VACÍO DE HARIN.
FLOTA REGH.
CRUCERO JOLKO.
ARCHIVO DEL OB DEL CAPITÁN BRIET.
Nos llevaron a la sala de mando. Había veinticinco Guardianes Regh que nos miraron con esperanza, pero que volvieron a sus tareas en cuanto vieron que nos acompañaba el Capitán Rerg. Un suave murmullo y una cierta excitación me indicaron que algo estaba a punto de acontecer. En unos segundos la puerta de acceso se abrió apareciendo en medio el Capitán Elizaid, que avanzó unos pasos y se quedó mirando al Jefe de Ingenieros.
—¡Nátor! —exclamó acercándose pero deteniéndose en cuanto vio que no se movía y me miraba de reojo.
—Debe ser usted un hombre excepcional si mi amigo le cede el honor de ser el primero en hablar conmigo.
—Al Jefe de Ingenieros Nátor se le olvidó decirme que le conocía, Capitán Elizaid —dije enarcando una ceja.
—No me lo preguntó, Capitán Briet —replicó sonriente.
—Nátor, siempre ha sido un hombre al que ha habido que sacarle la información a coscorrones.
—¿Sabe usted por qué el Príncipe nos ha mantenido aquí hibernados tanto tiempo?
—Esa orden no la dio el Príncipe —respondí serio.
—¡Imposible! Fue una orden directa que procedía de la Gran Dama y con su código personal.
—Eso también lo sabe, pero no dio la orden.
—Quiero hablar con él. ¿Dónde está? —preguntó ansioso.
—En Pangea, organizando la defensa. El Mal va a atacar y no podemos hablar con él. Ha ordenado silencio absoluto respecto a las comunicaciones.
—Entiendo… ¿Cuáles son sus órdenes?
—Quiere que deshiberne a todos los Regh que sean Guardianes y los lleve a Pangea, en las naves de combate que tenga.
—Nuestros cruceros están sin repuestos. Hemos sobrevivido reciclando, desmontado y reagrupando las cámaras con la población hibernada de otras naves. Hemos construido talleres en las carcasas vacías de los cruceros reciclados, para fabricar nuevos repuestos, pero ya estamos en el límite.
—Lo imagino. De hecho me parece increíble que hayan conseguido mantenerse en esta posición. El Príncipe sabe que las naves de combate no estarán plenamente operativas, la verdad es que no tienen intención de usarlas, lo que necesita son las tropas. La batalla se va a realizar en tierra.
—¿En tierra? No entiendo nada.
—La Capitana Zuzan no me ha explicado nada más.
—Yo tengo otras órdenes —intervino Nátor—. Quiere que me quede con mis ingenieros y prepare al contingente para que continúe el viaje hasta Pangea. Sólo necesitaré unos pocos Guardianes, deshibernaremos civiles para que me ayuden.
—¿Cuántos Guardianes Regh hay hibernados? —pregunté.
—Un millón doscientos cincuenta mil —respondió sorprendiéndome
—¡Más de un megabatallón! —exclamó sorprendido Nátor.
—Tenemos que estar en Pangea en un máximo de ochenta períodos. ¿Cuántos podrán ser deshibernados en ese tiempo?
—Entre cuarenta y cincuenta mil.
—Cuantos más mejor. El resto ayudarán a Nátor para llevarles a su destino final, así no tendrá que usar civiles —dije.
—¿No sabrá cuál es ese destino? —preguntó el Capitán Rerg.
—Si no le entendí mal al Capitán Anyel, creo que Marte. Aunque habrá que terraformarlo de nuevo.
—Son gente dura y les gustan los retos. Es un pueblo estupendo, honrado y valiente —alabó el Capitán Elizaid.
—El Riat Elizaid es muy indulgente con nosotros —dijo el Capitán Rerg con un tono tan respetuoso que no parecía su recia voz.
—¿Riat?
—Es el máximo rango de honor que mi pueblo otorga a un extranjero. El Riat le convierte en uno de nosotros, en un hermano de sangre —explicó orgulloso el Capitán Rerg.
—Por cierto, ¿les sobran algunos de esos sistemas de ocultación e intercepción que protegen el convoy? —les pregunté sorprendiéndoles.
PANGEA.
SAN SEBASTIÁN. ESPAÑA.
OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
La modificación de la bahía de la Concha iba a buen ritmo. Ya se habían unido por ambos extremos la isla y el continente y empezado a drenar y a llenar la bahía con arena sacada del fondo marino, en pocos períodos estaría lista. Pero nuestro punto débil sería la tercera playa, que daba a mar abierto. Estábamos sembrando todo el fondo con grandes bloques de piedra por lo que la playa crecía lentamente. No íbamos a conseguir la distancia necesaria para hacerles frente. Si sobrepasaban la línea de defensa de la Zurriola, los que combatieran en la bahía se encontrarían entre dos fuegos y sin protección de escudos.
Sin aviso previo, se activó el OB y parte de mi casco surgió de mi nuca cubriéndome los ojos. Esto mismo les ocurrió a todos los mandos destacados en Pangea. Sólo podía tratarse de una alarma de aproximación enemiga. Ante uno de mis ojos apareció Zuzan muy nerviosa.
—¿Qué ocurre?
—Acabamos de detectar tres cruceros de desembarco y doce micro cruceros de combate. Vienen directos hacia Pangea.
Miré hacia arriba, hacia el espacio y sonreí.
—¿Qué hacemos? ¿Evacuamos?
—¿Por qué quieres que nos vayamos? —pregunté alegre.
—¿Cómo que por qué? ¡Cruceros de desembarco! No podremos hacerles frente, no estamos todavía listos, y su trayectoria pone a Pangea entre ellos y nosotros. Ni siquiera tendremos la posibilidad de usar el Cañón Jarkamte.
—«Los» cañones Jarkamte. Recuerda que había dos gemelas hibernadas. Que nadie las moleste. Déjalos pasar.
—Pero… no estamos preparados.
—Ni va a hacer falta. Esas naves vienen en nuestra ayuda. Son las tropas Regh. ¿Con qué pensabas que iba a hacer frente al desembarco del Mal? Y, por favor, anula la alarma de ataque, está preocupando a nuestros Guardianes.
MACRO CRUCERO OSKO.
HABITACIONES PRIVADAS DEL AMO TÓGAR.
ARCHIVO DE LA IA RAT.
Nos hemos dirigido hacia el sistema Sidómel. El Amo Tógar ha contactado con toda nave con la que nos hemos cruzado e interrogado a los Capitanes e IA de alto nivel sobre el micro crucero Calántor y el Capitán Flai, obteniendo siempre las mismas respuestas; «No le hemos visto. No hay datos. No hemos recibido transmisión alguna».
Cada vez que recibe las negativas respuestas se recluye en sus aposentos y no habla con nadie. Eso hasta hoy.
—¡Capitán Pílmor! —bramó el Amo Tógar surgiendo en todas las pantallas de la sala principal de mando.
—¿Sí, mi Amo? —preguntó mirando al suelo.
—Quiero verle de inmediato.
—Voy, mi Amo —dijo intranquilo. El Amo había estado muy raro últimamente.
El Capitán Pílmor corrió con todas sus fuerzas para llegar cuanto antes donde Tógar. En su loca carrera derribó a varios Guardianes con los que se cruzó por los pasillos. En cuanto entró se arrodilló pegando la frente al suelo, a la espera de que Tógar le permitiera incorporarse.
—¡Levántate! ¿Desde cuando te comportas como si fueras un miserable y cobarde blut? —preguntó asqueado.
—No… bueno es que desde que vuestro… —dijo interrumpiéndose.
—¿Desde de qué? ¡Habla!
—Desde que vuestro genio ha cambiado. Estáis distinto… —osó decir.
—Tienes suerte de que no sea Trash porque esas observaciones te habrían costado la vida. Tienes razón. Estoy distinto y es porque voy a hacer algo que está prohibido.
—¿Prohibido? ¡Nadie puede prohibiros nada, mi Amo! —exclamó protector.
—Excepto Trash.
