Las redes informativas de Rafael Salazar Alonso, más pretenciosas que perfectas, servían, sin embargo, para detectar casi a diario informes sobre el progreso de los propósitos subversivos en todo el país. Con profética intuición, El Socialista, que se convierte en portavoz de la revolución inminente, pide e1 1 de mayo de 1934 «un octubre español».
Entrada la primavera comienza el descubrimiento alucinante de diversos alijos de armas. El 6 de junio se conocen las de Cuatro Caminos, en Madrid; el 8 de julio de San Martín de la Vega; el 11 de septiembre se descubre el más sensacional de todos ellos, el del vapor «Turquesa». Para mayor escarnio, el Comité directivo le la revolución había comprado este buque a uno de los más notables contrarrevolucionarios de España, el almirante Carranza, jefe de la derecha monárquica gaditana.
Las armas del «Turquesa» procedían de una misteriosa compra hecha en 1932, con conocimiento de Manuel Azaña, por Horacio Echevarrieta –el financiero protector de Prieto– con destino a los revolucionarios portugueses. Las armas, que procedían del Consorcio de Industrias Militares, figuraban como facturadas a Djibuti y aguardaban en los almacenes de Cádiz un pago que nunca llegó. Cargado el «Turquesa» puso proa al Atlántico en vez de al Mar Rojo; una parte del cargamento se destinaba a Asturias, otra a Vizcaya.
El primero de los desembarcos se había convenido en la playa de Aguilar, pero el «Turquesa» se presentó, al fin, ante la ría de Pravia. Los asombrados carabineros detienen una camioneta de la Diputación Provincial de Oviedo que lleva una carga poco administrativa: 116.800 cartuchos Mauser, fabricados en 1932 y embalados en 1933 en Toledo. Lograron escapar otros seis vehículos, cargados hasta los topes con las primeras armas de la rebelión. Huyó también, a toda máquina, el «Turquesa».
El desembarco fue dirigido en persona por lndalecio Prieto, que pudo escapar de verdadero milagro a la alerta de los carabineros. La camioneta llevó los cartuchos a Oviedo, donde el capitán de Asalto, Juan Arnott, decidió esconderlos en sitio seguro. Gracias a ello se salvó, a su tiempo, la ciudad. Los descubrimientos de armas y municiones se sucedieron por toda España hasta las mismas vísperas de octubre. A pesar de la lluvia de multas que cae sobre ella, la prensa revolucionaria de todos los matices no ceja en su preparación ambiental. Avance, el periódico ovetense socialista de Javier Bueno, es el abanderado revolucionario, seguido de cerca por El Socialista –algo así como la «Gaceta de la revuelta»– y el desbordante semanario de las juventudes socialistas Renovación. En Chispa se resucitaba la tradición de la antigua «Gaceta Revolucionaria»; el comité llegó a publicar una Gaceta de la Guardia Civil para asegurarse al menos la neutralidad de los mandos inferiores y números del Instituto.
Nadie mejor que la intuitiva periodista Consuelo Bergés ha expresado el intercambio de bandazos entre la revolución y la reacción durante los meses que siguieron a las elecciones.
«El bloque antimarxista que había triunfado en las elecciones, y por consecuencia, disfrutaba del poder, recibía la amenaza cotidiana con una mezcla de indignación alarmada y de mofa escéptica, de temor y de reto, miedo y gana de que se desencadenara la lucha de una vez para de una vez aniquilar el socialismo o, por lo menos, despejar la incógnita inquietante de su fuerza real. El duelo que había de ventilarse cruentamente en la calle a principios de octubre tuvo una larga y enconada preparación polémica, un continuo torneo de amago y precaución. Sobre los elementos gobernantes caía implacable y reiterada la denuncia y la crítica proletaria y democrática avanzada. Sobre el diario socialista llovían los secuestros y las multas.
