Capítulo Décimoséptimo

Habían transcurrido dos meses tras los acontecimientos que acabo de relatar. Fedor estaba a la espera de juicio, acusado de asesinato en la persona de Batista Romero, y según todos los indicios mi previsión acerca del tiempo que pasaría en la cárcel era adecuada —al menos en teoría; luego, si se inscribía en algún curso de jardinería y no mataba a mucha gente en la cárcel, podría estar libre en un tiempo ridículamente corto—. Aunque es cierto que la INTERPOL aún estaba escarbando en sus archivos de casos de muerte violenta sin resolver, aparentemente relacionados con tráfico de diamantes, por si alguno de ellos podía achacársele al kazajo.

Valeri Samchuk estaba acusado de todo lo que se puede acusar a alguien cuando quien acusa es algo tan importante como la Asociación de Mayoristas de Diamantes más importante del planeta. Y es mucho. Había sido trasladado a Holanda y estaba a la espera de juicio. Posiblemente tardaría más en salir que Fedor…

La red de fabricación de los diamantes falsos, los laboratorios que trataban la mosanita, habían sido desmantelados gracias a los datos aportados por un confidente, del que se guardaba su nombre en el más riguroso de los secretos. Fuese quien fuese el confidente, estaba perfectamente informado de las identidades de los impulsores del negocio, de las ubicaciones de los laboratorios, del modus operandi de la organización y hasta de los planes de futuro de esta. Y sabía negociar.

No sé aún si algún día García y un servidor le contaremos a Jareño cómo fue posible un desmantelamiento tan rápido de una organización tan profesional…

Según mis noticias, el pago de la recompensa de doscientos cincuenta mil dólares se había tenido que efectuar de una forma rápida y siguiendo unas instrucciones muy precisas del informante, alguien, parece ser, dotado de una gran astucia y decisión.

Fue justamente por aquellos días que recibí un sobre sin remite. El sello era de una de esas islas caribeñas en las que sólo puedes entrar si eres millonario o estás dispuesto a recoger los deshechos de quienes lo son. Dentro del sobre había una postal del tipo que se usa para felicitar a la gente por su onomástica; en ella se veía una mantis religiosa de morritos pintados de rojo violento guiñando un ojo al receptor de la felicitación, y le decía, en grandes caracteres de color azul cobalto: «TE COMERÍA…». Si abrías la postal, en el interior continuaba el mensaje, decía: «A BESOS». Debajo, alguien había escrito con lápiz de labios: «Hasta pronto». La firma era una pestaña postiza.

Lo curioso del caso es que la postal había sido comprada en Barcelona.

La clave del éxito parece ser la seguridad de que no puedes fallar, de que no vas a fallar de ninguna manera.

De vez en cuando pienso en Nadia. Creo que podría llegar a acostumbrarme a los placeres peligrosos…

Mercedes sigue impresionada.

Desde que le conté la historia del Hotel Princesa Sofía a Mediahostia, me mira con renovado respeto. Algo así falta en su impresionante currículo…

Anastasia tuvo una reunión, a la que, además de yo mismo, asistieron García y Billy Ray. En el curso de esta reunión la prima del principal damnificado del caso de los diamantes falsos, Batista Romero, recibió setenta y cinco mil dólares y la recomendación de no dar demasiadas explicaciones acerca de la procedencia del dinero. Creo que tiene la idea de asociarse con la fundación a la que asiste como afectada del Síndrome de Tourette; dice que quizás no sea un gran negocio, pero que, además de asegurarse un sueldo digno de por vida, se sentirá útil ayudando a gente que sufre sus mismos problemas…

La idea de volver a su pueblo quedó instantáneamente archivada en la carpeta de «asuntos sólo realizables en caso de absoluta necesidad».

Se emocionó, cuando le contamos el motivo por el cual recibía el dinero y la cantidad que recibía. Se emocionó… Tuvo una serie de reacciones peculiares, que en este caso no nos pillaron totalmente por sorpresa… Manoteó delante de la cara de Billy Ray mientras nos miraba a García y a mí; nos dio las gracias con las siguientes frases: «Son ustedes muy buenos, putas putas, putas… Hostia, qué putas…». Luego dijo algo que sonó como una cosa así: «Anuncio del nuncio y renuncio, mierda, no, no, mierda». Vino a abrazar a García, pero tropezó y cayó en mi regazo, momento que aprovechó para repiquetear con sus dedos en mi frente; luego abofeteó con cierto entusiasmo la cara de García, para, a continuación, besarle efusivamente allí donde le había golpeado hacía un momento.