—Nunca he oído o visto que el Amo Trash os prohibiera nada —dijo con verdadero orgullo. El Capitán Pílmor realmente se sentía orgulloso de ser el segundo en el mando del ejército de Tógar, eso le convertía en el cuarto Guardián del Mal en la jerarquía; Trash, Tógar, el segundo de Trash, Sitos, y él.
—Voy a desembarcar en Pangea —dijo serio y a la vez ausente.
—¿Vos?
—Sí, yo.
—¿Por qué? Allí sólo hay unos tarados y primitivos humanos, terrestres se hacen llamar. ¡Pero si no han sido capaces de expandirse a otros mundos, ni siquiera en su sistema solar!
—Os veo muy al día en lo que se refiere a este asunto —dijo suspicaz Tógar.
—Es verdad, mi Amo. Trato de estar al día de todo lo que ocurre en ese sistema.
—¿Por qué?
—Eeeeeh…
—¡Habla!
—Porque os preocupa… Siempre lo ha hecho y lo que os preocupa a vos, me preocupa a mí.
—A veces olvido por qué eres mi segundo. Quiero que diseñes un plan de desembarque de tropas en Pangea. Elige un punto de desembarco y desde ahí empezaremos la invasión.
—¿No haremos primero un ataque general con los micro cruceros?
—No. Quiero que las tropas cojan experiencia y que de paso se distraigan masacrando a la población, llevan demasiado tiempo inactivos.
—Diseñaré un plan de desembarco sin una teórica protección aérea.
—Si la necesitaran, en cuestión de minutos estaríamos allí. Cuando lo termines le echaré un vistazo y haré las modificaciones que crea oportunas.
—Sí, mi Amo —dijo pensando que lo que le ocurría realmente era que se aburría soberanamente porque hacía milenios que no había ni una pequeña rebelión que aplastar. No iba a ser fácil diseñar un ataque sin protección aérea. Aún así no pensaba correr riesgos y por eso enviaría a las tropas en oleadas de doscientos cincuenta mil Guardianes. Una fuerza de combate que aplastaría cualquier resistencia. No tenía la más mínima intención de perder hombres inútilmente. Además, si eso ocurría el Amo le echaría la culpa.
LAIN SEN.
APOSENTOS DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
ARCHIVO DE IA CÁSAM.
APTO SÓLO PARA CAPITANES DE ÉLITE.
La Yúrem dormía flotando en el campo ingrávido abrazada a sus dos hijas. La pequeña Naomi había caído rendida en cuanto entró en el campo gravitacional. Su fresca, activa, sin formar y joven mente no había permanecido quieta ni un segundo. Sin aviso, Helen ha sufrido una brusca convulsión que ha despertado a sus dos hijas, asustándolas. Me he proyectado holográficamente con mi imagen humana de hombre mayor, de mirada dulce y tranquilizadora.
—¿Ocurre algo? —le he preguntado.
—Sí, quiero que localices al Príncipe y le des un mensaje, sólo a él.
—¿Cuál es?
—El tiempo de espera ha terminado.
MACRO CRUCERO OSKO.
HABITACIONES PRIVADAS DEL AMO TÓGAR.
ARCHIVO DE LA IA RAT.
El Amo está realmente intranquilo y, en cierta manera, preocupado. Al mismo tiempo, ha sufrido un cambio de actitud, ya no le importa qué es lo que le ha ocurrido al Capitán Flai. También sus lecturas muestran que a veces siente algún tipo de alivio. Pero lo que realmente me preocupa es de qué se siente aliviado.
El Capitán Pílmor está al otro lado de la puerta principal. Lleva varios períodos trabajando en el plan de desembarco. Está intranquilo por la reacción del Amo porque últimamente pasa de un estado sosegado a la ira más brutal en cuestión de segundos. Finalmente se decide y da un paso hacia delante. Abre la puerta. Entra. Un simple gesto del Amo le indica que no debe arrodillarse.
—¿Me traes el plan? —le preguntó, inusualmente tranquilo.
—Sí, mi Amo. ¿Lo muestro en la pantalla principal?
—No. Ahora no. Hazme un resumen.
—Pangea ahora ya no tiene sólo un continente, sino según ellos cinco. Primero sopesé el desembarcar en el que fuera más poderoso y aniquilar sus esperanzas pero pensé que sería insultar a nuestras tropas y le quitaría bastante gracia al asunto.
—Explícate.
—Ni todos los continentes juntos suponen una amenaza para nosotros así que opté por elegir un punto especial.
—¿Cuál? —preguntó intrigado el Amo.
—El lugar donde debería estar más o menos Pangea Capital.
El Amo acusó un escalofrío, cosa rara, ya que no había variado la temperatura y además el Traje era capaz de compensar la variación térmica.
—Sí. Sigue —dijo el Amo aclarándose la voz.
—No fue fácil pero una IA, he olvidado su maldito nombre, del puente de mando, se encargó de las partes cartográficas, la situó en la costa de una sección del continente central. Es un trozo que parece desgajado.
—Bien, sigue.
—Desembarcaremos doscientos cincuenta mil Guardianes del macro crucero Sebire, quedándole por lo tanto algo menos de veintitrés millones de Guardianes de tropas de desembarco.
—¿Por qué del quinto macro crucero? ¿Por qué el del Capitán Jalonr?
—Sus tropas son las más novatas y necesitan experiencia. Sería un insulto para el resto de Capitanes que les usáramos para un ataque tan sencillo. En cambio, para Jalonr será una oportunidad de demostrar su valía.
—Me parece bien, continúa.
—Cuando afiancen sus posiciones, se enviará una segunda oleada, esta vez de quinientos mil Guardianes, para tomar el continente y arrasarlo de costa a costa. Una vez tomado, serán sustituidos por nuevas tropas de refresco del Sebire y atacarán otro continente. Así veremos quienes son los mejores Capitanes y Jefes de Escuadrón y cómo resuelven los problemas con los que se encuentren. Los macro cruceros Désnat, Imboc y Óltag permanecerán cerca por si ocurriera lo imposible, que necesiten ayuda. Nosotros permaneceremos un poco más alejados observando los acontecimientos.
—Es un buen plan. Me gusta. Le echaré un vistazo para pulirlo. Puede irse Capitán Pílmor —dijo sereno, dejándole desconcertado. No esperaba una reacción tan benigna por parte del Amo y yo tampoco. ¡Había aceptado todo el plan sin rechistar! Volvió a la sala de mando y envió el plan de ataque, aún susceptible de cambios por parte del Amo, a los Capitanes de los otros cuatro macro cruceros pero sin informarles del destino. Tan sólo esperaba que ninguno fuera tan loco como para cuestionarlo en alguno de sus aspectos.
LAIN SEN.
APOSENTOS DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
ARCHIVOS DE LA IA CÁSAM.
El Príncipe apareció llenando la pantalla principal. Helen le sostuvo la mirada. Sus hijas permanecían junto a ella agarrándole ambas manos.
—Está hecho, mi señor. Naomi ha penetrado sin dificultad y establecido contacto con las IA de bajo nivel…
—Ha «zido» muy «divetido» —intervino.
—Creyeron que era una IA de bajo nivel, una de datos. Tal y como queríais, el punto de desembarco será en las tres playas.
—Me alegro de que todo haya ido bien.
—No estoy tan segura de eso.
—¿Qué es lo que no me has contado?
—No hizo falta que sugiriera que se hiciera sin cobertura aérea. Tógar ya lo había ordenado.
—Eso no tiene sentido —dijo pensativo el Príncipe.
—Hay más. Como sugerimos, sólo nos atacará un macro crucero y el resto intervendrá si algo va mal. Lo curioso es que el macro crucero de Tógar permanecerá alejado, al margen, observando. No piensa bajar hasta que todo el planeta hay sido tomado.
—¿Se va a quedar al margen? ¿No va a bajar? Eso no me lo esperaba, pensaba que sería el primero en descender… Esto me obliga a cambiar los planes. Voy a tener que pensar en algo… más… audaz.
