Sé pacífico; no vengarse puede ser también una forma de venganza.
Danny Kaye
El universo está llegando a sus últimos días de existencia, antes de desaparecer precipitándose hacia un punto central de densidad infinita, de donde volverá a renacer tras una gran explosión. En este momento crítico de la historia cósmica, el planeta Taa alberga la civilización más avanzada del Cosmos. Galan, un explorador encargado de buscar una salvación para su mundo, fracasa en su intento adquiriendo a cambio una nueva forma desconocida de energía y regresando al recién formado nuevo Cosmos bajo la forma de Galactus, el devorador de mundos. Después de vagar durante eones en su nave-mundo del tamaño de un sistema solar, fue evolucionando hasta adquirir el aspecto de la raza que en cada momento le esté observando, con una estatura de casi 9 metros y un peso de más de 18 toneladas y el poder de consumir toda la energía de otros planetas. Al principio, estos mundos estaban deshabitados y el apetito de Galactus no era demasiado voraz pero, con el tiempo, la cosa cambió. En uno de sus ataques, se dirigió al planeta Zenn-La, hogar de una raza de seres con aspecto humano y de existencia pacífica y despreocupada. Allí, huérfano desde muy joven, Norrin Raad soñaba, junto a su amada Shalla-Bal, con una vida plena de aventuras y emociones. En un intento desesperado por salvar su planeta, Norrin consiguió convencer a Galactus para que lo perdonase. A cambio, le prometió convertirse en su heraldo, comprometiéndose a buscarle otros mundos con los que saciar su implacable hambre. Galactus aceptó y lo transformó en el «Surfista Plateado», un ser imbuido de un poder cósmico que le otorga la capacidad de viajar por el hiperespacio a bordo de una tabla virtualmente indestructible.
Los Cuatro Fantásticos y Silver Surfer, de Tim Story (2007).
A grandes rasgos esta es la presentación, tal y como aparecía en el número 48 de Fantastic Four I (1966), de Galactus y su heraldo o mensajero, el Surfista Plateado, también conocido como «Estela Plateada» o «Silver Surfer». Una historia que, muy poco afortunadamente, queda diluida en la oscuridad nebulosa del filme de la saga de Los Cuatro Fantásticos titulado precisamente Los Cuatro Fantásticos y Silver Surfer (4: The Rise of the Silver Surfer, 2007). En esta película, aparte de no dejar claros los motivos por los que Raad se unió a Galactus y la razón por la que éste se dedica a devorar planetas (fijando ahora su objetivo en nuestro mundo), se da a entender que su amada pereció durante el ataque a Zenn-La, cosa que no ocurre en el cómic original, donde, por otro lado, es Alicia Masters (la compañera ciega de Ben «La Cosa» Grimm) la que le convence de que reflexione sobre lo que intenta hacer con los inocentes habitantes de la Tierra. En la película este mérito se le atribuye a Susan Storm (la Chica Invisible), lo que le cuesta una muerte temporal, pues el Surfista, conmovido, le devuelve la vida haciendo uso de su poder cósmico. Al final tampoco resulta evidente cuál es el destino que corre Galactus, si es destruido (poco creíble) o tan sólo es alejado de nuestro sistema solar. Por cierto, y ésta es una opinión muy personal, considero un acierto la forma bajo la que se muestra a Galactus en la pantalla, sin un aspecto claramente definido, a diferencia de lo que ocurría en las páginas del cómic, confiriéndole un halo de misterio y una sensación de terror realmente estremecedora.
Algo que parece bastante obvio es que la forma de desplazarse por el espacio interestelar que tiene nuestro, primero, cruel enemigo, y luego, salvador, el Surfista Plateado, debe diferir enormemente de la manera en la que lo hacen los muchachos de ojos azules y despeinadas cabelleras rubias agitadas por la brisa marina en las playas de Hawaii a bordo de sus tablas de surf. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón que, como todos sabéis, las tablas de surf necesitan de olas para ser lo que son y hacer lo que hacen y éstas resultan francamente difíciles de observar en el aire de la atmósfera terrestre y, más aún, en el vacío del espacio. Para poder hacer surf sobre el agua es preciso satisfacer dos condiciones físicas: la primera tiene que ver con la flotabilidad, es decir, que la tabla junto con su pasajero han de ser capaces de mantenerse sobre la superficie del agua por la que pretenden desplazarse; la segunda es un simple requerimiento de equilibrio, o sea, que la tabla no debe experimentar movimientos de rotación bruscos que la obliguen a liberarse de su confiado pasajero. Voy, a continuación, a detenerme brevemente en cada una de las dos anteriores circunstancias.
