El 18 de octubre, López Ochoa tiene ya redactadas las órdenes de operaciones para el ataque general y reducción de la cuenca minera con todos los restantes focos rebeldes. Envía a San Esteban de Pravia, donde está reunido el batallón completo del Regimiento 29, fracasado en su intento de liberar la zona de Grado, una compañía de su fiel batallón del 12. La columna, destinada también reconquista de Grado, se pone a las órdenes del comandante Marzo. El mismo día había llegado ya a Campomanes la tercera bandera del Tercio con su comandante, Bartomeu. Casi a la vez, Balmes recibe la orden de operaciones desde Oviedo, y ya se dispone a avanzar cuando de pronto llega contraorden para detener el avance y esperar de nuevo. Por su parte, a las seis de la mañana, las tropas africanas de Yagüe bajan de las alturas sobre Trubia, ocupan inmediatamente el pueblo y liberan a los jefes y oficiales de la fábrica de armas. Para incorporar sus fuerzas al plan general de López Ochoa, Yagüe se contenta con inutilizar los transformadores que surten de energía a la fábrica, y vuelve a Oviedo con su columna. ¿Qué había sucedido para detener en seco el avance de Balmes y para anular, como se hizo antes del mediodía, las órdenes de operaciones ya cursadas?
Había ocurrido un acontecimiento que durante largo tiempo se mantuvo secreto por el Gobierno y por los rebeldes, aunque circularon sobre él toda clase de rumores. Las declaraciones de varios testigos son poco coherentes en cuanto a las horas e incluso en cuanto a las fechas; por su parte, varios comentaristas han contribuido a incrementar la confusión. A las 10,30 del día 18 de octubre Belarmino Tomás, que regresaba de una inspección por los frentes, se reúne en Sama con el eterno mediador, teniente Torréns, que se había pasado a los rebeldes desde casi los primeros combates. El enviado de los rebeldes llega sin dificultad al cuartel de Pelayo y es recibido por López Ochoa, quien no sospecha la verdadera actuación del extraño oficial durante los días de la revuelta. El general le entrega de su puño y letra un pliego de condiciones para la rendición, que son las siguientes, según testimonio del mismo general en jefe:
«1. La sumisión de los grupos armados, deponiendo y depositando sus armas; 2. La liberación de todos los prisioneros en su poder, devolviéndoles sus armamentos, y 3. La entrega como rehenes de la cuarta parte de la junta o comité regional»[2].
Torréns regresa a Sama y tras una dura discusión del Comité, Belarmino Tomás comunica al pueblo la necesidad de rendirse; desde la calle se muestran de acuerdo con él. Sobre las tres de la tarde se presenta de nuevo Torréns ante López Ochoa en el cuartel de Pelayo. y tras un breve intercambio de frases. el teniente solicita permiso para que visite al general el propio jefe revolucionario.
Da garantías López Ochoa. y. ante su sorpresa. Torréns llama al paisano que había quedado a la puerta del despacho; Belarmino Tomás se presenta con altivez ante Eduardo López Ochoa, quien obliga a Torréns a presenciar la entrevista.
Belarmino Tomás insiste en presentarse como general en jefe del ejército rebelde y manifiesta a López Ochoa que la única causa de la rendición es la falta de municiones que acosa a sus tropas. Acepta el general la supresión de la cláusula de los rehenes y el convenio se establece definitivamente de la forma siguiente:
«Comprendiendo yo lo razonable que era lo que manifestaba respecto a los rehenes, y no queriendo demorar ni un instante la entrada de las tropas en la cuenca minera, prescindí de dicha condición sustituyéndola como prueba de buena fe por parte de los revoltosos, por la de que cesasen en el acto las agresiones que todas las tardes se venían ejecutando desde las alturas del barrio de San Lázaro, y le manifesté que las tropas moras no entrarían en los poblados, pero marcharían a retaguardia de las columnas que al amanecer del día siguiente día emprenderían su avance para ocupar la cuenca. Pero que si se ejecutaba la menor agresión. que si sonaba un solo tiro, pasarían a vanguardia entrando a sangre y fuego en los poblados mineros»[3].
Terminado el parlamento, Belarmino Tomás se retira e inmediatamente cesan los paqueos en todo el frente. Al atardecer, Belarmino Tomás publica una proclama notificando el cese de las hostilidades y recomendando la vuelta al trabajo. A las 20 horas se celebra una reunión plenaria en Mieres, con asistencia de Torréns, que decide entregarse al vencedor. Entran en acción los republicanos, y Manuel Grossi les hace entrega del mando. Encargado de la transmisión de poderes queda el delegado gubernativo, Sergio León, del que nadie había sabido durante la revuelta.
El convenio se cumple por ambas partes. En la madrugada del día 19 tiene lugar la última reunión del Comité de Mieres. Manuel Grossi decide quedarse y ocultarse. Cursadas las nuevas órdenes de operaciones, se inicia muy de mañana el avance general sobre el territorio rojo. El coronel Aranda conduce a uno de sus batallones desde el puerto de Leitariegos hasta Grado, donde enlaza con la columna Manso, llegada de San Esteban de Pravia; ordena al batallón ciclista que baje por el valle del Aller hasta la cuenca de Turón; con medio batallón del Regimiento 12 desciende del puerto de Somiedo hasta Trubia; y un batallón del Regimiento 26 baja por el valle de Tarna hasta ocupar Pola de Laviana. El batallón del Regimiento 21 y tres escuadrones quedan de reserva móvil y siguen custodiando los principales pasos. A las siete de la mañana salen de Oviedo las columnas de África, al mando de Yagüe, con los Regulares a retaguardia, como se había pactado. Por cierto, que cuando el teniente coronel se entera por medias palabras del pacto con los rebeldes, tiene lugar su segunda entrevista violenta con López Ochoa, en la que están a punto de sacar a relucir otra vez las pistolas.
El propio Yagüe conduce hacia las cuencas a la quinta bandera de Ramajos, con la que entra en Mieres a la vez que el general Balmes y su imponente columna. A la misma hora, las siete, sale para Sama la columna Alcubilla, que coincide en su objetivo a las nueve con la columna Solchaga, que arrancó desde Noreña. Poco más o menos a la misma hora en que el general en jefe se reúne con los jefes de columna en Sama, el comandante Manso enlaza con la Guardia Civil de Luarca. Al mediodía del 19 de octubre y sin disparar un tiro, se ha consumado la enorme operación que 24 horas antes hubiera parecido un sueño imposible a toda España. La Revolución de Asturias ha terminado.