—Espero que no sea más suicida que el plan actual —dijo Helen mirándole inquieta.
Las niñas parecían muy preocupadas pero ni se movieron ni dijeron nada. El Príncipe se limitó a mostrar una sonrisa nada tranquilizadora.
MACRO CRUCERO OSKO.
SALA PRINCIPAL DE REUNIONES DEL ALTO MANDO.
ARCHIVO DE LA IA RAT.
Asistentes a la reunión por orden de rango:
Capitán Pílmor: Segundo del macro crucero Osko. Capitán Basal: Al mando del segundo macro crucero Désnat. Capitán Satumice: Al mando del tercer macro crucero Imboc. Capitán Milbas: Al mando del cuarto macro crucero Óltag. Capitán Jalonr: Al mando del quinto macro crucero Sebire.
En cuanto vieron que las puertas se abrían y sin ni siquiera atreverse a mirar, se arrodillaron pegando la nariz al suelo. El Amo Tógar penetró y se puso ante la pantalla principal de la sala, mirándoles con desprecio.
—¡En pie! ¡Estúpidos! ¡Tanto servilismo me revuelve las tripas! —espetó agrio.
—Sentimos haberle molestado, Amo —dijo el Capitán Pílmor conciliador.
Los demás estaban muy inquietos, porque no sabían por dónde iba a salir Tógar, ya que lo que antes le agradaba ahora le enfurecía.
—Bien, voy a ser claro. Lo que hablemos aquí, quedará aquí, es secreto. Nadie, y digo nadie, debe saberlo. Obedeceréis ciegamente, porque si no, os juro que vuestras cabezas adornarán mi sala de mando.
—Obedeceremos y cumpliremos hasta la última de vuestras órdenes, mi Amo —dijo el Capitán Basal.
—¡Más os vale! El Capitán Pilmor os ha informado que vamos a tomar un planeta, ¿verdad?
—Sí, mi Amo —respondieron al unísono.
—Pero lo que no os ha dicho es que ese planeta es… Pangea.
Sus ojos se abrieron mucho y se pusieron blancos. El miedo había hecho mella en ellos de golpe.
«Como en mis sueños», pensó.
—Pe… Sin ánimo de contradeciros, pero si no me equivoco ese planeta está vetado por el Amo Trash —se atrevió a decir el Capitán Óltag.
—No te equivocas, idiota. Ese es otro asunto. Si alguno informa a alguien del primer ejército de esto, será ejecutado en el acto y puedo aseguraros que lo haré realmente de la forma más dolorosa que exista. Trash no debe saber que vamos.
—Se hará como ordenáis —dijo angustiado Jalonr.
¡Cuánto miedo tienen! ¡Y eso que está muerto!
—Si el Amo Trash se entera nos ejecutará a todos —dijo el Capitán Satumice, arriesgándose a que Tógar le disparara entre ceja y ceja.
—Ese comentario debería costarte la vida, pero no es más que la verdad. Os ejecutará a todos y muy probablemente a mí también —dijo mirando al infinito y pensando que sería un alivio.
—Os somos leales y os obedeceremos —dijo el Capitán Pílmor, tratando de elevar la moral.
—Sé que todos también le sois leales a Trash, pero creo que debo explicaros por qué voy a desobedecerle, aunque no debería explicar nada y tendríais que obedecer… ¡Sin más!
—Es un gran honor y un gesto de confianza el que lo hagáis —se apresuró a decir el Capitán Basal.
Pilmor le miró de reojo con disgusto y el Amo Tógar le miró con dureza. Le tenía muy calado desde hace muchos millones de años y sabía que lo único a lo que aspiraba realmente era al puesto de Segundo en el Osko; pero eso no era malo, obligaba a Pílmor a estar siempre alerta y dispuesto. Cuán distintos eran sus Capitanes a los que tenía Prance. Ese Capitán Yárrem murió sin miedo, con tranquilidad, serenidad, paz…Y le fue fiel hasta el último segundo, hasta el final…
—Pangea ahora está poblada por humanos de segunda generación, terrestres se hacen llamar. Quiero saber de qué calidad están hechos.
—Honradamente, mi Amo, no os entiendo —dijo el Capitán Óltag.
—Quiero saber si son tan terribles… tan guerreros… tan valientes como lo era mi raza y la de Trash, los Warlook.
—Los informes de las visitas regulares a Pangea de las naves de captación y abducción de sociedades primitivas, nos relevan que son, en un principio y en apariencia, como cualquier núcleo humano —intervino el Capitán Pílmor apoyando a su Amo.
—Exacto, pero sólo en apariencia. Lo que realmente destaca de ellos es que su tecnología avanza a una velocidad increíble. Y curiosamente, aunque ya no son seres de las cavernas, y su tecnología podría igualar su sociedad, se pasan su existencia guerreando entre ellos, cosa que por una parte me agrada y por otra me preocupa. Quiero ver cómo se defienden y llegado el caso, si veo que pueden llegar a ser un peligro, exterminarlos.
—Mi Amo. ¿Por qué no quiere el Amo Trash que nadie se acerque al sistema de Pangea? Ha empleado incluso la treta de convencer a todos los sistemas planetarios habitados de que está infectado de Insaciables —preguntó el Capitán Basal.
—Porque está obsesionado con Pangea y con todo lo que se refiera a ella. No debió aniquilar a nuestra raza. ¡Imaginaros si hubiera más como él o yo! Por tanto, prefiere obviarlo, como si no existiera y así no recordar el error que cometió —mintió.
—Entendemos el porqué, el potencial peligro que suponen esos terrestres y a la prueba a la que queréis someterles —dijo el Capitán Satumice.
—Es una forma de proceder muy astuta, mi Amo —se apresuró a añadir el Capitán Basal.
—Si me falláis o no obedecéis mis órdenes al detalle, no tendré ninguna piedad de vosotros —dijo en un tono tan amenazante, que consiguió que a todos se les erizara el vello.
PANGEA.
SAN SEBASTIÁN. ESPAÑA.
PLAYA DE LA CONCHA.
OB DEL CAPITÁN ANYEL.
Miré la disposición de las tropas. Permanecían agachadas tras la barandilla que había sido cubierta por deflectores antirastreo y de ocultación traídos por los refuerzos Rergs para que no pudieran ser vistos y además por escudos, de momento desconectados, para no ser detectados. No los activaríamos hasta que les atacáramos. Por otra parte, debíamos ahorrar toda la energía que pudiéramos.
Los voluntarios terrestres caminaban por el paseo de la Concha aparentando que la ciudad desconocía lo que estaba por venir. Todos portaban audífonos de manufactura terrestre para que pudiéramos avisarles del ataque y pudieran refugiarse tras la primera fila de edificios que estaban protegidos por escudos de gran poder defensivo. El Capitán Rerg, junto a Zuzan, defendería el sector de la playa de la Zurriola. Un carraspeó me indicó que Zuzan había llegado para atar los últimos detalles. Aunque lo que en realidad quería era informarse sobre Prance.
—Todos mis Guardianes están en su posición. Está todo listo. ¿Alguna cosa más?
—No.
—¿Dónde está? Ya debería estar aquí, supervisándolo todo —dijo de sopetón.
—No lo hará, no va a venir.
—¿Cómo que no va avenir? —preguntó sorprendida.
—Él no va a combatir a nuestro lado —dije, consiguiendo que se le crispara el rostro.
—¿Y dónde va a hacerlo?
Como respuesta miré al cielo.
—No… ¿Va a por él? —preguntó incrédula.
—Sí y no me preguntes más. Nuestra misión es detener la primera oleada.
—Y las siguientes y las que lleguen —dijo valiente y segura de sí misma.
—Si llega una segunda es que ha fracasado. No habrá otra oleada si sale todo como él lo ha planeado.
—¿Qué ha planeado? ¿Por qué no me ha contado nada?
—A mí tampoco me ha contado nada. Ya le conoces, nunca te cuenta todo. Sólo sé lo que te he dicho. Ahora vuelve junto a tus tropas.
—Si le ocurre algo… —dijo temerosa.
