Los comunistas se apoderan del mito de Octubre

Desde un punto de vista relativo, el esfuerzo propagandístico de mayor intensidad sobre el tema de Octubre se debió a los escasos pero decididos hombres que más o menos se agrupaban en el comunismo disidente: el Bloque Obrero y Campesino, el BOC. Tres son los grandes propagandistas de Octubre en el comunismo disidente: Joaquín Maurín, Julián Gómez «Gorkin» y Manuel Grossi. Su actividad y los libros que la reflejan evidencian un claro propósito del grupo: apoderarse propagandísticamente del mito asturiano. Los tres –y algunos seguidores menos notorios– insisten en que las Alianzas Obreras fueron prácticamente obra del BOC; exaltan su papel en la organización y desarrollo de la revolución asturiana y hasta tratan de inventarse una seria intentona revolucionaria en Cataluña, al margen de la real. Todas estas pretensiones son ilusorias, aunque se fundan en algunos hechos muy bien aireados. Maurín es el más decepcionante de los tres propagandistas. El capítulo sobre Octubre en su conocida y, por lo demás, muy interesante obra Revolución y contrarrevolución en España, se espera con interés por el lector. Calcúlese el desencanto cuando el lector comprueba que en ese capítulo no hay ni un dato, ni una cifra, ni un enfoque sobre el Octubre español; en una ostentosa cursiva, para que no quepan equívocos, Maurín diserta incansable, con citas de Lissagaray, ¡sobre la Comuna de París! El Octubre de Maurín es el punto negro de su importante libro, pero nos hace sospechar muchas cosas sobre la real participación de su grupo en los sucesos que tan líricamente pasa por alto.

Aún hay que hablar menos de Manuel Grossi como autor. El buen minero, al que nos hemos referido bastantes veces durante el relato, era un semianalfabeto totalmente incapaz de escribir una sola de las cortadas frases de que se compone el libro que lleva su nombre y que se debe –basta leer un par de páginas– a la pluma del gran propagandista del comunismo disidente: Julián Gómez «Gorkin». Parece que Gorkin, detenido a raíz de lo sucesos, todavía se hallaba en julio de 1935 en un penal valenciano, junto a Buenaventura Durruti y otros jefes extremistas.

Pero debió de ser liberado poco después, porque noticias bastante fidedignas nos lo descubren ese mismo verano en París, como orquestador máximo de la propaganda exterior sobre Octubre, uno de cuyos temas predilectos era la amnistía y, en concreto, la consecución del indulto de Ramón González Peña. Gorkin inició esta actividad antes de ser detenido: ignoramos la fecha de la detención. La campaña exterior estaba bien montada, como corresponde a la experta mano de un revolucionario intelectual. Ya el 21-XII-34, Ramiro de Maeztu comenta en ABC que «todos los tópicos de la ferrerada andan en juego».

Es muy posible que haya que atribuir a Gorkin la constitución en Francia de los «Amis de l’Espagne» para «explicar al mundo la verdad de Octubre, sus causas y consecuencias», El manifiesto en que se revelan tan ambiciosas pretensiones está firmado por Georges Duhamel, André Gide, Jean Guéhenno, Henri Barbusse. Es muy interesante para el porvenir inmediato este precedente de los intelectuales europeos que se interesan pasionalmente y sin más que una información deliberadamente parcial por las cosas de España. De todos todos modos la reacción internacional es relativamente tibia: la no estamos en la belle époque y la situación económica europea no permite la erección de monumentos a las víctimas de la represión inquisitorial española. Más aún, según autorizado testimonio de Margarita Nelken, en la Mesa de la II Internacional se discutió la Revolución de Octubre y, para consternación de los socialistas españoles, la revolución fue condenada. Como consecuencia simbólica, los ricos sindicatos socialistas noruegos enviaron por toda ayuda a las víctimas de la represión la cantidad de 4.000 pesetas. Probablemente estos hechos influyeron decisivamente en el próximo viraje político de la ardorosa diputada.

Otro precedente digno de notarse y también consecuencia del pequeño pero eficaz centro propagandístico montado por Gorkin: los políticos europeos empiezan a enviar al laberinto español misiones exploratorias para averiguar la verdad de los hechos. El mismo día en que don Ramiro de Maeztu descubría la nueva «ferrerada», Vincent Auriol, enviado por la SFIO (Partido Socialista de Francia), visita en la Cárcel Modelo de Madrid a Francisco Largo Caballero. Poco antes, el 14 de noviembre, el presidente de las Cortes, Santiago Alba, recibe una misión parlamentaria laborista presidida por lord Listowel, en la que figuraba la interesante M. P. Ellen Wilkinson. Alba reacciona indignado ante la visita, pero decide que no tiene nada que ocultar y los parlamentarios ses recorren Oviedo. A pesar de que cuentan con protección policial, en cuanto la gente se entera del objetivo de su misión se arremolina en torno a los visitantes que a duras penas escapan al linchamiento.