La flotabilidad viene impuesta por el principio de Arquímedes, el cual afirma que si un cuerpo se encuentra sumergido en un fluido (aquí se incluyen tanto los líquidos como los gases) siempre estará sometido a una fuerza (denominada empuje hidrostático) que le empujará verticalmente hacia arriba, obligándole a abandonar el mismo, siendo la magnitud de esa fuerza igual al peso que tendría un volumen del fluido idéntico al que presenta la porción de cuerpo sumergida en él. Resulta, entonces, que un cuerpo flotará siempre que su peso sea igual o inferior al empuje hidrostático, hundiéndose en caso contrario. Si se aplica el principio de Arquímedes al caso concreto de una tabla de surf con jinete incluido, se obtiene que la condición de flotabilidad se satisface cuando la suma de los pesos del surfista y de la tabla compense exactamente al empuje que actúa sobre esta última o, equivalentemente, cuando la presión ejercida por el agua sobre la base de la tabla de surf iguale a la presión ejercida por el surfista sobre el piso. Si se manipula algebraicamente la ecuación anterior se llega a la conclusión de que la densidad de la plancha de surf debe ser considerablemente inferior a la densidad del agua, difiriendo ambas tanto más cuanto más pequeño sea el peso del surfista o, igualmente, cuanto mayor sea el área superficial de la tabla. Sin embargo, esto último tiene como contrapartida una disminución en la maniobrabilidad. Para contrarrestar este inconveniente se utilizan materiales de alta tecnología, como las fibras de vidrio, que permiten el uso de tablas más pequeñas, ligeras y manejables. En el caso de que la superficie de la plancha presentase un área de 1 metro cuadrado, un grosor de 5 centímetros (estando 3 de ellos por debajo de la superficie del agua) y el surfista pesase unos 70 kilogramos, la densidad debería ser casi la mitad que la del agua.
En lo que se refiere al equilibrio, éste viene impuesto por las leyes del movimiento de Newton. Dado que el centro de gravedad de la tabla está situado hacia la cola de la misma, donde se encuentra el timón, el pasajero debe adoptar una postura no demasiado adelantada para evitar una rotación hacia delante, pero tampoco demasiado atrasada, pues se produciría una rotación hacia atrás. Claro que todo esto no es riguroso, pues debe tenerse en cuenta, asimismo, la fuerza ejercida por el agua sobre la tabla. La consecuencia es que se producen dos torques o momentos que tienden a hacer girar el sistema en uno u otro sentido, dependiendo de sus valores relativos. Y no hay que olvidar que también se pueden producir rotaciones no deseadas tanto a babor como a estribor de la tabla. Saber jugar con las posiciones del cuerpo, sacando provecho de estos movimientos rotacionales, tiene que ver con la pericia de cada deportista particular.
Con los dos párrafos anteriores ya sólo resta conocer ciertas características de las olas para comprender un poco mejor qué hace posible un deporte tan espectacular como el surf. Si pudiésemos ser capaces de observar una sección transversal de una ola, tanto por encima como por debajo de la superficie del agua, podríamos comprobar que las moléculas de fluido describen movimientos circulares. Si nos encontramos lejos de la costa, en aguas profundas, estas moléculas llevan a cabo su movimiento sin impedimento alguno. Si embargo, cuando las aguas tienen poca profundidad, como cerca de la playa, la parte inferior de la ola entra en contacto con el suelo marino, con lo cual el movimiento, antes circular, se hace ahora elíptico, provocando que la parte superior de la ola alcance y supere a la inferior, rompiendo por su propio peso. Según sea el perfil concreto de la playa y las características particulares del fondo marino, se establece lo que se llama «zona de surf». Ésta suele coincidir a partir del punto donde la profundidad del agua es de unas 1,3 veces la altura de las olas.