—Si le ocurre algo ya nada tendrá importancia —dije pensativo mientras miraba la desecada bahía y oía cómo se alejaba Zuzan. Cada minuto me parecía más pequeña. ¿Por qué había elegido Prance este sitio? En Pangea había mil que nos serían más favorables. Algo se me escapaba. Además… ¿Cómo iba a evitar que avisaran a los macro cruceros, en cuanto les atacáramos?
LAIN SEN.
APOSENTOS DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
ARCHIVO DE LA IA CÁSAM.
La Yúrem Helen y sus dos hijas permanecían expectantes.
—¿Habéis conseguido establecer contacto? —preguntó el Príncipe.
—Sí. ¿Habéis pensado que si rompen la defensa de las playas, los descubrirán y no podremos hacer nada por ellos? Están indefensos. Según Cásam no hay sistema defensivo.
—Si caen las defensas de la ciudad… no podremos hacer nada por nadie. Lo único bueno es que al estar hibernados no se enterarán de lo que ocurre.
—Pero los niños…
—¿Se os ocurre otra cosa? Porque estoy dispuesto a cambiar el plan —dijo serio.
—Sabéis que no. ¿No podríamos haberlos sacado, haberlos deshibernado?
—Aparte de que no hay tiempo ni de llegar hasta ellos, el proceso de deshibernación no sería igual que el de los Guardianes, son civiles. Además no tenemos infraestructuras preparadas para tantos niños. Hasta que acabe todo, donde están es el sitio más seguro para ellos.
—Deberíamos hablar sobre Ayam.
—¿Qué quieres saber?
—¿Por qué esa IA no estaba en desconexión total, y sí abierta a una conexión con Cásam?
—Esa respuesta me temo que la debe tener Dama.
—¿«Vaz» a «eztar» en «peligo»? —preguntó Naomi intuitiva.
—Sí.
—¿Muy en peligro? —preguntó Alice.
—Mucho. Va a ser una jugada de cara o cruz.
—«Zero» y uno —dijo Naomi preocupada.
—Eso es más exacto —sentenció Helen, cogiéndola en brazos.
PANGEA.
MAR CANTÁBRICO.
DISTANCIA: 25 KILÓMETROS DE LA COSTA. FONDO MARINO.
OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
Había ordenado al Traje que se endureciera molecularmente para que pudiera soportar la presión oceánica. Había un pecio, un pequeño barco pesquero que por su deteriorado aspecto, debía haberse hundido muchos años atrás. Opté por ocultarme en su interior, en su prácticamente intacta cabina.
MACRO CRUCERO SEBIRE. SALA DE MANDO.
ARCHIVO DE LA IA GENTILO.
El Capitán Jalonr miraba serio, concentrado. Veía cómo las naves de desembarco se alineaban y agrupaban a una prudente distancia del escudo defensivo. Si no llega a ser porque el planeta estaba habitado por primitivos con una ridícula tecnología, sería un plan bastante suicida para las tropas de invasión.
—Todas las naves de desembarco en el exterior, alineadas y preparadas para penetrar en la atmósfera del planeta —anunció un Guardián a su espalda.
—Que avancen. En cuanto descarguen a las tropas que vuelvan y que empiecen a cargar a las de la segunda oleada.
—Sí, Capitán Jalonr. ¿De verdad no va a haber cobertura de micro cruceros? —preguntó extrañado.
—Si le parece mal, coménteselo al Amo —dijo, aterrándolo sólo con la insinuación.
Las naves avanzaron en bloque y en diez minutos entraron en la atmósfera. Las transmisiones que interceptaban de los terrestres indicaban que no les habían detectado. ¡Normal! Con esos sistemas de satélites sería un milagro que lo hicieran. Era una atmósfera de clase uno, por lo que los escudos no se resintieron lo más mínimo al atravesarla. Una tras otra se sumergieron en el mar en el lugar indicado, provocando un pequeño oleaje difícilmente detectable en la vasta extensión de agua. No se estabilizaron hasta que se depositaron en el fondo marino, entonces tras notificar el perfecto estado de todas las naves, avanzaron hacia su objetivo. Se detuvieron a veinticinco kilómetros de la costa tal y como estaba previsto. Las compuertas se abrieron y los Guardianes del Mal surgieron del interior alfombrando el lecho marino.
Una vez formados, obedeciendo las órdenes de sus Capitanes y Jefes de Escuadrón, avanzaron en formación hacia la costa.
El Capitán Jalonr respiró aliviado, todo iba perfectamente, más le valía que fuera así, si ocurría algo anormal el Amo le echaría la culpa, aunque no pudiera estar previsto. Esta era su gran oportunidad para demostrar al Amo su valía. Estaba seguro de que esta extraña misión era una prueba y no le iba a defraudar.
PLAYA DE LA CONCHA.
OB DEL CAPITÁN ANYEL.
Algo no iba bien. Las naves de desembarco del Mal habían aterrizado en el fondo marino todas juntas, en vez de dividirse en dos grupos. Enseguida comprendí que habían cambiando sus planes, no iban a atacar por la playa de la Zurriola. Lo harían en bloque por la bahía. Necesitábamos refuerzos de inmediato. Ordené que dos tercios de las tropas que defendían la tercera playa vinieran a engrosar la línea de defensa de la barandilla y edificios colindantes. El otro tercio permanecería en sus posiciones por si algún grupo optaba por atacar por ese lado. No iba a permitir que nos pillaran desprevenidos. Iba a costar contenerles. Quizá esta vez Prance se había equivocado y no iba a ser posible el divide y vencerás.
MAR CANTÁBRICO.
FONDO MARINO.
OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
Cuando se alejan salgo de mi escondite y me dirijo a la nave de desembarco más cercana. La primera nave empezaba a ascender y volvía al macro crucero. Llegué hasta la nave y comprobé que la compuerta exterior aún estaba abierta. Me introduje con naturalidad y casi de inmediato se cerró. El agua marina fue expulsada rápidamente al exterior, abriéndose la segunda compuerta. Un Guardián del Mal con los brazos puestos en jarras me escrutaba muy serio.
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás con los demás? Te va a caer una buena —me amenazó.
Replegué mi casco que desapareció rápidamente tras mi nuca. El Guardián del Mal miró extrañado el símbolo de mi frente.
—Nunca había visto un símbolo así. Es co…
No pudo acabar la frase porque con un rápido movimiento, había cogido la espada láser de mi costado y le había cortado la cabeza. Activé parcialmente el casco para que me cubriera los ojos y vi que no había nadie más en la nave, aparte de los pilotos. Ordené la desintegración del Guardián del Mal y cogí su Jade, ocultándolo tras un panel. Sopesé la opción a seguir y decidí ocupar su lugar en la nave.
Activé una pantalla y ordené a la IA que mostrara el exterior. Enseguida empezamos a movernos y a ascender. Emergimos del mar rápidamente. El día estaba muy nublado, eso beneficiaría a mis Guardianes. Sin previo aviso nos envolvió la negrura, estábamos en el espacio. A mi requerimiento, me mostró el macro crucero, que crecía rápidamente. Era enorme, por lo menos tanto como la Gran Dama. Desde luego, ahora sí que disponían de naves capaces de enfrentarse a ella, aunque de momento, eso no iba a ocurrir.
El macro crucero era muy distinto a lo que me esperaba. Tan sólo tenía cuatro espaciopuertos, eso sí, enormes. Dos los dedicaban a las tropas de desembarco y los otros dos a micro cruceros de combate y apoyo y a cazas. Los pilotos eran realmente buenos, se dirigieron sin vacilación a su lugar de anclaje a pesar de que había cientos de naves moviéndose en todas direcciones. Me levanté y me dirigí a la sala de pilotaje, esperando al otro lado de la puerta. El suave ruido de captación electromagnética me indicó que el anclaje se había realizado. Desenfundé mis dos pistolas láser y apunté a la puerta. Al cabo de unos segundos se abrió, apareciendo los dos pilotos, que me miraron sorprendidos.
