Sin tiempo a guardar el debido duelo, aquella misma tarde un nuevo rumor vino a sacudir el Poble-sec, ese barrio obsesionado permanentemente por sobrevivir; un rumor que a cada momento que pasaba adquiría mayores visos de certeza y se convertía en noticia. Si hemos de decir la verdad, no sorprendió a nadie, aunque a más de uno intranquilizó el saber que Manuel, el sobrino carnal y lugarteniente del Tío Matías, a pesar de su relativa juventud, sería el nuevo patriarca gitano del barrio. Lo cierto es que la noticia generó más resignación que alegría entre la gente que de una u otra manera iba a verse afectada por el forzado cambio. El Tío Matías había demostrado en numerosas ocasiones ser capaz de actuar con una crueldad y una ferocidad implacables, aunque sus defensores afirmaban que aquella era una crueldad quirúrgica, una ferocidad necesaria para mantener su poder. De Manuel nadie se atrevía a decir lo mismo…