García murmuró: «¡A que la esposo, coño!», pero se le notaba feliz.

Luego se tranquilizó un tanto y sólo tuvo que preocuparse de contener sus ganas de soltar pareados sin sentido, aunque alguno se le escapó.

Espero que encuentre a alguien, con la paciencia y el amor de Batista Romero, que sepa hacerla feliz. Cuando está tranquila y logra contenerse, sus procesos mentales son brillantes, lo cual, unido a un carácter afable y bondadoso, la convierten en una mujer apreciable.

Los quince mil dólares restantes, exceptuando una bonificación generosa para García, fueron a parar a la cuenta de explotación de la Agencia, como resultados extraordinarios.

—Nosotros sólo trabajamos gratis cuando es absolutamente imprescindible. Y entonces lo hacemos de mala gana. En este caso nadie nos iba a pagar nuestro trabajo…

¡Ah!, nos olvidábamos de contarles qué se hizo de los protagonistas de nuestro otro caso. Vamos, pues, a ello. Dalianovitch está en libertad con cargos. No se le puede expulsar del país precisamente porque está imputado y pendiente de juicio por posesión de armas. No se le puede acusar con verdaderas posibilidades de nada más; por mucho que Blas Recarte confiese, él sigue manteniendo que se presentó allí a petición de Blas para intentar conseguir un posible empleo de mensajero que le podía ofrecer el peluquero. La pistola la llevaba porque es un recuerdo familiar, y ha reclamado su devolución. Dado que no es una prueba de nada, no tardarán en devolvérsela. Cuando le juzguen, será absuelto con casi absoluta seguridad. Y si no le devuelven su pistola pronto, comprará otra más grande y más mortífera, si ello es posible.

Eusebio Tolosa será juzgado por conspiración con resultado de muerte en la persona de Ricky. Será difícil que se le pueda imputar una pena grave, dado que a cualquier abogado con un mínimo de habilidad no le resultará complicado probar que él no manifestó nunca interés ni intención de matar a Ricky. Su pena será la pérdida de un magnífico cargo en una reputada compañía aseguradora y la dificultad de acceder, a partir de ese momento, a un cargo semejante en otra compañía; por lo demás, es posible que no llegue a pisar la cárcel.

Quienes sí pisarán la cárcel serán Blas Recarte y su esposa Emilia. Esta basará su defensa en la falta de materialidad en la comisión de asesinato, aunque el fiscal es de eso, de lo que la acusa. Su abogado intentará que la condena sea, como mucho, por complicidad, y a poder ser únicamente por encubrimiento y obstrucción a la justicia, pero no lo tiene fácil. Irá a la cárcel casi con toda seguridad, y lo que encuentre allí no será de su agrado: está acostumbrada a moverse en círculos menos rudos; su sofisticación no acaba de casar con las costumbres de ese tipo de instituciones…

Por su parte, Blas Recarte está acusado de asesinato con premeditación, alevosía, nocturnidad y casi casi escalo, ya que tuvo que trepar a la cama para acabar de asfixiar a Ricky. Creo que en la cárcel ya corre el rumor de que pronto tendrán nuevo peluquero durante unos cuantos años… En su caso, las costumbres sexuales de algunos de los internos quizás no sea lo peor que tenga que soportar Blas… Con una visión optimista del caso, no es de descartar que allí pueda encontrar un amor sensible y duradero. No está claro quién le proporcionará la ginebra Thackeray a la que tan afecto es en los momentos de desesperación y duda…

La compañía Mediterránea de Seguros, aunque se muestre anonadada, está encantada de haberse librado de tener que pagar una millonaria indemnización por el incendio de la peluquería. Y el hecho de librarse de una de las personas mejor pagadas de la empresa, sin abonar indemnización por despido improcedente, tampoco les disgusta. En estos momentos, hay un puñado de ejecutivos jóvenes dispuestos a asesinarse mutuamente con tal de acceder al puesto de Tolosa. Y conformándose con la mitad del sueldo de este…

Por cierto, debo confesar que en Mediterránea de Seguros conocen el significado de la palabra «agradecimiento». Me llamaron a una reunión con el Jefe de Compras, quien me comunicó que estaban pensando en pasar a nuestra agencia una parte importante de sus investigaciones. Su agradecimiento no llegó hasta el punto de pedirme nuestras tarifas… Fueron ellos, los que me dieron las suyas. Y no son precisamente un modelo de generosidad, pero peor nos ha ido en otras ocasiones, así que no me quejé. Siempre puedo hacer trampas en la nota de gastos…