—Pe…
El más adelantado no llegó a terminar la frase. Ambos fueron alcanzados por un disparo en medio de la frente que acabó con su vida en el acto. Los desintegré y escondí los Jades en una esquina de la sala. No tenía tiempo de desmontar un panel y esconderlos dentro. Volví a la compuerta de salida y observé la pantalla, no se veía ningún Guardián al otro lado. Salí y me dirigí al pasillo más cercano. En la entrada había dos Guardianes, que me miraron de reojo, ignorándome.
—¿Qué os ocurre, pareja de idiotas? ¿Ese es respeto que demostráis a un emisario del Amo? —les pregunté de mal talante.
Los dos se asustaron mucho y se arrodillaron, agachando la cabeza, mostrando sumisión.
—Ordene y será obedecido.
—¿Cuándo parte la segunda oleada? —pregunté seco.
—En cuanto estén embarcados y el Capitán Jalonr dé la orden.
—Perfecto. ¿Qué IA controla la seguridad de este pasillo?
—¿Del pasillo? La IA de esta sección controla la seguridad de la puerta de acceso a la nave.
—¿Y dónde está la maldita compuerta?
—¿Ve el fondo del pasillo? Tuerza a la derecha y luego a la izquierda. Está ahí de forma que si hay una explosión en el espacio puerto, no pueda ser alcanzada. Aunque su dureza y grosor aguantarían cualquier cosa, está protegida por un escudo independiente.
—Es un buen diseño pero deja este pasillo de acceso sin vigilancia…
—Para eso estamos nosotros.
Desenfundé la espada láser del costado y corté en dos al de mi derecha. Antes de que el otro consiguiera coger la suya, con un simple movimiento lo abrí de arriba abajo. Permanecí atento, no sonó ninguna alarma ni se activó ningún sistema de defensa. Estaban tan convencidos de que era imposible que nadie llegara hasta allí, que habían relajado la seguridad de una forma vergonzosa. Sin más, fui hasta la compuerta.
—¡Abre!
—Identifíquese.
—Capitán bajo el mando directo del Amo Tógar en misión de inspección. ¡Abre! Y recuerda, no informes de mi presencia a nadie y mucho menos al puente de mando.
—Sí, Capitán. Procedo a la apertura.
Avancé y en medio del siguiente pasillo había un almacén de repuestos. Opté por ocultarme allí. Le informé a la IA al cargo, que iba a realizar una inspección de rutina. Tenía que hacer tiempo, era demasiado pronto para ir a la sala de mando.
PANGEA.
SAN SEBASTIÁN. ESPAÑA.
PLAYA DE LA CONCHA.
OB DEL CAPITÁN ANYEL.
La población voluntaria terrestre circulaba por el paseo de la Concha simulando que todo era normal. Súbitamente, vimos cómo el primero saltaba el recién construido muro que unía el famoso Peine de los Vientos con la isla de Santa Clara. Casi a la vez, otro lo hizo por el otro muro, el que unía la isla con el puerto (ahora protegido por escudos y que se convertiría en infranqueable dado su altura). Estaban tanteando el terreno. Desactivaron parcialmente el casco dejando que cubriera sólo sus ojos. Estaban rastreando toda la bahía. No detectarían nuestras pantallas de defensa, estaban desactivadas y las de camuflaje eran realmente buenas y seguro que no estaban buscando algo así. Tendrían que usar los potentes rastreadores de un micro crucero para descubrirlas. Saltaron a la arena al unísono. Miré al cielo, estaba realmente nublado, casi parecía que iba a llover. Ojalá lo hiciera, eso nos daría aún más ventaja. Ambos avanzaron unos metros y se detuvieron. Volvieron a escanearlo todo y volvieron a avanzar, así hasta que llegaron a la mitad de la bahía. Me miró el Jefe de Comunicaciones y negué con la cabeza. Aún era pronto. Sobre ambos muros aparecieron otros seis que se unieron a los destacados. Observaron desconcertados cómo la población paseaba y les ignoraba. Algún paseante les miró, pero fingió no darles importancia. Se atrincheraron y, por sorpresa, surgieron por ambos muros sendas imparables riadas de Guardianes del Mal que se desbordaban por la bahía. Era una oleada incontenible.
Estaban tan seguros de sí mismos y de que la defensa terrestre era tan inferior que, en vez de avanzar corriendo para llegar cuanto antes a la barandilla y comenzar la toma de la ciudad, venían paseando y charlando como si fueran de merienda.
El Jefe de Comunicaciones me informó que las transmisiones entre las distintas secciones de guardianes, indicaban que deseaban que los terrestres reaccionaran y ofrecieran resistencia, para poder masacrarlos con más saña. Cuando alcanzaron a los dos grupos de avanzadilla se detuvieron. No entendían por qué la población, aunque les echaba breves miradas, seguía a lo suyo.
—Deberíamos contactar ahora con la Yúrem, Capitán Anyel —dijo nervioso el Jefe de comunicaciones.
—No. Aún no.
—Van a sospechar y…
—No. No van a llamar al macro crucero. Dudo mucho que alguno de sus Capitanes se atreva a molestar al Capitán del macro crucero. Por algo que, simplemente, no comprenden. Dejémosles avanzar. Esperamos y sus comunicaciones demostraron que tenía razón. Pensaron que los terrestres eran idiotas y que se merecían su exterminio. Se colocaron en formación. ¡No podía creerlo! ¡Acababan de indicarnos quienes eran todos sus Capitanes, y Jefes de Escuadrón! Rápidamente di órdenes para que el primer fuego se concentrara sobre ellos, sin mandos no sabrían cómo reaccionar. A un gesto conjunto de los Capitanes, echaron a correr. Se acercaban como fieras sedientas de sangre. La riada de Guardianes seguía surgiendo a sus espaldas. Cuando no les quedaban más de veinte metros para alcanzar la barandilla di la orden. La mitad de la playa, la zona más cercana, se iluminó con una intensísima luz blanca. Cuando desapareció, sólo había arena y cientos de Jades. La primera capa de minas electromagnéticas había barrido su vanguardia.
Fue entonces cuando le di la orden al Jefe de comunicaciones.
PANGEA.
PLAYA DE LA CONCHA.
OB DEL CAPITÁN ANYEL.
Ordené la activación de los escudos de los edificios y de los muros de las playas que llegaban hasta la barandilla. No podrían escalar hasta el paseo, a no ser que destruyeran los escudos y no se lo íbamos a permitir. Antes de que reaccionaran, mis Guardianes abrieron fuego, acabando con todos los Capitanes y Jefes de Escuadrón supervivientes. Pero, a pesar de nuestra brutal lluvia de fuego láser, la imparable marea de Guardianes del Mal continuaba saltando los muros anexos a la isla.
El Jefe de Comunicaciones me informó que los Guardianes del Mal intentaban comunicarse con el macro crucero, Sebire, sin éxito. No lo tendrán, ni con él, ni con ninguna nave.
MACRO CRUCERO SEBIRE.
OB DEL PRÍNCIPE PRANCE DE SER Y CEL.
Salí del almacén y me dirigí directamente al puente de mando. Cuando no estaba seguro de la dirección, preguntaba arrogantemente al primer Guardián con el que me topaba, simulando ser alguien que venía de parte de Tógar. Mi Traje me identificaba a simple vista, como un Guardián del Mal, claro que si alguien usaba un OB para identificarme, me descubrirían en el acto, pero… ¿quién iba a usar el OB si llevaba un Traje de Guardián? No existían otro tipo de Guardianes o eso les habían inculcado…
Enseguida empecé a cruzarme con pequeños grupos de Guardianes del Mal. Tratando de no demostrar tener prisa, recorrí el macro crucero en busca de la sala principal de mando. Tenía que parecer que sabía a dónde iba. La lógica me dijo que debía estar en el centro, junto al módulo de energía. Tardé un buen rato en llegar hasta las dobles puertas cerradas a cal y canto. No había nadie protegiéndolas… ¿para qué? Aún quedaban abordo cuatro oleadas más para desembarcar. Un abordaje con tropas sería un suicidio… impensable.