»Menudeaban los rumores truculentos, los atentados personales entre socialistas y fascistas, las detenciones, las mutuas represalias. De tal manera que el levantamiento armado de octubre no fue sino una forzosa consecuencia, una obligada concreción del estado revolucionario latente que se vivía, como lo prueban los siguientes datos objetivos y escuetos:
»El 15 de diciembre de 1933 el Gobierno de Martínez Barrio declara el estado de prevención frente al movimiento anarcosindicalista que siguió al triunfo electoral de las derechas.
»El 10, el de alarma, estableciéndose la censura de prensa.
»Sofocado aquel movimiento. sustituye un Gobierno Lerroux al de Martínez Barrio, y el 20 termina la censura.
»El 6 de enero de 1934 cesa el estado de alarma, pero sigue el de prevención.
»El 4 de marzo se forma el Gobierno Samper, con entrada de agrarios y apoyo parlamentario de la CEDA.
»El 8 reaparece el estado de alarma, que queda en estado de prevención el día 30, hasta el 17 de abril, que reaparece el estado de alarma para la provincia de Valencia y el 26 para toda España.
»El 31 de mayo se restablece la censura.
»El 25 de junio termina ésta y el estado de alarma, continuando el de prevención, que por precaución frente a la crisis señalada para el 1 de octubre, se extiende al estado de alarma el 23 de septiembre»[14].
El Gobierno estaba, pues, advertido por múltiples conductos de lo que se tramaba, pero resultó desbordado por el cinismo y la audacia de los organizadores de la revuelta. En agosto de 1934 el jefe de la Cuarta Región Militar, general Domingo Batet, visita al ministro Hidalgo y le comunica que ha tomado las medidas necesarias para reprimir la sublevación catalana, que parece muy próxima. Pero casi el mismo día es el propio señor Dencás quien, con su mejor sonrisa, pide al ministro 26 ametralladoras «contra las intenciones de la FAI». Diego Hidalgo se niega, naturalmente, a convertirse en el proveedor de la revolución, aunque permite que Dencás regrese tranquilamente a Cataluña. El 3 de octubre el coronel director de la fábrica de armas de Trubia recibe aviso del gobernador civil para que inutilice el armamento almacenado en sus dependencias, pero se limita a deshacerse de la munición ligera.
Durante el verano de 1934 las actividades prerrevolucionarias no interrumpieron las vacaciones de las las clases privilegiadas (hasta después de 1939 en España solamente veraneaba el 10 por ciento escaso de la población), pero costas y montañas no consiguieron disipar las amenazas y los presagios. En septiembre, a la vuelta del veraneo, la sensación de estallido inminente se hizo general. Durante el verano las consecuencias represivas de la huelga de junio, los rumores sobre las nuevas técnicas de contragolpe de Estado ensayadas por el ministro Salazar Alonso, los entierros de militantes callejeros rojos y azules, mantenían la temperatura política al mismo nivel que la estival. Terminado el paréntesis de las vacaciones, las huelgas y los mítines recomienzan con anticipación su particular curso.
Las noticias de Europa eran cada vez menos tranquilizadoras. Sobre todo para los socialistas, que daban los últimos toques a sus preparativos. Pero los socialistas querían perfilar y concretar su programa revolucionario mientras atizaban el fuego con las informaciones que refleja Marcelino Domingo:
«Va a sucedemos lo mismo que a los socialistas alemanes, me dijeron y repitieron (los socialistas españoles) en varios actos públicos en que intervine con el fin de precisar y justificar mi posición. El ejemplo doloroso de la socialdemocracia alemana, abatida por el hitlerismo, constituía la noble y torturadora obsesión del proletariado español»[15].
A pesar de todo, personajes muy representativos de l izquierda se oponían abiertamente a los proyectos de revolución e incluso organizaban generosas campañas tranquilizadoras por todo el país. Indalecio Prieto, como sabemos, trataba de evitar el choque a la vez que se dedicaba a prepararlo; le secundaban en el contradictorio empeño sus amigos socialistas Ramón González Peña y Teodomiro Menéndez. Los prohombres republicanos más destacados en su cruzada contrarrevolucionaria, eran los ex ministros radical-socialistas Félix Gordón Ordás y Marcelino Domingo.