Zuzan en la pantalla interior.

—¡Anyel! ¡El Príncipe! ¡Está en el vacío, apunto de caer orbitalmente! —exclamó angustiada.

PANGEA.

TROPOSFERA. 2 minutos PARA REENTRADA ATMOSFÉRICA.

OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL

El impacto contra la plancha de M7 de baja calidad había sido más duro de lo esperado pero no me dañó y había conseguido agarrarme a ella. Cortado pequeños pedazos de los bordes y luego lanzándolos con fuerza había logrado estabilizarla de forma que dejara de girar y rotar sobre sí misma. Ahora caímos directamente a Pangea. El OB me indicó que en dos minutos empezaría la reentrada. Cuando pensaba que mi llamada de auxilio no sería recibida, la pantalla del casco se activó.

—¡Prance! ¿Me oyes? —oí que me preguntaba Anyel, a la vez que la pantalla me mostraba su descompuesto rostro.

—Te oigo, amigo. Tus ojos me dicen que no hay ninguna nave lo suficientemente cerca. ¿Verdad?

—Nunca he podido ocultarte nada. La más cercana tardará ocho minutos en alcanzarte —dijo con un nudo en la garganta.

—Los dos sabemos que será demasiado tarde…

—Prance yo…

—Escucha. Esto es el fin. A partir de hoy eres el Comandante en Jefe de lo Guardianes del Bien.

—No…no.

—Empiezo a notar el calor. Despídeme de todos y explícales que jamás me he arrepentido de ser un Guardián del Bien. ¡Que luchen sin tregua, hasta acabar con el Mal! ¡El Mal debe ser destruido!

—Tienes mi palabra.

—Amigo, esto empieza a calentarse de verdad —dije entre dientes.

—¡Aguanta! Agu…ta…Par…ens…

El brutal calor de la reentrada puso al rojo vivo el M7 obligándome a saltar para alejarme de ella. Al instante noté cómo todo mi cuerpo se calentaba de una forma intolerable. El dolor se multiplicó por mil.

—¡¡¡¡¡¡HAAAAAAAA!!!!!!

Veo cómo ardo. Ya no hay dolor. Luego, todo es silencio y paz. Noto cómo caigo. Y finalmente…oscuridad.