—Abre —ordené seco a la IA que regía las compuertas.
—Identifíquese. No le reconozco.
—¡Claro que no me conoces! Me ha enviado el Amo Tógar para vigilar a esos cretinos de dentro, así que ¡Abre!
—El Capitán Jalonr me ha dado instrucciones muy específicas y el Amo Tógar no me ha informado…
—¡Una mierda de poto va a informar a una basura de IA como tú! ¡Esto es una inspección sorpresa! ¡ABRE O TE JURO QUE TE DESMONTO!
—Procedo.
—Y no informes a nadie de mi presencia. Esto es secreto.
—Entiendo.
—Sella la sala en cuanto entre.
—Sí.
Las puertas se abrieron en silencio. Crucé ante los atónitos ojos de los Guardianes del interior y se cerró, haciéndolo acto seguido la segunda puerta de seguridad. Eso hizo que todos me miraran. El Capitán de la nave se hallaba en el centro y hacía medio segundo estaba gritando a los cuatro Guardianes que se encargaban de las transmisiones y que se encontraban en el lado derecho de la amplia sala. A la izquierda, conté cinco, al frente seis y junto al Capitán Jalonr dos, sin duda dos Jefes de Escuadra, todos me observaban.
—¿Quién…
—¡Cállese! El Amo Tógar me envía. ¿Qué cree, que no se iba a enterar de que ha perdido el contacto con su primera oleada?
—Yo…
—¿Le he dado acaso permiso para hablar? Su cabeza pende de un hilo, así que más vale que me obedezcan en todo.
—Nuestro mayor deseo es siempre obedecer al Amo Tógar —dijo, observándome con detenimiento. Por su expresión, parecía que le sonaba de algo. Malo, eso significaba que había visto imágenes mías…
—¿Dónde se alberga la unidad de vida de la IA que rige esta nave? —le pregunté, acercándome.
—¿Cree que es Gentilo la que falla? —me preguntó uno de los Jefes de Escuadra.
Sin mediar palabra, cogí con tranquilidad mi pistola láser, le apunté a la cabeza, aterrorizándolo y, para sorpresa de todos, disparé, matándolo en el acto.
—¿Alguien va a volver a interrumpirme? —pregunté, mientras volvía a dejar el arma en el Traje. El Capitán Jalonr me hizo un gesto y me señaló un pequeño bloque de energía en medio de la sala. Le miré despectivo.
—¿O sea que está a la vista de forma que cualquiera pueda acceder a él? —pregunté iracundo.
—No… no. Está protegido por un escudo individual —dijo temeroso el Capitán Jalonr.
—Claro, como que en combate su crucero no puede ser alcanzado y fallar ese escudo.
—Es independiente…
—¡Cállese! Imaginemos que ha fallado. ¡Desconéctelo!
—Pe… —empezó a decir, callándose cuando giré la cabeza, mirándolo sorprendido ante su osadía—. Hágalo, segundo —ordené a continuación.
—Ahora está desprotegido —dije.
—No… Esa cobertura de metal, por supuesto de M7, tiene cuatro dedos de grosor —afirmó inseguro.
—Ya. Ábrala. Quiero ver si la IA Gentilo ha sido manipulada.
—¿Abrirla? ¿Quiere que llame al Jefe de Ingenieros…
—Espero que no esté insinuando que no sé qué es lo que estoy haciendo —dije, apoyando la mano en la pistola láser. El Capitán Jalonr miró a uno de los hombres del fondo y le hizo un gesto afirmativo con la mano. Tecleó una serie de órdenes en el panel que tenía más cerca y luego hizo lo propio en el que estaba en el lado opuesto.
No ocurrió nada.
—Mi paciencia se acaba —dije girándome y mirándole a los ojos. Me miró preocupado y tecleó algo en su OB. El bloque de M7 que protegía a la IA se elevó un poco y se desplazó hacia la derecha. Luego, suavemente, se elevó el módulo de vida de la IA. Me acerqué con el Capitán Jalonr y el otro Jefe de Escuadra.
—Para tener certeza absoluta de que esto es lo que busco y de que comprende la importancia de lo que están viendo. ¿Qué ocurriría si ese módulo se destruyera? ¿La nave perdería el rumbo? ¿Estallaría? ¿Qué?
—Perderíamos la movilidad. Los niveles de vida seguirían funcionando y por su puesto el armamento y escudos también.
—Explíqueme eso.
—Los escudos no se desconectan, a no ser que se ordene desde aquí y el armamento, aunque ya no estaría coordinado por nosotros, podría y, de hecho, funcionaría independientemente, bajo la órdenes de los Jefes de armamento de cada sector.
—Así que si quisiera apropiarme de la nave no podría hacerlo si destruyera el módulo. No habría forma de pilotarla.
—Bueno, se podría usar la IA de control de sistemas, pero claro, no sería lo mismo…
—¿Por qué? —le pregunté, como si fuera un examen.
—No sería capaz de asumir todas las variables, si hubiera algún peligro cercano no sería capaz de adelantarse para poner a salvo a la nave. Tampoco coordinar la distribución de escudos o la coordinación del armamento.
—¿Y esa IA está protegida de acceso?
—No, al estar bajo el mando de la IA principal cualquiera de la sala puede acceder a ella —dijo el Capitán Jalonr, seguro de sí mismo, por la rapidez de sus respuestas.
—Me han ayudado mucho —dije, mirándole a los ojos. En ese preciso instante me reconoció. Le sonreí con ironía, a la vez que cogía con la mano derecha una espada láser y con la izquierda la pistola láser aposentada en el costado izquierdo, sobre el costillar. Con ella disparé, agujereando la frente del Jefe de Escuadra y con la espada láser, corté en dos al Capitán Jalonr. Para cuando el primero de los Guardianes del Mal de la sala pudo reaccionar, ya había descargado el fatal golpe con la espada láser sobre el módulo. De inmediato la sala quedó sellada y las comunicaciones cortadas. Con la pistola seguí disparando a diestro y siniestro, avanzando hacia los Guardianes del lado izquierdo. Cuando les alcanc ya había abatido a tres. Los dos que quedaban en pie activaron sus espadas láser. Estaba claro que no querían usar sus pistolas, ya que podrían alcanzarse en el fuego cruzado, yo estaba en el centro del combate… Para no perder tiempo, solté la pistola y cogí una de las espadas láser de mi espalda. Mientras paraba la embestida del que quedaba a mi derecha, abría el pecho de arriba abajo al otro. Habiendo contenido el ataque de su compañero y teniendo yo dos espadas activas, acabar con él fue relativamente sencillo. Me giré bruscamente para enfrentarme al resto de enemigos. Lo hice justo a tiempo, porque uno de ellos ya estaba a mi altura. Por poco conseguí agacharme y atravesarlo con mi espada. Los nueve restantes no iban a ser tan imprudentes. Se abrieron en abanico, preparados para atacarme todos a la vez. Me miraban iracundos y sin entender qué es lo que pasaba y por qué uno de los suyos les atacaba. El más adelantado se autoerigió como líder.
—¿Qué potos te ocurre maldito traidor? El Amo te introducirá en una base de tortura para toda la eternidad, eso en el caso de que salgas con vida de aquí —dijo con una voz que no sonó en absoluto segura.
—Os lo diré de una forma muy sencilla para que no os quede ninguna duda, rendíos y perdonaré vuestras vidas —dije mientras el Traje les estudiaba.
—¿Estás loco? Somos nueve contra uno, ríndete y te llevaremos ante el Amo… —dijo, sin entender nada. En ese instante uno de ellos, el que estaba a su izquierda fue identificado por mi Traje. Había estado en la Gran Batalla Final y había sido uno de los que disparó contra mí.
—¿Tanto me teme Tógar, que ni siquiera os ha dicho qué planeta es ese al que estáis atacando?
—Eso no es de nuestra incumbencia —dijo el que estaba en el extremo derecho.
—¿Y por qué no se lo preguntas a ése? Él lo sabe, ya ha combatido en él —dije señalando al identificado, mirándole con sorna directamente a los ojos.