Cuando un surfista intenta coger una ola debe hacerlo intentando adaptar lo máximo posible su propia velocidad con la tabla a la velocidad de la ola. Esto requiere una cierta práctica, ya que, como puede demostrarse, a medida que aumenta el tamaño de las crestas también aumenta proporcionalmente la velocidad de las mismas. Un simple cálculo permite obtener que éstas pueden alcanzar unos cuantos metros por segundo, por lo que el deportista debe impulsarse fuertemente con los brazos hasta igualar su marcha con la de la ola.
El aerogel es una substancia coloidal similar al gel, en la cual el componente líquido es cambiado por un gas, capaz de soportar grandes pesos gracias a su resistencia y ligereza.
Después de todo lo anterior, resulta aparente que el terrorífico heraldo de Galactus lo tiene algo más que complicado para navegar libre y velozmente tanto por el vacío sideral como por nuestra propia atmósfera. ¿Existe, pues, alguna solución para su medio de transporte intergaláctico? Dejando a un lado los problemas del equilibrio sobre la tabla (seguramente, Galactus lo debe haber instruido adecuadamente al respecto), la condición de flotabilidad requeriría que la preciosa y reluciente plataforma plateada tuviese una densidad inferior a la del aire, cosa que se me hace harto complicada a no ser que estuviese constituida por algún otro gas, como el hidrógeno (altamente inflamable) o el helio, entre otros. Aunque eso no es lo que parece mostrarse en la película, está también la cuestión de cómo mantenerse en pie sobre un cuerpo gaseoso. Más bien, la tabla parece de naturaleza sólida y desprende su propia energía, que es utilizada por el propio Surfista Plateado para atacar o defenderse e incluso «absorber» todo el poder mortífero de un misil con el que es atacado por el siempre eficaz y omnipresente Ejército de Estado Unidos.
A medida que aumenta el tamaño de las crestas también aumenta proporcionalmente la velocidad de las olas, el momento ideal para un surfista.
¿Podría estar constituida la maravillosa tabla interestelar por algún material de bajísima densidad y, al mismo tiempo, altísima resistencia y consistencia sólida? Hay que tener en cuenta que el heraldo de Galactus ha de atravesar el vasto océano intergaláctico, soportando todo tipo de condiciones, como calor abrasador al pasar por las inmediaciones de alguna estrella o frío extremo en su periplo por el vacío existente entre unos y otros cuerpos astronómicos. Quizá la respuesta se encuentre en un nuevo material desconocido para los terrícolas, uno que podría no diferir demasiado de otro que, en cambio, sí tenemos aquí, en nuestro planeta y ahora mismo. Se trata del asombroso «aerogel», sintetizado en 1931 por Samuel Kistler. Está formado por una pequeñísima proporción de sílice (también puede ser alguna otra sustancia como la alúmina o el circonio) y un 99,8 % de aire atrapado en una estructura que le proporciona una consistencia sólida, pero muy ligera y asombrosamente resistente. Debido a su apariencia, en ocasiones se le denomina «humo azul» y su tacto es semejante a la espuma. Posee una densidad tan sólo tres veces superior a la del aire y figura en el libro Guinness de los récords como el sólido con menor densidad. Entre sus propiedades destaca la ligereza, que lo hace prácticamente flotar en el aire, una resistencia increíble que permite que soporte varios cientos de veces su peso colocado sobre su superficie, y una bajísima conductividad térmica que le hace extraordinariamente resistente a las temperaturas extremas, tanto varias decenas de grados por debajo de cero como varios miles por encima. ¿Y si Norrin «Silver Surfer» Raad dispusiese de una tabla hecha de «galactogel», formada por un gas más ligero que nuestro aire atrapado en una sustancia sólida y manufacturada por una civilización avanzada, cuya existencia se remontase a una época anterior al enésimo Big Bang?