No conviene exagerar el buen trabajo de Gorkin; las gestiones para el envío de la misión Listowel remontan probablemente su origen a la actividad de Willi Münzenberg, quien era ya por entonces principal coordinador de la propaganda de la Comintern –es decir, la propaganda exterior soviética– en la Europa occidental. Porque aunque relativamente hablando la eficacia propagandística del comunismo disidente respecto a Octubre es digna de mención, no puede compararse en intensidad global ni en resultados con la desencadenada inmediatamente por el comunismo oficial alentado, si no impulsado, por la voz de Moscú.

En efecto, la historia oficial del PCE establece de la siguiente forma la interpretación de Octubre que sirvió de base para la orquestación de esa propaganda:

«Uno de los aspectos, y no el menos importante, de la insurrección de Octubre es que ésta representó un viraje importante en el desarrollo del movimiento obrero y progresivo español.

»Hasta entonces la clase obrera había actuado casi siempre en la vida política como una fuerza a remolque de la burguesía republicana. A partir de Octubre se convirtió, de un modo efectivo, en la fuerza dirigente de la marcha de España hacia la democracia y el progreso.

»Hasta Octubre, el Partido Socialista era el partido más importante de la clase obrera española. Después de Octubre, la influencia del Partido Comunista creció a todo lo largo y ancho del país no sólo entre la clase obrera, sino en el campo, en los medios intelectuales Y entre la juventud.

»Los dirigentes socialistas, y personalmente Largo Caballero, a quien José Díaz (secretario general del PCE) fue a visitar a la cárcel, rechazaron la propuesta del PC de que ambos partidos asumieran conjuntamente la responsabilidad del movimiento de Octubre. El Partido Comunista decidió, entonces, asumir públicamente esta responsabilidad, conquistándose con ello un gran prestigio entre los militantes socialistas y entre las masas trabajadoras en general, que conocían su activa participación en los combates de Octubre»[9].

No suelo estar generalmente de acuerdo con los comunistas, pero en esta captación suya de una Revolución de Octubre abandonada por los socialistas estoy casi completamente conforme.

La propaganda comunista no se ciñe al territorio español, como ya hemos insinuado. El SRI (Socorro ojo Internacional) publica un folleto de Henri Barbusse: Pages espagnoles d'Octobre. A medida que pasan los meses, Octubre se convierte en la principal bandera del comunismo y en la plataforma de lanzamiento de la gran propagandista del PCE, Dolores Ibárruri, que reparte en todos sus discursos una docena de latiguillos asturianos, siempre de éxito seguro.

La amnistía de los presos de Octubre va a ser la más enarbolada bandera del soñado Frente Único en 1935 y del Frente Popular en 1936: será el primero de los puntos de convergencia del heterogéneo bloque izquierdista y el único que encerrará suficiente dinamismo para integrar en él, al menos para las elecciones de febrero, a los anarquistas. Cuando a mediados de enero de 1936 se levanta la censura de cara a la campaña, el enorme clamor de toda la izquierda se resume en una sola palabra: Octubre.

La obsesión de Octubre es casi el leitmotiv de los principales mítines y discursos de la primavera trágica; como prueba baste esta tremenda cita de José Calvo Sotelo:

«El señor Largo Caballero ha dicho terminantemente en Oviedo –aquí tengo el texto, pero no es cosa de leerle y os evito esa molestia– que ellos van resueltamente a 1a revolución social, y que esta política, la política de Gobierno del Frente Popular, sólo es admisible para ellos en tanto en cuanto sirva al programa de la Revolución de Octubre, en tanto en cuanto se inspire en la Revolución de Octubre. Pues basta, señor presidente del Consejo; si es cierto eso, si es cierto que su señoría, atado umbilicalmente a esos grupos, según dijo aquí en ocasión reciente, ha de inspirar su política en la Revolución de Octubre, sobran notas, sobran discursos, sobran planes, sobran propósitos, sobra todo; en España no puede haber más que una cosa: la anarquía. (Aplausos).[10]

Es difícil de explicar fuera del terrible apasionamiento de 1936 este aferramiento de la izquierda a un tema que en principio parece que debía de serle poco grato: pero Octubre en 1936 ya no era un recuerdo, sino 1a expresión de un frente único y, sobre todo, la expresión de un mito y un símbolo.