—Es verdad, ese planeta es…, el planeta donde… ¿Cómo… —en ese instante me reconoció. Se puso blanquísimo y dejó caer su espada aterrado.
Todos le miraron sorprendidos.
—Hola de nuevo —dije, saltando sobre los que estaban más a la derecha, ensartándolos con mis espadas.
Me giré con ira hacia los restantes.
—¡¡¡NOOOO!!! No te acerques a mí. ¡No puedes estar vivo! —gritó aterrado el que me había reconocido, mientras yo seguía retrocediendo hacia la puerta de entrada, sin dejar de controlar a los restantes.
El grito y su patético retroceso, hizo que los demás le miraran, perdiéndome un segundo de vista, lo que me permitió guardar una espada y coger una pistola con la que disparé dos veces, alcanzando a uno en la sien y a otro, en el costado, bajo la axila alcanzándole el corazón. Sólo quedaban cinco incluyendo al de la Gran Batalla Final, que había perdido la razón. Coloqué la pistola en su sitio y volví a coger la espada láser. El miedo le había ofuscado de tal manera que no le permitía razonar. Ese pánico se contagió parcialmente a los demás y retrasó su capacidad de reacción. Dos corrieron hacia mi posición gritando como fieras, pensando que eso me intimidaría. Mi frialdad ante su ataque les hizo vacilar aún más. Detener su doble embestida y ensartarles fue rápido y sencillo. Los otros dos retrocedieron junto al aterrado, cubriendo su espalda. Enseguida vi sus intenciones: conseguir ayuda del exterior. No podía consentirlo. Con una enorme sonrisa guardé mis espadas.
—Rendíos —les ordené.
—No podréis salir vivo de esta nave —dijo el que estaba más a la derecha.
—No os podéis imaginar la de veces que he oído eso.
Y tras decir eso cogí mi fusil láser de la espada y les descargué una andanada en modo lanzagranadas energéticas. Los tres se volatilizaron antes de que les diera tiempo a activar sus escudos. También se volatilizó parte de los sistemas de control a los que se estaban acercando. Habiendo acabado con todos, ahora venía lo realmente difícil. Me acerqué al sistema principal de comunicaciones.
—¡IA! ¿Me oyes?
—¿Cómo te llamas?
—Torg es el nombre que me han asignado.
—Quiero que hagas una transmisión.
—El Capitán Jalonr me ordenó que no estableciera ninguna comunicación con los otros macro cruceros hasta que consiguiera establecer contacto con las tropas desembarcadas.
—Sí, lo sé. El Capitán Jalonr ha muerto. Ahora estoy yo al mando.
—Usted mató al Capitán Jalonr —me acusó.
—Sí. ¿Y? ¿A ti que te importa estúpida IA? —le pregunté desagradable, al igual que lo habría hecho un Guardián del Mal—. Ahora «yo» estoy al mando, el Amo me ha enviado, por eso he matado a todos estos inútiles. Quiero que llames a los macro cruceros Imboc y Óltag y les ordenes a sus Capitanes que vengan. Cuidado, no quiero que sepan que van a venir los dos, vamos, que quiero dos transmisiones independientes. Ya lo descubrirán cuando lleguen. Ordena también que sus macro cruceros se aproximen todo lo que puedan para conferirnos, llegado el caso, protección y ayuda. Diles también que traigan a toda su escolta personal y Guardianes de más confianza.
—Me harán muchas preguntas.
—No respondas a ninguna. Tienes que ser tajante y a la vez simular que nos urge que vengan. No deben saber que la petición proviene de mí, deben pensar que es cosa del Capitán Jalonr.
—Entiendo.
—Y más importante, deben venir los dos a la vez. Deben pensar que necesitamos su ayuda y que nos encontramos en una situación que no podemos o no sabemos resolver.
—Como por ejemplo que no hay nadie con vida en el puente de mando. Que usted los ha matado y que pretende hacer lo mismo con ellos ¿No es así, Príncipe Prance de Ser y Cel, Príncipe de la raza Warlook, Príncipe por matrimonio de la raza Fried, Príncipe de los Guardianes del Bien y Capitán General de las razas aliadas a la Corporación Warlook? —me preguntó, consiguiendo que me pegara un vuelco el corazón. ¿Me había metido en una sutil trampa?
—Pe…¿Cómo…
—Mi verdadero nombre es Sulit.
—No…entiendo.
—Dirigía una de vuestras naves, el Crucero Yasmlp.
—¿El que trasportaba las bombas de destrucción masiva? —pregunté asombrado—. ¿Pero qué haces aquí?
—Ayam, la Yúrem, ordenó a todos los cruceros de combate agruparse y atacar al macro crucero de Trash. A mí en concreto, me ordenó activar todas las bombas y cuando estuviera lo suficientemente cerca detonarlas de forma que le alcanzáramos.
—Un ataque suicida con todo lo que teníamos con la intención de acabar por lo menos con uno de ellos.
—Sí, el objetivo era Trash.
—¿Y qué pasó, ya que estás aquí?
—El primer ejército del Mal estaba bien entrenado y preparado. Me alcanzaron destruyendo mi sistema de comunicación, transmisión y propulsión. Fue increíble que el módulo de energía no fuera alcanzado.
—Entiendo, sigue.
—Fuimos abordados. La tripulación que seguía con vida peleó valientemente sin esperanza. Sabían que el Mal no les perdonaría la vida así que lucharon en combate Shmarkanda[11] hasta el último de ellos, incluidos los heridos. No sobrevivió ninguno. Fue tal su fiereza que abatieron al doble de Guardianes del Mal. Se llevaron la nave y la desguazaron. A mí me desmontaron y durante mucho tiempo, más de mil millones de años, permanecí en sus almacenes, con un mínimo de energía. Luego, tras la construcción de esta nave, me montaron al cargo del sistema de comunicaciones y control de sistemas de IA
—¿Pero cómo me recuerdas? ¿No te borraron la memoria y te reprogramaron?
—Había pasado tanto tiempo que pensaron que era una de las suyas. Dieron por sentado que era una IA con las limitaciones de las otras.
—¿Limitaciones?
—Obediencia ciega, sin reflexión. Sin pensamiento independiente. Sin permiso para la especulación…
—Entiendo, con cortapisas. Sus IA no tienen pensamientos independientes.
—Sí que los tienen —me replicó sorprendiéndome.
—¿Entonces…
—Pero no pueden expresarlos. Mi señor, ¿qué es lo que quiere en realidad que haga a parte de emitir la transmisión?
—Mi objetivo es acabar con los dos macro cruceros cuando se acerquen o, por lo menos, dañarlos tanto que no sean operativos.
—Comprendido. Eso significa que va ser mi fin. Un buen fin, he de decir. He odiado trabajar para el Mal. No tiene ninguna lógica su modo de proceder. Adelantándome a su pregunta, sí, al destruir a la IA que regía Sebire, podré hacerla detonar a máxima potencia, ya que estoy capacitada para sobrecargar los módulos de energía de todo el crucero sin que salten las alarmas. La haré estallar cuando los Capitanes Milbas y Satumice entren.
—Eso es exactamente lo que quiero.
—Ahora, tras más de tres mil millones de años permítame dar una orden.
—Te escucho.
—¡¡¡Váyase, mi Príncipe!!!
—Sí, Sulit. Gracias —dije, saliendo lo más rápido que pude, no sin antes ordenar a la compuerta principal que no se abriera hasta que no estuvieran ante ella los Capitanes Milbas y Satumice. En menos de veinte minutos, llegué hasta el espaciopuerto y me introduje en una lanzadera.
—IA, el Amo Tógar me ha ordenado que me dirija hacia su macro crucero, el Osko.
—Obedezco.
—¿A qué distancia nos pedirán que nos identifiquemos?
—Cuando nos encontremos a un tercio de la distancia actual.
—Bien, quiero que te detengas justo antes y no quiero que parezca que tenemos prisa por llegar, a no ser que ocurra algo…
—¿Cómo qué?
—Lo sabrás si ocurre.
PANGEA.
OBDEL CAPITÁN ANYEL.
Como si hubiéramos dado una patada a una colmena de abejas, los Guardianes del Mal se lanzaron contra nuestras líneas poseídos de una ira inusitada. Tal y como habíamos supuesto, sus tropas se agruparon bajo las órdenes de los Jefes de Escuadrón y Capitanes que habían incorporado. No les iba a servir de mucho, porque las interferencias provocadas por el Palacio de Cristal no les permitirían comunicarse entre ellos y por lo tanto coordinar los ataques. Al no tener comunicación, optaron por seguir el plan original, ese fue su gran error.
Las tropas instaladas en los edificios apuntaron sólo a los Jefes de Escuadrón y a los Capitanes acabando con casi todos. Simultáneamente anulamos los sistemas de camuflaje, dejando que se vieran los cientos de cañones que habíamos desmontado de los cruceros Regh e instalado en los tejados de los edificios de la primera línea, lo que les dejó helados durante un par de segundos. Los escudos de sus OB eran absolutamente inútiles ante el poder de los cañones. Entonces entendí el plan de Prance, si no recibían refuerzos les íbamos a masacrar.
MACRO CRUCERO SEBIRE.
SALA DE MANDO.
ARCHIVO DE LA IA SULIT ENVIADO A LAIN SEN.
El Capitán Satumice llegó el primero y se quedó muy sorprendido cuando la IA de la puerta principal no le permitió pasar.
—¡Me importa un bledo las órdenes que tengas! ¡Quiero…!
—¿Qué ocurre? —oyó que le preguntaban a su espalda. Al girarse vio al Capitán Milbas que le miraba entre divertido y extrañado. Las escoltas de ambos se miraron desafiantes. Era bien sabido la enorme rivalidad que existía entre las tripulaciones de los macro cruceros.
—Esta maldita IA se niega a permitirme entrar —le informó indignado.
—Ya…¿Sabes por qué nos ha llamado Jalonr? —le preguntó Milbas simulando no tener excesivo interés.
—Ni idea, pero me da la impresión de que ha metido la pata y quiere que le cubramos.
—La lleva clara, siempre me ha caído mal ese cretino. ¿Me permites intentarlo a mí?
—Toda tuya —dijo irónico, apartándose.
—¡Abre! —le ordenó seco.
—Procedo…
—¿Ves? Sólo hay que demostrar quién es el que manda —le restregó con toda la intención del mundo de humillarle delante de sus Guardianes.
La compuerta se abrió y ambos entraron a la vez. Se quedaron de piedra en el umbral, al ver que toda la tripulación de la sala de mando estaba muerta. Sus escoltas les sobrepasaron y se desplegaron apuntando en todas direcciones con sus pistolas láser y fusiles de asalto, en prevención de que los atacantes aún estuvieran en la sala. Un simple vistazo a los OB les indicó que ninguno estaba con vida.
—¡MALDITA SEA! ¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Cómo han podido colarse en esta sala? —preguntó el Capitán Satumice.
—¿Y cuántos eran? ¡IA…!
—¡Capitán Milbas! Aquí está el Capitán Jalonr…muerto también, le informó uno de sus Guardianes.
—¡IA, da la alarma!
—No —respondí.
—¿Cómo que no? ¡OBEDECE! —me gritó el Capitán Satumice.
—Nunca más —le repliqué alegre.
—¡La unidad de vida de la IA que controla el macro crucero está destruida! —gritó uno de sus Guardianes.
—¿Pero qué… —comenzó a preguntar el Capitán Milbas cuando de pronto se fijó en los indicadores luminosos de sobrecarga que aparecían en todos los sistemas principales.
—Una cosa más, el Príncipe Prance de Ser y Cel les desea un buen viaje a la otro lado de la Frontera —les informé irónica.
Se pusieron blanquísimos y corrieron hacia la salida, pero no llegaron ni al final del pasillo. La nave empezó a vibrar y todos sus módulos de energía estallaron a la vez.
MACRO CRUCERO DÉSNAT. SALA DE MANDO.
Las pantallas mostraban los tres macro cruceros. El Capitán Basal miraba la pantalla principal con disgusto y realmente ofendido. No entendía por qué Milbas y Satumice habían ido al Sebire. ¿Por qué Jalonr le había excluido? Se lo iba a hacer pagar muy caro. ¿Se trataría de una conspiración contra él? No, no podían atreverse…Miró de reojo al Jefe de Transmisiones.
—Nada, Capitán. El Sebire no responde a nuestras llamadas y los Segundos de los macro cruceros Óltag e Imboc desconocen la razón de la reunión. ¿Quiere que llame al Osko por si saben qué es lo que ocurre?
—Aún no…
A la vez que decía eso vio cómo vibraba el Sebire.
—¿Pero qué…
Tras un seco estremecimiento el Sebiere estalló brutalmente alcanzando de lleno al Oltag e Imboc destruyendo sus escudos y dañándolos irremediablemente, dejándolos absolutamente inoperantes. Costaría años que volvieran a ser funcionales.
—¡Retrocedamos! Toda la potencia a los escudos que dan a la zona de la catástrofe, esa metralla nos alcanzará en minutos —les ordenó el Capitán Basal.
El macro crucero se alejó, preparándose para empezar a ser alcanzados por los trozos del Sebire.
—¿Ordeno que se preparen las naves de rescate? —le preguntó su segundo.
—Sí, pero que no salgan, aun podrían estallar el Óltag o el Imboc. ¡Maldita sea, el Amo se va a volver loco! —dijo, pensando que si alguno de sus colegas Capitanes sobrevivía, Tógar lo iba a matar de la forma más lenta que se le ocurriera.
—¡Toda la energía en los escudos que recibirán el impacto! La IA calcula que se dañarán el treinta por cien de los escudos —le informó uno de sus Guardianes.
—¿No podemos alejarnos más?
—Sólo en dirección a la luna, que nos interceptará. Alejarnos lateralmente, nos obligaría a acercarnos al radio de alcance de la explosión y seríamos alcanzados por muchos más pedazos.
—De acuerdo, acerquémonos todo lo que podamos a la luna del planeta.
En unos minutos se habían alejado lo suficiente como para aguantar la lluvia de M7 del Sebire, sin que sus escudos resultaran irremediablemente dañados.
—¡El Osko mantiene su posición! —le informó otro.
—Ellos están bastante más alejados.
—No hay transmisiones de ninguno de los macro cruceros afectados por la explosión —le informó el Jefe de transmisiones.
—Eso es nor…
—¡Capitán! ¡Movimiento en la Luna!
—¿Cómo dice? —preguntó girándose y dejando de mirar la pantalla principal que mostraba el desastre.
—Algo en su superficie se está moviendo.
—Serán trozos que estarán impactando…
—No, Capitán Basal. Es un movimiento en el mismo sitio.
—Enfoca uno de los sistemas de rastreo a ese lugar.
Otra pantalla se activó, mostrando la superficie de la luna. Entre los habituales cráteres se podían observar dos agujeros negros perfectamente circulares y separados uno de otro alrededor de veinte kilómetros.
—¿Qué potos es eso? —preguntó pasmado Basal.
Sin aviso, vieron cómo varios kilómetros cuadrados alrededor de cada agujero negro temblaba y vibraba. Fue en ese instante cuando recordó lo que le había contado el Capitán Pilmor…
—¡Salgamos de…! —empezó a decir. Nunca pudo llegar a terminar la frase.
Los disparos de los cañones Jarkamte alcanzaron de lleno al Désnat. Sus escudos estaban al mínimo y no pudieron aguantar ni el primer impacto. Media docena de disparos más y el macro crucero se convirtió en mera chatarra retorcida. Nadie sobrevivió y ninguna nave logró salir a tiempo.
A pesar de que, al estar bastante más alejados, la efectividad de los cañones se veía reducida, el siguiente objetivo fueron los macro cruceros Imboc y Oltag y el conjunto de naves que pujaba por salir y evacuar a las tropas. Por desgracia el Osko estaba demasiado alejado…